―¡Mamá!

Shawna salió de su ensimismamiento.

―¡Quiero tarta! ―exigió el pequeño Timmy sin dejar de tirarle de la falda.

―No, cariño, casi es la hora de comer.

Hacía veinte años de su graduación del instituto y el próximo domingo habría una reunión conmemorativa. Había estado toda la mañana ojeando el anuario y cuando aquella carta se escurrió del interior su mundo se había detenido por un instante. No dejó de preguntarse cómo había logrado mantener sus emociones bajo control.

Querida Shawna: jamás olvidaré los tres días que pasamos juntos acompañando a nuestras madres a la Feria del Estado...

―¡Mamá, Jen no para! ¡Dámelo!

―¡No es tuyo, Sarah, es de mamá!

―Pero ella me lo dio.

―Chicas... tranquilas.

―¡Suéltalo!

―Jen, sube a mi cuarto y coge para ti el pañuelo rosa.

―¿El de rayas? ―preguntó con sus preciosos ojos azules muy abiertos.

―Sí.

―¡Vale! ―concedió subiendo aprisa las escaleras.

...las cosas que me hiciste sentir cuando susurraste mi nombre y me tomaste de la mano...

―Shawna, cielo, me ha llamado Dave, se reanudan los planes de pesca, me llevo a Bobby. ¿Hiciste esos emparedados?

―Claro ―aseveró entregándole la bolsa de papel―, tened cuidado.

―Gracias, cielo ―masculló depositando un apresurado beso en su sien.

...¿sabes?, jamás hubiera imaginado que yo te gustase hasta ese punto, la chica más bonita de Mason City...

―Y Bobby...

―¿Sí, mamá?

―No dejes que tu padre conduzca si bebe más cerveza de la cuenta ―murmuró.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho.

...sueño desde entonces con tus besos, con tu sonrojo, con tu suave y cálida piel a la luz de la luna...

Shawna suspiró y borró con sus dedos una solitaria lágrima mientras comprobaba la temperatura del asado.

―Mamá, Gloria Davenport dice que debería comprarme un vestido para el baile de primavera. No puedo aparecer con un trapo cosido en casa.

...¡las cosas que hicimos aquella noche!...

―Annie, cariño, llevarás el vestido más bonito que papá y yo podamos darte.

―Pero, mamá...

―Gloria debería meterse en sus asuntos. Y a su madre más le valdría liquidar las cuentas que tiene pendientes antes de comprarle nada nuevo a su hija.

...te escribo porque no me siento capaz de escuchar tu rechazo, sí, soy un cobarde, un cobarde que te ama más que a nada en este mundo...

―¡Chicos, el almuerzo! Id a lavaros las manos.

Shawna contempló su reflejo en la ventana, nada quedaba de aquella chica delgada y soñadora que dejó el instituto.

...me voy mañana ¿vendrás conmigo? Casémonos, tengo dinero ahorrado y muchos planes. Te espero junto al cruce de la calle Green a las seis. Sueño con tus besos infinitos, siempre tuyo, Chuck.

Las manos le temblaron y las lágrimas volvieron a brotar. El corazón le había estallado en mil pedazos. Cuando Chuck se fue lloró durante días. Él no le había confesado su amor, se había aferrado a ello durante años.

Shawna lloró por esos besos infinitos, besos que ahora sabía que podían haber compartido, besos que jamás podría disfrutar.