.Capítulo 36.
|IZZIE|
Diez años más tarde.
La mayoría de los invitados ya estaban presentes, aunque faltaba el más importante. Me veía tranquila y despreocupada pero las personas que más me conocían realmente notaban cuan inquieta estaba. Claire y Mel me supervisaban bajo su sagaz mirada, con una sonrisa burlona y comentarios sarcásticos.
Les diría algo pero era pelear la misma batalla de todos los años. Según ellas, algún día me acostumbraría pero dudaba seriamente que eso fuese posible.
No me molestaba sentirme invadida por tantas personas en mi casa, al contrario, se sentía bien. Me gustaba hacer sentir bien a las personas así que quería que todo fuese perfecto para ellos y no tanto para mí. Con los años, había aprendido a conformarme con poco. O eso intentaba.
La mayoría estaban en el patio bajo el magnífico día, y un gran número de los presentes eran niños que corrían de un lado a otro. Con cada minuto que pasaba, estaba más segura que esos niños se estaban multiplicando de alguna forma. Estaba pendiente de todos ellos por miedo a algún accidente, y no me tranquilizaba que Christian, Jesse, Daryl y Seth estuviesen ahí.
La última vez, el único que terminó en el hospital fue Christian por intentar hacerse el fuerte y desafiante con los niños. A veces dudaba de su edad mental...
Mi madre se encontraba conversando con Grace y Susana, quien se había transformado en la nueva esposa de mi padre. Después de tantos años de noviazgo y tras poder controlarlo para transformarlo en lo mejor que podía llegar a ser, él le propuso matrimonio. Ese día no sabíamos si estaban más felices mi papá y ella o Abbie y yo.
Ya no me resultaba extraño ver a Susana y a mi mamá hablar. Al principio había sido un tanto incomodo pero Susana tenía una personalidad que hacía fácil poder llevarse bien con ella. Lo usual ahora era intentar separarlas para que dejaran de bromear acerca de él, quien se refugiaba en la persona que consideró enemigo por años: Henry.
¿Quién hubiese dicho que Janis Novak y Henry Amell pudiesen llevarse bien? Nadie...
Apartados de las mujeres, mi papá, Henry y Tim hablaban acerca de deportes, y no podían omitir hablar del bascketball que era el deporte que Jesse practicaba a veces, cuando su trabajo se lo permitía.
Al ver a mis hermanos me daba cuenta del paso del tiempo. Jesse tenía 27 años, y a pesar del tono del pelo y los rulos, cada día me recordaba a Darien. Y Abbie hacía poco tiempo había cumplido sus 25 años, estaba recién graduada con una licenciatura en economía y era la mezcla entre Claire y yo. Aún no sabíamos cómo eso había ocurrido, pero con Claire cada vez encontrábamos algo de nosotros en ella.
En serio, ¿cómo era que en un momento tenías 17 y al siguiente 38 años?
— ¡Mamá! Noah y Sonia se están peleando. No puedo separarlos —oí una voz que se filtró entre nosotras en la cocina.
Los ojos de Claire, Mel y míos se dirigieron a la niña de 12 años con vestido azul y zapatos negros; ella tenía el cabello castaño claro que terminaba en ligeras ondulaciones y ojos celestes pálidos brillantes. Sus rasgos delicados eran como los de su madre, y solo se diferenciaba de ella por la tonalidad de su mirada.
Lydia Cooper era todo lo que Claire era a su edad, y mucho más. Su aspecto era cuidado y clásico, había un aire intelectual en sus modismos y nunca podía faltarle un libro para distraerse del caos que eran sus hermanos menores.
— ¿Y tu padre qué hace? —preguntó Claire mientras ojeaba una revista de modas. Ni siquiera sabía cómo la había conseguido, porque las había guardado y no recordaba dónde estaban.
— Él se está riendo con el tío Jesse de un nene que casi se cae —respondió casi indignada. Mel y yo nos miramos a punto de explotar de la risa pero nos contuvimos ante la mirada glacial de Claire y Lydia sobre nosotras.
A Lydia se le sumó un chico que casi tenía su edad; él era mediano, de piel tostada con el cabello rebelde y ondulado tan oscuro como sus ojos. Tobías era la imagen exacta de Alain de niño y no se podía negar su vínculo.
