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nυєναѕ αмιѕтαdєѕ
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Se bajaron del autobús y se dirigieron al metro, en donde se tomarían la línea que los llevaría a su destino.
Lalisa seguía escuchando música con JungKook, éste último a veces tarareando la canción y la pelinaranja sorprendiéndose de que tuvieran gustos similares.
—Muy bien, jóvenes, ¿todos tienen sus tarjetas de transporte?— preguntó el director Gong, a lo que todos asintieron con la cabeza—. Bien, entonces, súbanse ordenadamente, por favor.
Dicho esto, lo mismo que sucedió al subirse al autobús, pasó en el metro. JungKook y Lalisa siempre juntos, mientras seguían escuchando música. Una vez que ya todos los estudiantes y maestros se sentaron, el transporte empezó a avanzar, cerrando primeramente sus puertas.
En el lugar se escuchaban murmullos, risas y demás cosas. El azabache llamando la atención de Lalisa, contándole alguna tontera o alguna otra cosa, y la pelinaranja de vez en cuando alguna risilla soltaba. Ambos estaban en su propio mundo, ignorando lo que pasaba a su alrededor.
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Las puertas del transporte habían sido abiertas, diciendo que habían llegado a su destino. Los estudiantes salieron junto con su respectivo equipaje y subieron las enormes escaleras para salir del metro; una vez afuera, el director nuevamente llamó la atención de todos.
—Para empezar, ¡bienvenidos a Busan!— gritó alegremente el director Gong—. A continuación, nos dirigiremos a un hotel cercano para poder descansar un rato, ¿está bien? Síganme, muchachos.
El director Gong empezó a caminar en una dirección, al lado de la maestra de química y el profesor de física, siguiéndoles los estudiantes.
Lalisa acomodó su pequeña mochila que había traído para cuando saliera, si es que salía, en sus hombros, provocando que se quedara un poco atrás, mientras todos los demás caminaban. JungKook se volteó a verla, y fue con ella, agarrando su maleta y llevándola, dejando a una Lalisa sorprendida por la acción.
—¡Oye! Puedo llevarla— se quejó, corriendo hasta quedar junto a él.
JungKook la miró y le sonrió.
—¿Podrías ponerme un auricular? Me gusta tu música— dijo, ignorando las quejas de la pelinaranja. La chica cedió, sin protestar y continuaron caminando.
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—¡Jóvenes, atención!— llamó el director Gong—. Por cuestiones de seguridad, las habitaciones serán de chicas y chicos, ¿si? No quiero ver a ningún chico en la habitación de las chicas y viceversa, ¿eh?— ordenó—. Bien, pueden explorar el hotel, ir al sauna, p...
—¡¿Hay un sauna?!— gritó emocionada una chica, lo que provocó el bullicio de todos los estudiantes.
—¡Silencio!— gritó Gong—. Déjenme terminar y ya después hacen planes o me interrumpen— pidió—. Bueno, como decía, pueden explorar el hotel, pero no pueden salir a menos que nos avisen. Ya sea a mí o a los maestros. ¿Entendido?— todos asintieron—. Y otra cosa para las habitaciones. En total son seis habitaciones con cuatro camas en su interior. Les asigné compañeros con quienes van a compartir y...
—¡¿Nos va a separar?!— gritó otra chica, agarrando las manos de sus amigas y otra vez todos haciendo bullicio.
—¡¿Qué les dije de interrumpirme?!— preguntó ya cabreado—. A ver, sí, las voy a dividir, porque quiero que socialicen con otras personas. Así que ahora, la profesora Choi les dirá con quiénes van a estar— dijo, mirando a la profesora.
—Ehm... ¿Gong Yoo?— llamó la atención la profesora—. Era el profesor Lee quien lo iba a decir— señaló la adulta.
—Entonces, profesor Lee, diga nombres— ordenó y Lee empezó.
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Lalisa entró a la habitación, arrastrando su maleta, encontrándose con tres chicas platicando animadamente en una de las cuatro camas que habían. Ellas dejaron de hablar y miraron a Lalisa, ésta sintiendo sus mejillas ponerse rosadas por la atención.
—Hola, Lalisa— sonrió una pelirroja—. Me llamo Park Roseanne, pero me puedes decir Rosé.
—Hola, Rosé— sonrió la pelinaranja con nerviosismo, dejando su maleta en una cama.
—Ellas son Im Nayeon y Kang Seulgi— presentó Rosé y las chicas mencionadas sonrieron, dándole confianza a Lalisa—. Ven. Siéntate con nosotras— invitó la pelirroja.
Lalisa dudando si sentarse, aunque al final lo hizo, nerviosa, pero lo hizo. Empezando una plática con las tres chicas.
—¿Qué les parece si vamos a ver el sauna?— sugirió Nayeon, pasando un mechón de su cabello corto atrás de la oreja. Las demás chicas, incluida Lalisa, se miraron entre sí, y se sonrieron, estando de acuerdo.
—¿Será que podamos ver a los chicos?— preguntó de manera pícara Seulgi, recibiendo un codazo de Nayeon—. ¡Auch!
—Sólo piensas en hombres— regañó y sacó una bolsita con chocolates—. ¿Quieres chocolate, Lice?
Chocolate. Hace unas horas que no había comido o tomado esa delicia, tal vez por eso su cabeza comenzaba a dolerle. Sí... tal vez sea eso.
Acercó su mano a la bolsa, agarrando una bolita de chocolate y metiéndoselo a la boca.
—Gracias— sonrió Lalisa. Se sentía mejor al haberlo comido.
Sus compañeras la veían disfrutar esa simple golosina.
—Lalisa, ¿te podemos hacer una pregunta?— preguntó Rosé y la antes mencionada la miró.
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JungKook estaba recostado en una cama, con los brazos detrás de la cabeza y mirando el techo. Se preguntaba cómo la estaría pasando Lisa, si se encontraba bien o si lo extrañaba. Bueno, tal vez lo último no, pero quería estar con ella.
Sintió cómo la cama se hundía a un lado suyo, miró de reojo y se dió cuenta que se trataba de Yugyeom, un chico pelinegro que acababa de conocer.
—¿Te pasa algo, Kook?— preguntó, imitando la posición del azabache.
El mencionado pensó en decirle, pues se sentía raro que le contaras tus sentimientos a alguien que acababas de conocer. Asimismo, lo miró y humedeció sus labios.
—Hay una chica...— dijo bajito, pero, aún así, Yugyeom escuchó.
—Ah, entiendo— asintió con una pequeña sonrisa—. Es Lalisa Manoban, ¿cierto?— preguntó, a lo que JungKook asintió—. La he visto un par de veces. Era una chica callada que consumía cantidades de chocolate a cada minuto, hasta que se juntó contigo. Aunque solamente ya no es tan callada y todos la conocen como "Choclice", la chica rarita adicta al chocolate.
JungKook meditó sus palabras, cerrando los ojos y pensando un momento. ¿Era así como todos la conocían? ¿Se burlaban de ella por comer una golosina? Bien, es cierto que Lalisa tenía un problema con el chocolate, pero, es eso, chocolate. Una golosina como cualquier otra, que todo mundo es libre de probar. No tenía nada de malo que lo consumiera, bueno, en cantidades excesivas sí, pero no era nada fuera de lo común.
Abrió los ojos y mordió su labio, observando el techo, pensando. ¿Y en qué pensaba? En Lalisa, en nada más. Suspiró; era hora de bajarle a todo, así que se levantó y salió de la habitación, dirigiéndose a la de su amorcito.
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