• 4. Ilusiones •
¿Durante cuánto tiempo alguien podía mirar los labios de otra persona sin que pareciera que quería besarla?
Luca no estaba seguro de la respuesta, pero sí tenía la certeza de que nunca le había puesto tanta atención a una boca. Era como si estuviera hipnotizado, pues no podía dejar de mirarla.
Cualquiera que lo viera pensaría que le gustaba Olivia. Y estarían en lo cierto.
Aunque estaba intentando convencerse de que el único motivo por el que estaba pensando en ella era por la carta, la realidad era que era común que Olivia siempre estuviera en su mente.
Desde el primer día que la conoció, algo en ella lo había atrapado por completo. Al principio no lo entendía. Creía que los latidos acelerados de su corazón se debían al calor del día y no a la cercanía de su amiga. Pensaba que había muchas explicaciones de por qué buscaba excusas para hablarle, incluso cuando no tenía nada nuevo que decirle. Durante un largo tiempo le había dado muchas vueltas a la respuesta, pero en el fondo él ya sabía qué es lo que estaba ocurriendo.
Se había enamorado de su mejor amiga.
Y, si sus sospechas eran correctas, su mejor amiga se había enamorado de él.
La posibilidad de que Olivia sintiera lo mismo era una fantasía. Parecía irreal, tanto que temía que sus esperanzas le estuvieran jugando una mala broma y que terminara descubriendo que la carta no era de ella.
No quería ilusionarse...
Pero ya era demasiado tarde.
No había nadie que pudiera convencerlo de que su admiradora secreta no era Olivia, no cuando todas las pistas estaban allí.
Ahora nadie podría negarle que ella lo quería tanto como él a ella.
—¡Luca!
—¿Eh? —balbuceó con confusión ante la mirada de disgusto que Olivia le lanzaba.
—En serio que a veces creo que te odio... —murmuró y soltó un suspiro mientras se levantaba de su asiento para colgarse su mochila al hombro—. La clase terminó hace cinco minutos, ¿no te vas a ir?
Luca miró el reloj de la pared y después observó las sillas vacías que decoraban el salón. No había nadie más y, a juzgar por el aspecto de Olivia, ella también se iba a marchar si el chico hubiera seguido ignorando sus llamados.
Sus pensamientos habían hecho que perdiera la noción del tiempo.
Se apresuró a guardar sus cosas y se puso de pie con rapidez y con miedo de que su amiga fuera a abandonarlo.
—Ya estoy listo, perdón... ¿Vas a tu casa? ¿Quieres que te acompañe?
—Hoy es martes, tengo clase de danza, ¿recuerdas? —le dijo riendo y sacudió la cabeza—. Estás muy distraído, ¿es por la carta que encontraste?
—Un poco, sí —admitió mientras la seguía hacia la puerta—. Quiero saber su nombre y, no sé, conocerla. Tal vez es alguien increíble, con quien me lleve bien y que me guste.
—¿Y qué tal si te decepcionas cuando descubras quién es?
—¿Y qué tal si me emociono cuando descubra quién es? —Luca mostró una sonrisa que esperaba no resultara sospechosa, pero Olivia ni siquiera lo estaba mirando, pues tenía la cabeza agachada y sujetaba las correas de su mochila con tanta fuerza que sus dedos estaban rojos.
—Lo dudo —dijo con una risa nerviosa—. Hablas como si la chica que envío la carta fuera el amor de tu vida, pero creo que te estás haciendo muchas ilusiones porque, ¿y si no vuelve a enviarte nada?
—Tal vez lo es. —Pronunciar aquellas palabras le causó un remolino de nervios en el estómago—. Y espero que vuelva a enviarme otra porque ya quiero leerla. Me haría muy feliz.
—Ojalá se dé cuenta de lo horrible que eres y no lo haga. Debe aprovechar que aún puede salvarse de tener que estar contigo.
—Bueno, si cambia de opinión no importa porque ya encontré a alguien que sí disfruta de la tortura de mi compañía, ¿cierto? —Se acercó para pasar un brazo sobre sus hombros en un gesto amistoso que siempre solía hacer. Sin embargo, esta vez se sintió diferente.
Olivia se quedó sin habla durante unos segundos. Luca pensó que la había incomodado por su reacción repentina y estuvo a punto de alejarse cuando su amiga pasó uno de sus brazos alrededor de su torso para mantenerlo cerca.
—Sí. Sabes que contigo mi paciencia no tiene límites y soportarte no es difícil.
—Entonces me quedaré a tu lado porque si tú me quieres, no me interesa nada más.
Luca no era fanático de los silencios, pero la ausencia de respuesta de Olivia no le pareció un vacío. Sabía que estaba pensativa, al igual que sabía que no quería que la dejara, no aún. La forma en la que su mano se aferraba a su camisa era suficiente para reconocerlo.
Era probable que Olivia fuera a llegar con retraso a su clase de danza y era probable que Luca fuera responsable de eso. Ella iba a recibir un regaño de su maestra y él iba a recibir uno de Olivia por haberla retenido, pero iba a valer la pena porque hoy había sido el mejor día de su vida.
Todo lo que alguna vez pensó que no eran más que ilusiones sin sentido, estaban por convertirse en realidad.
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