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☼ Capítulo 21. Noche de modas

18 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Nueva York.

La visita de Blanca no fue la gran cosa. Se esfumó luego de soltar mucha información entre verborrea y repetirme hasta el cansancio sobre la pasarela de la noche. Se retiró sin importarle interrumpir mis planes. No tenía alguno, tal como él dijo, eso confirmaba que en verdad media bien mis movimientos. ¿Era bueno o malo? ¿Aliado o enemigo? El tiempo lo dirá.

No me era leal, no existían garantías para prevenir una traición suya, nuestros lazos no iban más allá de negocios e intercambios de clientes. Drogas, prostitución, apuestas. Blanca movía dinero en cantidades obstinadas y sin pestañear. Mantenernos en buenos términos traería beneficios a futuro.

De ahí la importancia de la invitación, las apariencias lo eran todo y oculta en esta fachada de una simple gala de ropa de diseñador, se resguardaba la verdad. Compartir un secreto, la apariencia y datos sobre su pareja actual. Sus insinuaciones de conocer mis movimientos me ponían en desventaja, pero con esto, estábamos a mano.

Me aseguraría que él no abandonará el barco en el que nos hundimos, por lo menos no antes que yo. No solo él pagaría las consecuencias, arrastraría a su amante hasta el fondo, juntos. Sacudí esos pensamientos funestos de mi cabeza, porque me recordaban a cierto omega, aquel chico enérgico y sonriente que no le temía a nada. Él también podría caer si nos mezclábamos. ¿Lo valía?

El papeleo debía terminarse antes de las 6 de la tarde, mi hora de salida. Si acababa los trabajos de dos o tres días podía tomarlos libres, y lo necesitaba con urgencia. Le pedí a los betas que rechazaran a cualquier otro invitado, para concentrarme en transcribir hoja tras hoja, sin interrupción. La vez pasada no funcionó bien, porque Kong los derrotó como si nada, pero en esta ocasión los betas cumplieron sin problemas mis órdenes porque ninguno de los chicos de "la manada" vino para llevarme a las cacerías de la tarde.

Me pareció extraño, pero no le di la debida importancia.

La noche cayó con su fuerte presencia, las luces de la ciudad competían tras mi ventana para no cederle ni un solo paso, con su brillo y oscuridad tomando el espacio de la calle. La oficina estaba iluminada con luces bajas, permitiendo que la noche se instalara un poco a mi alrededor. Y mi faena no terminaba, por algo era el trabajo de tres días. Sin detenerme a descansar, mi bolígrafo no paró de escribir y manchar con tinta hasta que acabé.

Solté la pluma, girando mi cuello, tronando los huesos de mi espalda. Me masajeé las sienes, frotando mis ojos por el cansancio. Distraído, el golpe suave tras mi puerta pareció incluso más sonoro de lo que en realidad fue.

–¿Quién es? –contesté de mala gana, sin levantar la cabeza. Solo quería un poco de silencio y dormir, dormir por horas.

–El señor Blanca lo espera abajo, Ash –fue la respuesta en voz baja de uno de los betas, ni siquiera abrió la puerta, temeroso de mi mal humor.

Miré la hora en el reloj, colgado a mitad del cuarto, marcaba las ocho en punto. Me di la vuelta, todavía sentado en mi asiento, para ver la batalla de luces por mi ventana. El tiempo se fue volando, mis pendientes se acabaron. Terminé de firmar una hoja sin leerla con cuidado, la coloqué bajó todos los demás para revisarla otro día con calma.

–Salgo enseguida –puse el boli negro sobre el escritorio, recordando con cuidado dónde dejé cada objeto, para que al volver notara cuando algo estuviera fuera de lugar. Arreglando el cuello del traje mientras caminaba por el suelo reluciente, apagué las luces al salir, entregando mi oficina como escondite a la oscuridad.

Me daba igual que nos vieran juntos, esto también formaba una escena fundamental del acto que presentábamos ante Arthur y sus respaldos, mientras que la otra parte de nuestro elenco actuaba tras bambalinas. Mostrábamos a los espectadores exactamente lo que queríamos que vieran, lo que necesitábamos que supieran.

En la entrada del edificio un carro, blanco y con los cristales oscuros, esperaba por mí. Uno de los betas desconocidos puso sobre mis hombros una gabardina, pero no la acomodé ni corregí, dejándola reposar como una capa. Me abrieron la puerta trasera, donde el pasajero más molesto del mundo me esperaba.

