☾ Capítulo 24. El tiempo que nos sobró
21 de Marzo de 1980.
Nueva York, Nueva York.
Las consecuencias del celo más conocidas tenían efecto en la personalidad de Ash. No se separaba de mí ni un centímetro, si desaparecía de su vista inmediatamente me buscaba y quería mantener el contacto todo el tiempo. Como un verdadero alfa, protegiendo a su pareja. "Hasta los hombres más rudos pueden ser cariñosos luego del celo", pensé.
En esta ocasión, yo era su prioridad, y se sentía tan malditamente bien.
Parecíamos una pareja romántica, con nuestros momentos melosos y llenos de atención. Era hora de salir de esa ensoñación, de regresar al mundo real. A mi parte recesiva que era una deshonra para todos los omegas y una mala broma a la vista del resto de alfas. "¿Ash era diferente?". No lo sabía todavía.
–Oye... –usé un tono bajo al hablar.
Tomábamos el desayuno en su sala, me tenía sentado sobre sus piernas con el plato frente a mí, mientras él me abrazaba por detrás. Él ni siquiera comía, con su cabeza cómodamente apoyada en mi hombro, hacía cosquillas cada vez que se movía un poco. Solté el cubierto, con mi mano en su cabeza.
–Dime –su voz chocando con mi piel, dejando besos en las zonas que tenía a su alcance. "¡¿Dónde aprendió a ser tan meloso?!". Cualquiera se derretiría con esos tratos.
–Necesito hablar con Jessica –dije, escuchando de inmediato como gruñía, mordiendo mi piel. Giré el cuello, por la sorpresa, tardaba en dejarme ir. Bajé mí una mano hasta su nuca, intentando que aflojara–. Se preocupará, no sabe nada de mí, y también está el asunto del vuelo.
Mantuvo el silencio unos segundos, como si sopesara las posibles respuestas que podía darme; por un momento creí que diría algo sobre no dejarme comunicarme con nadie, que me encerraría en la habitación. Los alfas eran capaces de ser controladores a morir, exigentes con el tiempo que les dedicara su omega. Una muy pequeña parte de mí, ese lado omega que acababa de pasar su celo con un alfa, deseaba aquello. Y al mismo tiempo, sabía que no estaba bien.
–Hay un teléfono en la encimera, cuando termines de comer puedes llamarla –dejó de hablar, pegando de inmediato sus labios por todo mi cuello. Me estremecí, aunque ya me iba acostumbrando.
–Va a matarme.
–Solo si puede pasar a través de la línea telefónica.
–No sabes lo que es capaz Jessica –reí.
Conseguí apartarlo de mi lado y realizar la llamada solo. Descubrí que le encantaba besar, en cualquier parte. Depositó uno sobre mis nudillos antes de tragarse sus ansias de oír mi conversación con mi cuidadora. Aunque lo vi desaparecer dentro del cuarto, no hice la llamada de inmediato, pensando en que no me molestaba que fuese tan apremiante o controlador. "¡No! ¡Hay que poner límites!".
Me comuniqué con Jessica, los días pasados había memorizado los números de casa y el de la oficina de Max, para informarle que estaba bien y que pronto iría con ellos. Contestó de inmediato, su voz preocupada del otro lado, sus regaños, lo recibí todo respondiendo con sinceridad a sus preguntas.
Le expliqué desde el inicio lo que había pasado, que al terminar la pasarela el diseñador me llevó a un lugar apartado y que, si no fuera por Ash habría, acabado mal, también le conté sobre el celo de Ash. Omití la mayor parte de esto, sonrojado y titubeando, tampoco dije nada acerca de mi celo, ni de la pareja de Yut. Lo único que preguntó fue sobre métodos anticonceptivos, demasiado interesada a mi parecer, le dije que no estaba del todo seguro. Le vi usar condón varias veces, pero durante la mayor parte me encontraba demasiado distraído, no pude fijarme cada vez. Aunque confiaba en él.
Jessica me prometió acabar con la reputación de aquel hombre, como lo que sucedió en el bar de hace unas noches. Me eché a reír. Estaba seguro de que no era nada similar.
Tras esto ella entendió por qué no había contactado, al fin y al cabo, Jessica también era una alfa, además casada con otro alfa. Comprendía cómo funcionaban las feromonas durante y después del celo. Luego de un poco más de regaños por desperdiciar mi pasaje y preocupar a mi madre, me recomendó volver a casa para reagendar mi vuelo, poder contactar a mi familia en Japón y ocuparme de mi única maleta.
