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[➳] ☾ Capítulo 14. Cuidado con la noche

16 de Marzo de 1980.
Manhattan, Nueva York.

No había pensado en el frío hasta que estuvimos en la calle, buscando un taxi, y pude sentí que se me helaban las pestañas. Cuando intenté retroceder de vuelta al refugio del edificio, Jessica me empujó con su pecho.

Nieve fina había caído en el tiempo que nos entretuvimos buscando el vestuario. Al momento que Jessica acabó conmigo, ella rápidamente arregló los pequeños desperfectos que tenía en su propio maquillaje y a su marido le arregló el cabello.

Nos acomodamos dentro del primer auto amarillo que pasó, ella y yo en los asientos traseros, Max adelante. Sin que me diera cuenta, en sus manos aparecieron dos abrigos afelpados, me pasó el negro tras los hombros y ella se quedó con el de color más claro.

Llegamos a un lugar que para nada era un sitio informal, me había engañado. Como dijo, los presentes vestían perfectos trajes de distintas clases, estilos y precios. No conocía nada de ese mundo pero quedé enamorado a primera vista de la escena. Las luces brillantes, las costosas vestimentas y adornos, parecían sacadas de una historia de fantasía glamurosa.

–¿E–es aquí? –tartamudeé sin querer hacerlo.

–Sí –ella bajó de primero, pagando con un gran billete al conductor. Su marido apareció a su lado de un momento a otro, tomándola del brazo para conducirla por las escaleras doradas, relucientes y que brillaban debido a las luces del interior del edificio, al que nos dirigimos–. Recuerda –murmuró a su esposo–, se suponía que no íbamos a venir y era porque...

–Tenemos una reunión mañana temprano y queremos darlo todo.

–Perfecto –se giró hacia mí–. Sonríe dulzura; serás la envidia –jugó, más que acomodar, con los caireles perfectos de su cabello que pendían sobre su hombro.

–No te separes –fue la advertencia de Max–, nadie tiene por qué apartarte.

Asentí a todo, sonriendo levemente, como me lo pidieron. Iba del lado izquierdo de Jessica, Max tenía su derecha. Escuchaba los zapatos de tacón de aguja de Jessica golpeando y los míos haciendo un ruido más opaco. Las miradas volvieron a estar sobre mí, aunque esta vez era de manera positiva. Llamaba la atención de los presentes, los oía murmurar sobre mi apariencia, aludiendo a quienes me acompañaban.

Casi me tropiezo en un descuido absurdo, pero no fue suficiente para hacerme caer, contaba con el brazo fuerte de Jessica para sostenerme. Me recompuse en cuestión de segundos. Las puertas de entrada eran de cristal transparente, todo alrededor del edificio estaba en oscuridad, las escaleras de entrada iluminadas únicamente por la luz procedente del interior.

Había un mar de personas de diversos géneros, todas vestidas de negro.

Los modelos, para los que se suponía que fue organizada la fiesta, resaltaban como rosas entre un ramo de margaritas. Algunos estaban reunidos en grupos pequeños, otros hablaban animadamente con personas de negro y otros, se mantenían en las esquinas. Esparcidos por el gran salón. Era sencillo reconocerlos.

La entrada era el lugar más alto, además de unas escaleras a la mitad del salón que conducían a la planta alta, por lo que tuve una vasta vista de la mayoría de las cosas que pasaban en ese momento. Noté un detalle importantísimo.

–Jessica –me oculté tras su espalda, asombrado por la variedad de olores y perfumes, todos eran masculinos–. Aquí solo hay hombres.

–¿No te dije? –me sacó de detrás, poniendo sus manos sobre mis hombros y guiándome por delante–. La revista "Modas" es una dirigida a hombres –luego pegó su boca a mi oído, para que lo que susurrara nadie más lo oyera–. Hombres gays.

–¡Me trajiste a la boca del lobo! –grité, conteniéndome para no llamar más la atención.

Todos seguían con su vista clavada en mí. La mayoría eran jóvenes y atractivos, con porte elegante, con copas de champán o cócteles en sus manos. Sabía que, lo que más les atraía de mí apariencia, era el collar. Ya no estaba tan seguro de querer envolverme en el ambiente festivo, siendo un omega, podía identificar quienes eran alfas. Que para mi sorpresa era la gran mayoría.

–Por suerte tienes a dos lobos que no dejarán que nadie coma de ti –ella ya se iba mezclando con el ambiente, tomando dos copas de un camarero que pasaba, giró sobre la punta de sus pies para entregarme una mientras tomaba un sorbo de la otra.

–Déjate llevar –recomendó su esposo. Moviéndose un poco, siguiendo el ritmo de la suave música de fondo.

Tomé la copa ofrecida, animándome a darle un buen trago, sin pensarlo demasiado. Eso me ayudaría a calmarme, a que mis nervios se asentaran, para envolverme del ambiente animado.