— Ly, ya dejaron de pelearse —dijo austeramente, hablándole a mi sobrina. Ella se giró hacia él con intriga y curiosidad, y Tobías solo le dio una pequeña sonrisita—. Tengo mis técnicas —agregó y pude percibir a Mel festejar ante las cualidades de mando de su hijo.
Ese niño era el orgullo de sus padres: Mel, Daphne y Alain.
— Genial, ahora váyanse. Los grandes tenemos temas de adultos que hablar —comentó Mel, guiñándole un ojo a su hijo quien se ruborizó y le insistió a Lydia para irse. Esperamos con Claire la conversación de adultos pero ella solo se encogió de hombros—. Solo quería que se alejaran —admitió.
Claire puso los ojos en blanco manteniendo una sonrisa, y Mel afino sus ojos sobre mí.
— Teniendo tantos días, ¿Por qué a Darien se le ocurre viajar a Paris en estas fechas? —inquirió Mel.
— Porque es tonto —respondió una cantarina voz tras mi espalda.
Me giré para ver la silueta de una joven alta con curvas, cabello largo negro, y grandes ojos color ámbar. Estaba acostumbrada a ver a Abbie, pero para quienes no, siempre se sorprendían del parecido físico que había entre ella y yo. Se veía como yo a su edad, pero con más curvas y diferente tono de pelo.
Le hice una expresión burlona y ella sonrió con arrogancia caminando hacia mí para enlazar su brazo con el mío.
— Necesitaba presenciar esa reunión por el bien de la empresa, pero ya debe estar por llegar —admití revisando mi reloj por décima vez.
Deseaba verlo. Habíamos estado separados por unos pocos días pero se hacía difícil la distancia, cualquiera que fuese. El recordar que por años estuvimos lejos me daba melancolía y tristeza. Y aunque el tiempo perdido nunca lo recuperaríamos, haríamos cualquier cosa para no perder más nada.
Abbie, Claire y Mel comenzaron a hablar, pero no estaba con ánimo para seguir con el tema. Así que me alejé un poco, internándome en el interior de mi casa; era cálida y luminosa, era el hogar que habíamos creado y era lo mejor del mundo para nosotros. Una de las paredes de la sala estaban repletas de mis fotografías: casamientos, cumpleaños, navidades, todo tipo de momento.
Era nuestra historia a través de los años, y estaba orgullosa de cada momento, a pesar de todo. Habíamos logrado más de lo que nos propusimos y la vida con sorprendió con nuevas cosas.
— Mamá, mamá —se oyeron otro coro de voces. Habría pensado que eran para Claire o Mel, si no fuese porque reconocí las voces a medida se acercaban—. Llegó papá —la voz de Zoey hizo eco, y luego apareció ella con su hermano.
— Y vino el tío Alain —exclamó Urian con total felicidad.
Sonreí al verlos correr hacia mí.
Zoey y Urian eran mis pequeños bebés. Cumplían 8 años ese día pero siempre serian mis pequeños bebés. Eran lo mejor que me pasó, y nunca creí amar a alguien más que a Darien, hasta que los conocí. Ellos me enseñaron cosas que nadie más pudo y me desafiaban día a día a mejorar. Quería ser la mejor para ellos y para mí, y nunca me alcanzarían las palabras y los actos para agradecerles todo lo que me daban.
Eran tan revoltosos y chillones como todos, aunque Urian era más tranquilo. Zoey era como un torbellino que desordenaba todo a su paso. Ambos poseían el cabello rubio oscuro y la penetrante mirada de ojos grises de Darien, pero mientras los rasgos de Zoey se parecen a los míos, lo de Urian se asemejan a su padre.
— ¡Llegó el rey de la casa! —la voz de Darien resonó desde el garaje hasta la sala. Los ojos de los mellizos se abrieron con excitación y con un grito corrieron hacia él para abrazarlo, y yo permanecí contemplando al hombre que amaba.
Darien se agachó para abrazar a sus hijos y besarlos con cariño, jugando con ellos y haciéndolos gritar de la alegría. Él continuaba siendo igual de hermoso para mí. Que estuviese en vía de cumplir 40 no le restaba nada, y solo a él le trastornada el paso de la edad. A mí cada día me gustaba más con su cabello ocre, y sus ojos dispares, que ninguno de sus hijos heredó, continuaban siendo tan sagaces como burlones como siempre. Y debía admitir que los años le sentaban mejor, como al buen vino.