–Vas a quedarte más tiempo, ¿verdad? –se rindió. Satisfecha por gritarme desde el otro lado del teléfono.
–Sí, lo siento...
–No te disculpes, esto está fuera de tu control.
–Gracias.
Me explicó que no estaría por mi casa, ocupada con papeleos sobre una colección nueva y las fotos obtenidas esa semana. También comentó que Max saldría con Michael a pasear, un poco de convivencia padre–hijo. Colgó luego de hacerme prometer mil veces que tendría cuidado y que escaparía si Ash se ponía molestoso. Tentándome a salir de ahí, e ir de inmediato a casa, diciéndome que dejó un regalo para mí sobre mi cama.
Al colgar Ash seguía sin aparecer a mi alrededor. El departamento estaba vacío, nadie podía ver las marcas rojas y lesiones de las noches pasadas, mi camisa no cubría nada de ellas. Usaba ropa de Ash, una camiseta casi transparente, blanca y bóxer negro, todo me quedaba grande. Me llegaba a mitad de la pierna, lucía como si trajera puesto nada abajo. Mis pies descalzos sobre el piso frío. Me envolvía una experiencia nueva, los olores del departamento despertarían los recuerdos de esa noche siempre que me los topara lejos de ahí.
Busqué al alfa, no aparecía por ningún lado. ¿Seguiría en su habitación, esperando por mí? "Di en el clavo". Ahí fue donde lo encontré, acostado en unas sábanas revueltas, aunque vi que intentó acomodar la cama.
Cuidaba de sus perros, uno corría alrededor, otro mordisqueaba un zapato caro en un rincón y la Schnauzer dormía sobre sus piernas. Él la acariciaba mientras leía un periódico, con la camisa desabrochada, apoyado en la cama y en concentración en su lectura.
Me miró cuando me escuchó entrar al cuarto.
–Terminé mi llamada.
Él me señaló al otro lado de la cama, sin moverse demasiado, para no despertar a la perra. Fui hasta él, arrastrándome sobre el colchón, abrió los brazos atrapándome en ellos y lo dejé hacerlo. El aroma de su ropa era el mismo que ahora cubría mi cuerpo.
Sin darme cuenta me quedé dormido sobre su hombro. Desperté horas después, él ya no hacía de almohada, tampoco había señales de los perros, solo estaba yo en la habitación. "Extraño".
Oí su voz detrás la puerta, hablando fuerte por teléfono. Luego hubo silencio, después pude verlo entrar en la habitación.
–Es media mañana –me informó. La camisa ahora escondía sus cicatrices, pero dejaba sus abdominales a la vista, los perros corriendo entre sus piernas para brincar a la cama y llegar hasta mí–. No quiero tenerte encerrado otro día más, debes querer ir a casa.
–Sí... –me senté en la orilla de la cama, acariciando las melenas rubias de los perros, la pelo gris era reservada.
Él se acercó conmigo, como si se sintiera celoso y también quisiera que lo acariciara.
–Te buscaré ropa nueva –su rostro estaba en mi pecho, sus manos rodeaban mi espalda. Me hacía sonrojar, a pesar de que ya había visto demasiado y no tenía nada que ocultar–. Por ahora solo puedo darte ropa mía.
–No importa, no soy quisquilloso –le hice saber, peinándole con mis dedos.
–Entonces, vamos.
Trajo las vestimentas que prometió, por suerte con pinzas no se notaba tanto que fuesen enormes. El olor de Ash impregnado en las prendas me parecía agradable, cuando él me atrapó olfateándola me ruboricé, apenado aparté la mirada y sin que él hiciera lo mismo, demasiado interesado en mis acciones.
–Si te lo preguntas, tiré la otra y hasta que encuentres nueva, usarás esa, ¿de acuerdo?
–Está bien –tomé el cuello y la base de la camisa, se sentía extraño tener toda su atención y posesividad.
–Porque así hueles a mí, ¿entendido?
Evité contestar, a propósito, no sabía bien qué decir. Un comentario ingenioso rompería el momento, estaba demasiado nervioso y mi lengua se soltaba sin quererlo, podía ofenderlo si decía algo mal. Dando tantas vueltas al asunto no tuve oportunidad de hablar, él se movía por todos lados, ocupado.
