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[➳] ☾ Capítulo 23. Lo quiero todo (I)

19 de Marzo de 1980.

Nueva York, Nueva York.

Mi rostro pegado a la almohada, acostado sobre mi pecho, sentí la baba escurriendo por mi boca y la limpié distraído. Todavía sin salir de mi posición, giré el rostro, encontrándome de frente con Ash. Quién, con los ojos cerrados, reposaba en la otra almohada. Bajo un sueño profundo, sus pestañas y cejas igual de doradas que su cabello.

Los recuerdos golpearon mi cabeza sin piedad. Me puse rojo bajo las sábanas, sin atreverme a mover un músculo, por miedo a romper el sueño del alfa dormitando a mi lado. Pero él se despertaría tarde o temprano, y lo hizo un tiempo después.

–¿Estás despierto? –preguntó. Con la voz ronca, sus manos envolviendo mi cintura y pegándome a su cuerpo caliente.

Me tensé en contra de mi voluntad. Sin necesidad de contestar, supo que estaba despierto. Dejó un beso sobre mi cabeza antes de que pudiera responder.

–Acabo de despertar –mentí, hablando sin moverme. Cubriendo mi pecho con las cobijas, llegando hasta mi cuello.

–Perfecto, ¿quieres comer algo? –seguía besándome.

No pude evitar sentirlo de más. Él fingió no notarlo, no sé si para burlarse de mí y mover sus dedos con libertad. Era como si adorará colocar sus manos por todos lados, podía hacerlo porque las suyas eran enormes.

–Tengo hambre –expresé. Tragando duro, cuando sus manos delinearon mi abdomen, que respondía contoneándose. Su aliento y sonrisa tras mi nuca me hacían fantasear.

–Es momento de movernos, entonces –salió de la cama. Llevándose el calor obsceno consigo.

La noche anterior quedé inconsciente en cierto momento, me sorprendí al hallarme limpio a pesar de estar todavía desnudo. El sonido de la puerta del baño me hizo voltear. Encontrándome con la amplia vista de su espalda ancha, sus fuertes músculos formados y su cabello revuelto.

Volteé a otro lado de inmediato. Sonrojado hasta las orejas. Pensé: es una tontería, si ya lo he visto desnudo durante toda la noche. Cubrirme también lo era, no había un solo centímetro que él ya no conociera. Quería morir de la vergüenza, aunque ya era un poco tarde para eso.

Cuando volví a mirar él ya se duchaba, a puerta abierta, sin siquiera correr la cortina color crema. Podía ver todo, el agua caer por su cuerpo, delineando las curvaturas y líneas, también las marcas profundas detrás de su espalda. Parecían dolorosas y el color rosa indicaba que sangraron demasiado.

–¿Qué...? –intenté indagar, pero la pregunta murió en mi boca.

–¿Dijiste algo? –volteó solo su torso. Lo cual me puso nervioso. Comencé a balbucear, ¿y si mi pregunta le incomodaba?

–¿Qué pasó con tu espalda? –dije antes de darme cuenta.

Silencio. No contestó nada, por lo menos no de inmediato. Cerró el paso del agua, con sus dedos exprimió hacia atrás su flequillo, descalzo y con una toalla envolviendo su cintura, dejando marcas al caminar. Secando su cabello con otra prenda, mientras se acercaba, sentándose conmigo en la cama. Me dio una sonrisa melancólica antes de ponerse a hablar.

–¿Me creerías si te dijera que no recuerdo cómo fue?

–¿Lo dices en serio? –era extraño, a menudo no olvidarías lo que dejó marcas sobre tu piel. ¿Verdad?

–Quizás –apartó la mirada, fingiendo que la pared mostraba una escena más interesante–, fue algo tan traumático que mi mente se dispuso a olvidarlo.

–Lo lamento.

–¿Por qué? –su sonrisa se volvió más agradable.

Bajé la manta mostrando mi abdomen desnudo, entrando en confianza. La sería charla lo ameritaba. Llevé mis rodillas hasta mi pecho, apoyando mis codos en ellas.

–Por hacerte recordar...

–No te preocupes –su expresión nostálgica regresó a la realidad–, ya no duelen.

–Entonces, ¿qué va a pasar ahora?

–¿A qué te refieres? –para él, el techo sobre nuestras cabezas tenía un patrón superinteresante, hasta el punto de ignorar mirarme a los ojos. Se hizo el desentendido. Luego, como si recordara, puso toda su atención en mí. Sin dejar de sonreír.

–¿Te estás burlando de mí, no es así? –mis orejas estaban ardiendo, "tener una charla" e iniciarla, todo mi ser deseaba desaparecer bajo tierra ahora mismo–. Sabes de qué hablo.

