Bonus 31. Forever
Los cuadro de honor de Arlen y Kyomi; las fotografías de su matrimonio y de los niños cuando eran bebés colgadas en las paredes; el pequeño altar honrando los padres de Eiji y a las señoras Coleman y Owen; los souvenirs de diversos países del mundo por los viajes de su hija; los diplomas de la universidad de su hijo; el reconocimiento al trabajo de Ash y Eiji tras jubilarse; y, una gran fotografía en donde aparecían sus amigos y familia juntos.
Y los enormes de estantes llenos de álbumes de fotografías que databan más de cincuenta años de historia familiar.
La vida se pasó volando pero la unión del hilo rojo permanecía.
Un viejo omega de setenta y cinco años ajustó sus gafas mientras preparaba la cena como era habitual. Aún después de todos esos años, a su marido nunca pudo hallar el deleite en el natto.
¡Jah, viejo cascarrabias! Se alegraba que al menos a sus hijos y sus nietos les encanta. Hacen fiesta comiéndolo mientras el anciano Ash se tragaba su pobre ensalada con camarones.
—Onni-chan, ya vine. — hablando del vejete rey de Roma, apareció entrando por la puerta después de jugar ajedrez en el parque.
En eso, Eiji frunció el ceño y refunfuñó. Aún si aplacaba con sus dulces feromonas, podía oler hot dogs dentro del suéter del alfa.
—Serás cabeza dura, Ash. Sé que tienes ahí —cruzó sus brazos con desagrado. —. ¡Debes cuidar tu colesterol! Así dijo el doctor.
El que antes tenía el cabello rubio elegante ahora es reemplazado por hebras plateadas y espesas. Por la edad y por su lectura obsesiva, estaba encorvado y portaba sus lentes como el grosor de una botella de vidrio, pero seguía siendo muy bien parecido.
—¡Hmmp! Déjame en paz, quiero mi salchicha — le tembló el labio y fulminó con la mirada a su pareja. —. Hierba mala nunca muere, sino mira a Yut Lung... ese ya se lo chupó el diablo al traer a luz al Clan WongLung.
Eiji rodó sus cansados ojos.
—Solo fueron diez hijos que tuvieron con Shorter... Xianshi, un alfa ejemplar, se enamoró de nuestra preciosa hija omega y tenemos tres hermosos nietos. Acéptalo de una buena vez, idiota... ¿acaso no es hijo de tu bro?
—Sí, y tras tercer hijo se quedó pelón. ¿Qué clase de genética les espera a mi descendencia? Ahora también tendrán la piel seca de la víbora de Yut Lung — asintió malhumorado. —. Gracias al cielo que Arlen se consiguió su chico omega francés, buen gusto tal y como su padre.
—¡Y no me cambies de tema! —lo regañó a viva voz. —. ¡Vamos a comer natto con arroz y no esa porquería que compraste! Te voy a acusar con tus hijos que no me haces caso.
Ash le sacó la lengua y le enseñó el dedo de en medio.
—Pues hazlo...
Ahora era de sacar la artillería pesada, imitó a Ash en su infantil reacción y agregó:
—¡También te acusaré con Griffin y Max! En conjunto todavía tiene energías en darte una paliza.
Ash bufó sin escrúpulos.
—Si les dices hoy, llegarán mañana y se les olvidará a que vinieron — reto Ash, sobando la cabecilla de algodón de su destinado. —. No tienes en quien apoyarte.
Eiji hizo un puchero.
—¡Aún tengo a Blanca y a Sing!
—Pfff... Sing sigue de Sugar Daddy con la jovencita Akira y Blanca, a pesar de tener cien años, su vida es el gimnasio — sonrió de oreja a oreja. —. Ríndete, onni-chan.
Sin embargo, con la experiencia y la edad, el omega aprendió a ser terco y menos tolerante. Así, obligó a Ash a sentarse en la mesa y le sirvió su tazón de arroz con natto.
Por su lado, el alfa también tenía sus trucos bajo la manga. Supo que si tragaba la comida en vez de masticarla podía tolerarlo. Lo único malo era que tomaba grandes vasos de agua e iba al baño frecuentemente pero era mejor que aguantar al irritable omega.