Me pidió el favor de poner correa a sus mascotas, hizo una llamada, solicitando que vinieran de nuevo en busca de los perros y explicando que hoy necesitaba tomarse el día. Sin esperar respuesta, colgó el auricular y se acercó a mí.
–¿Saldrás? –pregunté con ingenuidad.
–Claro, y tú vendrás conmigo...
Agachado, colocando el último collar a un activo Golden Retriever, giré para mirarle. ¿Hablaba en serio? ¿Seguía en plan "modo alfa"?
–¿Por qué?
–Porque prometí conseguirte ropa nueva, luego de deshacerme de la que trajiste.
Esa fue una clara excusa, una linda oportunidad para estar juntos más tiempo.
Alguien llamó a la puerta, ladrando órdenes y amenazas entregó las correas a un hombre que no pude ver y tampoco él a mí.
Y así sin ningún otro pendiente o impedimento, bajamos al estacionamiento subterráneo del edificio.
La motocicleta de color rojo brillante nos esperaba. No había nadie cerca, por lo que ninguna persona pudo vernos juntos, eso es lo que entendí que preocupaba a Ash, que intentó cubrirme el rostro con el casco que conseguimos la noche de la pasarela.
Recorrimos las calles a toda velocidad, apreté los ojos y me perdí la mayoría del viaje, estaba seguro de que mirar el camino habría saltado por el susto. Ash manejaba terrible, no nos estrellamos por pura obra divina, porque parecía querer rebasar a todos. Demostrar su habilidad en la carretera.
Llegamos a la puerta de mi casa, era la segunda vez de Ash ahí, pero tomando en cuenta la situación en la que nos habíamos metido permití que entrara conmigo. No podía tenerlo esperando en la puerta. Quería que él conociera más sobre mí, no que se congelara.
Lo conduje por la sala, él no dijo mucho luego de bajar de su vehículo, lo cual me impacientó, aunque no hice comentario alguno. Fui al cuarto, buscando ropa nueva, pero cuando la tuve en mis manos recordé que él me pidió vestir la suya o la que comprara, la devolví a su lugar.
Fijándome en la habitación entendí que Jessica esperó por mi regreso hasta el último minuto, mi maleta estaba hecha, los cuartos impecables y limpios. Incluso había recuerdos, regalos, cartas suyas, de Michael e inclusive de Max.
Encontré el regalo junto a mis pertenencias, venía con una pequeña nota firmada por Jessica y su familia. Se trataba de una cámara polaroid. El mensaje decía: "Para que fotografíes escenarios magníficos". Un regalo de despedida que perdió su propósito original. Ilusionado, fui a mostrársela a Ash, que permanecía en silencio, en medio de la sala. Donde lo dejé, como si sus pies se hubieran clavado al piso.
–Es bonita –contestó. Sin mucha emoción. Miraba alrededor, las fotografías, los gabinetes, todo esto sin moverse del lugar.
¿Qué le pasaba?
–Me la regaló Jessica y Max, los conociste la noche en la fiesta. Me dijo que regresará a Carolina, aunque Max, su esposo, se quedará por trabajo y a cuidarme.
–¿Trabajo? –levantó su ceja, con las manos en los bolsillos, inclinó el cuerpo hacia atrás.
–Sí.
–Mmm... –volvió a guardar silencio. Parpadeé un par de veces, intentando entender qué pasaba. Iba a hablar, cuando lo hizo primero él–. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Tomé asiento junto a él, quizás eso le hiciera calmarse y soltarse un poco más. Le invité a imitarme, arrimando una silla para él.
–¿Qué pasa?
–Yo... –no se sentó. Parecía que mi acercamiento no funcionó, porque incluso se alejó, tomando su abrigo y llaves, antes de continuar hablando junto a la puerta y de espaldas a mí–. ¿Por qué no damos una vuelta mientras platicamos? Hay un... –se corrigió–. Vi que hay un parque cerca, caminemos un rato.
–Seguro –lo seguí por detrás. Una vez cerré la puerta, noté que no había ni rastro de los gatos. No recordaba escuchar a Jessica mencionar acerca de ellos.
Ash puso su motocicleta detrás de la casa, solo para asegurarnos que no cambiaría de dueño en nuestra ausencia, luego caminamos hombro con hombro sobre la acera. Directo al parque cercano, el de mi infancia. En silencio, mi cabeza se quebraba intentando entender qué sucedía. Él todavía parecía estar bajo el encanto del celo, con sus ojos fijos en mí, en no perderme de vista y mantener contacto en todo momento.
