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.Capítulo 25.

|Isobel|

Aquel día me había agotado pero era lo que necesitaba.

Necesitaba olvidarme de mi vida por unas horas, cambiar de aires y estar con personas que me hicieran bien. ¿Y qué mejor que mis dos hermanas para eso? No pensé que podría haber algo malo hasta que Claire y Abigail comenzaron a complotarse para que hiciéramos lo que ellas querían. Desistí de luchar y simplemente me uní al enemigo; recorrimos tiendas de ropa, nos aislamos de la sociedad durante horas para tratamientos de belleza, leímos revistas de moda y almorzamos comida elegante.

Nos sentíamos parte de Sex and the City, aunque claro, mucho no podíamos asemejarnos siendo que estábamos acompañadas de una rebelde adolescente de 13 años.

Cada día que pasaba con Abbie, me maravillaba de lo increíble que era. Yo a su edad era un tanto inmadura y bastante cascarrabias, en cambio ella está llena de emoción y alegría. Y en algunas temas era más madura que yo. Pero solo en algunos. Abbie es alta para alguien de su edad, con un cuerpo bien formado; gracias a papá Novak compartimos la barbilla fina, los pómulos y el color de ojos ambarinos. Y de parte de su madre, sus rasgos eran más acentuados y su cabello castaño claro caía lacio sobre su espalda.

— Se han peleado todo el día —dijo Claire, exagerando un poco. El día de chicas había terminado y solo queríamos llegar a la casa para tomarnos un descanso del día de descanso.

Claire había aprovechado aquel día para cortar su largo y castaño cabello hasta encima de sus hombros. Solo habían pasado horas y ya comenzaba a volverse molesta de tanto mirarse en los reflejos de las cosas. Se veía bien, más estilizada y elegante, pero podíamos decírselo cien veces que ella necesitaría confirmar su aspecto con una revisión en el espejo.

— La culpa la tiene ella —se quejó Abbie, elevando su tono indignante—, no me quiso llevar a ese lugar. ¿Qué le molestaba hacerse pasar por mi mamá? Si casi tienen la misma edad —agregó la desubicada.

Sentí una punzada de ira atravesarme bruscamente, y la miré con horror intentando no sentir el rencor envenenando mi alma. Abbie solo se había encaprichado con ir a un casino siendo que no podía, y que me comparara con su madre era el peor comentario que podía hacerme. Y ella lo sabía.

— Vuelves a decir que puedo ser tu madre y te corto la lengua, Abigail Novak. ¿Entendido? —le dije elevando mi voz, aunque mi voz era tan resonando y fina que poco temor podía darle.

Y si algo había que reconocer en Abbie, era que había logrado meterse en mi corazón como nadie lo hizo. O tal vez sí pero ese tema era del pasado.

O eso creí, hasta que vi a la razón de mi tormento allí sentado junto a Christian.

Sentí toda la sangre abandonar mi rostro y la habitación giró vertiginosamente a mi alrededor, mientras Darien se había convertido en el eje de la tierra. Me resultaba poco creíble verlo allí. Vestía un jean y una camisa, dándole un toque más maduro a su apariencia. Su pelo castaño ocre estaba bien peinado hacia atrás, y una suave barba ocupaba su mandíbula. Sus ojos se oscurecieron bajo sus pobladas cejas, y sentí mi boca secarse completamente cuanto más tiempo ocupaba mirándome.

Se veía hermoso. Dolorosamente hermoso. Tanto que mi corazón se retorció en su propia miseria y luché por mostrarme serena. Alejando el dolor de la superficie y enterrándolo en lo más profundo de mi alma, dónde se encontraban recuerdos que quería olvidar. Recuerdos que me torturaban noche tras noche.

— Darien, qué alegría verte. ¿Qué haces aquí? —exclamó Claire a mi lado. Ella tardó menos tiempo en reaccionar a su presencia pero podía vislumbrar en su tono de voz, que también había sido tomada de sorpresa.

Ella fue hacia su primo para abrazarlo, pero él seguía manteniendo sus ojos en mí. Y luché conmigo misma para romper aquella conexión que me estaba haciendo doler.

