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☾ Capítulo 13. Apariencias

16 de Marzo de 1980. 

Manhattan, Nueva York.

Nuestro almuerzo sucedió en un restaurante deslumbrante. Mi ropa no combinaba con nada en el sitio, me destaqué entre los comensales. La presencia de dos alfas con fuertes cuerpos, altos y seguros de sí mismos, sentados a mis costados me protegían de que todos se limitaran a solo lanzar miradas.

Mi mano derecha todavía dolía un poco, lo mejor sería dejar de forzarla para que mejorase poco a poco. Me quedaban muchos días por delante para olvidar mis heridas, centrarme en sanarlas, dejarme llevar por la pareja de alfas entre la ciudad.

Ellos siempre vestían como si estuvieran a punto de presentarse en una pasarela. ¿Cuál era su secreto para verse perfectos todo el tiempo? Quizá venía incluido con el título de alfa.

Luego de la comida visitamos varias tiendas de ropa. ¡Eran infinitas! De cada una me obligaron a tomar algo. Lentes de sol, chaquetas, zapatos, collares para omegas, camisas...

Tras largas horas de compras Jessica me llevó a su estudio, un enorme edificio con ventanas cómo espejos donde tomaban las fotografías de docenas de modelos que trabajaban para ella, una revista llamada "Modas"; o al menos eso era lo que leía en las lonas llamativas que colgaban por los pasillos.

Entramos por una puerta que se camuflaba con el color de las paredes. Dentro nos esperaba una sala repleta de maquillaje, vestuarios y un espejo pulcro al fondo, pulido hasta el infinito. Tenía luces blancas a su alrededor para facilitar ver las imperfecciones en mi rostro.

–Siéntate aquí –señaló una silla con reposador giratorio. Se movía con experiencia entre los utensilios, abriendo cajones, apilando botellitas y productos con contenidos diversos dentro de cajas brillantes. "¿Todo eso me pondría en la cara?". Me senté donde me dijo obedientemente–. Voy a recoger tu cabello en una coleta, para que no estorbe, lo peinaré al último. Solo relájate.

–Claro, yo no sé nada... confío en ti –le sonreí cerrando los ojos con fuerza.

–¡No hagas gestos! ¡Me arruinas el trabajo! –chilló.

Congelé mis facciones, manteniendo mi cara neutra, pero cuando hacía una expresión seria arrugaba las cejas. No podía controlarlo. Recibí unos golpecitos en mitad de la frente, era Jessica con sus dedos índice y anular para indicarme que lo estaba haciendo. Susurré una disculpa.

Eran casi las 7 de la noche y la fiesta sería a las 8, aunque Jessica planeaba llevarme un poco más tarde solo "por la intriga". "¿Tardaría 2 horas en terminar el maquillaje? No, ¿verdad?".

Comencé a tener cierto nerviosismo por la fiesta, no conocía a nadie, no tenía algo que hacer realmente ahí. Nadie tampoco sabría quién soy. Cierto, únicamente debía disfrutar y divertirme. Daba igual. Seguiría el consejo de la estilista de relajarme. Solo un poco.

Retiró los algodones y vendas de mi rostro, poniendo un poco de crema blanca que olía a medicina. Así el maquillaje no tocaría directamente sobre la sangre, evitando que se abrieran de nuevo las heridas y arruinaran el procedimiento. Tampoco que se infectaran.

Hidrató mi rostro, empolvándolo poco después, perfilando mis cejas dolorosamente con una pinza; nunca antes las había depilado ya que jamás creí que fuera necesario. Me hizo esperar un segundo para proceder a sacar un catálogo de vestuarios, muy variado, colocados en horizontal sobre un carro metálico con rueditas. Y, sobre todo, me gritó por no cuidar debidamente mi rostro.