Y qué decir del traje que llevaba puesto. Uno de los mejores beneficios de la empresa que Alain y él fundaron era la formalidad de sus prendas. Quedaba elegante y siniestro, aunque no fuese ninguna de las dos cosas en la vida real.
Sonreía ante su mirada sobre mi cuerpo, y se deshizo de los niños del modo más rápido, para venir directo a mí. Las palabras no eran necesarias así que solo fue hacia mi boca, besándome con profundidad y una pisca de brusquedad. Me apretó contra su cuerpo y yo enterré mis dedos entre su pelo, sintiendo el calor elevarse entre los dos.
La distancia, las llamadas telefónicas y las fantasías hacían estragos una vez nos juntábamos. Nos hubiese encantado seguir pero lamentablemente, estábamos en una situación complicada.
— Ahora que llegaste vamos a poder cortar la torta y apagar las velas, ¿Sabes lo que es soportar a mi madre pidiendo torta? —Pregunté, mientras él besaba mi cuello—. Ouch, deja de enterrar los dientes Dracula.
Su risa profunda hizo que mi cuerpo se ablandara y mi serenidad se disolviera. Volví a besarlo, moviendo sus labios mientras él me arrinconaba contra la pared.
— Que tal si los dejamos solos y nosotros... —comenzó a decir.
— No —respondí, haciendo un gran esfuerzo por alejarme de sus labios.
— ¿Por qué? —preguntó, haciendo un mohín con sus labios y ladeando su cabeza. Maldito sea, ¿Era necesario usar esa técnica en ese momento?
— Hay personas, y sabes que si no estamos con ellos, tu padre va a comenzar a cantar para todos. ¿Quieres eso? —pregunté amenazante. Él pareció meditarlo, algo que no era nada bueno—. La respuesta es no. Ahora ve a refrescarte y vuelve a la fiesta. Cuida ese traje, hay planes para ti esta noche —comenté guiñándole un ojo, le di un beso en el hueco de su cuello y me zafé de su agarre.
— ¿En serio? ¿Vas a dejarme así? —Preguntó ofendido, y yo asentí simulando pesar—. Eres cruel, Novak —murmuró, con una suave sonrisa torcida mientras se iba hacia nuestra habitación.
Cuando se fue, permanecí mirando la nada con una sonrisa. Los años nos habían pasado pero seguíamos siendo los mismos. Y cuando decía eso, me refería prácticamente a todos.
Estaba anocheciendo y quedaban pocas personas en la fiesta. Nuestros padres y los niños se habían ido, y solo quedaban los amigos. Los menores de edad se dividían entre los que dormían y jugaban la playstation.
Todos estábamos sentados alrededor de una improvisada fogata; algunos tomaban café o té y otros, una cerveza. Daphne y Seth conversaban acerca de la vida en Bahía Azul donde él vivía y sobre conocidos en común de su vida en la Universidad. Momentos como esos, uno se daba cuenta que el mundo era más pequeño de lo que parecía.
Los años a Seth lo habían madurado y la vida lo había golpeado como a todos, pero por lo menos ahora tenía una vida mejor en Bahía Azul. Se lo veía feliz y optimista, y me agradaba saber que a pesar de todo continuaba siendo amigo de Darien. Él, Alain y Christian eran sus más cercanos amigos.
— Trajimos unos contratos para que después vean —le dijo Alain a Mel; su español había mejorado consideradamente, pero su acento siempre era evidente y alguna que otra palabra en francés se inmiscuía en las conversaciones.
Él se había quitado su saco, y volvía a tener su usual apariencia despreocupada con el pelo revoltoso y la camisa arremangada. Los años endurecieron su rostro y oscurecieron su mirada, pero seguía siendo atractivo, sobre todo para jóvenes a las que les gustaban hombres más maduros y que no buscaban compromisos como él.
Parecía tener una vida feliz, aunque no tenía la suficiente confianza para hablar de sentimientos con él como para confirmarlo. Su grado de compromiso en la amistad que tenía con Mel ablandaba mi corazón, y le estaría agradecida siempre ante el regalo de vida que le dio a mi amiga.