–Un minuto tarde, Míster Alfa Dominante –dijo, al tiempo que revisaba su reloj en la muñeca izquierda. La comisura de sus labios nunca se levantaba demasiado, ni siquiera cuando sonreía.

–El de mi oficina está descompuesto –mentí, cruzando una pierna sobre la otra al sentarme.

–Me pareció notar que se sincronizó con el mío, cuando te visité por la tarde...

Mi mirada le contestó, sin necesidad de abrir la boca. Consiguiendo una risa desde lo profundo de su garganta, golpeó su rodilla sin contenerse, se la pasaba demasiado bien molestándome.

–¿Me dirás qué esperar de esta noche? –tamborileé los dedos sobre mi pierna, expectante a lo que diría.

–Ver chicos bonitos en trajes que quisieras fueran más ajustados o reveladores –sus ojos cerrados y pose relajada, daban otra connotación a lo que en verdad haríamos.

–Suena a un espectáculo de striptease y no una pasarela de modas –me crucé de brazos, siguiéndole el juego.

–Escuché que al diseñador le encanta trabajar con chicos omegas asiáticos –continuó con su explicación, sin contradecirme. A lo que yo, con discreción, bajé el cristal de la ventana para poder escapar del olor de sus feromonas–. Es un alfa mano larga, le di una visita anoche. Asegurándome que no hiciera algún movimiento atrevido hacia Yut.

Estuve a punto de reírme, hasta que recordé que nos odiábamos.

–¿Quién le sigue enviando modelos? Sale impune, me imagino, de todas sus fechorías –la noche era fría, el aire fresco comenzó a correr dentro del auto, revolviendo mi cabello. Cerré los ojos, recostando mi brazo sobre la ventana, disfrutando el clima y el olor suave a humedad.

–Los jóvenes lo utilizan para impulsar sus carreras –la dirección de su voz me decía que me miraba, se cubrió el cuello con su bufanda, sin atreverse a pedirme que cerrara la ventana–, creo que eso es lo que piensan...

–¿Rebajándose a ser carne de su deleite? –le devolví la mirada.

Blanca se encogió de hombros. Procedimos a ignorarnos durante los 40 minutos de viaje que faltaban. Ninguno de los dos tenía ganas de hablar de trabajo y fuera de ello, no había nada más en común de lo cual platicar.

Podía entender la manera de pensar de los omegas modelos, aunque en menor medida. Como parte de una red de narcotraficantes, las relaciones y conexiones significaban tu vida, pero al ser alfa dominante podía valerme bien por mí mismo. Hasta que fui un adulto. Los demás eran quienes se peleaban por parecer agradables a mi vista, esto lo conseguí con el tiempo y tras arrastrarme entre aquellos alfas y omegas apestosos. Tenía mis límites y principios, que construí luego de años de hacer lo que fuera por atención. Recordando el pasado, había cosas que olvidé que hice para conservar mi dignidad.

Sacudí mis pensamientos.

El paisaje fuera del auto ya no se movía ni cambiaba, estacionados ante Roosevelt Field, el popular centro comercial que vio sus años de gloria en otros tiempos pero que poco a poco comenzaba a elevarse de nuevo. Sobre Long Island. En nuestro camino aquí me sorprendió lo cerca que pasamos de "Paraíso" sin embargo, no me permití alarmarme. Entrar como si fuera nada al territorio de Arthur lo encendería en su interior, quizá incluso tomara una mala decisión cegado por el odio. Luego recordé que esa zona estaba prácticamente limpia tras el fusilamiento que "la manada" hizo con el jefe de la pandilla de Brooklyn.

Bajamos del auto, admirando la fachada tudor del centro comercial, llamativo y ostentoso con una enorme "R" en frente. En su amplio espacio se realizaban carreras de caballos. Pero en su interior, y con suelo adecuado para los zapatos de los modelos, se llevaría a cabo la pasarela.

El estacionamiento estaba repleto, un espectáculo abierto a todo el público, disponible a los ojos de cualquiera. Yo no era fanático de estos eventos y entendía lo básico. Se trataba de una presentación de la ropa que, este hombre mano larga, daba. Su ideal de vestimenta de la sociedad. Que los precios estuviesen al alcance o no de los presentes era otra cuestión.

