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iii

El sábado, a las seis de la mañana, JeongGuk salió de su Sala Común vestido en sus ropas muggle (sudadera negra, joggers de denim y zapatillas enormes) y con la varita en su diestra. Iba con el paso apurado, intentaba meter la varita en el bolsillo de su sudadera pero no podía debido al urgimiento de sus pensamientos. Era una de las pocas semanas libres que Hogwarts daba a sus alumnos, días en los que no tenían que estresarse por al menos una tarea o un mísero informe de algún tipo de planta mortal o alguna bestia por investigar. Y JeongGuk estaba dispuesto a utilizar aquello a su favor, colándose temprano por la mañana más perezosa de la semana en la cancha de Quidditch. 

Cuando pudo salir de los pasillos de piedra, el cielo nublado que se había instalado días atrás le saludó. Gracias a las nubes mismas, el cielo adoptaba un poco de ésa tenue iluminación que hacía sentir cómodo a JeongGuk, y tomando aquella comodidad el chico no dudó en cruzar el el enorme campo de pasto con rocío mañanero. Fue discreto, metiéndose en las inmensidades de la cancha con cierta grandeza que no podía evitar cada vez que se sentía en su elemento.

No tuvo mucho tiempo a seguir dándole vueltas a su gusto, pues tenía que ser un corto momento de felicidad ésa mañana. Ya vería si en Navidad podría tontear más con las escobas, si el clima se lo permitía. Sin más dilación, sus pasos fueron rápidos a los camarines, bordeando la construcción de madera por dentro hasta llegar a la puerta de los mismos. Apuntó la varita y la utilizó para lo único que quería usarla aquella mañana, pero al conjurar el Alohomora el mismo no funcionó: la puerta ya estaba abierta.

¿Quién podría estar adentro? No habían muchos aficionados al Quidditch así como él, dentro de Hogwarts y que conociera, al menos. Acomodó sus enormes gafas con el borde de su mano, y abrió lentamente la puerta de los camarines, que oscuros le devolvieron ésa sensación de incertidumbre. Alcanzó a notar una pequeña mano ser iluminada por el tenue reflejo del sol en las nubes, azul, algunos dirían que incluso casi sin notarse. Pero se permitió entrar a los camarines, y entre las escobas, las bancas y los casilleros con las túnicas de color amarillo y rojo (listas para los dos partidos que seguían en las próximas semanas), distinguió la silueta reconocible de JiMin Park, sentada en la banca y agarrando firmemente la escoba. Podía adivinar que aprovechaba la oscuridad para poner alguna expresión en su cara que no fuera seriedad, pero su tono de voz no le falló en ningún momento.

— Hola.

Simple. Algo tan simple, y entonces, ¿por qué hizo que JeongGuk temblara de pies a cabeza? Incluso no tenía miedo, pero estaba ahí, ése cosquilleo tan particular. JiMin no se movía, parecía igualmente expectante ante los movimientos del Ravenclaw.

— ¿N-no me vas a delatar... no? — preguntó JeongGuk, un reflejo de luz exterior dejándose cautivar por sus gafas. Parpadeó lentamente antes de darse cuenta de lo tonta que era su pregunta y recriminarse por la misma: ¿cómo le iba a delatar sin antes delatarse a sí mismo? Sería cavar su propia tumba. Tragó saliva y negó con la cabeza antes de susurrar un 'olvídalo' suavemente, como si tuviera miedo del contrario. Pero no tenía miedo. Sólo estaba siendo cauteloso, igual que el Slytherin lo estaba siendo. 

— ¿Cómo estás, JeongGuk? — preguntó con gentileza el rubio, levantándose y caminando lentamente hacia el nombrado. Por un momento, JeongGuk alzó la varita, pero luego se dio cuenta de que ahora, con un metro de distancia separándolos y aparentemente cruzando intensas miradas, JiMin le estaba ofreciendo la escoba que sostenía. No supo por qué, pero éso aceleró su corazón de tal forma que se preguntó si realmente no le tenía miedo.

