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Lιѕα
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Habían pasado varios días desde el accidente de su madre, en donde había entrado en un coma que daba indicio a una muerte segura. Cada día Lisa estaba peor y se maldecía a sí misma por no haber valorado a su madre como debía. La pelinegra hablaba mal de ella por el hecho de ser muy bipolar, de tener cambios de humor bastante repentinos y el porque no estuvo con ella el pasar de los años. Hablándole solamente cinco veces al año.

Pero no era su culpa, Mali se mataba trabajando para que Lalisa pudiera tener la vida que siempre quiso y no pudo tener por muchísima falta de dinero. Amaba a su hija como a nadie y quería lo mejor para ella.

Por otro lado, hablando del tema de su hermana gemela, no había querido saber nada de ella. No podía mirarla y sentir rareza, enojo o tristeza; tres sentimientos que era mejor no combinarlos.

Lalisa había regresado a su casa a la mañana siguiente en el que sucedió todo. JungKook le decía que si quería quedarse más tiempo, lo podía hacer, HeeAe no tenía problema alguno, pero aún así Lisa dijo que no. Necesitaba tiempo a solas y poder recuperarse a sí misma. Mala idea dejarla sola.

Estaba tan triste que para borrar esa tristeza solamente necesitaba chocolate, por lo que casi se acaba todos los productos con chocolate en una tienda cerca de su casa y los siguientes siete días no había ido a la escuela y no había salido de su casa. Ni siquiera había visto a JungKook, quien todos los días la visitaba para ver cómo estaba y para pasar un rato con ella, pero Lisa no quería abrirle a nadie, ni siquiera a él.

La pelinegra pensaba que lo único que podía calmar su tristeza, era el chocolate. Pensaba que eso era todo lo que necesitaba, pero en el fondo sabía que no era así. En el fondo necesitaba amor y cariños que le hicieran sentirse amada, en pocas palabras, necesitaba a JungKook.

Estaba recostada de lado en medio de su cama, con la mirada perdida mirando a un punto fijo. Sus ojos habían perdido su brillo, estaban opacos y cansados. Su rostro estaba pálido y cansado, con unas enormes ojeras que se notaban a kilómetros. Sus labios rosas estaban blancos, pálidos y resecos. Parecía una persona muerta.

No había perdido peso, al contrario, había subido a causa del chocolate y por no ser tan activa con su cuerpo. Tenía una pancita que cada vez se iba haciendo más grande.

Su cuarto parecía un basurero; habían todo tipo de envoltorios de diversos dulces regados por ahí, esparcidos por todo el piso y parte de su cama, la cual estaba sucia y con manchas marrones. Toda la habitación apestaba y ella también olía mal. Sabía que no podía vivir así mucho tiempo.

Quería visitar a su madre, pero tenía miedo de encontrarse con alguien de la escuela, su hermana gemela o JungKook, pero sobretodo JungKook. No quería que la viera en un estado tan lamentable y asqueroso que sabía que debía cambiar. Y como si tuviera el poder de invocarlo, escuchó su voz llamándola junto con toques a su puerta.

—¡Lisa, amor! ¡Ábreme, por favor!— escuchaba su voz desde muy lejos, tan lejano que poco a poco dejaba de escucharlo y ahí fue donde cerró los ojos—. ¡Lalisa!

   JungKook seguía gritando desesperado, tenía miedo de que algo malo le pasara a su novia, aunque lo presentía. Sentía que ya estaba pasando por algo peor, pues no era normal que una chica de dieciséis años se encerrara sola en su casa por ya casi nueve días. Ya era excesivo y no sabía lo que pasaba adentro. Quería derrumbar la puerta.

Buscó entre las plantas ya muertas del jardín y encontró una llave.

—De haber sabido que estaba aquí una llave, ahora mismo estaríamos en una cita. Eres un tonto, JungKook— se maldijo a sí mismo e insertó la llave en la puerta, abriéndola de inmediato y se tapó la nariz al percibir un olor no muy agradable.

Abrió la puerta y miró que la casa estaba hecha un desastre; corrió rápidamente al cuarto de Lisa y fue la peor escena que había visto en su vida. Sin quererlo, sus ojos se aguaron y empezaron a resbalar por sus mejillas lágrimas.

—Lisa...

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JungKook la observaba desde el sofá del hospital, llevaba ahí unas dos horas, sentado y moviendo la pierna impacientemente.

   Nunca pensó en que su primer amor estuviera en una situación tan complicada y de una manera tan irreal. Primero por la extraña aparición de una tal hermana gemela que JungKook tenía que ver para creer. Segundo por el accidente inesperado de la madre de Lisa y tercero, pero más importante, la (aparente) depresión y adicción de Lalisa.

Aún procesaba todo lo que estaba ocurriendo y estaba dispuesto a saber la historia completa. Sea como sea.

   Se limpió las lágrimas y puso su rostro serio, se levantó y fue en busca de la única persona que podía contarle todo lo que sabía. O al menos decirle lo que Lisa no quería escuchar.

   Y esa persona, era nada más y nada menos que Priya.

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