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мєиѕαʝє
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—¿Cuántos huevos le tengo que poner?— preguntó la pelinegra, mirando al azabache.

   —Dos, Lice— respondió—. En la receta lo dice.

   Lalisa miró detenidamente la receta y, efectivamente, decía cuántos huevos y los demás ingredientes que debía llevar el postre y se sintió estúpida.

   —¿Sabes qué? Mejor te lo dejo a ti— se quitó su delantal rosa pastel y lo dejó en la mesa, sentándose en el sofá mientras cruzaba las piernas.

   —Pero quiero hacerlo contigo— JungKook hizo un puchero y se acercó a su amorcito—. Vamos, Lice. Cocinemos juntos.

   Ver su carita con sus ojos brillosos y labio abultado, le resultaba adorable. Tanto a tal punto que no podía decirle que no. Era la primera vez que Lisa cocinaba junto a alguien y por esa misma razón era por la que estaba nerviosa. Ni siquiera con su madre había cocinado y en ser JungKook el primero, como en todas las ocasiones, le ponía nerviosa por el simple hecho de que la mirara o estuviera a su lado.

   —Lisa-ssi~— pidió.

—Está bien, pero no me mires mucho porque me pones nerviosa— admitió sonrojada.

—Aww, te pongo nerviosa— repitió el azabache con una sonrisa encantadora. Le tendió la mano y ella la agarró, levantándose del sofá y yendo hacia la cocina. JungKook le puso y le amarró el delantal, dándole un abrazo por detrás con un besito en la sien.

Lalisa no pudo ocultar su sonrisa. Se separaron y se pusieron a realizar un postre que Lalisa había visto por internet con su ingrediente favorito: chocolate. Se lo había mostrado al azabache y dijo que sería fácil de hacer, porque claro, estamos hablando de JungKook y además porque la receta lo decía.

La pelinegra picó el chocolate, mientras que JungKook ponía dos tazas de agua en la leche condensada y lo metía al microondas por un minuto. Cuando lo sacó, añadió lo que su amorcito había cortado y lo batió.

—¿Qué tienes en la boca, Lice?— preguntó el azabache, cruzado de brazos y mirándola con curiosidad—. Abre la boca.

—Ño— negó con la boca llena.

—Deja de comerte el chocolate, ¿o quieres que se repita lo del manotazo?— preguntó amenazante y la fémina negó rápidamente con la cabeza; no le había gustado ese manotazo—. Eso creí— sonrió.

Volvió a su mezcla y le añadió dos huevos y lo batió de nuevo. Lalisa sacó veinte rebanadas de pan y los separó, ordenándolos; JungKook le dió la mezcla ya finalizada y la pelinegra lo vertió en las rebanadas de pan, absorbiéndola. El azabache, por lo mientras, prendió el horno a 250°C.

JungKook puso los panes en una bandeja de horno con papel del mismo y las metió a éste. Las horneó cinco minutos y luego lo sacó para darle la vuelta y hornearlos otros cinco minutos más. Mientras tanto, Lalisa jugaba con su celular, JungKook se le acercó y se acostó en el sofá, donde estaba ella y recostó su cabeza en sus piernas.

Lalisa empezó a acariciarle la cabeza y el azabache cerró los ojos, dejándose acariciar. Pasaron así un par de minutos, hasta que el reloj de cocina hizo su característico sonido, avisando que ya estaba listo el postre. JungKook se sobresaltó por el sonido y se levantó rápidamente, apagando el horno y abriéndolo, sacando la bandeja y dejándola en la mesa. Inundando la habitación de un olor exquisito.

—¡Ta da! Torr...

—¡Torrijas de leche condensada con chocolate!— interrumpió Lalisa con una enorme sonrisa, tomándole fotos al platillo. JungKook sonrió enternecido y rió ligeramente, acercándose a ella y dándole un beso en su mejilla.

Se sentaron a disfrutar su postre, ambos elogiando lo buenos cocineros que eran. Todo iba tan bien hasta que Lisa recibió un mensaje de un número que no conocía. Frunció el ceño y le dijo a JungKook que iría al baño, el azabache asintió y siguió comiendo.

   La pelinegra entró al baño y cerró la puerta con seguro, abrió el mensaje y notó que también había mandado una foto, leyó detenidamente lo que decía. Sorprendida, una tristeza le invadió y sus ojos picaron, a tal punto de soltar lágrimas que cada vez iban siendo más y más.

   No quería creer lo que estaba viendo, porque, antes, debía confirmarlo. Por lo que llamó a ese número desconocido y se sorprendió por lo rápido que fue contestada la llamada.

Ella no decía nada y sólo escuchaba la fuerte respiración de esa persona hasta que escuchó un sollozo. En ese momento decidió hablar.

—¿Quién eres?— preguntó, intentando no tartamudear.

Silencio. Ni siquiera se podía escuchar su respiración, porque aquella persona había guardado un silencio demasiado callado e inquietante para Lisa.

   —¿Quién eres?— volvió a preguntar, esta vez más alto.

   —Lisa— JungKook tocó la puerta—, ¿estás bien?

   —Sí, estoy bien— respondió y el azabache volvió a insistir—. Estoy bien, JungKook. En un momento salgo.

   Escuchó sus pasos alejarse y preguntó por el teléfono por tercera vez, esta vez recibiendo una respuesta.

   —Soy tu hermana.

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