 — U-uh... Bien... — inhaló fuertemente. JiMin asintió con la cabeza, sólo su silueta se lo indicó. El más alto recibió la escoba, y se giró levemente para tomar otra escoba a su lado (una de las once apiladas en orden a su izquierda) y ofrecérsela al Slytherin, mientras guardaba su varita en el bolsillo de su jogger. El mismo tomó el modelo de escoba y se lo agradeció con la palabra saliendo tenuemente de sus labios, entre ronca y sedosa.— ¿Tú?

— Expectante. — fue una respuesta inmediata, como si estuviera esperando desde hacía un buen rato a que se lo preguntaran. JeongGuk ladeó la cabeza, y a juzgar por la nueva respuesta de JiMin, el muchacho entendió que su contrario de Ravenclaw no estaba entendiendo mucho de lo que pasaba.— Expectante a lo que vendrá después de ahora: ¿vienes a volar también, no?

JeongGuk asintió en silencio.

— Suerte de Felix Felicis nos tocó hoy. ¿Gustas?

El más bajo caminó hacia la salida de los camarines, abrió la puerta y JeongGuk pudo ver su silueta ser enmarcada por la primera luz certera del amanecer. Su corazón iba más rápido que el galope de un unicornio, más potente que la llamarada de un dragón. 'La emoción del momento', se dijo a sí mismo, mientras se daba media vuelta y seguía los pasos del Slytherin. El mismo portaba una Nimbus 2001, y JeongGuk tenía en su mano una Flecha Versada, no la misma que tenía la chica Wood, pero sí que el mismo modelo de escoba. Ambas eran extremadamente rápidas, de colores oscuros y con extrañas historias detrás de ellas. ¿Le habría dado JiMin la Flecha Versada por casualidad? No lo sabía, pero era una coincidencia muy extraña para el joven mago.

Ambos se detuvieron en el centro de la enorme cancha, donde las torres blandían en lo alto sus banderas con los colores de las casas de Hogwarts. A sus espaldas, estaría el imponente castillo que era su colegio, pero frente a ellos, un bello paisaje de montañas inexploradas, la frescura de un entorno natural con su viento y sus colores intactos le saludaban con entusiasmo. Las nubes no se disipaban, pero la luz llegaba mejor que antes. 

— No deseo una competencia. Sólo quiero volar tranquilo.

— Somos dos.

JiMin sonrió antes de poner la escoba entre sus piernas y darle una patada al suelo, inmediatamente elevándose sobre la cabeza de JeongGuk con una ligereza entrenada muy particular. Podía ver cómo el suéter ancho blandía tras su espalda como una bandera, cómo sus manos eran cubiertas parcialmente por las mangas de la prenda de ropa gris. Inmediatamente pensó que era tierno, pero se quiso distraer a sí mismo haciendo lo mismo que su compañero. Y así lo hizo, se acomodó sobre la escoba y tras una patada al suelo, voló por los aires siguiendo la estela de vuelo de JiMin.

Subieron rápido de forma vertical, mirando las nubes que parecían inalcanzables. JeongGuk inclinó hacia un lado su escoba, con determinación y talento innato para dirigirse al Lago Negro, JiMin ahora siguiéndole desde un poco más arriba y ambos ciertamente concentrados en demostrar sus habilidades. En silencio absoluto, el Slytherin llegó a la altura de JeongGuk, ahora enfrentándose en espirales y tocando con las puntas de sus dedos la superficie del agua.

Tuvieron que detenerse, pero querían aún adrenalina, y así nuevamente subieron en vertical, agarrándose firmemente de la escoba y comenzando a reír. El primero en soltar la carcajada del día fue JeongGuk, quien se acababa de dar cuenta de que no se había quitado las gafas y ahora no podía sacárselas. Al señalarse las mismas, JiMin le vió y soltó borbotones de su risita prístina, pequeñita, tanto como lo era su sonrisa. El rubio parecía abrazar a la escoba de lo apegado que iba a ella, pero nunca desviaba su rumbo. Y JeongGuk otra vez pensó que era tierno por parte del Slytherin, ¿y éso por qué? No tenía ni idea. Prefirió seguir riéndose de su propio error, cada vez pasando más alto las montañas y las bandadas de pájaros que se les ocurría pasar por el lugar.

