.Capítulo 9.
|DARIEN|
Parecía irreal, pero no lo era.
Tras haber pasado uno de los mejores días de mi vida, me encontraba tirado en el sillón de la sala de Seth, uno de mis mejores amigos, mientras Izzie dormía cómodamente en mi brazo que no podía sentir desde hacía más o menos medio hora. Podía ser que perdiera un brazo, pero no se comparaba con la sensación que me generaba tenerla sobre mí, abrazándome como si fuese un maldito oso de peluche.
Por un instante, Seth dejó de mirar la película y quejarse de absolutamente cada detalle, para mirarme lascivamente con una sonrisa divertida y oscura. Podía leer sus pensamientos oscuros y condescendientes a través de sus ojos castaños.
— Siempre eres tan felpudo a su lado —susurró, y no dudé en clavar mis puños en su estómago. Seth ahogó un grito, y se retorció dolorosamente mientras me reía vengativamente.
Seth y yo nos conocimos en la secundaria. Él se burló de mí por tener ojos de distinto color, y yo me reí de él porque su pelo era color zanahoria. ¿Qué puedo decir? Fue amor a primera vista. Y así continuó nuestra relación a través de los años, burlándonos y golpeándonos. Aun así siempre estábamos para el otro, y nos considerábamos hermanos.
— ¿Lograste volver a tener sexo con ella? —preguntó, volviéndose a erguir, pero yo nuevamente lo golpeé— ¡Deja de hacer eso! —exclamó, alejándose de mi puño matador.
— Entonces deja de comportarte con un idiota, ¿no ves que está durmiendo? —pregunté con cierto tono de advertencia—. Pasamos todo el día dando vueltas y no durmió en el viaje —le aclaré. Él movió sus cejas juguetonamente, aún con aquella maldita sonrisa burlona, y la idea constante de sexo en su mente. Si no conociera su edad, creería que estaba en plena pubertad.
Puse los ojos en blanco y suspiré resignado. Me acomodé en el sillón suavemente, e Izzie se acomodó sobre mi pecho, liberando un poco a mi brazo y logrando que la circulación se recuperara.
Seth hizo un sonido con su boca, concentrándose nuevamente en la película. Me sentí realmente agradecido cuando volvió a quejarse de la película, en vez de mí. Que mi vida era un tanto desastrosa e incluso patética, yo mismo lo sabía y no era necesario que nadie me lo dijera.
En ese instante solo estaba consciente de Izzie, respirando lentamente sobre mi cuello con sus manos sobre mí. Estaba cautivado por su disparidad; fuerte pero delicada, inspirando armonía y tormento, ella generaba en mi un sentimiento de protección y al mismo tiempo, la necesidad de corromperla. Realmente era un bastardo pervertido, y tenía suerte de tenerla como amiga.
Todos esos sentimientos que entraban en hibernación mientras estaba lejos de ella, volvían a la vida cuando la veía, como fuegos artificiales corriendo por mis venas. ¡Maldita sea! Solo Isobel me ponía poético, y ni siquiera me agrada la poesía.
Respiré hondo para calmarme, y para que mi cerebro enfriara mi sistema, así la erección que tenía disminuía. Lo último que necesitaba, era que ella se despertara dándose cuenta que estaba caliente, y a Seth listo para continuar burlándose de mí.
— Oí que hay una fiesta el fin de semana —canturreé, posando mi pie sobre mi rodilla, estratégicamente ubicado para que Seth no me viera en aquel estado. Seth asintió, emitiendo un sonido de aceptación.
— Hay que ir —fue lo único que respondió, concentrado en la escena con una atractiva morena. Suspiré y cerré por un momento los ojos, padeciendo mis emociones.
*****
La noche se sentía joven.
El ambiente vibraba con desinhibición y jolgorio. La fiesta estaba en la cúspide y todo podía suceder. El lugar repleto de extraños que entraban y salían con bebidas, mientras bailaban y gritaban. Era un pasaje a una montaña rusa de diversión y salvajismo.