–Sí –se subió a la cama, arrastrándose como una fiera–. Sé con exactitud a qué te refieres –encaramándose sobre mí, con sus ojos fijos en mis pupilas.

No le aparté la mirada.

–¿Eso significa que ahora estamos saliendo? –me atreví a susurrar. Mi cabeza inclinada hacia atrás, sus labios casi tocándome. No había un solo ruido ahí, nuestras respiraciones eran lo único que se oía, toda la tensión del momento me hacía sentir enfermo.

–¡Ah! Como se nota que fue tu primera vez –cerró los ojos, lucía satisfecho. Fue abriéndolos lentamente para contestar–. Crees que por tener sexo estaríamos saliendo, ¿no es así?

–¿Y no es así?

–¿Te gusto?

No hubo necesidad de responder, me sonrojé una vez más. Él siguió sonriendo, incluso más que antes. Mi cuerpo estaba desnudo, pero cuando preguntó eso y mi rostro no pudo ocultar la verdad, una parte secreta mía fue descubierta. Mi alma era la que ahora estaba expuesta ante él.

–¿Y yo? ¿Te gusto? –le devolví la pregunta.

–No –negó de inmediato, pero apartó la vista, hacia la izquierda. Como los mentirosos.

Los dos hablábamos más con nuestras acciones que con las palabras.

Ash se levanta, quejándose de la nada que por dormir hasta tarde tiene la cara reseca. Ignorando terminar nuestra conversación, o quizás, dándola por finalizada en ese mismo instante.

Antes de salir del cuarto me dejó ropa interior nueva, cero de pantalones o camisas. No se las pedí, ya que él tampoco llevaba encima nada más. No me pareció extraño tomarlo como algo natural. No podíamos ocultarnos, por lo menos no en las próximas horas. Fui a lavarme el rostro, saliendo poco después para encontrarme con un desayuno tradicional americano sobre la mesa de la sala.

Pan tostado, mermelada, miel, tocino y más de ese jugo "natural" color naranja brillante que todos los neoyorquinos parecían amar.

Fui a sentarme, luego de que él me ofreciera el asiento y un plato. Él comentaba en voz alta que pensaba hacerse una mascarilla de miel y azúcar para relajarla, evitando los puntos negros que con seguridad obtendría por la noche de ayer.

Toda la casa estaba envuelta en un silencio misterioso, hacían falta unas patitas corriendo felices sobre el suelo encerado. Soltando sus "pelitos de amor" por todos los muebles y alfombras, me recordaron a mis propias mascotas gatunas esperando por mí en casa.

–Los llevaron al médico ayer –me contestó, luego de notar que miraba los tazones vacíos del suelo de la cocina.

–¿Están enfermos?

–No, solo es de rutina. Por el celo.

–Ya veo, por cierto, te recomiendo que no uses azúcar, te crea microfisuras en la piel, y la miel –tomé un poco para mi pan– solo se usa en cicatrices o tostadas. Tú no pareces tener ninguna y tampoco acné –hice que se acercara a mí, sostuve sus mejillas entre mis manos, evaluando su fisonomía–. Mejor usa áloe vera o busca cremas especiales para el rostro que sean de rehidratación.

No me contestó, y de inmediato me sentí apenado. Siempre que alguien se mantenía callado, yo intentaría llenar ese silencio. Continué parloteando.

–Mi madre me enseñó todo eso.

–Me parece interesante –por fin intervino, luego de terminarse una rebanada de pan con aquella mermelada cargada de azúcar.

–¿Cómo puedes comer tanto dulce desde temprano?

–¿Esto? Es lo normal, ¿qué sueles desayunar?

–Arroz, pescado, sopa de miso...

–¿Pescado? ¿A las 8 de la mañana?

–Creo que podríamos llamarlo diferencias culturales...

Subí mis pies a la silla, tomando algo de leche para ignorar el jugo cargado de colorantes en la mesa. Fue un grato momento, entre bocadillo y risas. Conversábamos con normalidad, haciendo comentarios y contándonos algunas cosas sobre el otro. Nada demasiado personal. Como lo harías con un viejo amigo que te reencuentras luego de muchos años, recuerdas esa amistad pasada, pero temes que haya cambiado con el tiempo.

–Dejando eso de lado –se transformó abruptamente, casi de un momento a otro. Comenzó a hablar en un tono sugestivo, deslizando una de sus manos aferrándose a la mía. Usando su mano izquierda para acercarme a él–. ¿Seguimos con lo de anoche?

–¡¿Tomaste el medicamento?! –expresé, casi entrando en pánico. Aunque sospechaba de la respuesta, como el aroma de la tierra recién mojada, su olor se extendió por la casa. Mi mente se sentía nublada, adormecida por sus feromonas, me había acostumbrado toda la noche a olerlas y las identificaba en el aire.

