"Querido Luca,

Escribo esta carta porque no encuentro otra forma de explicar lo que siento por ti. No sé con exactitud en qué momento me empezaste a gustar, pero lo hiciste y ahora no hay día en el que no piense en el sonido de tu risa o en la calidez de tu mirada.

Hay tantas cosas que quisiera decirte, pero tenerte frente a mí es suficiente para paralizarme y dejarme sin habla. Aunque lo he intentado muchas veces, nunca he logrado tener el valor para confesarte la verdad. No sé si algún día podré hacerlo, quizá no y quizá no hacerlo sea lo mejor porque, ¿qué pensarías si supieras quién soy? ¿Creerías que me he vuelto loca? ¿Te alejarías...?

No estoy lista para averiguar tu reacción. Tal vez nunca lo voy a estar. Aún así, no puedo seguir conteniendo lo que siento. No decírtelo hace que me duela el pecho y no me deja dormir en las noches por todos los pensamientos que se acumulan en mi cabeza.

Es en esas noches cuando me pregunto qué duele más, ¿mi corazón al saber que no eres mío o mi garganta por las palabras que me he obligado a callar?

Estoy cansada de la tortura de este secreto. Ya es momento de que lo sepas, aunque no pueda decirte quién soy porque eso provocaría un caos para el que no estoy preparada. Así que no intentes descubrir mi nombre porque no lo necesitas.

Lo único que debes saber es que te quiero.

Te envío un beso de papel porque es la única manera en la que me atrevo a hacerlo.

Atentamente, tu admiradora secreta".

•  •  •

Cuando Olivia llegó a la escuela, no había nadie en los pasillos. Se había asegurado de llegar a la hora exacta en la que abrían las puertas para que así nadie pudiera descubrir lo que estaba a punto de hacer.

No podía haber testigos. No podía correr ese riesgo.

Pero a pesar de haber llegado tan temprano, no podía dejar de mirar a los lados con miedo de que alguien que la conociera apareciera de la nada. Es por eso que tenía que actuar rápido. No podía perder el tiempo, eso lo sabía, pero el temblor de sus piernas hacía que sus pasos fueran más lentos de lo normal y los nervios hacían que no pudiera concentrarse. Sentía que su mente había sido invadida por una neblina que le impedía diferenciar cuál casillero era el correcto y cuál no.

Estaba comenzando a arrepentirse y creer que esto era una mala idea, cuando sus pies se enredaron con las agujetas sueltas de sus tenis y estuvo a punto de estrellar su cara contra la puerta de un casillero. Sólo tuvo que levantar la mirada para darse cuenta de que ese era el que tanto había estado buscando.

Era el de Luca.

Supuso que se trataba de una señal del destino, ¿y quién era ella para desafiar al universo?

Con suma discreción, sacó del bolsillo delantero de su mochila un sobre de color rosa. Lo observó durante un par de segundos antes de animarse a deslizarlo a través de una de las aberturas. Hasta que el último centímetro de papel desapareció, Olivia fue consciente de lo que había hecho.

No había duda de que se había vuelto loca.

"Todo estará bien. Nunca sabrá que fuiste tú", pensó para sí misma en un vano intento de calmar el temor que sentía.

Los alumnos estaban empezando a llegar, lo que significaba que se estaba quedando sin tiempo. Necesitaba huir de allí antes de que él apareciera y...

—¿Liv? —Su cuerpo se congeló tras oír aquella voz que normalmente adoraba, pero que en ese instante habría deseado no escuchar—. ¿Me estabas esperando?

Ella sabía que decir que no la convertiría en sospechosa. Salir corriendo, también. No podía escapar sin que el chico se hiciera preguntas, así que lo miró a los ojos, como si no tuviera nada que ocultar.

—Hola, Luca. —Tan sólo pronunciar su nombre le causaba escalofríos—. Sí, ¿está mal?

—No —respondió con una sonrisa más brillante que el sol—. Sabes que siempre tengo ganas de verte.

En ese instante, el corazón de Olivia se detuvo.

No había duda de que ese chico sería su perdición.