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gємєlα
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¿Hermana? ¿Lisa tenía una hermana? ¿De qué demonios estaba hablando? Ella no tenía ninguna hermana.

   —¿Quién eres y por qué mandaste esa foto de mi mamá?— preguntó de nuevo, mirando hacia arriba y parpadeando rápidamente para no llorar. La imagen que esa persona había mandado, mostraba como Mali, su madre, estaba tirada en medio de la carretera, sobre un gran charco de sangre que salía de su cabeza. Obviamente se iba a asustar al ver eso.

Ven a tu casa— ordenó—. Ahí nos encontraremos y te explicaré todo— y colgó, dejándola con muchas preguntas e intriga.

Se acercó al espejo y limpió su maquillaje, no quería que JungKook la viera así porque sino le preguntaría qué pasaba y ella tampoco lo sabía. Calmó un poco su respiración y salió del baño, encontrándose rápidamente con el azabache de brazos cruzados y con una mirada preocupada.

   Había escuchado todo.

—¿Estás bien?— preguntó suave, Lisa asintió con la cabeza gacha y él se acercó a ella, abrazándola—. Puedes contarme lo que quieras cuando quieras; estaré aquí para escucharte.

Con esas palabras, daba por hecho de que él había escuchado algo de lo que decía. Rompió en llanto en el momento en que lo dijo y en el que la abrazó. Su cariño era todo lo que necesitaba en ese momento, tal vez porque sabía que se preparaba para algo fuerte.

—¿Te llevo a casa?— la miró, intentando no llorar al verla triste. Lalisa siempre causó una gran emoción en él, de cualquier tipo, desde tristeza hasta felicidad. La fémina asintió despacio, como si fuera un robot.

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Lisa veía su casa desde el auto de la madre de Kook, no quería entrar, porque tenía miedo de que esa imagen fuera real y de la persona que tal vez estaba adentro. El azabache agarró su mano y la apretó con fuerza, dándole confianza y diciéndole que todo va a estar bien.

   —Sea lo que sea, estaré aquí. Te esperaré, ¿sí?— le sonrió el azabache—. No olvides que te amo, Lice.

   Ella solamente asintió, incapaz de decirle lo mismo, tal vez porque si hablaba, o simplemente abría la boca, rompería en llanto y eso era lo que menos quería. JungKook le dió un beso corto en los labios y le acarició la mejilla.

   —Anda. Ve.

   Asintió otra vez y le sonrió débilmente, casi de manera forzada y salió del auto. Caminó hacia su puerta, notando que estaba abierta cuando ella la había dejado cerrada. No quería entrar, no quería saber quién era esa persona. Solamente quería entrar felizmente a su casa y ver a su madre sentada en el sofá viendo televisión. Sólo quería encontrarse con eso.

Tragó grueso y abrió la puerta, encontrándose con una persona de espaldas vestida completamente de negro. Sintió en su pecho ese sentimiento de adrenalina, el cual le abarcó por todo su ser.

—Entra y cierra la puerta— ordenó la persona, sin girarse. Su voz había asustado a Lisa y de inmediato obedeció, mirando con miedo al azabache que permanecía en el auto.

Una vez que cerró la puerta, volvió a ver a la persona, ésta volteándose y al mismo tiempo quitándose la capucha que cubría toda su cabeza, dejando ver a una chica rubia con el cabello a la altura de los hombros. Lisa tapó su boca con una mano y retrocedió rápidamente, topándose con la puerta.

—E-Esto no es posible...— tartamudeó.

Esa chica era igual a ella.

—¿Q-Quién eres?— empezó a llorar, dejándose caer al frío suelo—. ¿Quién demonios eres?...— tapó su rostro con sus manos y se permitió llorar, mientras que un silencio incómodo abundaba por toda la casa. La chica no decía nada, tan solo observaba cómo su hermana lloraba en el suelo, incapaz de saber qué hacer.

Pasaron unos minutos hasta la chica decidió hablar y hacerle saber a Lalisa quién era y por qué estaba ahí.

—Me llamo Panpriya... Panpriya Manoban— habló, haciendo que la pelinegra detuviera su llanto y tratara de calmarse—. Sé que es muy confuso que me veas o sepas de mi existencia viéndome como tú, pero todo tiene una explicación y esa es que somos gemelas.

Vaya, como si Lisa no lo hubiera notado.

—Mamá y papá se separaron a penas nacimos, por lo que también a nosotras nos separaron y vivimos vidas completamente diferentes, con la única diferencia de que yo sabía de tu existencia desde que tengo conciencia— siguió hablando y Lalisa seguía con el rostro cubierto por sus manos, sin ser capaz de mirarla—. Papá murió hace dos meses por un ataque al corazón, aunque antes me había dejado una carta para mi cumpleaños dieciocho en donde contenía tu dirección y así al fin podría conocerte.

Lalisa decidió levantar la mirada y conectó con los ojos de ella, viendo cada detalle sin poder creerlo. ¿Cómo es que su madre nunca le había comentado sobre esta supuesta hermana gemela? Aunque lo más importante...

—¡Mi madre!— gritó, asustado a Panpriya—. ¿Qué pasó con ella?

—Ehh... llevo siguiéndote estos dos meses, tanto a ti como a tu madre, así que como vi que estabas con tu novio, fui a seguir a tu madre y...— se calló de repente, siendo incapaz de decirlo, pero lo hizo— la atropelló un camión— mordió su labio al decirlo—. Ella estaba cruzando la calle tranquilamente cuando el camión salió de la nada, conduciendo como loco y ella reaccionó demasiado tarde.

   La pelinegra negó con su cabeza rápidamente, sin poder creerlo.

   —No... estás mintiendo— siguió negando, con más lágrimas saliendo de sus ojos—. ¡Estás mintiendo!— gritó.

   —¿Cómo voy a mentir con algo tan delicado como eso, Lisa?— se acercó a ella y se hincó—. No le mentiría a mi hermana.

   —¡Ya deja de decir tonterías!— gritó furiosa y harta de la situación—. ¡No eres mi hermana y lo que dices son puras estupideces! Mi mamá está viva y regresará pronto.

   Dios santo. Se estaba volviendo loca, jamás pensó que algo así pasaría por su vida y de la manera que jamás imaginó. Tan de la nada y sin sentido.

   —Mi madre está viva... mi madre está viva...

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