–Uso mascarillas exfoliantes, ¿sabes? –era verdad, mi madre las aplicaba conmigo mínimo dos veces a la semana y por las noches me ponía cremas que ella compraba para probar, sino le gustaban conseguía que fueran mías. Era fanática del cuidado facial, así que eso me beneficiaba con un cutis casi perfecto–. También sé muchos métodos caseros para cuidar mi rostro.

–¿Y dejas que cualquier alfa machito le haga esto? –con una suave brocha intentaba, con bastante esfuerzo que reconocí, difuminar la herida para opacarla con maquillaje. Dolía, aunque no tanto.

–Jess... –estuve a punto de volver a darle mi justificación, recordarle que me se la había cobrado y por ello mi mano sufría las consecuencias ahora.

–Calla, porque me enojo más –susurró. Comenzando a probar labiales sobre su muñeca, comparando los colores con los de mis labios, se decidió por uno al fin y lo colocó sobre ellos con delicadeza. Olía y sabía a melón–. Ahora –me miró alejándose un poco–. ¿Qué haremos con tu collar?

–¿No pensarás cortarlo? –la reté. Moviendo hacia arriba mi ahora perfecta ceja derecha, era casi un arma mortal del coqueteo, girando mis ojos con largas pestañas hacia ella.

–¿Por qué no? Es horrible –aseguró, sin devolverme la mirada. De uno de los múltiples cajones de maquillaje, o eso imagino porque no había otro sitio cerca, sacó unas tenazas con cabeza metálica gruesa. Las abrió y cerró frente a mí, tenía la fuerza para quebrar el seguro del collar–. Tu madre me contó que se quedó con la llave, pero no será un impedimento esta noche.

–Prefiero conservarlo... –pedí–. Me siento más seguro con algo duro rodeando mi cuello... es mejor que temer que un "alfa machito" me marque –repetí su calificativo para hacerle entender que tomaba conciencia de la situación.

–Eso solo pasa en las novelas de ficción, en la realidad es casi imposible que suceda, ambos deben estar en celo y me imagino que traes tus medicamentos contigo –ella sabía que mi celo era irregular, que duraba poco y que era leve. Como una alfa y podía saberlo por mi nulo olor, mi madre también le habría dicho.

Ella no estaba emparejada con Max, porque ambos eran alfas; ella todavía podía perder la cabeza ante un omega con olor fuerte.

–Traigo supresores de emergencia, no sirven para omegas dominantes, fueron recetados en relación con mi condición –saqué el tubo de plástico donde los guardaba, era a prueba de agua y tenían una fecha de caducidad alejada. Sacudí su contenido frente a ella, hicieron un sonido como de maracas. Debía comenzar a tomarlas tres días antes de mi celo, que justo empezaría en aproximadamente una semana. Las traía por pura precaución.

No iba a viajar teniendo mi celo cerca, aunque fuese muy leve el cambio de zona geografía y horaria, podía alterar mi organismo, acelerando su tiempo o potenciando mis feromonas.

–No puedes traerlas en la mano y tu mochila es horrible –se quejaba, yéndose un momento, dejando asentadas en un sitio lejano las pinzas. Pude ver su reflejo en el espejo, no me moví, seguramente volvería a gritarme si veía un solo brillo fuera de lugar–. Te daré este bolso, no va con el conjunto, pero es caro y eso le da presencia.

–Gracias, Jessica, no tienes que preocuparte porque todo combine. Solamente es una fiesta –sonreí. Nadie me había invitado, ella dijo que me usaría como "modelo de reemplazo" en caso de que sucediera un imprevisto. Justificación necesaria para poder llevarme sin que nadie le hiciera preguntas–. No voy a buscar pareja.