–¡Lamento interrumpirlos pero...! –un hombre de gran altura, con micrófono en mano, se paró en mitad de las escaleras de entrada. Llamando la atención de todos los presentes–. ¡Acaban de avisarnos que hay un problema! Entre nosotros hay hombres que quieren interrumpir nuestra fiesta. ¡Dicen que sienten demasiado calor! –las voces comenzaron a alzarse, preocupados. Yo también lo estaba–. ¡Son nuestros bailarines!

Los gritos se escucharon como una oleada de ánimo que casi me deja sordo, vi como varios chicos, vestidos de traje y que pasaban desapercibidos entre la multitud, se movían hasta el centro de la pista de baile. El resto de los hombres se movieron para abrirles un camino, como si ya estuvieran esperando que esto sucediese.

Una música estridente, con un ritmo seductor, se oía de altavoces que no veía por ningún lado. Más gritos, suspiros ahogados y vítores. La gente amaba como esos chicos se movían, bailando con pasos abiertos y fluidos, confiados en ser lo que los demás esperaban

–¡Caballeros! ¡Caballeros! –hubo silencio, la música bajó de volumen, pero los "strippers" siguieron moviendo con sensualidad sus caderas–. Tenemos otro problema, parece que hay hermosos chicos que no pertenecen a este mundo ¡y en nuestra fiesta! ¿¡Pueden creerlo!? ¡Qué gran honor!

Miré con pánico hacia Jessica, ella solo sonrió, ocultando su rostro tras otra copa llena de champán. Quise huir, esconderme en un rincón, cuando el presentador del espectáculo continuó.

–¡Tenemos problemas para identificarlos! ¿Pueden encontrarlos? –retó.

Las luces se apagaron, encendiéndose un reflector justo en mi cara. Entrecerré los ojos, intentando acostumbrarme a la fuerte luz sobre mi rostro

–¡Ahí veo a uno!

Fui el primero en ser identificado, mantuve los ojos cerrados por el molesto resplandor.

Unas manos me tomaron de la mano, ninguna otra zona de mi cuerpo, sin morbo. Solo mis manos entrecruzadas con las de algún extraño, arrastrándome lejos de Jessica. No podía ver nada en la oscuridad, la luz me cegaba y no me tropecé solamente porque las personas se quitaron de mi paso.

Me detuvieron en mitad de todo, ya nadie me tocaba y las luces volvieron a apagarse por completo. Estaba asustado, desamparado a mitad del silencio que hacían los presentes, sin imaginarme que era lo que pasaría.

Luego una mano tocó mi pecho, sin tocar más allá; empujándome hacia atrás, hasta que tropecé con una silla y terminé sentado. Las luces volvieron y pude ver que a mis lados había más sillas en una fila horizontal, ocupadas por otros chicos que fueron tomados de sus puestos. Les sonreí, nervioso, pero me ignoraron...

¿Ahora que se venía?

–¡Los chicos revoltosos y los que no son de este mundo se han reunido! –la gente comenzó a apañarse a mi alrededor, aunque mantenían su distancia consideradamente. Frente a mí solo había un chico con traje, a quien obviamente no conocía de nada–. ¡Disfruten de la noche! –culminó el presentador.

–Hola, guapo –murmuró. Era un alfa, aunque no aparentaba agresividad. ¿Sería parte de su trabajo coquetear con los modelos? Esto no era lo que esperaba de la fiesta–. Mi nombre es Yen Tai, pero tú puedes llamarme Lao. Seré quien me ocupe de ti esta noche.

–¿Ocuparte de mí? –mantuve la sonrisa con nerviosismo. Dejé de sonreír cuando comenzó a acercarse a mí, con movimientos lentos, eso solo me tensionó más contra el asiento. Me fijé en su rostro, era bastante maduro, con un olor penetrante como a perfume de frasco. Quizá fuese recesivo. Nunca sabía con seguridad.

–¿Eres nuevo, no? Sino no te habrían traído a las sillas, por cierto, me gusta tu ropa –delineó con su mano las rayas diagonales hechas de piedrecillas brillantes de mi camiseta.

Se lo agradecí, susurrando, sin poder moverme. Él me miraba directamente a los ojos y solo podía cohibirme por ello. Echó su cabello hacia atrás, jugando y moviendo sus caderas de lado a lado. Luego, él se montó sobre mis piernas.

–¿Pero qué clase de evento de "entrenamiento" es este? –un chico, a mi lado derecho, hablaba en sobremanera del espectáculo. No parecía muy contento, con sus brazos y piernas cruzadas; cerrado a cualquier interacción. Torció su boca.

Noté como el chico que le había tocado estaba más nervioso que yo, rojo como un tomate, dudando en continuar con su deber o dejarlo todo. De pie, frente a quién ni siquiera no le miraba.