Lo veía a él cuidando protectoramente de Tobías, quien dormía sobre su regazo mientras Mel y Daphne estaban tranquilas sabiendo que estaba en buenas manos. Al verlos, sentía orgullo y satisfacción; no era sencillo criar a un niño, mucho menos cuando tres diferentes personalidades lo educaban, pero estaban haciendo un maravilloso trabajo.
Tras el comentario de Alain, Mel me miró a mí como si necesitara mi aprobación aunque no era necesario. Ella, Steve y yo teníamos un humilde estudio donde el trabajo no nos faltaba, y entre nuestros clientes, se encontraban Alain y Darien con su agencia de publicidad.
— ¿Es necesario hablar del trabajo ahora? —inquirió Darien en tono infantil y mucho reproche en su tono de voz. Mel y Alain lo miraron con frialdad pero Darien podía sobrevivir al veneno de sus miradas.
— Sabes Mel —murmuró Alain cambiando de tono de voz—, cuando íbamos a la reunión Darien se tropezó y se tiró encima el café. Comenzó a gritar como cuando se hizo el segundo tatuaje; la vez que lo grabé y lo mande a todos —agregó sin quitar sus ojos de un Darien que lo miraba iracundo mientras se oían las risas de fondo.
Como estaba sentada sobre él, intenté luchar por no reír pero solo pude tapar mi cara con mis manos y refugiarme en el hueco de su cuello. Ya era la segunda vez que me reía por ese incidente, pero no podía aguantar la carcajada al recordar el audio.
Eso había sido lo más vergonzoso y divertido que tuve que oír. Bueno, así era para todos menos para él aunque una vez me admitió que se rió de sí mismo por eso.
— ¿Tú le contaste a Mel esa vez que te confundieron con el padre de tu cita? —preguntó Darien desafiante. Un coro de silbidos nos rodeó y oí a Claire reprender a Christian mientras la risa de Jesse explotó en el aire.
Mel y Darien comenzaron a discutir cosas sin sentidos en el afán de ganar la batalla, mientras Alain agregaba comentarios maliciosos solo para que ambos siguieran sacándose chispas.
— Isobel, ¿Vas a dejar que este ser sin alma me ofenda? —preguntó Darien con tono acusador apuntando a Mel, quien lo mirada sarcásticamente.
— ¿En serio? ¿Eres tan patético que no puedes defenderte solo? —inquirió ella con cinismo.
Mis ojos se posaron en ambos. Ya estaba resignada de que pudiesen tener una conversación decente aunque no podía negar que en el transcurso de los años las tuvieron. Eran tan chiquilines como cuando se conocieron, con las bromas y chicanas yendo de un lado a otro. Hasta sus hijos eran más centrados con ellos en las discusiones, pero la relación de ellos dos había pasado a ser el centro de entretenimiento del resto.
— Cállense ambos y concéntrense en sus bebidas —les recomendé restándoles importancia, y no me importaba las miradas molestas que me estaban dando.
— Aún tengo esperanzas de que algún día puedan ser normales —susurró Claire con tono meditabundo. La miré con una sonrisa irónica y ella se encogió de hombros.
Ella seguía siendo tan bondadosa y esperanzadora como cuando nos conocimos alrededor de los 11 años. Aún en momentos malos ella no perdía la calma y le daba a los demás la tranquilidad que necesitaban. Por años me costó dejar de sobreprotegerla, pero cuando lo hice, me di cuenta lo fuerte y suficiente que era por sí misma. Era capaz de sostenerse a sí misma y a los demás, y nunca olvidaría que mis momentos más dolorosos los viví con ella.
Claire era más que mi amiga, era mi hermana y nadie podía decir lo contrario porque no había lazos de sangre y genética que dieran aquel tipo de relación.
Le estaría agradecida siempre, y me encantaba verla realizada. Recordaba los momentos de conversaciones profundas en las que me decía cuanto quería una familia numerosa y poder vivir con sus hijos lo que su madre no pudo hacer. Hoy en día podía decir que lo había logrado y nadie estaba más orgulloso de ella que su padre Henry.
— Eso no va a suceder nunca, amor —le dijo Christian, rodeándola con su brazo para atraerla a él; él continuaba teniendo un cuerpo grande que inspiraba temor en quienes no lo conocían, y Claire a su lado, siempre se veía pequeña.