No había asientos preparados para nosotros, habríamos llamado más la atención reservándolos. Para nuestra fortuna no sobresalimos, había ciertas personas excéntricas entre el público que se llevaban las miradas. En silencio y junto a la gente curiosa y varios aficionados, esperamos con paciencia que la caminata de los modelos empezara. La vista que teníamos no era para quejarse, ni muy lejos ni tan cerca de la pasarela.

Unas palabras de bienvenida después y con música que aparentaba ser original en el fondo. Fue cuando, delgadas figuras ataviadas con ropas que conforme iban entrando y saliendo parecían volverse más y más alocados con sus diseños. "¿Qué hago aquí?". Di una mirada de reojo al compañero junto a mí, dándome cuenta de que tenía toda su atención dirigida al frente, esperando quizás el instante exacto que "ese" chico apareciera.

–Es él –le oí soltar como si fuera un suspiro. Por un momento pensé que no dijo nada, pero su mirada había cambiado. Sus ojos absorbían toda la luz del escenario y seguía sin discreción los movimientos de un omega tan delgado como los demás.

Sus ojos y cabello negros, sus rasgos afilados y su cuerpo torneado. Captó la atención de los presentes, tanto alfas como betas se estremecieron en sus asientos. Impulsándose hacia adelante, algunos comentando obscenidades. Los demás omegas comenzaron a murmurar sobre pequeñeces, tachando de incorrecto lo que no había para criticar, por envidia.

Blanca no parecía ajeno a las reacciones que ese chico levantaba con su paso, sin embargo los ignoró para centrarse únicamente en él. Fueron solo unos cuantos segundos entre su aparición y salida, estoy seguro de que para el alfa a mi lado la imagen del chico estaba quemada en sus pupilas.

Los modelos siguieron apareciendo, como si no tuvieran fin, uno tras otro. Cuando pensaba que se acercaba el cierre, la temática de vestuarios parecía cambiar y una nueva oleada de jóvenes apuestos aparecía. Me distraje, porque ya había cumplido con lo que debía ver, así que dejé de prestar atención. De cualquier manera, todos se veían iguales, omegas asiáticos de cabello negro y piel blanca.

Me encontraba pensando en mis perros, recogidos por la mañana para una cita médica periódica y que se quedarían un tiempo al cuidado de los betas. Pensando en banalidades y aun así, noté la agitación a mi alrededor. Todo debido a un modelo que rompía con la estética de la pasarela.

Apareció entre los chicos, parecía ser un beta, no había olor dulce acompañando su camino y su cuerpo no lucía tan delgado como el resto; destacando. Vestía ropa que parecía de un piloto de la II Guerra Mundial, con una cinta blanca amarrada en su cabeza, con un casco negro de motociclista a su lado y una espada de madera. Pantalones anchos y chaqueta oscura, botas gruesas y duras. Una mascarilla quirúrgica negra ocultaba su rostro, pero su identidad fue revelada poco después cuando la retiró al llegar al final de su camino. Lanzando una mirada de desprecio a la audiencia, la misma que solían tener los modelos.

"¿Qué hace él aquí?".

–Vaya, ese chico destaca.

–¿Cuál? –pregunté, esperando una respuesta que no quería escuchar.

–Este, mira nada más cómo se mueve, el aire cambió cuando entró. En vez de simular ser delicado y suave parece rudo y tosco –se llevó una mano a la boca, sus ojos cargados de algo más que admiración. Mis manos y labio inferior temblaron, intenté ocultarlo–. No me desagrada.

–No me parece la gran cosa –sin poder controlar mi impulso, escupí mis palabras de mala gana–. Te recuerdo que tienes pareja.

–Mmm... –lo vi relamerse los labios–. Se lo comerán vivo cuando baje de ahí.

Continuamos mirando en silencio, la verdad es que me había quitado el aliento. Él, Eiji, caminó entre todos estos alfas sentados y expectantes, sin siquiera vacilar un milímetro. Sus ojos serios y una ligera sonrisa debieron decirle que la ocultara, pero no le fue muy bien haciéndolo. Miraba al frente, sin prestar atención a los alfas que, a sus pies, babeaban. Sería complicado para él salir sin conseguir ofertas nuevas de trabajos variados y bien remunerados, de modelo y por supuesto como acompañante nocturno. Apreté mis puños sobre mis rodillas.

¿Esto era lo que quería? Ser la presa de depravados alfas que solo deseaban clavar sus manos por sus pálidos muslos. Cuando terminaran con él pasarían al siguiente, después a otro, nunca regresarían por él, tampoco le entregarían nada que valiera la pena, no por su inocencia.

