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5. Rompiendo la taquilla

Gel para el cabello, loción con aroma a madera, crema contra las imperfecciones de la piel, rasuradora con doble hoja... No usaré nada de eso. Basta un chapuzón de colonia de Ace Savvy en mis axilas, mi camisa de mangas largas y mi pantalón de citas. Lo demás ya es más que perfecto.

Bajé despacio por las escaleras, buscando dar un golpe de efecto al presumir mi aspecto. Pero alguien se me adelantó. Luan estaba ya en la sala, y tanto mis padres como mis hermanas la rodeaban. Usaba un abrigo color marrón claro como único cambio en su vestimenta, pero por alguna razón se veía muy bien. De seguro era esa enorme sonrisa de coquetería.

—¡Hija, te ves muy linda! —dijo mamá, tomándola de las manos.

—Es muy cierto, princesa, pero... ¿podrías dejar de... crecer... tan rápido? —comentó papá, con un nudo en la garganta.

Lola intervino: —Además no es que se vea demasiado linda, papá. Sólo lo necesario.

Esas palabras no le gustaron a papá.

—¿Necesario para qué? ¿Me ocultan algo?

—Vamos... No te pongas así, querido. Sólo van a ver una película entre amigos. Eso es muy normal.

Leni acercó su teléfono celular a Luan con malicia, diciendo: —¿Algo que opinar?

En la pantalla estaba Lori, quien había seguido la escena a distancia. La mayor de mis hermanas expresó su parecer.

—Pues te ves literalmente mejor de lo esperado. Creo que va con tu estilo más desenfadado y menos, pero mucho menos a la moda. Aunque dudo que eso te resulte importante.

—Me conoces de sobra, hermana. ¡Antes lista que fashionista! ¡Jajajaja! —fue la respuesta inmediata de Luan, seguida por un gruñido colectivo.

Era mi momento de llamar la atención.

—¿Lista para la cita? Más que lista, te ves deslumbrante. Estoy convencido que a Clyde le gustará tu atuendo.

—Me gusta que digas que te parezco deslumbrante. Aunque estoy segura de que exageras —respondió mi comediante favorita, mientras jugueteaba un poco con su falda.

Un trastabillante motor de auto sonó frente a nuestra casa.

—¡Rayos! ¡Bobby nunca me hace caso! Ese chasis merece un buen ajuste. —exclamó Lana, sin tener necesidad de ver por la ventana.

—Y con un poco más de vibración ya sería un evento sísmico —añadió Lisa, con una sonrisa arrogante. Levantó el brazo sin voltear a ver a Luan, quien se acercó con rapidez, y ambas chocaron las palmas en un high-five inusual.

Tal como se lo aconsejé, junto a Bobby y Ronnie Anne venía Clyde. Saludó con respeto a mi familia y le entregó un ramillete de flores amarillas a Luan.

—Fueron las más bonitas que encontré. Lo aclaro porque deben estar acordes a tu encanto —fue su piropo al entregárselas (yo fui quién inventó esa frase). Mamá hizo un pequeño chillido de emoción.

Luan sonrió, y respondió —Eso fue muy bonito, Clyde. Justo como las flores. Las pondré en una maceta, y nos vamos.

No hubo mucha conversación dentro del auto. Bobby manejaba tranquilamente, siguiendo el ritmo de una canción de Drake, mientras Ronnie Anne iba en el asiento del copiloto, dándome miradas de reojo en completo silencio. Yo iba atrás al lado izquierdo, Clyde al medio, y a la derecha mi hermana. Ella también iba en silencio... Lo más increíble del mundo.

Le di un codazo a mi amigo y le indiqué en voz baja que hablara algo acerca de la película. De inmediato dijo:

—Leí muchas de las críticas en internet y la evalúan muy bien.

—No me sorprende, me gusta esta canción —comentó Bobby, con un suspiro de decepción por parte de su hermana menor. Lo bueno de su desacertado comentario es que inspiró a Luan.

—Es porque en la radio los críticos no oyen los pasos de baile de Drake. ¡Le bajarían la calificación si los vieran!

Mi novia empezó a reir, Bobby dejó de sonreír y Clyde exclamó: —¡Buenísimo, tienes razón!

En eso empezó a sonar la frase "Toniiiiight..." de una canción muy rítmica de Bruno Mars. Y Luan saltó de su asiento.

—Oigan, oigan... ¡Amo esa canción!

—Es buena, ¿verdad? —contestó Ronnie, viendo hacia atrás de inmediato. Las dos chicas empezaron a cantar con entusiasmo y haciendo gestos con los brazos en alto:

Put yo'... pinky... rings up... to the... moon!

Girls, what y'all trying to do?

24 karat magic in the air

Head to toe so player

Uh, look out!

