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• 9. La tercera carta •

El miércoles por la mañana Olivia caminó por los pasillos como si estuviera ocultando el mayor secreto del mundo. Sus pasos eran rápidos y se escondía detrás de un muro cada vez que veía una silueta similar a la que tanto temía. Algunos de los alumnos que estaban cerca la veían con rareza, pero no le importaba. Mientras Luca no la reconociera, todo estaría bien.

¿Esconderse la convertía en una cobarde? Quizás.

¿Hacerlo le ayudaría a posponer el inevitable rechazo que iba a recibir? Sí, así que valía la pena.

Estaba segura de que la próxima vez que Luca la viera, sería para explicarle que no podía corresponder sus sentimientos. Era imposible que ocurriera lo contrario porque, ¿cómo podría enamorarse de ella cuando ya la conocía en cada una de sus facetas?

Luca ya la había visto en sus peores momentos. Había presenciado sus enojos y tristezas, al igual que sus errores y arrepentimientos. También era testigo de todas las veces en las que había hecho el ridículo. Él la conocía mejor que nadie y aunque eso podía ser una gran ventaja en su amistad, estaba segura de que no era algo que pudiera beneficiarle en el ámbito amoroso. Nada de eso la ayudaría a que él pudiera verla como una pretendiente seria.

No iba a negar que alguna vez sí creyó que él iba a interesarse en ella, pero ya había perdido la esperanza desde hacía mucho tiempo.

Mientras caminaba hacia su casillero, se acomodó la sudadera que había elegido para ese día. La había robado del armario de su hermano mayor y se había decidido por esa porque tenía un gorro lo suficientemente grande como para cubrir la totalidad de su cabello y que así no hubiera ni un solo mechón que quedara por fuera. Además, el color y estampado de la tela eran muy diferentes a lo que ella solía usar. Si uno de sus amigos la veía de lejos, no la reconocerían con facilidad.

Puso su contraseña en el candado y sintió que por fin podía respirar. Tomó los libros que necesitaba y los guardó en su mochila a la vez que agradecía que nadie la hubiera detenido en el camino. Ahora, solo tenía que resistir un par de minutos más sin ser descubierta. Solo debía esperar un poco más...

Cuando cerró la puerta del casillero, se dio cuenta de que eso no sería posible.

—Hey, aquí estás —dijo Luca, fingiendo sorpresa, como si no esperara verla allí.

No había ninguna razón para que el chico estuviera ahí, de pie junto a ella. La sección que a él le correspondía para guardar sus cosas estaba en otro pasillo y el salón de clases tampoco se encontraba cerca.

No había aparecido por casualidad. Estaba ahí por ella.

—Quería llegar antes que tú, pero me ganaste —dijo mientras daba dos pasos hacia ella antes de tirar de la capucha que cubría su cabello—. ¿Te estabas escondiendo de mí?

—Yo... No, es que tenía frío.

Frío en plena primavera, claro.

Luca alzó una ceja con duda. A pesar de eso, no hizo preguntas y Olivia supuso que, aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta, ambos sabían a la perfección cuál era la verdad.

Desde que se habían vuelto mejores amigos, nunca habían sido capaces de ocultarse algo y esta no era la excepción.

—¿Qué haces aquí? —Olivia se apresuró a hablar por temor a que él lo hiciera primero.

Creía que si ella tenía el control de la conversación, todo estaría bien. Lo único que tenía que hacer era evitar los silencios e interrumpirlos con un tema nuevo. Debía dirigir la plática hacia Luca para que así él se olvidara de preguntar sobre ella.

Sólo tenía que hacerlo durante un rato, hasta que la campana anunciara el inicio de las clases. Después de eso, podría escapar sin levantar sospechas.

—Te quería ver —admitió Luca con una de sus típicas sonrisas, de esas que derretían a Olivia—. Ayer estuve pensando en ti, mucho, y creo que hay algo de lo que tenemos que hablar.

«Tenemos que hablar». Esas tres palabras fueron suficientes para que Olivia se sintiera en una película de terror. Sintió que se puso pálida de tan sólo imaginar todo lo que Luca le diría.

No podía dejar que su amigo siguiera hablando. Esa plática no podía ocurrir.

—Ah, ¿estuviste pensando...? —Escupió las palabras con velocidad, sin querer darle la oportunidad de que le explicara más—. Vaya, qué milagro, ¿desde cuándo piensas?

—Liv, esto es serio.

—Bien, déjame adivinar, ¿estabas pensando en cómo pedirme la copia de la tarea porque no la hiciste? —le preguntó y con disimulo miró el reloj que estaba colgado en la pared de enfrente—. No te va a dar tiempo, mejor ve pensando en qué excusa decirle al maestro.

—No es eso de lo que quiero hablar.

—Entonces, ¿es por los exámenes? Porque ya sabes que sí te ayudaré a estudiar, tranquilo.