–Yo no sería como ellos –mi murmullo se escapó. Tuve la atención de Blanca, quien se interesó por mis palabras–. No dije nada –le contesté con molestia.

Ahora me avergonzaba, entre la oscuridad del centro comercial, nadie podía ver mi rostro ardiente y rojo. "¿Por qué pensaba estos disparates?". No era de mi interés lo que él hiciera con su cuerpo, tampoco que me rechazara o persiguiera otros alfas. ¡No podía involucrarme con él!

–Ese chico debe ser importante –Blanca se inclinó hacia mí un poco, para que su voz no se oyera por nadie más. Devolví el gesto, aguantando la respiración–. Ya tuvo dos cambios de ropa, y eso no es muy común en los desfiles de este sujeto.

–Ya veo –no vi el primero, quizás su rostro permaneció oculto tras alguna máscara, había varios modelos que llevaban unas a juego con su ropa.

Me perdí el resto de participaciones, mi oportunidad para ver a otros omegas y de notar si estos llamaban mi atención como él. Pero en ese momento solo parecía querer reforzar el problema, era inútil sacarlo de mi mente. Eiji aparecía indiscriminadamente frente a mí, una y otra vez, jugando conmigo.

"¿Esto era el destino o planeado?". Sacudí la cabeza.

Los modelos ahora estaban reunidos en una fila sobre la gran pasarela, mostraban sus vestuarios una última vez. El diseñador, un hombre demasiado delgado, mayor y con gafas oscuras a pesar de ser de noche y estar en el interior, apareció para dar las gracias sin hablar. Sus manos sostenían la cintura del omega de Blanca, pude ver como mi compañero se irritaba, sonriendo con frialdad, entretanto una gran vena sobresalía de su frente, palpitando de enojo, mientras aplaudía como el resto del público. La otra mano de aquel tipo también estaba ocupada y no podía creer a quién tenía el descaro de manosear. Era el chico kamikaze, Eiji.

Sonreía, con su rostro brillando por el maquillaje grasoso y las luces ardientes, para mí él era el centro de atención. Pero cuando la mano del hombre desapareció tras su espalda, pude verlo ponerse tenso y su sonrisa se congeló. No me controlé, sabía que ese tipo ya no solo tocaba su cintura, sino que un sitio más abajo era donde descansaba su asquerosa mano. Me levanté, no dije una palabra para despedirme o quizá sí, no lo tengo claro. Blanca tampoco me estaba prestando atención, a pesar de su enojo, no liberó ni una sola de sus feromonas de ataque.

Empujé a la gente a mi alrededor, que con euforia aplaudían de pie. Los modelos, junto a aquel hombre desagradable, se quedaron arriba recibiendo las ovaciones, tenía tiempo para subir y esconderme en los pasillos del lugar, planeando mi emboscada.

Fueron dejando la plataforma poco a poco, con sus grandes zapatos de tacón y botas, entrando para cambiarse la ropa, sus olores penetrantes me golpearon, pero estaba cien por ciento determinado a cumplir mi misión. Fui paciente y ágil, ocultándome para evitar que alguien me notara. Fue todo un éxito, jamás creí que utilizaría mis entrenamientos militares a fin de escabullirme a espiar en un vestuario lleno de omegas.

Se iban retirando uno por uno los modelos, la habitación se fue vaciando de maquillistas y los atuendos desaparecían dentro de la bodega. Y Eiji seguía sin salir, ni siquiera podía verlo, no sabía dónde se había metido.

Me aventuré dentro del lugar, no quedaba nadie a la vista, quizá el omega salió sin que lo notara. Me detuve a mitad de un pasillo, dándome por vencido. Fui demasiado impulsivo y solo desperdicié mi tiempo, giré mi cuello y mis hombros, avergonzado, pero no había nadie ahí que me reprochara.

Estaba dando la vuelta para regresar por donde vine cuando, de una de las habitaciones cerradas que hacían de camerinos privados, escuché murmullos y golpes.

–Vamos, déjame tocarte, no quiero perder mi tiempo... –una voz rasposa que presionaba.

–Ya dije que no...

Intenté asomarme por la puerta, sin abrirla demasiado, para no ser atrapado. Al presenciar la escena completa pronto me hizo intervenir.

