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.Capítulo 7.

|IZZIE|

Se había desatado una tormenta afuera, y también dentro de mí. Hasta ahora nunca había cuestionado mis acciones y actitudes de forma tan sincera. Quizás, porque aún creía que era la vieja Izzie, aunque perdurara escondida en las profundidades de un abismo. Había algo dualista y contradictorio en la antigua yo; por un lado, la percibía demasiado furiosa con el mundo sin detenerse a vivir ese momento porque lo desplazaba hacia el futuro, y por el otro, esa Isobel era más sincera con ella misma, más esperanzadora con el mañana y llena de sueños que esperaba concretar.

La Isobel de ahora, iba camino a ser una amargada. Lo peor de saberlo, es no hacer nada para evitarlo.

— ¿Estás bien? —me preguntó Darien, mirándome desde lejos, en la cocina.

— Si —le aseguré, sintiéndome cómoda estando limpia y con ropa seca.

Al parecer, Darien había planeado esto cuidadosamente. Tanto, que él se había traído ropa, y ahora entendía porque insistió en que llevara algo más por si acaso se nos ocurría salir a algún lado. En el fondo de mi conciencia estaba la ligera sospecha, pero no la reconocí. Pero es que él era un buen embaucador, y yo era buena engañándome a mí misma.

Caminé alrededor de la sala. No podía dejar de pensar en las contadas vacaciones que pasé en aquel lugar. Había sido tan feliz en este sitio, que mi corazón no sabía si estar triste por lo que fue, o feliz por estar de nuevo allí. Recorrí con mis dedos las imágenes de los cuadros; en ellos había preciosas fotografías de distintas partes del mundo. Un mundo que moría por conocer. La decoración siempre había sido cuidada y armoniosa, dando un sentimiento acogedor y hogareño.

El silencio se rompió con la música. Y sentí una presión en mi mano. Darien tiró de mí hacia el centro de la sala, obligándome a girar para luego acercarme a él. Había estado tan concentrada en mis recuerdos que no reparé en el momento que Darien dejó de cocinar, y se acercó para que bailara con él.

— Deja de verte tan triste que me haces sentir culpable —me susurró al oído. Respiré hondo para calmar el efecto de su cercanía. La sensación de su mano recorrer mi cintura me erizaba la piel.

— No estoy triste —le dije, sin poder evitar jugar con su pelo suave y desordenado—, solo estoy pensativa. ¿Recuerdas la vez que acampamos en el patio? —le pregunté.

Aquella noche había sido una de las mejores. Claire, él y yo, pasamos toda la noche contando historias de terror, chistes y segmentos de películas, mientras comíamos de todo tipo de cosas. El tiempo se había evaporado, y cuando prestamos atención, ya era casi de día y debíamos dormir.

— Esa fue una gran noche —asintió en voz profunda—. Pero sin dudas mi mejor noche ocurrió en nuestro primer verano, el día de la pelea por ya sabes quién —murmuró. Me alejé apenas para mirarlo confundida, y lo encontré sonriendo.

Pensé y pensé, y de pronto recordé.

"Ya sabes quién" no era otra que Fleur, la ex novia de Darien de 1 mes de duración. Ella había sido la causa de nuestra pelea porque me encontraba en la travesía por descubrir un celular móvil, llegué a los contactos y me encontré con ese nombre.

¿Quién es Fluer? ¿Y qué clase de nombre es ese? —pregunté en ese momento. Él me miró venenosamente, y me quitó el móvil hurañamente.

No es nadie —me había dicho, y todo habría quedado ahí si no fuese porque a la tarde de ese día, él me vio coqueteando con un músico. Si es que se puede decir coquetear.

Estaba cansada de que intentara meterse en mis cosas, así que lo enfrenté preguntándole quien era ella. Él sacó su faceta de drama queen, ofendiéndose conmigo y estuvimos sin hablarnos hasta la noche. Hoy en día, ni siquiera sé como dejé de lado mi orgullo para acercarme a él en el patio de esa misma casa mientras los demás estaban aún sentados alrededor de la mesa.

Quería pedirte disculpas por lo de hoy —le dije, con mi orgullo retorciéndose de dolor. Como cada vez que intentaba ser sincera y mostrarme tal cual era, esa vez fui torpe y hasta tartamudeé—. Ya comprendí que no te hace bien hablar de ya sabes quién, así que no voy a nombrarla de nuevo —le prometí.

Él tardó en mirarme. Frío y distante, así había estado ese día, y pese a que era lo que deseé desde que lo conocí, no me agradaba para nada.

Eso sí —comenté después—, si me provocas puede que use lo de decir su nombre en tu contra —sentencié, intentando ser graciosa. Ni siquiera sé porque intenté bromear, porque soy un asco, pero cuando vi una sutil sonrisa me vi aliviada. Sus ojos se posaron en mí con la misma intensidad de siempre.

Estás perdonada, pero solo con una condición —dijo, sonando sombrío—. Dame un beso y serás perdonada —proclamó como si acabara de hacer un descubrimiento científico.

Yo dudé, y antes de que él dijera algo más le di un beso en la mejilla. Él me llamó malvada, con justa razón pero él nunca lo había aclarado. En solo un instante, él volvió a ser el Darien de siempre y nunca creí alegrarme de eso. Y luego, ocurrió el primer momento de empatía con él porque nunca creí que tuviese sentimientos:

Ella fue lo más parecido a una amiga que tuve hasta que fuimos novios. Duramos un mes, y ni siquiera me di cuenta el momento en que ella se distanció de mí. Rompió conmigo, dejándome sin los amigos que conocí a través de ella, y después me enteré que estaba en otra relación. Me sentí un idiota, esperanzado por alguien a quien creí que le importaba más —me explicó.