—Olivia...

—Te irá bien, ya verás, no te preocupes. Después nos ponemos de acuerdo para... —El sonido de la campana detuvo sus palabras. Esa era su señal para huir—. Ah, tengo que hablar con el profesor antes de que inicie la clase, pero nos vemos en el salón, ¿sí?

Olivia se giró para darle la espalda y prepararse para correr. Su mente ya había trazado el camino más rápido para escabullirse. Si todo salía bien, en menos de tres minutos estaría a salvo.

Lamentablemente, en su plan no había considerado la posibilidad de que Luca fuera a detenerla.

La mano de su amigo se posó sobre su muñeca y fue en ese momento en el que supo que había perdido. Él no estaba dispuesto a dejarla ir.

—No puedes evitarme para siempre, ¿lo sabes?

Su tono de voz no fue acusatorio. En realidad, sus palabras eran tan suaves que Olivia se sintió culpable por haber pensado lo peor de él, pues sabía que Luca jamás le haría daño. Incluso si era para romperle el corazón, él seguiría siendo igual de dulce.

—No te estoy evitando, pero tengo que...

—Te escondes de mí, corres cuando ves que estoy cerca e inventas excusas cada vez que quiero hablar contigo. —La confrontó y Olivia se dio cuenta de que quizá sus tácticas no eran tan discretas como ella creía—. Sé que no estás enojada, entonces, ¿es porque me tienes miedo?

Como era de esperarse, Luca no había fallado en descifrar sus pensamientos. El miedo era el que reinaba en la cabeza y corazón de Olivia, pero no podía admitirlo. No podía permitir que él lo supiera porque si se enteraba de la verdad, su mundo se convertiría en un desastre.

—No digas tonterías —respondió con una risa fingida—. ¿Por qué te tendría miedo?

—No lo sé, ¿quizá porque me estás ocultando algo?

—Los mejores amigos no se guardan secretos, Luca. —Olivia actuó como si tal acusación la ofendiera—. No tengo nada que esconder, no sé de qué hablas.

Luca la observó con los ojos encerrados, analizando cada centímetro de su rostro. Olivia sabía que estaba buscando pruebas que la incriminaran, así que suplicó que sus mejillas sonrojadas no la delataran y que su respiración se calmara para que sus nervios no fueran tan evidentes.

No estaba segura de haber logrado convencerlo de que estaba siendo sincero, pero a pesar de eso Luca por fin la soltó de la muñeca.

—Bueno, tal vez tú no, pero yo sí. Tengo muchos secretos que aún no te he dicho. —Metió la mano en uno de los bolsillos de su mochila y sacó un rectángulo de papel—. Es para ti.

Tomó el papel y descubrió que era el sobre de una carta. No tenía ninguna decoración en el exterior y el sello parecía haber sido cerrado con mucha prisa. Estaba tan mal sellado que cuando Olivia pasó los dedos por el borde de la abertura, el papel se desprendió y pudo obtener un vistazo del interior.

Adentro había una hoja doblada a la mitad.

—Espera, no lo abras aquí —interrumpió Luca con urgencia—. La gracia de las notas secretas es que yo no vea tu reacción. Léelo cuando estés sola y cuando tengas una respuesta, me avisas, ¿sí?

—Está bien... —respondió a pesar de no saber qué era lo que estaba ocurriendo.

¿Por qué su mejor amigo le daría una nota? La última vez que le escribió una carta fue cuando tenían doce años y en aquella ocasión Olivia lo había obligado porque no quería ser la única persona que no recibiera una carta en el evento de San Valentín del colegio. Exceptuando esa vez, Luca se había negado a volver a hacerlo porque insistía en que no era bueno con las palabras.

Él jamás había escrito una carta por su propia voluntad. Y, sin embargo, ahí estaba, entregándole una.

—Te veo en clases —dijo Luca con una sonrisa—, y deja de esconderte de mí.

El chico se marchó y Olivia se quedó de pie en el mismo sitio. Sus manos sostenían la carta con fuerza, con temor de que una ráfaga de aire pudiera desaparecerla. Su mirada recorría las manchas de tinta mientras su mente trataba de adivinar qué es lo que esa hoja podía contener.

No tenía dudas de que Luca ya había descubierto que ella era la que estaba detrás de las cartas, así que, ¿sería esta su forma amable y dulce de romperle el corazón?

O, quizá, si Olivia se permitía ilusionarse, tal vez esa carta podría representar algo más...

No. Imposible.

Se apresuró a alejar sus fantasías porque sabía que la decepción sería más grande si el resultado no era el que esperaba.

Tomó una respiración profunda y esperó a que el pasillo se vaciara. Cuando todo el mundo había desaparecido, se recargó contra un rincón y sacó la hoja del sobre. Desdobló el papel con delicadeza y se dispuso a leer.

Después de esto, todo iba a cambiar.

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