— Acaso ese no es el chico que fue contigo al... —no dejé a Abbie terminar su pregunta. Puse mi mano sobre su boca y sus grandes ojos ambarinos se posaron en mí con curiosidad. Le hice señas para que mantuviera el silencio.

— Luego te explico —le susurré al oído, cuando me acerqué simulando que le quitaba algo del rostro. Ella asintió dócilmente y le sonreí como agradecimiento.

Respiré hondo y me dije a mí misma que debía ser fuerte, por lo menos hasta que me hubiese ido de allí. E hice lo que creía más correcto, ir hacia él para saludarlo.

— Buenas, Isobel Novak —dijo él, respirando hondo, en el instante en que estuve frente a él. Parecía que necesitaba tanto coraje como yo para estar junto al otro. Vi el conflicto y el pesar en su mirada, e intenté ser lo más objetiva posible. Y su cuerpo se veía torpe, sin saber cómo actuar.

— Darien Amell, ¿Acaso te perdiste que estás en Clemencia? —pregunté. A pesar de que no quería mostrarme molesta, no pude evitar que aquella pregunta sonara con saña.

Él me sonrió. Una sonrisa triste que me hizo sentir un poco culpable. Solo un poco.

— No hay mejor lugar para encontrarse que el hogar —respondió. Intenté no ver mensajes subliminales en eso, solo le sonreí y le di un breve abrazo que intentaba no ser incomodo con las miradas de Claire y Christian sobre nosotros—. Ella es Abigail, ¿no? —inquirió él, tras verse un tanto perdido.

Sonreí al mirar a mi hermana y ella se acercó a mi lado. Le desordené su castaño pelo solo para oírla quejarse y se apresuró a saludar a Darien.

— Puedes llamarme Abbie, todos lo hacen —explicó ella con cierto aire arrogante, sonriéndole con simpatía y estirando su mano. Darien me miró de reojo y solo pude encogerme de hombros, ya acostumbrada a sus peculiaridades.

Él le sonrió con encanto y mirada soberbia. Haciéndome retorcer y fascinando a mi hermana. Con una ligera reverencia besó el dorso de su mano y le dijo un par de halagos en francés. Y antes de que mi hermana colapsara, se alejó sutilmente, siempre teniendo un ojo puesto en mí.

— Eres todo un caballero —susurró mi hermana, con mirada liquida. Puse los ojos en blanco, y la alejé un tanto, dándole una mirada a Darien.

— Gracias, ahora se va a poner insoportable —comenté sin poder evitar sonreír. Abbie estaba tan maravillada con él como aquella vez que lo vio en el cumpleaños de mi padre, y ni siquiera escuchó lo que dije. Lo que es un gran alivio.

— ¿Cómo les fue en su día? —preguntó Chris con curiosidad, teniendo sus brazos alrededor de su esposa de forma cálida y protectora.

— Muy bueno, pero necesitaba llegar a casa para ver a mi pequeña —respondió Claire, haciendo un mohín con sus labios mientras contemplaba a su hija. Chris fingió sentirse herido y ladeó su cabeza hacia ella.

— ¿Y a mí no me extrañaste absolutamente nada? —inquirió. La expresión de ella se llenó de dulzura y lo besó brevemente—. Mucho mejor —admitió Chris para sí mismo, y me guiñó un ojo con complicidad.

— ¿Qué les parece si cenamos todos juntos? —preguntó Claire entusiasmada, aunque me miró en busca de aceptación.

Me hubiese negado pero tras aquel día, quería ver la vida desde un lado más desafiante. Y Abbie tenía ganas de quedarse, así que me dije que debía empezar desde ahora a ser valiente. Y acepté.

*****

— ¿Vas a evitarme toda la noche? —inquirió Darien con cierto tono juguetón, escabulléndose hacia la cocina y ocupando el sitio junto a mí, mientras limpiaba los platos.

Lo miré despectivamente e hice una expresión de desentendimiento.

— Depende —comenté continuando con mi labor—, ¿Vas a seguir mintiéndome a la cara? —pregunté.

