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ωαfflєѕ cσи fяєѕαѕ
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Le habían pedido al azabache que no entrara a la habitación porque iban a hacerle una revisión y preguntas a Lisa. Supuso que iban a tardar un rato, por lo que pensó en ir a visitar a su suegra.
No había podido verla por el hecho de que había estado nada más al pendiente de Lisa. Preguntó por recepción y dijeron que estaba en una habitación cercana de la de su novia. Buscó y buscó, hasta que por fin la encontró.
"Mali Manoban", eso era lo que el pequeño letrero de metal decía.
Entró y tragó grueso al ver el estado más deplorable de la madre. Se acercó a pasos pausados, hasta que finalmente llegó a una silla que estaba ahí; la arrastró hacia la camilla, se sentó y la observó.
Ella estaba dormida, en un profundo coma que estaba seguro que iba a estar así por mucho tiempo más. Se quedó con ella un rato, hasta que la enfermera hizo acto de presencia.
—Oh, estás aquí— dijo la chica cuando lo vió. Era la misma enfermera que había conocido hace dos semanas—. Puedes pasar a ver a Lisa.
—Sí, gracias— le sonrió amablemente y se retiró con una reverencia. Caminó a paso tímido hacia la habitación de la pelinegra. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, porque en verdad lo estaba, y mucho.
A pesar de que ya la había visto despierta, se sentía ansioso. Miró por la pequeña ventana de la puerta corrediza, viendo lo preciosa que se veía su novia a pesar de tener el rostro todo demacrado.
Daba igual si su rostro estaba lleno de granos, grasoso, con ojeras; no le importaba. Para él siempre iba a ser una persona hermosa.
Suspiró y deslizó la puerta, provocando que ella volteara a verlo y bajara su mirada avergonzada. Se sentía verdaderamente mal y no quería que JungKook la viera en ese estado. El azabache no dijo nada y se acercó a la camilla, sentándose en el sofá.
—¿Cómo te sientes?— preguntó, mirándola y esperando a que ella también lo hiciera.
—Bien...— respondió sin ganas.
—¿Me contarás lo que sucedió o tengo que adivinar?
—Si lo dices así, parece que estás molesto conmigo...— bajó más la cabeza, sintiendo ese tonto nudo en la garganta.
—P-Perdón— se disculpó mientras cubría su rostro con sus manos—. Sabes que si algo te pasa, enloquezco. No me imagino mi vida sin ti, Lisa. Lo sabes más que nadie— la miró de nuevo—. ¿Acaso tú ya no me amas? ¿O cómo me justificas el no querer verme y encerrarte en tu propia casa, tener un desmayo y no despertar por dos semanas?
La pelinegra se quedó callada, ¿cómo habían llegado a ese punto de la conversación? Obviamente ella lo amaba más que nada y se sintió estúpida al decidir no verlo e intentar matarse con su golosina favorita. Porque sí, eso había querido hacer.
No quería responderle, pero debía hacerlo si no quería pelear. Porque no estaba en condición para discutir.
—Yo...
Tragó saliva dificultosamente. Empezó a toser al sentir la boca muy seca; le señaló a JungKook la botella de agua y éste se la dió. Bebió el líquido y sintió una frescura en su garganta.
—¿Sabes? Mejor me lo dices otro día... necesitas descansar y soy un estúpido al exigirte que me expliques la situación. Perdón— se disculpó mordiendo su labio y acariciándole la cabeza.
Se levantó de donde estaba sentado y caminó hacia la puerta, alarmando y confundiendo a Lisa.
—¿D-Dónde vas?— preguntó con los ojos llorosos, no quería que la dejara sola.
—Voy a mi casa a ducharme y regreso— explicó—. ¿Tienes hambre? Puedo traerte algo ligero.
Lalisa asintió y él se acercó nuevamente para acariciarle la mejilla.
—No tardaré. Descansa, ¿sí?— le sonrió y la fémina asintió otra vez—. Estoy muy feliz de que despertaras, amor.
JungKook le dió un beso en la sien, alejándose nuevamente para esta vez salir. Tenía muchas cosas que pensar.
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El azabache entró a su casa y rápidamente las miradas de su madre y su mejor amigo se dirigieron a él.
—¡JungKook!— gritó emocionado TaeHyung y corrió a abrazarlo.
—¡Tae! ¿Qué haces aquí?
—Vine a ayudar a tu madre a decorar unos cupcakes— respondió con una sonrisa—. Pero más bien la pregunta la debería hacer yo. ¿Qué haces aquí? ¿Despertó Lisa?
El azabache asintió felizmente y sonrió emocionado. El tema de Lalisa lo puso feliz, nada más que con ella no lo había demostrado demasiado.
—Vine a bañarme y a llevarle algo de comer— contestó a su anterior pregunta. Saludó a su madre con un beso en la mejilla y un abrazo, para luego dirigirse a su habitación, agarrar ropa y meterse a la ducha.
—Nunca vi a JungKook tan feliz— mencionó su madre, poniendo glaseado a un cupcake—, aunque me gusta mucho verlo así.
—También a mí, señora Jeon— sonrió Tae, poniendo chispitas al pastelito.
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Lalisa esperaba pacientemente recostada en la incómoda camilla de hospital. Miraba el techo con las manos en el estómago, tenía hambre y hace unos minutos le habían traído comida, pero se veía totalmente desagradable. Porque, claro, era comida de hospital, por lo que no iba a comerlo y porque su JungKook le había dicho que iba a traerle algo delicioso.
A pesar de que acababa de despertar, sentía que lo había hecho desde antes, porque desde ese día, había empezado a escuchar todo. Absolutamente todo. Como los llantos del azabache cada noche y las veces que él le había cantado al oído.
También había escuchado las conversaciones de las personas que se encontraban ahí. Tales como esa enfermera que se notaba, sin siquiera mirarla, que le había gustado su novio. Se puso celosa de sólo pensar eso.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver la cabeza de JungKook que se asomaba por el marco.
—Hola, mi amor— saludó él de forma cariñosa, acercándose a ella para darle un beso en la frente—. Te traje esto— enseñó una bolsa que tenía en su mano. La abrió y dejó ver el delicioso contenido que había adentro; lo sacó y lo dejó al alcance de Lisa—. Come.
Lalisa veía maravillada la comida que le había hecho y traído él. Era nada más y nada menos que waffles con fresas, pero los waffles tenían forma de corazón.
Miró a JungKook y le sonrió por ese pequeño detalle.
—Me duelen los brazos— empezó a quejarse falsamente, haciéndose la víctima—. Me duelen mucho.
JungKook soltó una sonrisa y se rió, mirando para otro lado.
—¿Quieres que te críe?— preguntó aún riendo y Lisa asintió con un puchero en los labios. JungKook, sin quejas, hizo lo que le pidió; cortando un pedazo del waffle y acercándoselo en la boca—. Abre la boca, bebé.
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