El chico modelo era hermoso, con facciones finas, cabello largo, sus brazos al descubierto y delgados. Seguramente sería una nueva estrella. No pude identificar su aroma, era un omega; su collar era tan fino que parecía transparente.

Oí sus quejas, dándole una mirada de soslayo y sin querer, haciendo contacto visual con el modelo. Él pasó de mí, directo a observar a Lao, que estaba muy metido en hacer lo suyo.

–Ah, que todos son iguales –descruzó sus brazos, levantándose de su asiento, las luces todavía seguían apagadas y por el ángulo no pude verle el rostro pero parecía indignado, con la pose rígida y los puños apretados–. Es lo mismo, mire donde mire.

Se marchó, nadie lo detuvo y el chico de traje que había intentado hacer su trabajo, se fue a sentar a la silla de él. Pronto otro compañero ocupó su lugar y el show continuó sin problemas. Con tal premio de consolación, cualquiera olvidaría un rechazo como tal.

Viendo como alguien más ya había abierto una oportunidad para mí, de que era posible irme y escapar de Lao, junto con sus intentos de coqueteo; lo paré en seco. Sonriéndole con amabilidad, al mismo tiempo que me ponía de pie. Me sentía sofocado, tener a alguien más tocándome sin decoro no era mi afición y dudaba que algún día lo fuera.

Conseguí alcanzar al chico que se retiró primero, su ropa también era negra, aunque traía ropa de tirantes. Ya que dentro del edificio no hacía frío, entendí su elección de vestuario, lo perdí de vista entre los invitados. Las luces volvieron a encenderse de un momento a otro.

Miré alrededor. La entrada me quedaba lejos, no visualizaba a Jessica ni a Max y los chicos alrededor tenían sus ojos en mí, ofreciéndome bebidas o buscándome conversación. Los evité a todos de milagro, siguiendo mi camino cuando, volví a chocar mi mirada con el modelo que había visto levantarse primero.

Me miró con frialdad, sosteniéndome la mirada por segundos completos, se dio la vuelta moviendo su largo cabello negro como la seda. Lo seguí, era mi mejor opción por el momento, nadie más me inspiraba confianza, todos eran demasiado amables o coquetos. Ya nos habíamos alejado lo suficiente, la atención seguía sobre nosotros pero nos daban nuestro espacio; los chicos parecían conscientes de que no queríamos nada con ellos, por el momento.

–¿Por qué me sigues? –giró parcialmente su cuerpo hasta mí, su hombro desnudo y cuello al descubierto; era la primera vez que notaba la sensualidad de alguien. Era muy hermoso, cada aspecto, cada gesto. Me ruboricé, sentí mi rostro ardiente.

No tenía idea de que lo había seguido hasta que me reclamó. Su rostro no se contraía, ni sus cejas se encarnaron, estaba molesto pero su rostro no lo demostraba.

–Oh, bueno yo, pensé que... –él me había abierto una salida épica, me dio el valor de rechazar a Lao sin pensar en que me juzgaran los mirones. Pero no pude decirlo, me interrumpió.

–¿Podrías llamar mi atención y así ganarte mi aprobación? –dejó su perfil para voltearse totalmente de frente, tenía una figura delgada pero formada, sus labios eran finos y sus pestañas largas, la manera de colocar sus piernas y pose parecía ensayada–. Por favor, no te conozco, ni siquiera te vi en la sesión fotográfica de la mañana y en ningún lado, debes ser un don nadie sin...

–¡Eiji! –era la voz de Jessica. Me giré. "Salvado", gracias a su aparición, de ser destrozado vivo por este desconocido. Mi error únicamente había sido ir detrás de él cuando se suponía que no lo hiciera, pensé que su mirada de hacía rato significaba que quería conversar conmigo. No volvería a hablar con nadie que no conociera. "¿Qué tenían los neoyorquinos? ¿Por qué todos eran tan antipáticos?"–. Hola Yut, veo que ya conociste a Eiji. Es el hijo de mi amiga y está cubriendo el lugar del chico faltante.

–Sí –hizo un tono chillón. Su cambio de actitud fue claro para mí, pero no para Jessica, que no lo vio montar su teatrito–. Le estaba diciendo que me encanta su atuendo –tocó la única manga larga de mi camisa, mirándome a los ojos a lo que sonreía.

¡¿Qué estaba pasando?!

–Eso no es... –lo iba a desmentir, sin importarme nada, pero volvió a interrumpirme justo al momento.

–Y también que podríamos ir a otro sitio, para pasarla mejor. Aquí son muy estirados y literalmente somos el espectáculo de los demás –sabía exactamente qué palabras utilizar para convencer a Jessica.