Solo quería dejar atrás la incertidumbre, saber si hice algo mal. Llegamos al sitio lleno de verde, el aire fresco y puro, con la naturaleza brillando a nuestro alrededor. Cada vez se sentía menos frío.
Silencio, ya que los árboles hacían que el ruido de la ciudad se perdiera. Sin nadie cerca, parecía que solo existíamos él y yo en el mundo.
–¿Por qué hiciste todo el recorrido desde Japón para venir hasta Nueva York? –por fin hizo su verdadera pregunta–. Como verás, no hay mucho que la ciudad pueda ofrecer a los turistas. No es un sitio muy cómodo. No ahora.
–Mi hermana. Y otras cosas... –contesté rápido, quise dar detalles, pero me interrumpió, él también parecía nervioso por seguir con la conversación, como si temiera conocerme más o inmiscuirse en mis asuntos.
–¿Tienes una hermana? –sonrió, con sus mejillas que se movían con sus labios estirados.
–Tenía –corregí–, falleció hace tiempo, permanece enterrada aquí, bueno no, está en Green Wood.
–También tengo a alguien enterrado ahí –miró sus zapatos, con las manos dentro de sus bolsillos.
Quería preguntarle, pero eso solo le haría sentir más incómodo, la conversación actual era la más civilizada que entablamos y no era mi intención arruinarla. Las ganas me consumían, eso sí, aunque aguanté.
–Vine para... –en mi cabeza se escuchaba bien, pero al ponerlo en palabras que deslicé por mi boca, me parecía un poco estúpido. Al final decidí continuar–. Vine para "hablar" con ella, contarle sobre mí y disculparme por abandonarla, por escapar del dolor que me dejó.
–¿Qué dijo ella?
Me eché una carcajada, avergonzado, creí que se burlaba de mí. Su rostro serio, sus ojos enmarcados por su ceño fruncido, todo me decía que no se reía de mí. Mordí mi labio inferior previo a atreverme a contestar.
–Que soy un tonto –despeiné mi cabello y con mi otra mano limpié una lágrima traidora antes de que escurriera por mi mejilla–, ella no esperaba una disculpa y tampoco quería mi arrepentimiento –intenté apartar la mirada, pero estábamos tan juntos que fue imposible. Ahí, de pie y sin movernos, Ash me oía con atención, su cuerpo completo girado hacia mí–. ¿No crees que esto es... absurdo?
–¿Qué?
–Hablar con los muertos –quise darme a entender con otras palabras–. Al menos, interpretar o poner en mi corazón lo que creo que ella dice –mi palma fue un puño contra mi pecho. Quería que la tierra me tragara.
–No, no lo es –se acercó a mí, tomando mi mano húmeda por aquella lágrima tramposa–. Si eso te ayuda, jamás pensaría que es un sin sentido o que es absurdo. Los muertos no regresarán, tampoco les importa que digamos sobre ellos. Tu hermana te diría esas palabras. Seguro te amaba muchísimo y no quería que lloraras demasiado por ella.
–Te revolviste –reí con tristeza. Quise liberar mi mano, su agarré se hizo más fuerte, confundido por su renuencia a soltarme; le miré al mismo tiempo que ladeaba la cabeza y achicaba los ojos.
–Confieso que lo he hecho algunas veces... –al ver que no tenía claro a qué se refería o quizá, nervioso por exponerse ante mí, comenzó a explicarse de más–. Hablar con los muertos, contestarme a mí mismo con lo que creo que me dirían y otras, escogiendo que quiero oír. Puedo decir que te entiendo.
–Gracias, Ash.
–N–no tienes que agradecerme –lucía feliz, todavía sin dejar mi mano. Dio un vistazo a cómo se veían nuestros dedos entrelazados, antes de soltarme–. En realidad, creí que eras un modelo nuevo, contratado para venir desde Japón. Porque incluso participaste en una pasarela y estabas muy junto a la Directora de la revista de "Modas".
–No es así. Mi madre es amiga de años de Jessica, ella me ha cuidado desde que llegué a Nueva York –continuamos caminando, la grava bajo nuestros pies crujía–. Lo de la pasarela fue un evento de última hora, me enseñaron cosas básicas, ni siquiera lo hice bien.
