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• 8. No me ignores •

Cuando Olivia regresó, Luca pensó que volvería a sentarse junto a él, hablarían, ella aceptaría su invitación, estarían un paso más cerca de confesarse sus verdaderos sentimientos y serían felices.

Gran error.

Cuando ella regresó del baño, saludó al profesor y tomó asiento en el pupitre más alejado de Luca. No volteó a mirarlo ni una vez y tampoco le envió un mensaje para explicarle qué había pasado. Ni siquiera se había molestado en lanzarle una nota de papel. Estaba actuando como si no supiera que su mejor amigo estaba allí.

Aunque la clase empezó, Luca no podía concentrarse en las palabras del profesor. Todo en lo que podía pensar era en qué había hecho mal. ¿Acaso algo de lo que dijo la había enfadado? ¿Usó las palabras incorrectas? ¿O fue la expresión de su rostro lo que la pudo haber incomodado?

En su cabeza se reproducía la escena una y otra vez. Quería entender lo que había ocurrido, pero ninguna de sus explicaciones le parecía lógica. Incluso intentó recordar si en el pasado Olivia ya lo había ignorado alguna vez, pero no, nunca.

Esta era la primera ocasión. Olivia jamás había dejado de dirigirle la palabra sin importar que estuvieran peleados. Podían discutir, pero siempre se sentaban uno junto al otro. No importaba lo molestos que estuvieran, seguían siendo inseparables.

Entonces, ¿qué había cambiado para que de repente su mejor amiga ya no quisiera estar cerca de él?

Se esforzó por prestar atención a la clase e ignorar sus dudas. Supuso que ese distanciamiento era temporal y que Olivia volvería a acercarse en cuanto la clase terminara. Tal vez su mente estaba exagerando la situación y la realidad no era tan grave como creía.

Tal vez...

Pero cuando la clase llegó a su fin, Olivia seguía sin mirarlo. A pesar de eso, Luca aún tenía la esperanza de que en cualquier momento ella volvería a sentarse a su lado. No obstante, la siguiente clase inició y nada cambió.

Se convenció a sí mismo de que en el receso podrían reunirse para hablar y que todo se resolvería, pero cuando la hora llegó todo se mantuvo igual. Luca se había levantado de su asiento lo más rápido que pudo para ir tras Olivia, pero ella desapareció sin dejar rastro. La buscó por todos los rincones del colegio, en cada salón y en cada pasillo, sin encontrarla.

Era evidente que se estaba escondiendo de él.

Sin saber qué hacer, dejó que las clases transcurrieran con normalidad. O al menos eso es lo que se dijo a sí mismo, pues todos en el salón podían notar que algo había ocurrido. No sólo porque Olivia y Luca estuvieran distantes, sino porque en todas las clases Luca se mostró más participativo de lo usual. En química le hizo cientos de preguntas a la maestra y en matemáticas se ofreció a pasar al pizarrón a resolver un ejercicio, a pesar de que no tenía ni la más mínima idea de cómo obtener el resultado.

No hubo ni una sola clase en la que Luca perdiera la oportunidad para estar en frente.

Quería llamar la atención de Olivia y estaba seguro de que más de una persona ya se había dado cuenta. A decir verdad, ella parecía ser la única que no se había enterado. No se veía sorprendida ni interesada, sino lo contrario. Cuando Luca hablaba, ella bajaba la cabeza y fingía hacer anotaciones en su libreta, pero Luca sentía que había algo en su actitud que no tenía sentido.

¿En serio estaba enojada...?

No, no era enojo. No podía serlo, pero, entonces, ¿qué era?

Cuando las clases terminaron, Luca no podía pensar en nada más que en Olivia. Supuso que si quería saber qué estaba pasando, lo mejor sería confrontarla y preguntarle directamente. Sin embargo, cuando Luca tomó su mochila para salir y miró el asiento de Olivia, descubrió que su amiga ya no estaba.

Se había escapado. De nuevo.

—Ánimo, Luca. —Un compañero de su clase le dio una palmada en el hombro junto con una sonrisa de consolación—. Es normal que las parejas peleen. No te preocupes, se nota que te quiere.

—Gracias, pero nosotros no... —El chico lo miró con curiosidad, esperando a que terminara la frase, pero Luca negó con la cabeza y sonrió—. No importa. Gracias.

No era la primera vez que alguno de sus compañeros insinuaba que su relación con Olivia iba más allá de una amistad. Muchos pensaban que era real y que lo mantenían en secreto para evitar que la gente se entrometiera, pues era común que las parejas terminaran por los rumores falsos que circulaban por los pasillos. Otros no creían que fuera cierto, al menos no aún, ya que sí insistían en que ambos estaban enamorados, sólo que ninguno de los dos se había atrevido a dar el siguiente paso.

Cuando empezaron a recibir esos comentarios, Olivia y él lo negaban diciendo que no había ningún futuro en el que ellos pudieran estar juntos. Tras un tiempo, dejaron de responder porque era cansado y sabían que nada de lo que dijeran haría que los demás cambiaran de opinión. Además, ambos estaban de acuerdo en que todos estaban locos y se reían de lo absurdo que era.

Sólo que, sin previo aviso, hubo un día en el que esas risas de diversión se transformaron en una mueca nerviosa. Sus bocas negaban la posibilidad de sentir amor por el otro mientras que sus ojos brillaban con un sentimiento que ninguno de los dos sabía cómo describir y, por un instante, la idea no parecía tan descabellada.

Había demorado años en asignarle un nombre a esa sensación por temor a ser el único que lo estuviera sintiendo, pero por fin veía el mundo con más claridad.

El miedo le había nublado la visión durante tanto tiempo que nunca se había puesto a pensar que quizá Olivia pudiera estar pasando por lo mismo. Era muy probable que el miedo también la estuviera dominando y, a pesar de ello, había reunido la valentía suficiente para escribirle una carta confesando lo que sentía.

En ese momento Luca entendió que quizá la razón por la que Olivia estaba huyendo de él no era enojo, sino miedo. Terror al haber sido descubierta y al no saber lo que eso podría significar para el futuro de su amistad.

Luca salió del salón, pensando en que Olivia y él nunca llegarían a ningún lado si ambos seguían con miedo. Necesitaban hablar para saber si ambos deseaban lo mismo, pero no podían tener esa conversación a menos que los dos dejaran ir sus temores.

Pero, ¿cómo podía hacer que los nervios de Olivia se desvanecieran si ella no le permitía estar cerca?

Evaluó todas las opciones que tenía, pero ninguna lo convencía. Entonces, cuando abrió su casillero para guardar sus libros, tuvo una idea. Si Olivia no quería escucharlo, entonces tendría que leerlo.

Ella se había convertido en su admiradora secreta, pero ahora era el turno de Luca.

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