–¡No lo había pensado! ¿Te interesa, Eiji? –parecía animada de ver como socializaba con este chico llamado Yut.

Miré detrás de ella, Max estaba cerca y me miraba con sorpresa, luego hacia Yut, como si no creyese lo que pasaba. Levanté mis hombros, no me quedaba de otra.

–Está bien... –acepté, si no posiblemente terminaría peleando con Yut y explicándole a Jessica como él estaba mintiendo. No tenía ganas de hacer un escándalo.

–Solamente necesito que tomemos fotos, ya que esa es la finalidad de la reunión –nos tomó a ambos del hombro, guiándonos a una zona diferente, lejos de la música y el ruido de las conversaciones de los presentes.

Yut me echó miradas de que me quedara callado, obedecí o de otra, no dudé que me mataría apenas Jessica se distrajera. Cerré mi boca, siguiendo ciegamente a mi anfitriona. Entramos a una habitación con puerta y marco dorado, las miradas que encontramos ahí seguían sobre nosotros. Era un poco atosigante, no podía respirar sin preocuparme por que alguien se acercara de más. Al volver mi cabeza atrás, me topé con la escolta de Max, que venía justo a nuestra espalda, no me vio observándole pues estaba centrado en hacerse notar entre los hombres.

Entonces, no había problema.

–Es por aquí –cuando entramos, el lugar insonorizaba la fiesta que ocurría afuera, con grandes reflectores que apuntaban a un espacio vacío con fondo blanco. No había nada más que eso y dos ayudantes; mujeres betas con cámaras en sus manos–. Primero irá Yut –este dio un paso al frente, caminando con decisión, un pie delante del otro–. Eiji –murmuró para mí–. Fíjate en lo que hace, es super sencillo, solamente sonríe.

–S–sí –aseguré, mirando de cerca lo que hacía.

Sobre una tela blanca en el piso Yut se paró encima y puso su mano sosteniendo su barbilla, al mismo tiempo que se inclinaba hacia adelante y flexionaba sus piernas. Los flashes llovieron sobre su cuerpo. Él cambió de posición, sus brazos ahora estaban arriba, su cuerpo ligeramente ladeado y su mirada era pétrea. Más luces blancas disparándole. Una de las chicas con cámaras le pidió que hiciera exactamente una pose, ella la hizo primero para mostrarle que quería y luego él la replicó a la perfección.

–Me encanta este chico, Jessica –halagó una de ellas, todavía tenía la cámara dirigida hacia Yut, la sonrisa se le notaba parcialmente–. Solo que, ahora quiero que luzcas más jovial –pidió, moviendo sus manos a los lados, como si le diera vuelo–. Sonríe.

Él lo intentó, pero no le fue muy bien. Entonces es que llegó mi turno. Sorpresivamente no estaba nervioso, el champán parecía empezar a hacer efecto y me había relajado. Al contrario que Yut, las fotos con sonrisa y diversión fueron sencillas pero me costó mantener mi seriedad para las fotos que específicamente eran así.

Nos juntaron a los dos, intentando completar las fotos que nos faltaban a cada uno. Nos pusieron frente al otro, primero para parecer serios y casi malhumorados, con nuestras manos en las caderas e inclinándonos hacia afuera. Casi me echo a reír, porque la cara de Yut no parecía ser fingida.

Luego fue espalda contra espalda, con los brazos cruzados, nos tocábamos y teníamos una sonrisa amplia. Mirándonos por sobre el hombro. Las dos camarógrafas nos tomaban fotos por todos los ángulos posibles. Fue muy divertido, sonreía por propio ideal.

Nos despedimos de las chicas, con la promesa de que en el futuro trabajaríamos juntos para sacar más fotos. No tenía muchas ideas de qué harían con aquellas, le preguntaría más tarde a Jessica, no quería que todos se enteraran de que no sabía mucho de nada y que me había colado a la fiesta.

–¡Tanto talento! –gritó exhaustivamente la chica más cercana. Antes de irnos de ahí, me tomó una última foto desprevenido, apenas tuve tiempo de sonreír y estaba seguro de no verme bien, pero no le pedí que la borrara o que no la usara–. Nos vemos chicos, gracias Jessica. ¡Pueden traer a los otros cuando estén listos! –ordenó a los betas que hacían guardia a la entrada de la sesión fotográfica.

Nos fuimos por la puerta de adelante, los modelos se habían dispersado por todo el salón de baile y se divertían entre los invitados. Volvimos a tener varios pares de ojos sobre nosotros, pero ninguno interrumpió nuestro paso. Mi abrigo apareció tan mágicamente como había desaparecido, sobre mis hombros. Cubriéndome del frío de Nueva York. Tomamos un taxi para irnos directamente al sitio que Yut había sugerido.