–No te quites el mérito, me gustó tu actuación ahí arriba, se veía muy profesional –halagó.
–Gracias.
La conversación parecía morir un poco.
–Entonces, no viniste a Japón únicamente a reencontrarte con tu hermana, ¿o entendí mal? –lo entendía todo y no se daba cuenta.
–No, también fue porque... porque yo estaba enojado con la vida. Soy omega –obvié–. Aún lo estoy, un poco, considero que es injusta, rápida e incontrolable, que a pesar de ser interesante y con colores, puede llegar a apestar y ser tóxica. De ahí la razón de este viaje. No es porque haya encontrado algo afuera, sino por algo que todavía estoy buscando. A pesar de que posiblemente "eso" no exista, incluso quizás deba ser yo quien lo tenga que construir.
–Creo que te entiendo un poco –volvió a hacerme saber.
Le sonreí, intentando cambiar la conversación por algo más positivo.
–Viví aquí muchos años –puse mis manos en la espalda, caminando unos pasos con los ojos cerrados, jugando a no ver–. Pienso vender la propiedad...
–¿Por qué no lo has hecho? ¿Qué te detiene?
–Estoy buscando a alguien –intenté parecer misterioso.
–¿Puedo ayudarte?
Sonreí. Su interés me hizo sentir satisfecho. Estaba muy atraído a mi historia. También a mí. Permanecí con los ojos cerrados un poco más.
–A menos que hubieses estado aquí hace 10 años, lo dudo –piqué su moral. Si desistía esta sería una de las últimas conversaciones que tendríamos, porque no encontraría nada más en común por lo cual vernos, quizás nuestro "destino" se había completado al dormir juntos. Tal vez no nos volviéramos a topar nunca.
–¿Hace 10 años? ¿Cuándo el parque era inaccesible?
–Un bosque impenetrable que nadie se atrevía a recorrer –continué.
–Mmm... –lo pensó un poco–. ¿Ves ese edificio de ahí? –señaló con la punta del dedo de su mano derecha, a lo que su mano izquierda estaba dentro de su bolsillo. Asentí, identificando donde señalaba, era un edificio de piedra, sin ventanas y con una única puerta–. Si te cuento algo debes prometer, por tu seguridad y la de cualquier otro, que lo olvidarás. No puedes comentarlo con nadie, gente muy peligrosa tiene oídos en partes de la ciudad que ni siquiera sospechamos. Aun así, ¿quieres oírlo?
Era como si todas sus advertencias me exigieran contestar que sí. Dejé de jugar a no ver, nuestras miradas conectaron.
–Lo olvidaré de inmediato.
–Bien, Eiji, confiaré en tu palabra –se inclinó sobre mí, por un momento creí que me daría un beso, por lo que volví a cerrar mis ojos. Hasta que oí su voz susurrando en mi oído–. Ese sitio entrenaba niños para la mafia, hace 10 años yo salí por primera vez de ahí como graduado.
Parecía ficción, la historia sacada de una película de acción y luchas de poder. Un drama donde el protagonista tenía una infancia difícil y un final feliz. No, esta era la vida real. Ash no me mentiría, no en nuestra situación.
–¿Eso es verdad? ¡Entonces! –exclamé. De inmediato bajé mi volumen, mi cabeza pensando al mil por hora. Eso significaba que había más opciones sobre el origen de Aslan, el chico "salvaje" que sobrevivía en el parque–. ¿Sería posible que a quien busco proviniera de ahí?
–Imposible –me cortó, no tenía ninguna expresión en el rostro, sus ojos no demostraban absolutamente nada cuando miraba lo que me confirmó que antes había sido su hogar.
–¿Por qué dices eso?
–Nadie podía salir de ahí sin autorización, de hacerlo eran castigados rígidamente –su voz se volvió profunda, sus ojos oscuros–. Lo que nos hicieron ahí fue atroz, ni un tercio de nosotros consiguió sobrevivir. La mayoría de mis compañeros y amigos han muerto en los primeros 5 años luego de graduarnos.
–Pero, tendría sentido. Escucha esto, el chico que busco "vivía" prácticamente en este parque, no lo veíamos por días y luego aparecía de la nada, siempre lucía aseado y se movía como un experto entre la maleza –me emocioné, hablando sin control–. Quizás, las veces que desaparecía lo regresaban a ese sitio y él volvía para jugar con nosotros.