Mi corazón se ablando un poco más, e incluso me dio ganas de abrazarlo, pero solo le di unas palmadas en la espalda junto a las mejores palabras de ánimo. Yo sabía lo que era pasar eso. No por mí, sino por Claire, y me dolía verla sufrir así.

Ya habiendo hecho las paces, él y yo decidimos volver. Caminábamos a través del patio hacia la casa, en el momento en que él agarró mi brazo y me arrinconó contra la pared. Sus labios entraron en contacto con los míos antes de que me diera cuenta, y él evitó que me escapara posando sus manos a cada lado mío, contra la pared. Con un beso de él, nunca esperé la energía pasional que me recorrió, flotando entre ambos. A mí me sorprendió que me besara, y a él le sorprendió que yo le correspondiera. Pero es que mi mente entró en crisis energética y las órdenes de mi cerebro para alejarme no eran oídas.

Sin pensar en nada de lo que ocurrió, él comenzó a besarme con más profundidad y fuerza, y yo me dejé llevar porque nunca me había sentido así. Mis manos se movieron involuntariamente por su pelo, porque nunca reconocería lo contrario. El aire se envició con la tensión liberada, los gemidos y reproches. Comenzaba a percibir mi cuerpo entumecido hasta que él se alejó de manera tan brusca como todo comenzó, y quedé boquiabierta.

¿Qué mierda fue eso? —pregunté en un suave susurro. Darien sonrió como si acabara de hacer la mejor travesura de su vida; sus ojos brillaban tanto que podían iluminar esa noche oscura.

Ahora estas oficialmente perdonada —me dijo, tocando sus carnosos labios rojos. Yo lo miré horrorizada y ofendida, sin poder creer que él me había besado, y más aún que lo había disfrutado.

Cretino —le gruñí antes de dejarlo allí. Y antes de entrar a la casa, oí su risa perseguirme.

Parpadeé volviendo a la actualidad, y enrojecí al recordarlo. Darien rió ante mi expresión, así que oculté mi rostro en el hueco de su cuello.

— Cretino —le dije. Su risa de minimizó, y deslizó su brazo aún más firme sobre mí. Estábamos prácticamente pegados; mi cuerpo revivía y dolía al mismo tiempo por esta cercanía.

Permanecimos bailando así por un tiempo. Ni siquiera íbamos en ritmo, y bailábamos en partes donde la música se había detenido, pero qué más daba. Estando juntos nada importaba, el mundo dejaba de existir y podía venir el apocalipsis que quizás no nos enterábamos. Nuestra amistad era extraña e indescifrable, quizás porque hacíamos cosas de las que nunca hablábamos.

— Darien —susurré. Él hizo un suave sonido que acepté como respuesta—. ¿Ese olor es la comida quemándose? —inquirí.

Él se detuvo precipitadamente, con rostro afligido. Sus grandes ojos demostraban su olvido.

— ¡Mierda! —exclamó, corriendo hacia la cocina.

......

La cena había salido bien, y el episodio del olor a comida quemada fue solo una falsa alarma. Tras eso, deambulamos por la casa hasta que decidimos irnos a dormir. Él ocupó su antigua habitación, y yo la habitación que tantas veces usé para dormir. Nuestras habitaciones estaban una frente a la otra. La única diferencia con las anteriores veces es que esta vez dormiría sola en un lugar grande y demasiado oscuro de noche.

Pero intenté verme desafectada ante el temor que me daba dormir allí. Tenía 23 años, y se suponía que no debía tener miedo a nada. Lamentablemente, esa no era la realidad. Eran cerca de la una de la madrugada, y estaba completamente paranoica ante cualquier ruido que escuchaba. No ayudaba en nada que la casa estuviese cerca de una calle muy transitada, y todo se magnificada en el transcurso de las horas.

Maldita sea, estaba muerta de miedo. Me encontraba acurrucada en posición fetal, tapada hasta la cabeza como si eso pudiese ayudar.

— Darien —grité, tras no oírlo roncar—. Darien —insistí.

— ¿Qué? —oí su voz dormida.

— Estoy escuchando ruidos raros —respondí, mirando la habitación a través de un pequeño agujero. En serio, podría jurar que había algún duende o fantasma en ese sitio.

Silencio, sin ninguna respuesta de Darien. Dudé si me escuchó, hasta que lo vi caminar dentro de la habitación, arrastrando sus pies con los ojos cerrados. Abrí la boca para explicarle lo que oído, pero él me movió las sabanas y se metió dentro.

— ¿Qué haces? —pregunté.

— Shhh, no seas paranoica, no hay nada —susurró, acomodándose a mi lado—. Ahora cállate y duerme —insistió, suspirando profundamente y encogiéndose cómodamente a mi lado.

Parpadeé anonadada, incrédula de lo que acababa de ocurrir. Esperé por si acaso él decía algo, pero solo lo oí respirar lento y murmurar dormido cosas sin sentido.Permanecí quieta por demás, contemplando a Darien dormir hasta que me tranquilicé,y cerré los ojos para entrar en un profundo sueño.    

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