–Lo olvidé... perdón –con los ojos cerrados restregaba una de mis manos en su rostro, con la otra me mantenía sujeto de la cadera, sin permitirme dar un paso atrás.

Los efectos de los inhibidores se perdieron, lo convirtieron en un alfa pegajoso y posesivo. Guardé mi risa con una sonrisa, hasta que volvió a hacer contacto visual. "¿Qué tenían esos ojos verdes que conseguían cautivarme?".

Cuando subió a mi rostro para besarme, no me aparté. Encantado de continuar con la acción de la noche anterior. No tuve tiempo de pensarlo ayer, pero cuando me cargó una vez más con sus brazos, me di cuenta de su grandiosa fuerza. Solo con él podía sentirme más pequeño de lo que en realidad era.

Continuamos besándonos hasta que llegamos a la cama, sin separarnos un momento, con mi espalda sobre las sábanas crucé mis piernas y brazos tras él. Sus manos eran rápidas, bajando mi ropa interior y la suya con habilidad.

Ni siquiera hizo falta prepararme antes, se deslizó dentro sin problemas, despacio. Mi cuerpo recordaba lo de anoche, se humedeció de inmediato, flojo por las horas que pasamos juntos. Hice mi cabeza hacia atrás, no había dolor, solo podía sentir disfrute. "Me estoy acostumbrando a esto".

–Eiji –jadeó mi nombre, como si no tuviera fuerza de hablar más. Se levantó, dejándome acostado y sin romper nuestra conexión abajo. Comenzó a golpear con sus caderas, marcando el ritmo. Su mano abierta presionando mi abdomen, pasando su cabello liso hacia atrás con la otra–. Voy a venirme.

Su voz entrecortada, el aire también le faltaba.

–Espera, Ash –conseguí decir, mientras rogaba. ¡Íbamos demasiado rápido! Me aferré a las almohadas para soportar su entusiasmo.

–Eiji, no me pidas que espere –mirándome desde arriba, sin dejar de moverse. Me retó con su sonrisa, lamiéndose los labios y con su mano ayudándome a masturbarme. Ese fue el momento en que perdí mi mente–. Mejor pídeme que vaya más rápido.

–Ash –no podía hacer un solo movimiento para separarme, me retorcía bajo él, mientras me miraba sin perder detalle. Demasiada intensidad, estaba cerca de llegar al éxtasis–. Más rápido.

Cuando escuchó mi petición no me decepcionó. Aumentando la velocidad en ambas actividades, también parecía disfrutarlo, eso y oírle llamarme me daba confianza en que las cosas iban bien. Primero acabé yo, sin aguantar mucho más él igual lo hizo.

Nos quedamos un momento sin decir nada. Recuperando el aliento, lo vi tragar seco y le imité, sonrió y también le seguí. Luego se puso serio, poniéndose sobre mí, tuve que alzar la vista para verle. Y me besó.

Todo iba bien por el momento, fuimos a la siguiente ronda, luego a otra. Hasta que comenzó a morder el collar, intentando forzarlo solo con sus colmillos. Las consecuencias de no haberle obligado a tomar el medicamento. Mi nuca y hombros acabaron con marcas profundas de dientes y besos.

La situación se me fue de las manos, pues me sentía embriagado con sus feromonas. No poseía la fuerza para poder levantarme por mí mismo y él ¡parecía tener energía suficiente y darme más!

Mi cuerpo estaba seco, no había forma de sacar una gota más de mí, pero él continuaba intentándolo.

–Parece que es difícil satisfacerte –bromea, sabiendo que no es verdad.

Tengo los brazos cruzados sobre mi rostro, derrumbado en la cama, sin poder moverme, ni tener la fuerza de pronunciar palabras coherentes.

–Nada va a salir –gemí entre lágrimas.

Llevábamos horas dentro de la habitación, volvía a tener hambre. Algo era seguro, hoy tampoco no me iría a casa.

❀❀❀❀❀

✒Nota de la autora

¿Ya vieron a Ash y Eiji? Todos acaramelados, todos felices, todos bonitos... ojalá duraran siempre...

¡Gracias a los que continúan leyendo! Y que incluso comparten la historia con sus amigos, la historia ha crecido muchísimo en menos de 1 año.

Volveré a actualizar el DOMINGO. Solo por esta única ocasión o hasta nuevo aviso. No he avanzado demasiado y aunque ya tengo todo planeado, no me he sentado a escribir (que es lo complicado).

El lunes empiezo mis prácticas profesionales... así que... mis vacaciones acabaron... igual continuaré trayendo los viernes actualización y si no, avisaré por el grupo de FACEBOOK.

Ahí pregunté a que hora querían que subiera el capítulo pero nadie contestó :v/ y lo subí tarde.

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