Clyde no dijo nada más. Sólo las observaba en silencio y con una expresión perdida, como si en un segundo se hubiera desconectado de la realidad. Le di otro codazo y le mostré como debía mover los brazos. Sonrió y empezó a imitarme.

Llegamos al centro comercial justo cuando faltaba poco para que la canción acabara.

—Llámame cuando haya terminando la película, hermanita —dijo Bobby cuando nos bajamos del auto —No estaré muy lejos. Creo que aprovecharé para visitar un rato a mi bella Lori.

—¿L... Lori? —dijo Clyde con suavidad. Bobby a veces suele ser inoportuno. Tuve que intervenir.

—¡Gracias, Bobby! Te avisaremos cuando estemos listos. Ten cuidado en el camino, trata de no aburrirte, chao, bye...

El auto arrancó. Ronnie puso su mano en mi hombro. —¿Te pasa algo raro, Linc? Luces más despistado que de costumbre.

—E... Es la emoción de ir contigo al cine. Y de ver juntos a mi amigo y a Luan.

—Clyde luce como si se hubiera golpeado el dedo chiquito del pie —añadió Luan.

—Ya nada me sorprende de Tonto y Retonto. Andando. Ya casi empieza. —concluyó mi novia con una sonrisa. La actitud de mi amigo empezó a preocuparme.

Compramos los cuatro boletos y junto con Ronnie decidimos dejar que Luan y Clyde se nos adelantaran. Y fue una buena idea: no teníamos idea de lo complicado que iba a ponerse todo.

Quien recibía los boletos antes de entrar a los pasillos era una chica de unos 18 años. Su rostro apático se endureció al vernos a los dos acercándonos a ella.

—Pero miren quién viene al cine... —dijo, viendo hacia Ronnie. Tomó nuestros boletos .

—Trish Ledditon... No puedo decir que es un placer verte —respondió mi chica —Lo que sí te diré es que Bobby acaba de salir a ver a su novia. Muy lejos de ti, por cierto.

—Bien por él. Sala dos, hacia el fondo del pasillo.

Nos dio el taco de nuestros boletos y nos hizo pasar. Al alejarnos, le pregunté a Ronnie si era su amiga. Ella empezó a caminar más rápido tomándome de la mano. En circunstancias diferentes me habría sonrojado como idiota.

—Te explicaré luego. Entremos ya. —fue todo lo que dijo.

Entramos con rapidez a la sala dos, y encontramos a nuestros dos acompañantes sentados en silencio, viendo hacia la pantalla en la cual aún habían comerciales.

Ronnie les habló primero: —Chicos, lo siento pero...

—¡Nada, no pasa nada! ¡Nadita de nada! Sentémonos —dije para interrumpirla.

Ronnie me dio un apretón en el brazo. Contuve el dolor, pero Luan vio mi mueca.

—¿Pasa algo, Linc? Me recuerdas a esa pintura del hombre pálido gritando.

—No... Nadita —dije a duras penas.

—Tengo pastillas para evitar el vómito por si necesitas —fue lo que Clyde dijo entonces.

Ronnie me sentó con violencia y me habló al oído.

—¿Qué te pasa? ¡Quiero advertirles algo!

—No quiero que la cita se altere. ¿Has visto a Clyde? Ha estado nervioso durante buena parte de la noche, y algo fuera de nuestro control le puede arruinar la cita. No quiero que eso pase.

—¡Pero necesito que ellos sepan algo! Ella no es mi amiga. Ella me odia, y no se quedará sin vengarse de mí. Eso puede arruinar cualquier cita de la peor manera.

La preocupación en su lindo rostro moreno me hizo ver la gravedad del asunto, y me obligó a sacar determinación de la nada.

—Te entiendo, Ronnie... Creo que es turno de hacerme cargo de tu seguridad también. Quédate aquí —le dije, y viendo a nuestros acompañantes, añadí: —¡Voy por sodas y pop corn! ¡No tardo!

Salí rápido, sin voltear y sin detenerme. En ese momento no tenía idea de nada. Sólo sabía que ni siquiera una tal Trish iba a arruinar la felicidad de mis personas favoritas. Empecé a caminar despacio, para llegar a la entrada del pasillo sin que me notaran. Por desgracia, una mano me tomó con fuerza del brazo. Un vigilante fortachón me detuvo, frente a la mirada complaciente de Trish Ledditon.

—Él es uno. Tampoco la chica de aspecto hispano pagó su entrada.

—¡Eso es una gran mentira! Aquí tengo mi parte del boleto —grité viendo con furia a Trish. Ella sonrió mientras me vio sacar un papel inservible del bolsillo. Fue entonces cuando entendí su retorcida satisfacción: Lo que ella me devolvió en la entrada no fue el boleto.

Odio no saber qué hacer.

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