Jessica y Max también nos acompañaban, no hubiese aceptado ir de no haber sido así. El trayecto no fue muy largo, directo al corazón de Nueva York. Era tarde, seguramente las 10 de la noche. Por eso el número de gente en la calle era mayor. El taxi se estacionó frente a un sitio con luces fosforescentes, no parecía ser un lugar lujoso, ni de alto prestigio. Era un local cualquiera al que grupos de estudiantes seguramente iban los viernes por la noche para pasar el rato.

–"Noche fugaz", es un sitio algo alocado por dentro pero, el ambiente es bueno –informó Yut, sonriendo sin mostrar los dientes.

Pagamos el taxi, Jessica hizo el favor.

Me sentía como una celebridad, porque si antes igualaba la belleza de los modelos e invitados en el salón de baile, aquí todos eran jóvenes y, aunque se vestían con esmero, poco se comparaban con las ropas de alguno de los cuatro. Por suerte, la poca luz nos ayudó a pasar ligeramente desapercibidos.

El cadenero en la entrada nos dejó pasar sin darnos una segunda mirada, chiflando por lo bajo y moviendo sus lentes oscuros para mirarnos mejor. No supe cómo reaccionar, solo vi como Max usaba su cuerpo para cubrirnos y mandarle miradas hostiles al sujeto. Este retrocedió, riendo entre dientes, burlándose de habernos puesto incómodos.

–Será mejor que no te metas con él, Roderick –interrumpió Yut, clavando sus ojos negros en el cadenero–, no está a tu nivel. Y ella –señaló a Jessica–, ya tiene pareja. Por mi parte, creo que estás más que enterado qué te pasará si me tocas.

–Mi intento fue totalmente rechazado –levantó sus manos en señal de paz, regresando a su trabajo.

–Vaya Eiji, aquí sí que resaltas –Jessica me puso la mano bajo la espalda, guiándome con cuidado dentro–. Eso te faltaba, un cambio de ambiente, resaltas... ambos, los dos resaltan.

–Gracias, Jessica –el chico de largo cabello negro se pegó a ella, saltando a sus brazos y alejándola de mí.

–Diviértanse por el lugar –dijo Max, seguro de que yo lo escuchara por sobre la música. Era más fuerte que en el salón de baile. "Noche fugaz" era un tipo de antro, más que una discoteca. Todo tipo de personas se escondían entre las luces rojas, azules y verdes; bebiendo y bailando a un mismo ritmo–. Nosotros estaremos cerca, no se preocupen por nada. Si pasa algo, lo notaremos primero.

–Llévatelo Yut, tú conoces más este sitio –Jessica cruzó mi brazo con el de Yut.

Él fingió, de nuevo, que estaba de acuerdo con ello. Ya nos había arrastrado a todos aquí, terminaría su función actuando bien conmigo o quizá realmente ya podía soportarme mejor. Le sonreí. Y me devolvió la sonrisa. Perfecto, todo parecía ir bien.

Me llevó entre la multitud, se movía como si conociese a todos en la fiesta, hablando con los pocos que le dirigían la palabra. Era interesante verle tan metido y relacionándose con los demás. Por alguna razón, me parecía que estaba más tranquilo que en el salón de baile. Sonreía con naturalidad, sin fingir que disfrutaba el ambiente. Luego de sortear todos los obstáculos, nos detuvimos frente a la barra, sentándonos en las sillas altas y sin respaldo que ahí había. Él pidió de tomar para él y para mí.

–Me llamó Yut–Lung Lee –estaba a mi izquierda, así que la barra también le quedaba a su izquierda, apoyó su codo sobre ella. Dándome otra mirada, que duró varios segundos–. Sé que eres "Eiji", así te llamó Jessica. ¿Apellido? –tomó un aperitivo que el bartender nos puso al lado, esperando que contestara su pregunta.

–Okumura. Eiji Okumura –tomé también de las frituras que con facilidad él ponía en su boca, pero la escupí de inmediato. ¡Demasiado ácida! Tomé el vaso con agua que apareció nada más comencé a toser.

–¿Qué edad tienes? –parecía divertido, una sonrisilla maliciosa bailaba en su rostro.

–Tengo 20 –me limpié la boca, mirando alrededor, nadie se había fijado de la vergüenza que acababa de pasar.

–Te ves joven, yo tengo 17 –siguió comiendo de las frituras saladas, como si nada.

–¿17? ¿Y estás bebiendo? –me preocupé, era un niño. Eso podría meter en problemas a Jessica y a su equipo de trabajo. ¿Era normal que menores de edad trabajaran así?

–¿Me ves tomando? –fue su respuesta. Negué con la cabeza. Justo llegaron nuestras bebidas–. No todo lo que te atonta es el alcohol... –se tomó de un trago la bebida azulada que nos presentaban–. Tomate la tuya o lo haré yo. Además, pronto cumpliré 18.

Aún con dudas, tuve que hacerlo, así fue... me dejé llevar por las palabras de un adolescente. Por supuesto que la bebida tenía alcohol, "¿por qué pensé que no lo tendría?". Me quemó la garganta, era muy diferente al champán espumante del salón. No debí intentar imitarlo al beberlo de una sola vez. Aunque eso hizo que me ganara un poco de la aprobación de Yut.

–¿Bailamos? –le pregunté. Levantándome casi a trompicones, le tendí la mano cuando pude pararme bien.

Él actuó como si dudara en aceptar; me ignoró, susurrando algo al bartender tras la barra, este asintió a su petición. Luego se giró hacia mí y aceptó mi mano, que no había bajado.

–Claro, bailemos un poco –volvió a tomar la guía de mis movimientos, transportándome hasta que estuvimos a mitad del sitio

La gente se movía como un solo ente, el piso vibraba, mi piel se sentía algo sudada, todos estábamos muy juntos. Yut se movía como si la música lo poseyera, era más sensual cuando se movía así, él lo sabía y disfrutaba de que los demás le prestaran atención por ello.

Mi sonrisa ya estaba un poco floja.

De pronto, alguien apareció tras mi espalda, ofreciéndome un vaso nuevo con más bebida de color, esta vez rojo. Lo rechacé, porque no tenía idea de quién era aquel chico, pero Yut tomó el vaso y le dio un buen trago, el chico traía otro y me lo volvió a ofrecer. Entonces supe que fue lo que pidió Yut al chico de la barra antes de que saliéramos a bailar. Más de esas bebidas.

–¿Me harás tomar todo el arcoíris? –bromeé con Yut, su sonrisa enigmática me asustó, debía prepararme para que así fuera.

Podía sentir la música en un nuevo sentido, no entendía que pasaba, seguramente era cosa del alcohol. La sangre en mis venas, incluso mi corazón, todo parecía moverse al ritmo que la música pedía. El chico extraño regresó, esta vez con una bebida color verde, luego con una morada y ya no supe mucho. Me sentía mareado, pero todo comenzó a volver, parcialmente, a la normalidad cuando unas manos descaradas se movieron por mi cuerpo.

Como si fuese suyo, alguien a mi espalda creyó que era buena idea pegar sus caderas a las mías, intenté alejarme pero puso posesivamente su mano en mi estómago para mantenerme en mi sitio.

–Hola, chico guapo, nos volvemos a encontrar –su voz no me sonaba de nada. Perdido, giré para saber de quién se trataba y para mi sorpresa, era el alfa que bailaba para mí en la fiesta de modelos. "Lao", si no me equivocaba–. ¿Quieres tomar algo de esto? –traía en la mano libre un vaso con líquido naranja en el.

Envuelto por el ambiente, no lo rechacé, bebiéndolo sin dudar. Le agradecí. Continuando, bailando. Esta vez, comencé a sentirme pesado, como si mi cuerpo no pudiese moverse mucho; cansado. Llevé mi mano hasta mi cabeza.

–No me siento bien –le informé al alfa. Olvidé a Yut, incluso a Jessica y a Max, no podía enfocar mi mente, simplemente quería cerrar mis ojos y desaparecer.

Por eso tampoco me alerté de más cuando Lao me guió lejos de la pista de baile, a un rincón apartado de la gente, nadie nos vio. Solo una persona lo notó, aunque en ese momento no hizo nada.

Cuando Lao se había cerciorado de que nadie lo veía, continuó su juego de "bailar" conmigo, cuando en realidad sus intenciones eran otras.

–Eres muy hermoso, aunque no hueles a nada... eso no me gusta...

Mi cuerpo estaba algo caliente, no entendía que pasaba, solo que la cercanía de su cuerpo no era nada bueno y no me ayudaría. Traté de alejarlo, diciéndole que parara y también empujándolo. Él puso más fuerza, sujetando mi muñeca derecha y poniendo su pierna entre las mías. Ya sabía lo que venía después y no lo dejaría hacerlo.

En la oscuridad de aquel rincón solitario, busqué rápidamente la bolsa que traía, sacando mi arma eterna, el gas pimienta y le restregué una buena rociada por todo su rostro. Lo escuché gritar, incluso creo que trató de atraparme otra vez y vengarse por lo que le hice, conseguí ponerme del lado contrario de la pared. Me caí, él no consiguió tocarme.

Con sus ojos llorosos le fue imposible verme salir por la puerta de atrás, la cerré e inmediatamente después, me apoyé sobre ella. Para que nadie pudiera abrirla y seguirme.

La cabeza me daba vueltas, cerré mis ojos, moviéndome un poco, había salido totalmente del local. Incluso, podía ver la fila de personas que esperaban entrar. Era un callejón sucio y abarrotado de basura, sin luces que me ayudaran a ver dónde ponía mis pies. Esto no solo era obra del alcohol.

Escuché como la puerta se abría, mi cuello no tenía fuerza para sostener mi cabeza, no pude ver quien era el que me había seguido. Comencé a rogar porque no fuese Lao, no podía comprobarlo así que solo podía suponer lo peor. En cualquier caso, él no estaba en condiciones para perseguirme. Por precaución, di la espalda, con mi hombro contra la pared y caminé a la oscuridad, tropezando.

–Hey, omeguita... ¿Tienes problemas?

Solté un bufido, harto de todo. ¡Debía ser una maldita broma o alucinación de las drogas! Esa era la sucia voz del alfa del puente, del que ya parecía rutina encontrarme todos los días, el rubio. Incluso sentía su aroma, ya sabía exactamente cuál era, menta fuerte y madera suave.

–No... vengas... –conseguí decirle. Eso se llevó todas mis fuerzas, no pude moverme más.

–No me ignores, puedo ayudarte, oye... –escuché sus pasos tras de mí, me alcanzó rápido–. Vi a ese sujeto ponerle algo a tu bebida, pensé en intervenir pero eso ayuda a que te tomes más en serio lo que aceptas de desconocidos.

Era gracioso que lo dijera, dada la situación que teníamos, él seguía siendo un desconocido ofreciendo su ayuda a otro desconocido. Me reí, pero era difícil que se diera cuenta de ello. Uno de sus brazos me rodeó por la cintura, me hizo sentir desorientado, estresado, acorralado, mi fuerza no era suficiente para alejarlo.

¡Él también era un pervertido! No era fácil olvidar sus hazañas conmigo.

De la nada, volvía a tener sus labios sobre los míos. Tomándome por la espalda, no pude hacer nada. No se contuvo, separaba sus labios un momento pero volvía a los míos. Los dejó más tiempo, haciéndose paso en mi interior. Su beso sabía a su piel, aunque se mezclaba con el sabor del labial que traía. Melón y brillantina.

–N–no... –lo golpeé en el rostro, sin mucha fuerza. Soltó una carcajada, feliz de verme vulnerable. Así que lo golpeé con más fuerza, tampoco funcionó y llevé mi mano a su rostro. Metiéndole mis dedos en los ojos y rasguñando–. No... me... toques...

Me arrojó contra el pavimento, las bolsas de basura volaron a mi alrededor y choqué duro contra el piso. No me dolía, seguramente por ayuda del adormecimiento de mi cuerpo.

–¡No vuelvas a hacer eso! –gritó–. ¡Golpeas como marica! –estaba enojado. Con el dolor ardiente de sus oculares oprimidos.

–Eso diría un marica... –lo confronté con la verdad.

Me ocupé de levantarme por mí mismo, no pude verlo recomponerse. Seguí arrastrándome por el piso, poniéndome de pie milagrosamente. Lo dejé atrás. Como pude, abrí la puerta del lugar, en busca de Jessica, de Max o incluso de Yut.

La música volvió a cubrir mis oídos, me destruía la cabeza, como martillos golpeándome. Caminé empujando y apartando a todos, tropecé nuevamente, me desplomé pero esta vez antes de siquiera tocar el piso, unas manos me tomaron para levantarme.

–¡Eiji! –fue Jessica la que me gritó. Le sonreí, muy perdido en alcohol–. ¿Qué pasó?

–¡Niño! –estaba entre los brazos de Max, me sostenía con fuerza. Me envolvía, con su chamarra negra.

Un aroma picante comenzó a sentirse en el ambiente, sería Jessica demostrando su enojo y frustración. Me irritaba la nariz, quemaba y me hacía sentir más impaciente. Fue una sensación extraña. De pronto, todos en el local tenían aromas que me envolvían. Mi cuerpo ardía cada vez más, cómo las fiebres de resfriado.

–¡Max! –alertó su mujer.

Los aromas a mi alrededor se movieron, como si deseasen alcanzarme. Max me soltó, interponiéndose entre los sujetos de la fiesta y yo. Jessica también se levantó. Me quedé solo, en el piso. Sin entender qué estaba ocurriendo. Me abracé el pecho, balanceándome sobre mí mismo en el suelo, confundido.

–Hey, omeguita –ignoré la voz del alfa rubio a mi espalda. Mientras que los otros dos alfas intentaban por todos los medios de quitarme de encima a los desquiciados que peleaban por acercarse a mí–. ¿Qué estabas pensando al entrar a un lugar lleno de gente, estando en celo?

"¿Celo?". Faltaba una semana para el mío. Se lo estaría diciendo a otro. Me ayudó a levantarme, así pude ver mejor lo que pasaba. La gente se había amontonado a nuestro alrededor, acorralándonos hasta dejarnos como único medio de escape la puerta detrás de nosotros. La que daba a ese callejón de mala muerte.