Claire le sonrió besándolo brevemente.
— Algún día ustedes van a necesitar de nosotros y le vamos a decir que se busquen otros que sean normales —reclamó Mel apuntándonos a Claire, Chris y a mí, y fue una de las primeras veces en que Darien estuvo de acuerdo con ella.
Chris se rió divertido y ella habría seguido luchando de no ser por Daphne que intervino antes de que sea tarde.
— Mel, cielo, te quiero pero guarda esa energía para mañana cuando recibas a tus clientes —murmuró Daphne, peinándole el pelo para calmarla. Ella quedó en silencio con la promesa de venganza en la mirada y con una sonrisa inocente que nadie creía.
— Se han salvado de mi ira por ella —susurró maliciosamente.
— Izzie, Urian y Zoey se durmieron —me dijo Abbie acercándose a nosotros, y estaba por pararme cuando me detuvo—. Yo lo hago solo vine a buscar ayuda. Vamos Amell, muévete —exigió.
Los tres Amell se giraron a ella; confusión, curiosidad e indignación cruzaron por sus miradas hasta que se dieron cuenta hasta quien se dirigía y esa persona rechistó decepcionado de tener que moverse.
— Abbie, no soy tu esclavo —le gritó Jesse con un poco de molestia, y ella solo tuvo que afinar sus ojos y ladear su cabeza con aire desafiante para que él se parara.
— Felpudo —dijo Seth mientras tosía falsamente. Jesse se giró hacia el grupo con expresión amenazante y apuntó a Seth suavemente. Abrió la boca para decir algo pero las palabras quedaron en su boca.
Abbie lo esperó pacientemente. Ella le sacudió el pelo con diversión cuando se unió a ella y él comenzó a hacerle cosquillas en el camino hacia el interior.
Aquella extraña amistad se consolidó con el tiempo con bromas y comentarios sarcásticos de por medio. Ninguno de los dos tenían cosas en común pero por lo visto se llevaban bien porque nunca hubo grandes peleas, excepto una vez que me obligaron a decidir a quién elegiría en caso de que mi barco se hundiera.
Aquella pregunta fue tan extraña como la situación, y nunca les respondí. Me resultaba imposible elegir entre mis dos hermanos pequeños.
Para algunos, la amistad de ambos era como mi amistad con Darien. Para otros era completamente diferente, aunque la única que estaba en ese grupo era yo. Y cada reunión era una oportunidad para poner a prueba el estado de esa relación. ¿Eran solo amigos o había algo más?
Las apuestas siempre estaban dando vuelta, pero yo solo quería que si acaso fuera como mi relación con Darien, que no tardaran tanto en darse una oportunidad. Pero no quería intervenir; ambos habían crecido a mi lado y eso significaba que les había llenado la cabeza con experimentar el mundo, descubrirlo y tener sus propios errores. Así que eso pretendía hacer, a no ser que ellos necesitaran de mí. En ese caso siempre estaría para ellos.
— Cien a que están teniendo sexo en este momento —susurró Christian. Claire y yo lo miramos glacialmente mientras que otros se sumaban a la apuesta.
— No pienso entrar a comprobarlo —comentó Darien, lavándose las manos, y todos comenzaron a hablar.
Las risas flotaron en el aire y las anécdotas volvieron a resonar. El viento me traía viejos recuerdos que siempre guardaría, y la melancolía me rodeaba cálidamente. Me encogí bajo los brazos de Darien, mi mejor amigo y mi amor.
Él me ayudó a descubrirme a mí y al mundo. Empujó mis límites y barreras para ser la mejor persona que podía ser. Quebró mi coraza y se metió en un corazón que nunca creyó que podría llegar amar. Y me ayudó a aprender a tener confianza y seguridad.
Ahora era feliz con lo que tenía. Había logrado grandes cosas y sabía que el futuro me deparaba muchos desafíos y más sueños por cumplir. No me quedaría con los brazos cruzados y lucharía, caería pero volvería a levantarme porque tenía donde sostenerme.
Darien me miró con sus profundos ojos y una devastadora sonrisa. Las emociones que despertaba en mí eran fuertes y sanadoras. Era imparable y capaz de cualquier cosa a su lado. Y lo besé porque la vida es corta y no puedo vivir sin sus besos el tiempo suficiente.
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