5- El plan de Kagome
Tras haberse ido Inuyasha del complejo deportivo, Kagome se quedó viendo a la niña que traía consigo, junto a su pareja de amigos: Sango y Miroku. Apoya mucho a su hija y se siente orgullosa al ver en su rostro la sonrisa al ver lo feliz que su niña quedó tercera en el podio, y sería la primera de muchas más medallas por venir. Al término del evento las dos familias fueron a un restaurante, en el que la pequeña comía una pechuga de pollo apanada y el niño de Sango y Miroku se terminaba un paquete de papas fritas como aperitivo, mientras que los adultos conversaban sobre temas variados. Entonces surgió el tema de Inuyasha.
—Te vi hablando con él —resonó la voz de su amiga.
—Sí... No entiendo qué le hice. Sólo fue una noche con Koga — respondió con falsa calma, fingiendo una sonrisa.
—¿Solo fue una noche?... Inuyasha y yo estamos distanciados, porque intenté decirle que te perdonara y además porque expulsó a Koga de la banda —Miroku renegó con un ligero ceño fruncido—, y me terminó echando de la banda a mí también — evidentemente tenso, se frotó la frente con la punta de sus dedos.
Ella, acalorada, bebió varios tragos de su refresco para intentar soportar un poco el calor del mediodía, no había llovido en varios días y, aunque el clima no fuera excesivamente caluroso, ese día era especialmente insoportable.
Sango se apoyó en la mesa y la miró con una expresión ininteligible; intuía que la condenaba por querer reaparecer en la vida de Inuyasha después de casi seis años. Giró su cabeza para evitar el escrutinio y resopló cansada.
—Necesita saber sobre Moroha — comentó afligida y algo molesta —. Sango, ayúdame... Tú eres más su amiga que Miroku.
—Lo sé, pero ese tipo no quiere verte ni en pintura — Miroku le respondió golpeando varias veces la mesa con el dedo índice demostrando su seriedad — Escucha —intentó mostrar algo de tranquilidad—, es verdad que Inuyasha no quiere verte y venir a Otunia diciendo "Hola Inu, te presento a tu hija que jamás conociste" y resulta y pasa que tú y él estuvieron una sola vez.
Sango estaba inconforme con la forma en la que su marido estaba tratando a su amiga, solamente la vio rodar los ojos como si lo que le estuvieran diciendo no fuera importante y es que, si a ver vamos, Kagome era realmente terca y ella lo sabía; no había conocido persona más obstinada que su amiga. Por un lado quería ayudarla en especial por su gran amistad pero Inuyasha era su amigo, y ocasionalmente fueron pareja en la adolescencia pero no funcionó aunque terminaron por las buenas, y no estaba dispuesta a decirle eso, todavía.
—Miroku — la castaña le dio un codazo a su esposo —llévate a los Hisui y Moroha por un helado, no quiero que nos escuchen.
Miroku resopló con evidente molestia porque no tenía interés en salir del restaurante, el sol pegaba fuerte y no había traído bloqueador solar. Sango lo miró con el ceño fruncido y él decidió que lo mejor era dejar solas a las dos amigas. Kagome, aún acalorada, terminó su refresco de uva y dejó la botella sobre la mesa. Apoyó sus codos y miró a Sango a los ojos.
—No le diré a Inuyasha —la mirada de la azabache cambió drásticamente—por favor, Kag, tienes veintiséis años, ya lo encaraste, listo... no quiere verte. Es mejor que te alejes de Shiro... perdón... Inuyasha.
La risa de Miroku se escuchó al momento de volver y Sango lo miró con enfado, el cual se disipó cuando el hombre le entregó unas flores. Higurashi sonrió levemente al ver esos dos tortolitos coquetear como un par de adolescentes enamorados y sin importarles más nada que ellos mismos. Los hijos de los adultos se fueron a comer su helado sentados muy tranquilitos en una esquina donde otros infantes jugaban con sus manos y, sólo dos, con dispositivos electrónicos.
—¿Shiro, dices? — cuestionó mirando a Sango.
—Ey — él la miró con el ceño fruncido —estás con Koga, así que no pienses en eso., Kagome.
—Miroku —la mencionada replicó con una voz aguda—, le quitas la diversión a la vida.