–¿Vas a dejar que una docena de alfas dominantes comiencen a pelear para ganar quien le encaja primero los dientes? –Ash se dirigía a mis protectores. Jessica y Max, que se mantenían a raya con su fiereza a los demás alfas– ¿O me dejas llevármelo?

Fueron las dos opciones que les dió a elegir.

–¡Lo quiero en casa! ¡Ahora! –fue la orden de Jessica, con sus pupilas dilatadas y sus dientes prominentes. Max, por su parte, comenzó a avanzar en dirección a la línea de alfas que tenían en frente.

–Como si supiese donde viven –escuché el murmullo de Ash cuando estuvimos lejos.

Me sacaba por la puerta trasera, ya no me apoyaba en su hombro, me cargó diferente para poder acelerar nuestra huida.

No supe en qué momento, ya me encontraba dentro de un auto. Ash en uno de los asientos traseros y yo, acomodado sobre de él.

–Vayamos al departamento –lo oí murmurar, sus palabras dirigidas al conductor anónimo.

No me perdía ni una sola de sus palabras, el aroma de su aliento me golpeaba. Menta. Suave olor a madera y menta. Me pegué a él, cruzando mis brazos alrededor de su cuello. Sentí cómo intentó alejarse pero, restregué mi pecho contra el suyo, moviendo mi pelvis, apoyando mi peso sobre su cadera. Ese no era yo, no era mi cuerpo el que hacía esos movimientos extraños, sonidos que intentaba ahogar con la boca cerrada. Nunca me había pegado tan fuerte un celo, desconocía todo lo que me estaba pasando.

Ya estaba totalmente encima de él, con mis piernas a ambos lados de la suyas, tenía mi cara enterrada en su cuello. Respirando su aroma, jamás había sentido nada igual, podría estar así por siempre. Mis brazos también rodeaban su cuello, apretando mi pecho contra el suyo, frotándome.

Ahora ya no lo oí quejarse, tampoco volvió a intentar apartarme. Sentí sus manos tomarme por la espalda, delineándola de principio a fin, sin atreverse a detenerse en algún sitio en específico. Me estremecí y solté un gemido, que quedó parcialmente atrapado en mi boca. Me atreví a separarme solo un momento, para mirarle a los ojos.

–Creí que no querías esto –sus pupilas también tenían un fuerte deseo tatuadas en ellas.

Solté mi aliento sobre él, caliente, el suyo también lo era; pude sentirlo entre su boca entreabierta. Sus ojos verdes brillaban con la luz de los edificios que íbamos pasando a velocidad lenta. Me perdí en ellos, cautivado. Me moví contra mi voluntad, poniendo mis labios sobre él. Él me atacó de vuelta, sus manos se asentaron contra mis caderas, firmes, apretándome y pegándome más.

Moví mis caderas, sintiendo su erección dura entre mi trasero, sentado sobre él; parecía que yo tenía el control de todo. Seguí moviéndome, adelante y atrás. Ya no podía pensar con claridad, solamente quería sentirlo más, que me besara más. Abrí mi boca, él también me imitó, dejando que nuestras lenguas se juntaran.

Más sonidos extraños, que jamás creí oír, los suyos se mezclaban con los míos. Él lo disfrutaba tal y como yo lo hacía, fue como si estuviéramos sincronizados; porque al mismo tiempo que me pegaba a él con mi pelvis, él bajó sus manos hasta que las ocupó en mi trasero. Los dos queríamos lo mismo.

Creí posible que me abrazara ahí mismo, que me bajara la ropa para sentir directamente pero no, se detuvo cuando el coche lo hizo.

Sin darle una palabra al conductor, bajó, conmigo todavía a cuestas. Mis piernas lo rodearon, él me sostenía por debajo y por la espalda. No me importaba que los demás nos vieran así, ni siquiera me importaba que el conductor nos estuviera escuchando, todo mi mundo alrededor brillaba y no podía enfocarme. Todavía podía tener un poco de control al contener mi voz pero no duraría mucho.

Caminaba al mismo tiempo que cargaba conmigo, no creí posible caerme, me sostenía con fuerza y firmeza. Mi cabeza todavía estaba hundida en su cuello, su cabello era suave y tenía poco olor, fresco. A pesar del frío que se suponía que representaba salir del auto sin cubrirme no me afectó, me sentía caliente por dentro, aunque aún podía sentir el frío sobre mi piel.

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✒Nota de la autora

Hoy actualicé desde el celular, así que si hay guiones cortos será por eso.

Además de otros errores.

Es un capítulo largo, así que podría contar cómo dos capítulos, pero no supe dónde dividirlo.

Lamento la hora pero me distraje haciendo un post de Instagram, les invito a verlo en mí perfil.

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