–¡Aléjate de inmediato de él! –solo vi aquellos pantalones holgados y restos del traje, como la barra de madera y el casco en el suelo, para conectar que el chico de cabello negro sobre el que el diseñador se encimaba se trataba de Eiji. Liberé mis feromonas sin pensarlo dos veces, exponiendo mi presencia.

Tomé el cuello de la camisa del hombre, de un solo tirón lo arranqué de su posición, terminó en el suelo sobre su trasero. Di una vuelta en mí mismo, para acabar de espaldas al omega y frente a su agresor, interponiendo mi brazo izquierdo levantado en paralelo, en caso de que quisiera volver a arremeter. Pero el hombre se arrastró por el suelo, camino a la puerta, levantándose con torpes movimientos y lanzando una amenaza.

–¡Esto no se quedará así! –escapó, corriendo por el lugar y gritando acerca de llamar a seguridad.

Giré mi cabeza, solo un poco, al descubrir el pecho todavía desnudo de Eiji, no di una segunda ojeada. Recogí la chaqueta negra del suelo, cuando me levanté fui subiendo poco a poco mi mirada, precavido, aunque las manos de Eiji ya abonaban el último botón de la camiseta blanca que traía debajo. Sin decir una palabra le extendí la chaqueta, sabía por experiencia propia que deseaba llevar la mayor cantidad de ropa posible encima.

–Hay que irnos –dije. Él permaneció sentado sobre la mesa en que aquel sujeto lo acorraló–, recoge tus cosas y vámonos –traté de presionarlo–. No se quedará quieto, va a llamar a sus guardias y todo se volverá más complicado.

Recogí lo que vi, una mochila, el casco (porque me pareció una pena dejarlo) y por supuesto, ayudé al chico a levantarse. Aún no escuchaba ni una palabra proveniente de su boca. Tampoco iba a presionarlo. Cuando lo tomé del brazo, con intención de sacarlo de ahí, me golpeó intentando que lo soltara. Al hacerlo, volvió a sentarse donde estaba.

–No es momento de desmoronarse –le hice saber, tomando su brazo, pero esta vez con mayor fuerza. Trató de soltarse, entonces lo arrastré fuera de la habitación con determinación.

Comenzamos a escuchar ruidos detrás de nosotros, así que apresuré el paso. Corrimos sin seguir direcciones, por donde creía que se encontraba la salida trasera. Por fin descubrí una puerta de emergencia, la empujé y cuando Eiji pasó detrás de mí, la cerré con fuerza. Con suerte nuestros perseguidores se darían por vencidos pronto.

–¿A dónde vas? –pregunté.

En cuanto salimos el omega comenzó a caminar por la calle, que al ser la puerta trasera del centro comercial no tenía mucha iluminación y permitía que la oscuridad nos encubriera.

–Me voy a casa –murmuró, sin levantar la cabeza.

Su actitud apática me molestó. Lo sujeté por la camisa, de inmediato intentó alejarse, golpeándome, aunque sus movimientos eran flojos. Diferente a otras veces...

–No me digas que estás enojado porque interrumpí –le grité a la cara. Arrepentido al darme cuenta de que no sabría cómo reaccionar si su respuesta era afirmativa.

–No, el tipo se me pegó igual que chicle, no podía sacármelo de encima. Llegaste en el momento justo–. Al fin conseguí que me diera más que unas simples palabras.

–Cuando intenté hacer un mínimo movimiento hacia ti fue una odisea. Terminé con un puñetazo, electrocutado o lleno de gas pimienta –lo solté, exponiendo mis manos en frente, en signo de confusión.

–Aunque ninguno te hizo daño –cubrió su boca, burlándose.

La situación no era para eso, se lo tomaba con demasiada ligereza, "¿esto era usual? ¿Solo fue rudo conmigo, pero con otros alfas era permisivo?".

–¡Ese viejo verde te vistió como quiso! ¡Seguro tiene un fetiche por los omegas y la ropa de cuero!

–¿En serio? Este es un estilo presente en Japón, se llama Bōsōzoku, no digas que es un fetiche –comenzó a dar información aleatoria.

–Como sea, no vuelvas a acercarte a mí, tú tampoco me verás de nuevo –dejé las cosas claras, dando tres pasos hacia atrás.

–No soy yo el que te busca, justo ahora fuiste tú quién me persiguió –su voz era suave, baja, atrapada en su garganta. Sin levantar la cabeza.

–¡Solo vuela de regreso a Japón! ¡Y no vuelvas jamás! –exploté.