—¿Ves?—Miroku la señaló con la mano abierta, su tono de voz estaba lleno de decepción y Sango resopló algo molesta —, verdaderamente eres increíble. Kagome. —suspiró y se sentó a la mesa observando a la azabache y más calmado—Pero no puedo decirte nada, Koga y tú se aman mucho pero haberle sido infiel en sus propias narices, por favor.
—Miroku... no estás ayudando —Kagome lo miró seriamente—Sango...
Sango, dubitativa miró a su esposo y luego a Kagome, sabiendo con certeza que la decisión que tomara tarde que temprano le pasaría factura. Iba a tomar y a arriesgar su pellejo con tal de que la hija de su amiga conociera a su padre. Ver a la chica estar afligida por cargar ese peso en su consciencia a tal grado que viajó desde Laureles, una ciudad a más de tres horas en autobús, agachó la cabeza y se levantó de la mesa apoyando sus manos sobre el vidrio que recubría la madera de la mesa.
—Yo me haré cargo —Sango habló y Kagome quiso abrazarla pero ella la alejó —pero... —si me prometes que no intentarás ninguna locura, Kagome Higurashi...
—Lo haré —comentó la azabache y la castaña pareció dudar un momento, algo le decía que Kagome tramaba algo —¿por qué me ves así?
—¿Cómo? —la castaña la miró confundida.
Kagome levantó una ceja desconfiando de la voluntad de Sango por ayudarla. Nunca desconfiaban la una de la otra pero esta vez el ambiente se estaba poniendo tenso.
—Si quieres que te ayude necesito a tu hija, si Inuyasha me ve llegando con ella puede que la quiera conocer —miró a su amiga a los ojos —, pero prométeme que no vas a hacer ninguna locura.
—En serio, Sango te lo prometo —Kagome sonrió levemente dando su palabra de honor y la castaña asintió.
(...)
Inuyasha conducía de vuelta a casa cuando tuvo que frenar abruptamente por un accidente de tránsito esquivó al camión que perdió el control casi que derrapando y solamente logró detenerse completamente estrellando un poste, de no ser por su pericia los dos habrían visto su final ese día. Él respiraba agitado y giró su cabeza para ver a su sobrina Towa que estaba igual o peor que él. Ninguno tenía heridas graves, es más estaban ilesos, pero el susto y el daño del carro tendrían bastante tiempo antes de recuperarlo.
—¿Estás bien? —preguntó Inuyasha y la albina asintió varias veces —llamaré a Sessho... yo... te sacaré de aquí —miró por el retrovisor a alguien correr en bicicleta por la acera —, ¡Hojo! —llamó el albino gritando.
El chico escuchó la voz de Inuyasha y de inmediato frenó bruscamente para ver lo que estaba ocurriendo.
—Inuyasha —el chico de cabello castaño lo miró —¡ese camión venía por el carril contrario!
—No tengo tiempo para preguntar —su voz sonó fuerte y el noble chico se puso serio—, saca a Towa de aquí y llévala al despacho de abogados de Sesshomaru... está en Shock.
Con fuerza el muchacho amigo de Inuyasha forzó la puerta, el daño en el carro fue grande, tanto que el acceso al asiento del copiloto estaba bloqueado. Justo cuando las sirenas de las ambulancias se escucharon Hojo hizo varias señales para que lo vinieran a ayudar, desde dentro, Taisho forzaba la puerta del conductor pero esta no cedía y cuando quiso levantar sus piernas parabrisas un bombero, con una seña le dijo que no.
Con una sierra eléctrica rompieron la puerta del auto y lograron sacar con vida a sus ocupantes, apenas eran las doce y el día no podía ir a peor para Inuyasha.
"Mierda, mierda, mierda, mierda" se dijo varias veces en su mente.
Cuando entró en su casa cerró bruscamente la puerta causando conmoción en el conjunto residencial. Se dejó caer en el sofá y suspiró con pesadez, su vida iba tan bien y ahora que todo parecía ir con viento en popa, aparecía ella.
Ella que casi lo lleva al suicidio.
Se odiaba, podría verse fuerte por fuera pero aún se sentía como ese niño aquel vulnerable ante el supuesto amor que sentía él por Kagome. Se sentía como volver a vivir una pesadilla de la cual quisiera despertar y olvidarla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro