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мαñαиα lιиdα
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Despertar y ver a la persona que te gusta dormida en frente tuyo, era de las cosas más bonitas de la vida. Al menos así lo sentía JungKook.

Despertó y lo primero que vió fue a Lalisa aún dormida. Tenía su cabeza recostada en la almohada de lado, de modo que aplastaba su mejilla y le daba una apariencia tierna. Su cabello estaba revuelto, pero aún así no se veía mal, se veía más preciosa que nunca.

Jamás imaginó que despertaría al lado del amor de su vida y ahora que lo estaba viviendo, no podía creerlo. Su relación estaba, cada mes, más cercana, convirtiéndose en una relación muy increíble y sanamente maravillosa.

No sabía si pararse y prepararle el desayuno o quedarse admirándola un ratito más. Optó por lo segundo.

   Sintió frío. Miró abajo y notó que no tenía la playera y es que, uno de los hábitos raros de JungKook, era que se quitaba la ropa mientras dormía. No podía evitarlo, así que se apresuró a ponerse la camisa rápidamente antes de que Lisa lo viera. Aunque... ya estaba despierta.

—¿JungKook?— preguntó somnolienta, frotando sus ojos y sentándose en la cama para mirar al azabache, al quien sólo le miró la espalda desnuda—. ¿Por qué estás...? ¡¿Qué hicimos anoche?!— cubrió su cuerpo con sus delgados brazos, haciendo que JungKook soltara una risilla.

—Tranquila. No hicimos nada de lo que tu mente sucia piensa— tranquilizó—. Solamente es un hábito raro que tengo al dormir. ¿Tienes hambre?

—¿Cómo es que tienes cinturita? Con razón abrazarte es fácil— concluyó, poniéndose pensativa.

—¿Q-Qué?— preguntó riendo y acercándose a ella—. ¿Tienes hambre?— volvió a preguntar y esta vez Lisa asintió—. ¿Qué quieres comer?

Lalisa se encogió de hombros, acercándose más a él, agarrando su rostro y besándole los labios.

—Buenos días, Kookie— sonrió.

   —Buenos días, Lice— le devolvió la sonrisa y le dió un beso en la mejilla.

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   A Lalisa siempre le había gustado verlo cocinar. No importaba si nada más estaba sirviendo agua; para ella, JungKook era el mejor cocinero de todos. No solamente porque hacía postres deliciosos, sino que por todo lo demás.

El azabache cocinaba aún con su pijama, el cual era de conejitos. Su cabello, al igual que el de ella, estaba revuelto, volviéndolo aún más atractivo a los ojos de Lisa.

A JungKook, por donde lo vieras, iba a ser perfecto.

—¡Listo!— avisó el azabache con alegría, poniendo el gran plato con dos sándwiches encima.

   —Aww, ¡tienen forma de un corazón!— chilló la pelinegra, tomándole una foto.

   —Si los volteas, son traseritos.

   Lisa no pudo contener su risa, por lo que explotó en carcajadas y giró el plato para comprobar lo que JungKook estaba diciendo. Efectivamente, parecían traseritos.

   —¡Es verdad!— comentó riendo, contagiando a JungKook, quien sonrió con ternura al verla reír de esa manera.

   Se sentaron a comer. Lalisa, como siempre, elogiando la comida de JungKook.

—He probando diferentes tipos de sándwiches, pero este, ¡oh, por Dios! ¡Es tan bueno para ser verdad!— comentó comiendo.

El azabache le sonrió otra vez y le tomó la mano, captando la atención de la fémina. La miró con mucha ternura que quiso llorar de tan solo verla. ¿Así se sentiría vivir con la persona que amas? Verla dormir o despertar por las mañanas, prepararle el desayuno, pasar tiempo juntos... Era bonito si lo pensabas de esa manera y JungKook quería todo eso con ella.

   A pesar de que llevaban pocos meses juntos, se valía soñar. Se valía pensar en el futuro que el destino les tenía preparado. Hubo complicaciones, y tal vez hayan más, pero lo poco que llevaban, JungKook lo atesoraba demasiado. No había ningún día en donde no recordara el cómo se conocieron.

   Si se ponía a pensar en cuánto tiempo había pasado, para él, sería mucho, para los demás, poco.

   —¿Qué haremos hoy, mi amor?— preguntó amoroso, tomando de su juguito.

   La pelinegra se sonrojó por el bonito apodo y, aunque no era la primera vez que se lo decía, la había tomado de sorpresa. Pero no se quejaba.

   —A-Ah, no sé— respondió nerviosa—. ¿Qué quieres hacer tú?

   —Lo que sea, pero que sea contigo.

   No pudo evitar sonreír, mirando a otro lado y riendo nerviosamente.

   —Y-Ya basta.

   —¿De qué?

   —De decirme cosas bonitas... me alteras.

   —Aww— el azabache empezó a reírse de la tierna situación. Acarició la mejilla de Lisa, acariciando de paso su labio inferior. Se paró de su asiento y retiró los trastes, poniéndolos en el lavabo y empezar a lavarlos.

   Lalisa se paró también y fue hasta donde él, abrazándolo por la espalda.

   —Gracias por la comida, Kookie— agradeció dejó de abrazarlo para cerrar la llave del lavabo, evitando que siga limpiándolos—. El que cocina no lava trastes, así que, si me disculpas, yo me encargo.

   —Pero te quiero ayudar— abultó su labio.

   —Tú— lo sacó de la cocina y lo llevó hasta su habitación—, por lo mientras, busca alguna película. Ahora vuelvo.

   Se volteó para irse, pero JungKook fue más rápida y jaló de su blusa, tropezando y haciendo que los dos cayeran en la cama. Lisa encima de JungKook, quien éste último no desaprovechó la oportunidad, le agarró de la cintura y le besó los labios.

   —Luego los lavas— susurró entre sus labios, siguiendo besándola.

   Duraron así un par de segundos hasta que Lisa decidió apartarse, negando con la cabeza mientras reía.

   —No, debo lavarlos ahorita o sino me dará flojera— intentaba zafarse del agarre de Kook, pero él era más fuerte, por lo que no era fácil.

   —Los lavaré entonces.

   —No, ya hiciste mucho por mí— negó—. Suéltame.

   En un segundo, el azabache cambió de posición. Ahora él estaba encima de Lisa.

   Le besó de nuevo los labios, insistiéndole en que se quedara.

   —JungKook, en serio— apretó los labios para que ya no le pudiera besarle, aunque el azabache empezó a besarle el cuello—. ¡B-Basta! ¡Me h-haces cosquillas!

   Tres toques en la puerta principal detuvieron lo que estaban haciendo, mirándose con sorpresa. JungKook se hizo a un lado y se acostó boca arriba en la cama, cubriéndose el rostro con sus manos, ocultando su rojez.

   Mientras tanto, Lisa trataba de relajar su respiración y arregló un poco su cabello, suspirando y abriendo la puerta, dejándome ver el rostro y cuerpo de Priya.

   —Buenos días, hermana, ¿lista para escucharme?

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