• 6. Te atrapé •
Luca odiaba despertarse temprano. Lo detesta y solía hacer todo lo posible por evitarlo a tal grado que sus padres estaban convencidos de que no existía fuerza o motivo en el mundo que pudieran conseguir que el chico se levantara a primera hora de la mañana sin quejarse.
No obstante, esa semana había sido diferente.
Para sorpresa de todos, el miércoles Luca se despertó antes de que sonara su alarma. El jueves hizo lo mismo y el viernes también. Cuando el lunes llegó, volvió a hacerlo.
Durante cada uno de esos días, su intención había sido llegar al colegio antes que nadie para así esconderse detrás de un muro y atrapar a Olivia poniendo una carta en su casillero. Creía que esa era la única forma de confirmar sus sospechas, pero, para su mala suerte, no había vuelto a recibir ninguna carta de su admiradora secreta.
En martes se cumplía una semana exacta de haber recibido la primera carta y había decidido que ese sería el último día en el que llegaría temprano. Si nada ocurría, planeaba rendirse. Después de todo, existía la posibilidad de que tan solo se hubiera confundido y su mejor amiga no fuera responsable de nada de lo que había pasado. Quizá eran sus ilusiones las que le estaban haciendo ver cosas donde no las había.
Ese día siguió la rutina de siempre: ordenó sus cosas y buscó un rincón desde el cual pudiera observar su casillero. Se apoyó en la pared y esperó.
A los pocos minutos notó que había gente que estaba empezando a llegar. No les estaba prestando mucha atención, hasta que distinguió una cabellera naranja que se acercaba a pasos lentos y volteando hacia todos lados, casi con temor.
Olivia había llegado.
En sus manos sostenía un sobre, seguramente con una carta dentro. Se acercó al casillero de Luca y, tras echar un último vistazo a los pasillos, deslizó la carta por una rendija.
Al mismo tiempo, a Luca le empezaron a doler las mejillas por la gran sonrisa que había aparecido en su rostro. Por fin, sus sospechas se habían convertido en una realidad.
—Te atrapé, Olivia —murmuró para sí mismo, pero, tal vez por la emoción, su voz había resultado más alta de lo que esperaba.
No sabía si ella lo había escuchado o si fue casualidad que justo en ese momento su amiga se haya girado hacia él.
El calor invadió su cuerpo y, por reflejo, se lanzó hacia atrás para alejarse lo más rápido que fuera posible. Corrió tan rápido que ni siquiera sintió que sus pies tocaran el suelo y en el camino chocó con algunas personas sin detenerse a disculparse por miedo a que Olivia lo estuviera siguiendo.
Cuando creyó que ya estaba lo suficientemente lejos, se detuvo.
Se recargó contra una pared y colocó una mano sobre su corazón, el cual latía tan fuerte que Luca pensó que podría salirse de su pecho. Tuvo que cerrar los ojos para relajarse y tomar una larga bocanada de aire para que su respiración regresara a la normalidad.
Luca no sabía lo que se sentía estar al borde de la muerte, pero tenía la certeza de que la sensación debía ser similar a lo que acababa de vivir porque no había otra manera de explicarlo. La adrenalina, los nervios, la desesperación, las ansias por huir...
Y, a pesar de todo, la satisfacción.
No había nada en el mundo que pudiera borrar su sonrisa. Estaba orgulloso de descubrir la verdad y de que esta supiera aún más dulce de lo que imaginaba. Pero, ahora que sabía que era Olivia quien estaba detrás de todo, ¿qué debería hacer?
¿Esperar a que ella lo confesara...?
No, esa no era una opción.
Supuso que si ella había tenido el valor para dar el primer paso, entonces él debía reunir el coraje para dar el siguiente.
Había esperado por este momento durante toda su vida y, aunque no estaba seguro de cómo lo haría, estaba listo.
Siempre estuvo listo, solo necesitaba un empujón.
Ahora, nada lo detendría.
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