Contemplando la escena, casi ajeno a la locura, pude percibir e incluso predecir que esa era una fiesta donde todas las preocupaciones, el temor y dolor se esfumaban para ser energía. Me gustaba pensar que lo malo mutaba de alguna forma cuando el sol se ocultaba, develando una faceta desconocida y atractiva que lograba seducirlos de algún modo. Quizás nada de eso sucedía, pero era un maldito soñador en el fondo de mi oscura alma.
— Deja de hacer eso —oí a mi lado, y me volteé hacia Seth con indignación.
— ¿Hacer qué? No hago nada —me quejé. Él puso los ojos en blanco y siguió bebiendo, apoyado torpemente sobre la pared.
— Eso —dijo apuntándome, aunque realmente su dedo fue hacia cualquier dirección—. Te paras ahí y miras a las personas como si las juzgaras. Pareciera que estás disgustado en este sitio, y que no te agrada porque prefieres tu pretenciosa vida en Paris —agregó. Él tenía sus ojos entornados pero era debido al sueño.
La sorpresa desfiguró mi rostro e intenté medir mi reacción.
— No es eso —murmuré, porque realmente no estaba juzgando nada, solo contemplando todo con cierta fascinación—. Que viva allá, no significa que la prefiera —susurré con indignación; pasa a vivir allá, mi hogar no se comparaba con nada. Seth hizo un sonido con su boca y continuó bebiendo.
— Es Paris, ¿Quién no lo preferiría? —inquirió.
Eh... ¿yo?
Hice caso omiso a sus comentarios y al mal humor, y decidí que era mejor tomar aire. Comencé a caminar hacia el patio, sin importarme si Seth me seguía o no. Allí encontré menos cantidad de personas y me detuve ante la imagen de una bonita morena que bailaba con sus amigas aunque estaba más atenta a los chicos que la miraban. Ella siguió bailando hasta que sus ojos se posaron en mí y una pequeña sonrisa con cierto aire inocente cruzó por su rosto. No pude evitar devolverle la sonrisa.
— Hm... las morenas no son de tu tipo —comentó Seth tras mi espalda; al parecer se había decidido a seguirme. Gruñí manteniendo la sonrisa, y luego lo miré venenosamente.
— Quizás puedan volverse mi tipo —dije. No es como que tuviese la mejor de las suertes con las mujeres, así que no podía darme el lujo de dejar pasar oportunidades. Seth sonrió con malicia, meneando su cabeza y deseé que se ahogara con la bebida.
Fue en ese momento que una sombra cruzó frente a nosotros, y se detuvo con mirada cuidadosa.
— ¿A ti no te conozco? —inquirió la pequeña pelirroja con mirada sagaz.
— Eh... ¿Tú no eres Mel, la amiga de Izzie? —pregunté, su expresión se llenó de conocimiento y sonrió. Su sonrisa era tan bonita como temeraria.
— Eres Darien, el primo de Claire e Izzie —dijo.
— Solo primo de Claire —aclaré, y su sonrisa se extendió.
— Si, es lo mismo que todos siempre aclaran —susurró crípticamente. Si ya lo sabía, ¿Por qué lo decía? Me di cuenta que había algo en ella que me asustaba, era como si leyera la mente o supiese el futuro. ¿Qué tanto sabía de mí? Me aterraba la respuesta.
— ¿Y qué haces por aquí? —le pregunté, intentando hacer la conversación un poco menos extraña.
— He venido a buscar las almas que pertenecen al inframundo —respondió sombría.
Ahora entendía un poco más porque era amiga de Izzie.
— Oh... es una lástima que Seth no tenga alma, sino te lo daría como sacrificio —comenté señalando con la cabeza a mi quejoso amigo. Pero a él poco lo ofendió lo que dije, no dejaba de mirar a Mel con esa expresión encandilada que pone cuando una chica le resulta atractiva e intimidante. Ella, por su parte, posó sus ojos en él con inexpresividad y volvió a mí.