–Si te sale una no me importa, solo quiero que te distraigas esta noche, estarás bajo nuestros ojos –señaló a su esposo detrás. Max nos siguió sin quejarse, permanecía con los brazos cruzados, reposando en una silla junto a la pared. No había dicho ni una palabra desde que llegamos, pero levantó su pulgar en señal de apoyo–. Nada va a pasarte –giró la silla en la que me había puesto, era específica para maquillar, porque me movía según lo que a ella le facilitase. Revisó detalles. Cuando quedé, a su parecer, perfecto. Dejó mi rostro para pasar a mi peinado. Soltó la pequeña coleta que me hizo, mi cabello cayó, rebelde y un poco esponjado–. Te verás tan bien como mis chicos, incluso mejor. No te sientas menos cuando estés a su lado Nadie merece verte por sobre su hombro. No a ti, que eres mi bella creación.

–Gracias, pero...

–Nada de peros, si te veo en un rincón o escondido y solo, te agarro de las orejas –solo me desenredó el cabello, era corto, no tenía mucho con lo que trabajar. Tomó un poco de cera, extendiendo mi cabello ondulado. Hizo una parte hacia atrás, dejando caer un controlado flequillo que cubría muy poco de mi rostro–. Listo, ¿Qué te parece?

–Me gusta –me levanté de la silla, acercándome a mi contra parte en el espejo, los focos alrededor me hacían lucir más pálido eso, sumado al negro contraste del collar; me hacía brillar de forma enigmático, parecía exótico, pero igual muy natural–. No es ostentoso, queda bien con mi personalidad.

–¿Cómo que no es ostentoso? ¡Vuelve a sentarte que te hago algo mejor!

–¡No! –di un paso atrás–. En serio, me gusta como quedó.

–No te salvarás con el vestuario –balanceó su cuerpo al desfile de prendas que tenía para ofrecer, las revisó una a una, veloz. Con un solo vistazo le bastaba para saber cuáles desechar y cuáles conservar. No dudaba con ninguna, si no era de su agrado pasaba a la siguiente.

No tardó ni un minuto.

–¿No voy a usar traje? –su esposo utilizaba uno, color beige, sobre del que traía una gabardina negra. De habérmelo topado en la calle, no hubiera dudado más que con Ash en que pudiese hacerme daño. Juzgando su aspecto, parecía aterrador. Otra cosa que había aprendido con el viaje: las apariencias engañaban.

–No, mis modelos tienen permitido usar lo que sea, además es medio informal... hoy no hay código de vestimenta –sacó una camisa de entre toda la montaña, luego de meter su brazo de nuevo, sacó unos pantalones–. Pruébate esto.

–Bien –los tomé.

Mi error fue no revisar antes de entrar al vestidor. Parecían prendas normales, al revisarlas mejor, vi que ambas eran llamativas. La camisa, con una manga corta y otra larga, con fondo oscuro y brillantes líneas diagonales, hechas con diminutas joyas doradas; no muy grande, me llegaba hasta el ombligo. Exponiendo mi cuello y, por ende, el collar. Solo el pantalón era color negro mate. Con pinzas en la parte de abajo, encajaba en mi cintura, así que ninguna zona de piel en mi abdomen quedaba al descubierto.

–Te ves... ¡increíble! –halagó ella. Max asentía en silencio, para mí seguía siendo un hombre de pocas palabras. Ya no me ponía nervioso. Les sonreí a ambos. Me sentía bien conmigo mismo, la ropa aumentaba mi autoestima–. Vas a ser la envidia del lugar. ¡Iré por zapatos!

–La ropa lo hace todo, gracias –acepté a la mitad sus palabras adulo.

–¡No menosprecies mi trabajo y buen gusto! ¡Tu rostro es una bendición para cualquier maquillista! –me gritó desde lejos, revisando cajas y más cajas en la parte escondida del cuarto.

–Ella tiene razón –reafirmó Max, levantándose y mirándome desde arriba. Me sacaba varios centímetros y tuve que tirar mi cabeza hasta atrás para verle mejor. Él realmente me analizaba con un profesional de la moda. Todavía no me habían contado el porqué de su detención por la policía, tampoco sobre el tiempo que pasó ahí–. Cuando te pregunten por quien es tu representante enséñales la tarjeta con mi nombre para que dejen de fastidiarte. Los ancianos caza talentos pueden ser muy pesados, no importa si les dices que no estás interesado. Solo esto te salvará.