— ¡Por las barbas de Merlín! — dijeron al unísono cuando miraron hacia abajo y se descubrieron a mil pies de distancia. Luego, se miraron al mismo tiempo, y parecieron flotar por un momento en el aire, cambiando ambos de dirección hacia abajo. JiMin estiró su mano y le quitó las gafas a JeongGuk, justo antes del momento en que comenzaron a bajar a una velocidad vertiginosa y en picado. Incluso antes de que pudiera decirle algo, ambos ya avanzaban peligrosamente y observaban al agua.

De repente, JiMin agarró fuertemente la mano del Ravenclaw, más con la intención de tomar la escoba que otra cosa. JeongGuk nuevamente miró a su compañero, sintiendo algo extraño en su estómago. No era la adrenalina del momento, ¿o sí? No importaba, a cualquiera le pone nervioso que le tomen la mano con fuerza. Sobre todo cuando la persona en cuestión está a centímetros de distancia, sus narices casi rozándose de no ser por el momento tan poco adecuado. Ambos respiraban el frío aliento de madrugada otoñal, la mano pequeña de JiMin, oh, quién diría que tenía tanta fuerza en ése sitio. Comenzaba a doler, pero le gustaba la suavidad de su piel impoluta y sencilla. Al mirar la mano, se sorprendió de encontrar un lunar en el mismo sitio donde el Ravenclaw tenía uno.

Entonces, con la fuerza de su mano y brazo, JiMin empujó hacia atrás a JeongGuk, y giró sobre su espalda para avanzar por la superficie del lago en dirección a la cancha. El más alto, cegato, repitió instintivamente su movimiento y siguió también el recorrido del de suéter gris. Miró los cordones sueltos de sus zapatillas de género, agitándose al aire de una forma que él no podía distinguir muy bien pero que ahí estaba. Y la luz de amanecer, cada vez más notoria, no ayudaba mucho a distinguir siluetas lejanas a él: con suerte podía ver el palo de su Flecha Versada, pero más allá de éso todo era un caos de sombras y luz. Y qué pánico, pero JiMin avanzaba más lento que antes y miraba hacia atrás en todo momento.

JeongGuk captó que JiMin le estaba guiando de la mejor forma que podía, ya que tenía sus gafas. A pesar de que ya estuvieran llegando a la cancha, y que la velocidad del vuelo fuera disminuyendo, el Ravenclaw no podía dejar de notar la forma en que su corazón parecía ir más y más rápido. La adrenalina no se iba, no disminuía. 

Bordearon en vuelo la cancha de Quidditch, bajando en círculos con seguridad antes de poner sus pies en el pasto. JiMin cayó riendo, con las piernas temblorosas en energía y agarrando las gafas de JeongGuk contra su pecho en todo momento. Sin embargo, el chico caminaba con seguridad sobre el rocío intacto, y al llegar al lado de JiMin, se arrodilló. Estaba acostumbrado a la adrenalina, sí, aunque todavía el rubor de la cara no parecía mermar ni un poco. Lamió sus labios e igualmente rió, deseando permanecer con el precioso momento (¿o muchacho?) para siempre.

— ¿Vas bien?

— S-sí. — respondió entre risitas JiMin, luego mirando a JeongGuk a los ojos y cubriendo su sonrisa con el reverso de su mano. La contraria extendió hacia el Ravenclaw sus gafas, quien las recibió con gusto. No sabía por qué, pero ver las mejillas sonrosadas y brillantes del chico, levantadas en ésa sonrisa que hacía sus ojos medialunas, le llenaba el pecho de más emociones agradables. Y podía adivinar que el contrario sentía algo similar, puesto que la forma en que le miraba no era algo simple, algo fácil de descifrar. 

JeongGuk se puso las gafas justo al momento de escuchar a la lejanía voces. Y éso le alarmó, ahora le tocó a él tirar del brazo de JiMin para levantarle en un apuro muy grande y salir corriendo. A medio camino, JeongGuk conjuró un Accio escobas muy bien hecho, y cuando ambos estuvieron en la puerta de los camarines, recibieron los artefactos deportivos sin titubeos. Cerraron de un portazo el sitio y corrieron al fondo de los camarines, detrás de los lavabos y las duchas.

Ambos chicos rieron en silencio y cubriendo sus bocas en todo momento. Nuevamente no se veían con claridad, pero también un único metro de distancia era lo que les separaba. 

— Jamás te había visto sonreír; te queda bien, Park,

— Si es así, prometo hacerlo más.

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