— ¿Esa es una especie de chiste malo porque es pelirrojo? —inquirió juguetonamente, y debelé en el fondo el filo de la amenaza. Ya imaginaba una alianza de pelirrojos en mi contra.
— No —respondí inmediatamente.
— Si —dijo Seth adelantándose a mí para poseer toda la atención de Mel—. Él es un idiota, simplemente no le hagas caso. Mi nombre es Seth, un placer —movió su cabeza y fingió patéticamente tener buenos modales. Ella se presentó, y él comenzó a decir desvaríos tan vergonzosos que decidí alejarme por el bien de mi integridad moral.
Adelantándome unos pasó, entre las personas y los arboles quedó al descubierto la figura longilínea de Izzie. Sentada en un banco de piedra, se veía como una princesa rebelde e inalcanzable que contemplaba su futuro reino con frío análisis. Su cabello largo y dorado, caía torpemente a su alrededor. Las calzas, la remera dos talles más grandes y las botas negras le daba una apariencia entre bohemia y rock star.
Se mordía las uñas mientras movía su pie inquietamente, y estaba seguro que algo estaba dándole vueltas en la cabeza. No pude evitar sonreír para mí mismo, acercándome a ella lentamente.
— ¿Aburrida? —pregunté. Izzie se sobresaltó, mirándome con la molestia de haber sido tomada de improvisto. Tomé el lugar a su lado con un ligero encogimiento de hombros y le ofrecí de mi bebida.
— No estoy aburrida, estoy cuidando a tu prima —respondió tomando mi vaso, y sorprendiéndose de ver gaseosa en él.
— Conductor designado —aclaré tras ver su expresión irónica—. ¿Y Claire dónde está? —pregunté mirando a todos lados, sin poder encontrarla. Izzie tomó su cara con sus manos para dirigir mi mirada hacia una pared lejana dónde mi prima estaba apoyada y apenas podía ver su menudo cuerpo porque un tipo grandote la acorralaba. Ni siquiera podía ver sus rostros.
Moví mis manos y abrí la boca para decir algo, pero ella dirigió mi rostro hacia ella y negó.
— Ni te atrevas a decir que lo aleje de ella —dijo, soltándome—. Estuvieron histeriqueando toda la noche. Él se hizo el difícil y ella bailó con varios chicos para que él se pusiera celoso, y todo terminó con gritos y llantos para que se comieran la boca a besos delante de varias personas. Lo bueno es que están tan borrachos y quizás drogados, que mañana no recordarán nada —agregó suspirando profundamente, casi derrotada.
— ¿Y vas a quedarte aquí a cuidarla hasta que se decidan a ir a tener sexo? —pregunté.
— Quizás —susurró—. Estoy demasiado cansada y de mal humor, lo único que me divierte ahora es ver a de los demás siendo patéticos —agregó, apoyando su rostro en sus manos con la vista en Seth y Mel.
Si... eso era lo suficientemente patético para divertir a cualquiera.
— Él aún no sabe que a ella le gustan las chicas, y no se lo voy a decir si es que Mel no lo aclara. Me gusta verlo arrastrarse —reí con malicia, e Izzie me miró de reojo.
— ¿Cómo supiste de Mel? —inquirió.
— Tiene que ser homosexual una chica para que yo no le guste —dije, y ella elevó sus cejas. Pude sentir la ironía y el prejuicio en su mirada, así que desistí de continuar intentando ser gracioso—. Me lo dijo Claire —declaré—. ¿Y por qué estás cansada y de mal humor? —pregunté con curiosidad.
Ella respiró hondo, sacudiendo su pelo con exasperación.
— Mañana en la noche es el cumpleaños de mi padre, y no quiero ir. Él apenas recuerda el mío, me parece injusto que deba ser arrastrada a su infernal fiesta con toda la familia de mi padre y la de su nueva esposa —dijo con oscuridad.