— Ouch —exclamó él, sosteniendo su pecho con fingido horror, aunque pude percibir en su tono de voz un poco de realidad—. Pero creo que lo merezco —susurró y volví a mirarlo.

— ¿Solo lo crees? —pregunté. Él entornó sus ojos sobre mí.

Aquello parecía una guerra que ya habíamos luchado. Una guerra que nos remontaba a los inicios de nuestra relación.

Mi pregunta solo hizo que él se irguiera, elevando su elegante porte, mirándome con cinismo y una mueca que no llegaba ser una sonrisa. Sus ojos eran fríos como el hielo, y se cruzó de brazos, erigiendo las murallas que lo separaban del enemigo. O sea yo.

— Así que supongo que sí vas evitarme, pero realmente no debería sorprenderme de una persona que se va de sitios sin despedirse personalmente —comentó sagazmente.

Me detuve lentamente y lo contemplé por un instante. Lo veía enojado además de herido y culpable, algo similar a lo que me recorría. Él esperó mi respuesta y la tuvo de algún modo. Solo levanté el cuchillo que estaba limpiando y le sonreí tiernamente.

— ¿Recuerdas lo que pasó la última vez con uno de estos de éste modo? —pregunté. Su rostro quedó en blanco, teniendo la seguridad que cumpliría mi amenaza y recordando el instante en que intenté romper todas sus remeras de futbol porque él me había jugado una horrible broma.

— No traje mis remeras de colección —comentó, tragando saliva y mirando el filo del cuchillo.

— No hay problema, puedo intentarlo con lo que tienes puesto —advertí, canturreando la amenaza. Él negó mecánicamente y como yo creí, él retrocedió de su postura de guerra.

— Entonces, ¿Qué te trae por aquí? —pregunté cambiando de tema, ya que ninguna de las excusas que dio toda la noche me convencieron.

Él se acomodó contra la mesada y suspiró, bajando las defensas y viéndose preocupado.

— Necesitaba ver a mi madre —reconoció, y dejé de lavar para concentrarme en él por un momento. Mi expresión de desacierto lo hizo mirarme con exasperación y respiré hondo con resignación.

Había veces, que las palabras no eran necesarias para comprendernos.

— Te dije que tu madre estaba bien, no necesitabas venir para confirmarlo —le dije susurrando para que Claire y Chris, si es que volvían de acostar a Lydia, no nos oyeran.

Habíamos hablado el día anterior y lo último que había esperado era que tomara el primer avión para volver a Clemencia.

— No es eso, confíe en tus palabras pero estaba inquieto. Me sentía mal por estar tan lejos y ella aquí teniendo que pasar por eso sola —respondió mirándome con sus ojos tormentosos y líquidos—. Aunque sé que no está sola pero igual, tenía que verla y abrazarla. Ya he perdido muchos años sin estar con ella cuando lo necesitaba —agregó, descendiendo si cabeza y frotando su rostro con sus manos.

El cansancio se dibujaba en cada rasgo, haciendo que mi corazón un poco rencoroso se ablandara.

— Ella va a estar bien, Darien. Tu madre es fuerte, y hay que agradecer que todo fuera diagnosticado temprano—le aseguré, queriendo hacerlo sentir mejor—. Y no te atrevas a decir nada porque nadie sabe de esto, más que yo —susurré.

Él asintió aún abatido, elevando su mirada hacia la mía. Nos miramos por un instante que estuvo repleto de cosas sin decir y de cuentas pendientes. Aquel íntimo momento se rompió cuando Abbie se abrió paso en la cocina para mostrarle a Darien fotos sobre sus amigos y su escuela.

Sentí cierto alivio, y solo pude pensar en cuan diferente estaban las cosas desde la última vez nosotros tres habíamos estaba en el mismo sitio durante el cumpleaños de mi padre. Sobre todo, la diferencia sobre la última vez que Darien y yo estuvimos en el mismo sitio.

El dolor y el recelo se arremolinaron en mi estómago, mezclándose con la perdida y la añoranza de lo que no fue. Terminé de limpiar y acomodar todo, y cerré los ojos para evitar caer derrotada por el pasado que una vez más volvió.

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