–Los castigos dentro eran cosa seria –aquel lugar no le traía más que recuerdos de dolor y sufrimiento. Quizás fuera el causante de sus cicatrices.
Ahora entendía el porqué de su reacción apática. Ash había sufrido mucho ahí dentro, de ser ese el sitio en que Aslan escapaba para ir con mi hermana y conmigo, no dudaba de que fuese castigado como lo sugería el rubio. ¿Estaría bien? ¿Muerto? ¿Seguirle buscando tendría algún significado o sería inútil?
–¿Y ahora que uso tiene ese lugar?
–Actualmente está abandonado –volvió su cabeza para mirarme. Era un chico fuerte y no solo por ser alfa. Haber pasado por toda clase de torturas por parte de la mafia; únicamente para servirles como soldados y herramientas. Rompiendo cualquier sueño o anhelo que pudiesen tener. Por ser alfas, por ser betas y por ser omegas. Ya que a esa edad todavía no sabían cuál era su segundo género, seguro simplemente escogían niños que parecieran prometedores para entrenar.
Aún ahora, Ash les pertenecía.
–Creo que te he juzgado mal –traté de disculparme. Luego, me fijé mejor en la distancia y dirección del edificio, había una probabilidad de que Ash conociera al niño–. ¿Sabes...?
–Creí que no querrías mi ayuda –comenzó a regodearse de mi actitud apática ante su ofrecimiento anterior.
–¡Sí, lo eres! ¡Nunca dije que no! –enojado, le grité palabras amables y aceptando mi error–. ¡Ayúdame por favor! ¿Reconocerías su nombre?
–De nada servirá que me digas su nombre o que me pidas identificarlo.
–¡¿Por qué?! –tal vez lo había enojado con mis malas disculpas y mi falta de "humildad"–. Ash, necesito tu ayuda, no conozco a nadie más. No puedes aportarme una pista de este tamaño y luego pedirme que la deje ir.
–Mmm... no será posible –sonrió, mofándose de nuevo de mi falta de calma–. No recuerdo muy bien el pasado, casi todo lo que sucedió ahí dentro está oscuro, incluso cuando me gradué. Si no fuera por las cicatrices diría que es un sueño lejano. Solo puedo ver fragmentos de cómo me arrastraban de nuevo adentro. Nunca conseguí llegar muy lejos afuera, no que yo... recuerde –fue silencioso luego.
Así que tampoco podría tratarse de él, mi hermana había escrito que el cabello de Aslan era rubio, pero el color claro era difícil de conservar y a veces suele volverse negro en la adolescencia. En el recóndito caso de que él continuase en Nueva York y vivo, ¿cómo lo reconocería?
–Bueno, no tengo nada, de nuevo. Pero, ahora conozco un poco del origen de ese chico –cerré mis ojos, sonriendo con la comisura de mis labios–. No importa, aparecerán más rastros que seguir en algún momento.
–No te darás por vencido, ¿verdad? Si estás tan seguro de que quién buscas fue mi compañero y continúas investigando podrías terminar mal. Eiji, esto es tratar con asuntos ligados a la mafia y como parte de ella no voy a dejar que busques más...
–¿Qué? Pero... no... entonces, no me ayudes... puedo buscar por mí mismo, solo te pido que no estorbes –me encogí en mi sitio, desesperado–. Trataré de no ponerme en peligro, de ser así lo dejaré...
–Vas a dar vueltas en círculos, nadie en esta ciudad te dirá más de lo que ya te dije–. Estuve a punto de interrumpirlo, golpearlo en la espinilla y salir corriendo. Sabía que escapar sería imposible, no perdía nada al intentarlo. Hasta que me interrumpió hábilmente–. Pero conozco a alguien que sí –con el rostro pensativo, ladeando la cabeza, dijo con determinación–. Te lo presentaré.
–¿Hablas en serio?
–Sí, pero si él no sabe decirte nada te darás por vencido y continuarás siguiendo la ruta de tu hermana, ¿de acuerdo?
Hablaba en serio, con un tono que denotaba que si me negaba no volvería a saber nada. Por mi cuenta sería difícil hallar otro indicio, no tenía opción.
–Está bien, lo prometo –lo dije en serio. Luego, se me ocurrió preguntar–. ¿Con quién vamos?
–Iremos al barrio chino.
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✒Nota de la autora
Hoy fue un capítulo largo, espero les haya gustado y espero leer sus teorías.
¡Aquí hay mucha información!
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