—Serás un dolor de cabeza — explicó Eiji al dar un bocado. —. Lo hago por tu bien... quiero estar a tu lado muchos años más.
De pronto, de todos los recuerdos que Ash pudo haber pasado en la mente, se desembocó uno de los más miserables: la puñalada de Eiji y cómo casi lo pierde.
Muerte...
De un momento a otro, Ash se puso perturbado. Aún podía percibir la sangre impregnada en sus uñas y el olor nauseabundo de camino al hospital.
—Onni-chan, hay algo que no te he dicho aún... — su voz se rajó ligeramente.
Sorpresivamente, su omega cogió su arrugada y manchada mano y le dio un apretón.
—¿Se nos acabó la viagra? No te preocupes... ya compré más para hoy. —guiñó el ojo, coqueto.
Ash quedó patidifuso.
—N-No, no es eso — aclaró su garganta y se sonrojó. Al parecer estarán de traviesos antes de la siesta. —. Tienes razón, debo cuidar más mi salud.
—Por supuesto que siempre tengo la razón. — alzó su cabeza sin humildad.
Entonces, hubo un momento de silencio. El omega esperó a que su alfa hablara, lo conocía tan bien que en tan solo ver su expresión podía intuir que algo le molestaba.
—¿Recuerdas... la vez que te quisieron robar... Después de la entrevista?
Eiji cambió su expresión drásticamente pero jamás apartó su mano sujeta a la de su pareja.
—Ah... sí... — se rascó sus cabellos y se quitó sus anteojos. —. No tengo lúcido los detalles del asalto... solo lo que pasó después.
Ash asintió cohibido, su mano desocupada entrelazó el hilo rojo entre sus dedos.
—Ese día... nuestro destino se estaba apagando.
El japonés parpadeó sin comprender.
—¿Qué?
—Cuando esperaba tu mensaje para ir a comer, esta hebra comenzó a desaparecer de repente... intuyo que fue en el momento que te hirieron... — musitó con tristeza.
—Ash...
Ellos nunca tocaron el tema del accidente después de años desde la pelea que tuvieron por la sobreexplotación de Rita. Este sería la primera vez que lo hablan y se sentía extraño desembocar sentimientos que han sido guardados durante años.
—Esa fue la única vez que vislumbré dicho fenómeno — le dio una palmada a su mano, manteniendo su mirada firme. —. Quiero que sepas, el día que alguno de nosotros fallezca, el hilo rojo ya no estará... — relajó su rostro al ver el anonadado de su omega. —. No quiero que te pongas deprimido si soy el primero... solo vive los días que te quedan, fortalecido cómo las señoras Owen y Coleman... con la frente en alto.
Eiji estuvo pensativo.
—Ash...
—Pero, si tú eres el que se va antes... tomaré mi propio consejo... aún sin el hilo — alzó su dedo anular. —, conservo mi anillo.
Nuevamente el silencio reinó en ellos, pero esta ocasión una presión en el pecho y las feromonas pesadas en el aire no ayudaban de mucho.
—No entiendo exactamente porque estamos hablando de este tema tan triste — su melodiosa voz retumbó en los oídos del alfa. —, pero después de muchísimos años, entiendo el verdadero significado de tu propuesta de matrimonio...
La respuesta de Eiji no la esperó para nada, un estribo de curiosidad de formó en sus ojos verdes.
—¿Cómo...?
—¿Es que ya estás muy viejo para recordarlo? — dio una risita. —. Dijiste: "quiero simbolizar nuestra unión de todas las maneras humanamente posibles... porque te amo..."
El corazón de Ash se estrujó, estaba tan en shock que podía recordar tan bien sus palabras.
—Eiji...
—Tenías miedo a que el hilo desapareciera algún día, ¿no es así...?
En eso, Ash sonrió ligeramente, reflejando melancolía. Su pareja es el único que puede conocerlo tan bien, que a veces no podía con tanto.
—En parte sí... aunque era un joven muy enamorado... compré el anillo en aquel Black Friday por impulso de idiotez.
El omega jadeó.
—¡¿Con tanto tiempo de antelación?! — le dio unos golpecitos en la espalda. —. ¿Por qué tardaste tanto en pedírmelo?
