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Las semanas habían pasado, convirtiéndose en meses, y todo había vuelto a la normalidad. Lalisa había vuelto a la escuela a los dos días siguientes después de ese encuentro íntimo, encontrándose con sus compañeras, quienes chillaron de felicidad al verla sana y salva.

   A pesar de que estuvo semanas ausente, supo ponerse al corriente rápidamente.

   Respecto a su hermana gemela, de vez en cuando salían y conversaban, se llevaron bien y ahora eran grandes amigas. Bueno, más bien hermanas. Su confianza hacia ella al principio fue tímida, pero después había logrado abrirse más hacia ella.

   Respecto a Mali, su madre, había perdido la vida la semana pasada, Lisa llorando su muerte, afectándole tanto, pero sin llegar a los extremos que había atravesado anteriormente.

Su vida cambió mucho desde que conoció a JungKook, haciéndole sentir cosas inesperadamente inexplicables. Fortaleciendo aún más su relación por lo ocurrido semanas atrás.

Hablando de ello, Lisa se había sentido como nunca antes. También fortaleció la comunicación y la confianza entre ellos dos, contándose absolutamente todo y ganándose el apoyo del otro.

Más que su novio, había sido su confidente.

—Señorita Lisa, ¿está usted prestando atención?— preguntó el maestro de física, sacándola de su trance.

—Sí, perdón— sacudió su cabeza y le sonrió tímidamente al profesor.

—Más le vale. Esto vendrá en el examen— advirtió y siguió dando su aburrida clase.

Seguía pensando en varias cosas, sin prestarle atención al profesor. El timbre pronto llegó a sus oídos, todos rápidamente parándose de su lugar para salir al descanso. Lisa seguía pensando en su lugar.

—Lisa, bebé, ¿qué tienes?— preguntó preocupado el azabache, también se le acercó Rosé y TaeHyung.

—Oh, no me pasa nada— negó—. Sólo estaba pensando. No se preocupen.

Recogió sus cosas y salió del aula junto con ellos, tomada de la mano por JungKook. Caminaron y fueron a la cafetería, sentándose en una mesa en donde estaba Seulgi, Hoseok y demás personas.

   —Hola, hola— saludó Lisa con una sonrisa—. ¿Qué van a comer?

—Un miserable sándwich con jamón rancio— respondió TaeHyung, mientras sacaba su comida de su mochila. Aquella respuesta, provocó risas.

—¿Tienen planeado algo para esta tarde?— preguntó Jisoo—. Quisiera ir con ustedes a una discoteca que está cerca de aquí. ¿Qué dicen?

—¡Yo voy!— aceptó Rosé.

—¡Nosotras también vamos!— dijeron al mismo tiempo Seulgi y Nayeon.

—¡Yo nunca falto!— gritó emocionado TaeHyung.

   —También me apunto— mencionó JungKook, a lo que todos miraron a Lisa, faltando ella únicamente por responder.

   —No me gusta ir a lugares así— respondió tímida—. Prefiero quedarme en casa.

—Eres una aguafiestas— mencionó Rosé y la pelinegra la miró.

—Aunque me insultes, no iré— le sonrió y empezó a comer su almuerzo.

—A ver, ¿por qué no quieres ir?— preguntó Jisoo—. Te pregunto porque quiero que vayas. Jamás te he visto en una fiesta.

—No quiero ir por el simple hecho de que hay mucho ruido y a mí no me gusta el ruido— explicó—. No soy de fiestas, lo sabes.

—Sí, lo sé, pero al menos hoy sal de tu zona de confort.

—Además, nosotros te cuidaremos— agregó JungKook—. Yo te cuidaré.

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No supo en qué momento había aceptado. Aún seguía con la idea de no ir, pero sabía que sus amigos irían a su casa y la sacarían de ahí.

No le gustaba para nada ir a una de esas discotecas. La música tranquila y a un volumen aceptable que siempre escuchaba, ahí sería ensordecedor. Tenía un mal presentimiento de que algo feo pasaría ahí, por lo que menos quería ir.

Se miró al espejo de cuerpo completo en la pared. Un bonito vestido de tirantes de colores con mucho brillo pegado hacía resaltar su figura. Lalisa jamás se había puesto un vestido tan pegado, más bien, nunca se había puesto un vestido.

La pancita que hace un buen de semanas había adquirido, había desaparecido, volviendo a tener el bonito abdomen plano que casi siempre había tenido.

El vestido le quedaba bien, demasiado bien, pero ese no era el estilo de Lisa. No se veía a sí misma en el espejo, era como si fuera otra persona y aquello no le gustaba.

—Dios, ¿qué estoy haciendo? Esta no soy yo...— hizo un puchero y siguió observándose hasta que un pitido hizo sobresaltarla.

Se acercó a la ventana y vió que una camioneta estaba afuera. Se abrieron las ventanas y se asomaron unos cuantos de sus amigos, llamándola. Diciéndole que saliera para ir a divertirse.

La pelinegra suspiró y agarró solamente sus llaves, dejando su teléfono en la mesita de noche y salió de la casa, cerrando la puerta a su paso. Suspiró y le sonrió tímidamente a sus amigos.

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Según ella, a las discotecas solamente dejaban entrar a mayores de dieciocho años, no a menores de dieciséis, pero, por una extraña razón, dejaron pasarlos sin ningún problema.

La música se escuchaba tan fuerte que cuando estaba afuera, aún así se podía escuchar alto. Su cabeza dió vueltas en el momento en que la música le pegó; le zumbaban los oídos, pero tenía que aguantar para no decepcionar a sus amigos o a JungKook.

—¡Hacía mucho tiempo que no venía a una disco!— gritó Jisoo, acercándose a la barra y pidiendo alguna bebida—. ¿Quieres beber, Lisa?

—¡¿Qué?! ¡No, claro que no!— negó rápidamente. JungKook se le acercó.

—Estás nerviosa, ¿no es así?— preguntó y Lisa asintió—. Tranquila, te cuidaré.

Le sonrió y le acarició la mejilla, dándole un beso en la frente.

—¿Vamos a bailar?— preguntó coqueto y la fémina asintió mientras le sonreía.

Jamás había bailado con alguien y en ser ésta la primera vez, era satisfactorio.

Se dejó llevar. Soltando todos los nervios y disfrutar por primera vez su adolescencia.

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