–¡Mira quién habla! ¡Si hace unos días pedías oler mi cuello casi suplicando! –conseguí una reacción suya. Ahora discutíamos, sin sentido.

–Es diferente, ¡ya superé eso! Solo... ¡Solo deja de meterte en problemas!

–Que lind... no, espera, eres un estúpido.

–¡Vete! No volveré a ayudarte –necesitaba que se fuera. Blanca, ni nadie, debía verme a su lado. Y Eiji no entendía mi verdadera preocupación.

De la nada, recordé el motivo por el que mis "lobos" no me interrumpieron por la tarde, por qué en automático adelanté trabajo para tomar días de "merecido" descanso. Sumado a que llevaba dos días seguidos sin beber mis supresores y como tampoco estos, las veces pasadas no hicieron efecto contra el omega frente a mí.

Intenté cubrir mi boca con una mano, ocupando también obstruir mi nariz.

El celo me golpeó con fuerza. Con demasiada fuerza. Casi me deja tumbado en el suelo, por suerte me sostuve contra la pared. Recordando los nuevos medicamentos abandonados en mi mesa en la cocina, me doblé sobre mí mismo.

Mi mente ya no tenía control de mi cuerpo, me movía por instinto y ese instinto gritaba que destrozara cualquier impedimento que se atravesara entre el omega frente a mí y yo. Di un paso hacia adelante, cargando con toda la presión de no poder hacer lo que sabía que era correcto. Iba a cometer un gran error.

Di un paso más, fue cuando vi que Eiji ya había notado que algo malo sucedía y comenzaba a retroceder. "¿Me tenía miedo?". Que gracioso, minutos antes lo salvé de un alfa que lo atacaba y ahora el peligro era yo. Debió irse cuando pudo.

Cerré mis ojos, poniendo mis manos sobre mis hombros, doblando mis rodillas, inclinando mi cuerpo hacia abajo. Así me contendría más tiempo, no lo perseguiría y no lo vería huir. En cuclillas, pude escuchar sus pasos acercarse. No podía hablar, si lo hacía, mis colmillos saltarían a su cuello.

Puso sus manos, enguantadas en cuero negro y frío, sobre mi rostro. Hasta que nuestros ojos se encontraron, Me miró con atención, como si no comprendiera que me pasaba, pero sabía que entendía. No tuve fuerza para alejarlo, ¡me gustaba sentir que me miraba! ¡Necesitaba que no apartara su mirada!

–¿Te duele? –preguntó, con su voz llena de temblor.

No pude controlarme, salté sobre sus labios. No me rechazó, incluso permitió que lo empujara contra el muro del callejón y que mis manos se aferraran a sus cabellos. Me volvía loco. Jadeábamos sin control, sin querer parar, respirando con dificultad. "¿Cómo recuperar el aliento?".

–¡Y yo que estaba esperando, preocupado por ti! –oí la inoportuna voz de Blanca, junto con sus molestas feromonas.

Le di la cara, poniendo tras de mí a Eiji, aferrando todavía su muñeca. Gruñendo hacia adelante, con el rostro contraído.

–Da un paso atrás Blanca –el modelo, pareja del ruso, apareció–. Está en celo –su olor era como a dulce de anís. Evité estornudar porque tenía vainilla y un tenue perfume de flores, azucenas detrás mío. Contrarrestando su efecto.

–Yut–Lung –Eiji se precipitó hacia él, sin dejarme de lado. Usé mi otra mano para asegurarme que no me abandonaría

–Hey, ¿necesitas ayuda? –giró la cabeza, sacudiendo su largo cabello negro y más de su fuerte olor.

–Tenemos que salir de aquí –escuché que decía detrás de mí.

El omega nos miró a los dos, como si sopesara nuestro valor, debimos pasar su filtro porque luego le dirigió la palabra a Blanca, susurrándole al oído.

–Suban al auto –nos extendió la mano el alfa, mi enemigo y aliado–, los llevaremos a casa de ese loco dominante.

❀❀❀❀❀

✒Nota de la autora

No sé porque tengo tan mala suerte, ahora mi paquete de Office (que trae el Word) se desactivó. Y como no sé nada de tecnología pues, no entiendo como arreglarlo. Ya veré que hago esta semana.

¡Gracias por leer! Estaré actualizando los viernes, porque todavía no consigo avanzar demasiado con los capítulos.

¡Y gracias por recomendar mi trabajo!

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