Me entregó una tarjeta morada, con letras blancas y brillantes, con su nombre completo en ella, un número de fax, otro telefónico y además su dirección. La guardé en el minúsculo bolso, que más parecía cartera, colocándolo sobre mi hombro. Era liviano, incluso podría olvidar que se hallaba ahí.

–¡Los encontré! –gritó desde el fondo Jessica, se sacudió la falda cubierta de polvo fino, seguramente había excavado hasta encontrar el par que le pareció perfecto–. Tienen tacón –los puso sobre su pecho, como si los abrazara, no parecía preocuparle el polvo y noté que ya los había limpiado–. ¿Podrás manejarlo?

–Depende de qué tan alto sean... oh no... –tenían punta ovalada, estaban lustrados y también eran color negro, el corte de las costuras hacia un patrón llamativo y delicado. El problema eran sus 5 centímetros de plataforma.

–No te quejes, son de hombre, no de mujer y son zapatos cerrados; no tacones como tal. Son de vestir –comenzó a hablar cada vez más acelerado, tomándome del brazo para obligarme a sentarme de vuelta. Como si fuese Cenicienta, deslizó el primero del par en mi pie derecho. Encajando a la perfección al intentó, el segundo fue igual–. Soy impresionante para las medidas.

Me puse de pie, dando pasos de prueba. Se sentía como caminar sobre nubes.

–Me siento más alto de lo normal, ¿y si piso a alguien por accidente?

–Hazlo a propósito pero que parezca un accidente –restó importancia a mi preocupación. Haciéndome reír.

Los zapatos abrazaban mis pies desde el tobillo y me sostenían, solo era cuestión de confianza. Pesaban, aunque ya lo tenía dominado, me paré en una pose similar a la de la imagen un modelo que vi al entrar. Jessica sonrió, acercándose para corregirme, darme consejos, levantarme la barbilla...

–¿Nos vamos? –pregunté, mis labios se sentían extraños, el brillo de labios grasoso y el sabor dulce había entrado a mi boca.

–No, recuerda –levantó su dedo índice–. Factor sorpresa... llegamos cuando la mayoría ya se encuentra ahí, esperándonos.

–¿No esperan? –pregunté atónito.

–Dah –utilizó un tono gracioso, chasqueó los dedos, haciendo crujir sus uñas–. Presentaremos nuevos modelos, caras desconocidas y a ti, mi adorado Eiji, nadie te conoce.

–No te estreses, Eiji –Max se me acercó por la espalda, siendo prudente y, antes de poner su mano sobre mi hombro cerciorarse de que no me ponía incómodo. Me sujetó con firmeza para que confiara en sus palabras–. Lucir bien es lo único que se necesita y lo cumples con creces.

Volví a mirarme al espejo, solo para estar seguro de que no me mentía a mí mismo y que los otros no intentaban engañarme. Me veía bien, aunque asustado, me planté derecho.

Sobreviviría la noche y no sería problema, la pasaría bien, disfrutaría la velada. Confiaría en Jessica y Max, alfas que podían defenderme de cualquiera que quisiera probar su furia.

–Daremos una vuelta en el taxi –ella miró el reloj en su muñeca. Aparentemente eran las 8:30. Sin darme cuenta pasamos cerca de una hora y media arreglándome, no podía desperdiciar el esfuerzo de Jessica. Me movería como si fuese un prodigio de las pasarelas–. Bajemos rápido, que después llegamos tarde.

Estuve a punto de preguntar si ese no era el motivo principal de retrasarnos, pero mejor me quedé callado, Max también supo guardar silencio.

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✒Nota de la autora

Aquí les traigo otro capítulo, espero poder seguir actualizando el domingo. Me apresuraré.

Saben que si notan algún error o no queda claro algo pueden decirlo libremente en los comentarios, no me molesta, al contrario. Lo agradecería mucho.

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