—Le di tiempo al tiempo... —elevó su mano y palpó la mejilla arrugada de su omega, aún con esos signos de vejez, seguía siendo suave y hermoso. —. Cuando sentí que crecimos como personas y en nuestra relación... lo hice.
Una enternecida oleada de emociones sacudió la mente de Eiji, guiado por sus sentimientos, apartó la mano sobre su piel y besó la palma.
—Y henos aquí... juntos.
—Sí... — suspiró encantado, dejando fluir su amor en su corazón.
Luego del almuerzo, entre ellos hicieron los quehaceres del hogar, limpiaron un poco la habitación y se sentaron a ver la televisión en la sala de estar.
De por sí el show estaba aburrido y solo la tenían encendida para pasar el rato y que les hiciera la digestión a un posible rato erótico después.
Sin embargo, lo discutido hace un momento aún se mantenía en la mente de Eiji. Ha vivido de manera plena, luchó por sus sueños y ahora en la jubilación sólo quiere descansar con su amado esposo. La muerte era lo más cercano que tenían en sus vidas, era lo esperado para gente de su edad.
¿Quién de ellos será el primero en irse y dejar el otro atrás... solo sin su alma gemela?
Solo en pensarlo le quemaban sus ojos.
—Ash...
El alfa lo observó de reojo.
—¿Hhhmm?
Eiji suspiró profundamente.
—Los anillos, el marcaje, nuestros hijos e incluso la herencia... lo material no simboliza nuestra unión sin el hilo...
—¿A no? — levantó una ceja, poniéndole atención.
En un delicado movimiento, Eiji enroscó su meñique con el de Ash, juntando sus frentes y, al notarlo desprevenido, le depositó un ligero beso en los labios.
—El hilo muestra el enlace de nuestras almas... —sonrió ampliamente y sus ojos, a pesar de sus anteojos, reflejaban un hermoso fulgor. —, somos almas gemelas...
Ash comenzó a respirar irregularmente al entender hacia dónde iba la conversación.
—Eiji... — exhaló su nombre con dulzura.
Sin miedo a derramar su corazón, el omega permitió que unas lágrimas brotaran de sus ojos.
—Aún si yo me voy antes... no te diré adiós... — continuó sonriendo entre dientes. —, hasta que nos volvamos a encontrar en otra vida — juntó en los labios tan delicado como su primer beso. —, eres mi pareja, mi amor, mi mejor amigo... —se alejó sutilmente para verle al rostro. —, mi alma siempre está contigo...
Sin darse cuenta, Ash se unió al mar de sollozos con Eiji. Era inexplicable lo bien que podía hacerlo sentir todavía siendo viejo.
—Eiji... yo... — exhaló un gimoteó. —. ¿Por qué me haces esto, onni-chan? Yo no quería llorar hoy...
El aludido carcajeó y entre ambos se limpiaron sus gotas cristalinas con sus pulgares.
—Tú empezaste con tus estúpidas tristezas.
Entre risas y llantos, se abrazaron con ímpetu, sus feromonas llenaron el lugar con un olor agridulce.
—Mi alma está contigo también, Eiji... no importa dónde me encuentre...
El japonés asintió, calmando sus emociones un poco.
—A-Ash...
El alfa se separó un poco del cuerpo de Eiji pero no deshizo el contacto físico; entre un apretón en sus hombros, le hizo reaccionar sorpresivamente con su sonrisa bonachona.
—Celebremos otras bodas de oro cuando tengamos cien años.
Aún si no llegan a esa edad, se valía para soñar.
—Sí. — se contagió con el buen humor de su destinado.
La esperanza es la que muere primero.
—Vamos a hacer sentadillas como cuando teníamos veinte o incluso al Royal Decamerón.
—¡Sí!
Ahora siguen vivos.
—Te invito a bailar en la luz de la cocina.
—Intentaré no pisarte los pies —bajó la mirada con pena. —. Pondré en práctica lo que aprendimos en el club de baile.
La sonrisa de Ash se amplió todavía más y Eiji esbozó con ternura una expresión dulce.
—Hagamos lo que dicta nuestro corazón... hasta nuestro último respiro...
Ahí, contemplaron sus agotadas miradas pero reflejadas con ilusión.
—Siempre...
—Por siempre...
Sellaron su promesa a través de un beso en sus labios y susurraron mutuamente:
—Te amo.
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