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cαиѕαиcισ
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Lalisa subió las escaleras que llevaban hasta la azotea, tratando de que ninguno de los prefectos la viera, porque, desde luego, estaba prohibido.
Abrió la puerta, haciéndola chillar, encontrándose con JungKook acostado en el suelo, con un brazo cubriendo sus ojos y como almohada su mochila. Tal parece que no había escuchado a Lisa, porque tenía auriculares puestos en los oídos con música un poco alta que hasta la pelinegra podía escuchar desde su lugar.
Se acercó a él y se sentó en el suelo, recostando su cabeza en el estómago del azabache, notando su profunda respiración, por lo que dedujo que estaría dormido. Se levantó de su estómago y se acercó más a él. Le quitó los auriculares y buscó su celular para bajarle el volumen de estos. JungKook en ningún momento se movió ni emitió ningún sonido.
La fémina hizo un puchero y revisó la hora. Faltaba una hora para que terminara el descanso y así poder tomar dos horas más de clases para completar la jornada escolar. Pensó en si despertar a JungKook o dejarlo dormir; entonces recordó que desde hace una semana, justamente la semana de ensayos para el Día de los Deportes, él había tenido ojeras y concluyó que era por la canción que le había escrito.
—Ay, Lisa, ¿ya ves lo que ocasionas?— se regañó a sí misma, mirando con pena al azabache. Había amado tanto la canción que todo el fin de semana se la pasó escuchándola y llorando por su bonito significado y la hermosa voz de JungKook.
Se quedó mirándolo por un buen rato y sonrió enormemente por tenerlo como novio y pensó en qué estuviera haciendo ella si no lo hubiera conocido. Si él nunca le hubiera hablado, probablemente ella sería la Lisa callada y tímida que todo el mundo ignoraba y gracias a él, pudo cambiar eso. Pudo cambiar lo que desde secundaria quiso hacer y no hizo porque su inseguridad era demasiado grande.
Su nueva persona era gracias a él y lo agradecía mucho. Acarició su cabello y murmuró las palabras que él amaba y le decía mucho, aunque a sabiendas de que JungKook no iba a poder escucharlas por la simple razón de que estaba dormido.
—Te amo, JungKook.
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El timbre sonó, tocando ese glorioso sonido de que las clases por fin habían llegado a su final. JungKook había despertado justamente antes de que el timbre sonara para que el receso diera por terminado, por lo que desde ese entonces, el azabache llevaba cara de sueño. Solamente quería llegar a su casa y dormir toda la tarde y parte de la noche si era posible.
Se levantó de su asiento, guardando todas sus cosas en su mochila y colocándosela en sus hombros. Fue hasta el lugar de Lisa y sonrió, esperándola para poder irse juntos.
—¿Vamos al parque?— preguntó Lalisa, poniéndose su mochila en sus hombros, lista para irse.
Oh, Lisa, estoy cansado, pensó el azabache.
—Está bien— fue lo que dijo, sonriéndole, tratando de que no notara su cansancio.
—Mhm, mejor lo dejamos para otro día...— exclamó Lisa al ver su expresión forzada, recordando lo de hace tres horas en la azotea. No lo quería ni iba a obligar a ir si no quería hacerlo.
—¿Por qué? Podemos ir ahora; está soleado— dijo como si nada.
—¿Seguro? Te noto cansado.
—Estoy bien, Lisa— sonrió para tranquilizarla—. Vamos— le agarró la mano y salieron de la escuela juntos, yendo al lugar recostándose en el césped como siempre lo hacían.
JungKook estaba cansado, demasiado, pero quería pasar más tiempo con Lisa, a pesar de que siempre estaban juntos casi la mayoría de los días. El fin de semana no pudo dormir lo que le correspondía, porque se la había pasado esos dos días haciendo millones de postres para la repostería de su madre y justamente esos días habían ido muchos clientes, pidiendo cantidades grandes como para una fiesta. A pesar de todo ese gran trabajo, JungKook quería seguir despierto por Lisa.
La pelinegra sacó su cámara fotográfica de su mochila y empezó a a tomarle fotos al cielo, el cual pintaba ya un bonito atardecer. JungKook nada más la miraba en silencio, hasta que por fin le habló.
—No sabía que te gustaba la fotografía, Lice.
—Me gusta desde que tenía ocho años— explicó con una sonrisa—. Y le tomo fotos a lo que me parezca bonito, ¿quieres ver?
—Claro— le sonrió.
Lalisa se acostó otra vez a su lado y empezaron a ver las fotos. Había de todo tipo, como flores, comida, peluches... hasta que JungKook se vió a sí mismo en una de sus imágenes.
—¿Cuándo me la tomaste? ¿Te parezco lindo?
—Te la tomé cuando estabas en mi casa la semana pasada— explicó—, y eres de lo más lindo que hay en este mundo.
Aww, así sí vale la pena no estar dormido. No pudo ocultar una enorme sonrisa y sonrojarse por el halago. Estar con Lisa hacía que todo el cansancio, o cualquier otra cosa, se esfumara de un chasquido. Estar con ella le hacía sentir demasiadas emociones a la vez, que la más fuerte era la felicidad y su amor por ella.
—¿Qué es el amor para ti, Kookie?
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