En los años en que la conocía, pocas eran las veces que la oía hablar de su padre. Él era más bien como una fantasmal figura del pasado que significaba todo lo a que ella le dolía. Era la analogía de una familia rota, de una infancia sufrida y todo lo que ella no buscaba en una persona. Según lo que sabía, el señor Novak había vuelto a casarse tiempo después del divorcio con una mujer que conocía desde hacía años y quien tenía hijos de otro matrimonio. Por más que ella no lo reconociera, sabía que lo que más le dolía de su padre era que parecía amar más a los hijos de otros que a su propia y única hija.
— Tu eres mejor persona que él, creo que deberías demostrarle eso de algún modo —comenté para intentar hacerla sentir mejor. Ella elevó sus ojos hacia mí, oscuro y hechizantes, con expresión dudosa.
— ¿Eso crees? —inquirió en tono suave—. ¿Soy buena persona aún cuando me estoy divirtiendo internamente con Seth de rodillas al lado de Mel? —volvió a decir, y giré tan rápido mi cabeza que por poco me mareo.
Y si, Seth estaba de rodillas persiguiendo a Mel como un perrito abandonado. Santo cielos, espero que nadie me haya visto llegar con él.
— Si, sigues siendo buena persona —asentí volviendo a mirarla, sonriéndole. Ella torció sus labios hacia un largo y fue eterno el tiempo que se tardó en sonreír, aunque fuese una sonrisa triste—. Si quieres, puedo acompañarte —dije, y juro que mis palabras fueron más rápidas que mi cerebro. Éste se quejaba mientras mi corazón festejaba.
La confusión y la sorpresa tiñeron sus rasgos, contemplándome como un lunático que no se arrepentía de sus palabras. No me importaba estar rodeados de personas consideradas por ella como el enemigo, siempre y cuando pudiese estar allí para acompañarla.
— ¿Harías eso por mí? —preguntó con tono tímido y temeroso. Un fuego poderoso nacía en mi interior que me hacía querer abrazarla y quizás también arrastrarla a un lugar más privado. Pero obligué a mi pervertida conciencia a jugar limpio.
— Haría lo que sea —confesé. Incluso, quizás, le ayudaría a ocultar un cuerpo; eso depende de a quien haya asesinado.
— Me encantaría que fueras —dijo, y vi el rubor en su rostro que intentó ocultar tras su pelo. Aquellas palabras pertenecían a la Izzie bajo la coraza indomable y autosuficiente, y significaban tanto para ella como para mí.
Para ella, era aceptar ayuda y compañía para no hacerse cargo sola de todo. Y para mí, era la confesión de que en el fondo, ella me aceptaba.
Nuestras miradas jamás abandonaron al otro, y permanecimos observándonos por un tiempo que se escurrió como el líquido. De pronto el instante de privacidad de quebró y fue como si hubiésemos sido descubierto haciendo algo aberrante. Torpes e indeciso, miramos al frente, hacia una Claire que no sabía cómo expresar que se iría con un chico en vez de irse con su hermana a su casa. No sabía quién estaba más aterrado, si Claire por la respuesta de Izzie o Christian por mi reacción.
Cómo si acaso pudiésemos dar el ejemplo de algo...
— Nos vemos hermanita, nos vemos primo —exclamó Claire, caminando torpemente con sus zapatos de tacón alto. Nosotros los saludamos en silencio, viéndolos escapar con una sonrisa traviesa.
— ¿Qué piensas? —pregunté, al verla tan silenciosa.
— Si le hace daño, le haré daño —comentó, intimidantemente. Y no dudé ni un segundo que no fuese capaz de cumplir con su promesa.
— ¡Esa es mi chica! —exclamé poniéndome de pie, y le tendí la mano— ¿Qué te parece si nos vamos a desayunar así organizamos nuestras tácticas para mañana? —pregunté, ladeando mi cabeza.
— ¿Qué hay con Seth? —preguntó.
— En cuanto le digamos que vamos a comer, nos sigue y en el camino se duerme así que lo llevamos a su casa —respondí. Ella no dudó y asintió, lo que me sorprendió y me alegró.
Sonreí y enlacé mi mano con la de ella para escaparnos de allí, porque como dije, no puedo desperdiciar ciertas oportunidades. Mucho menos con Isobel.
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