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3. Hora del postre

Hace como un año, durante el amanecer, yo dormía felizmente, soñando como sería mi boda con Cristina. Justo a la hora de "poder besar a la novia", sonó el despertador, pero a un volumen al que no debería estar sonando. Molesto, estiré el brazo para apagarlo... Y justo en el botón encontré un buzzer, que me lanzó una fuerte descarga eléctrica en la mano. De mala gana, me puse mis pantuflas, sin darme cuenta de que alguien les había puesto rueditas, como patines. Así que al ponerme de pie, perdí el control de inmediato. Me fui hacia adelante, sin poder detenerme. Lo curioso es que alguien había dejado la puerta entreabierta, para que no me impidiera salir del cuarto, pero que al salir dejara caer desde arriba una gran tabla que tenía escrito "BUENOS DIAS". Eso me detuvo, con gran dolor.

Y todo eso pasó en un primero de Abril.

No tengo idea de cómo fue que recordé algo tan molesto. Quizás fue por la enorme tabla que Leni y Clyde tenían en el patio de la casa. Yo seguía sin tener una idea de lo que planeaban.

Ella se veía entusiasmada como siempre. La vi con su eterna sonrisa de dientes perfectos.

—No te preocupes, Clyde. He hecho algo similar antes. Pero el perrito se movía mucho.

—Por favor, Leni... No me compares con un perrito. ¿Al menos era bonito?

Cuando ambos notaron que me acercaba, me resigné a seguir en el misterio acerca de su proyecto.

—¡Clyde, amigo! ¿Me acompañas un momento a la mesa? Hay algo que te puede gustar.

—Te lo agradezco, Linc, pero antes quisiera explicar unas cuantas cosas a Leni.

—Yo creo que mi hermana comprenderá. ¿Verdad, Leni? —dije, tomando a Clyde del brazo.

Pero ella no tenía mucho ánimo de interrumpir la plática.

—Oye... No te vas a ir ¿o sí? Aún no termino de contar lo del perrito —respondió, un tanto nerviosa.

—Él regresará, te lo garantizo. Y le contarás esa linda historia con todos los perritos que sean necesarios.

Leni volvió a sonreír, y empezó a dar pequeños saltos juntando las manos. —¡Sí! ¿Le puedo poner más perritos? ¡Me gustan!

Y nos saludó mientras Clyde y yo nos alejábamos hacia el interior de la casa.

—Leni es muy amable. Ojalá no se moleste porque la estoy haciendo esperar.

—No se enfadará; tranquilo. Además, te gustará mucho lo que Luan ha preparado para ti.

Clyde sonrió.

—Déjame adivinar. Es una rutina de comedia. ¡Será genial! ¿Habrá popcorn?

—No, ni por cerca. Es algo que ella te preparó con mucho cariño.

—¿Con cariño, dices? ¿Estamos hablando de tu hermana Luan, verdad?

Cuando por fin llegamos a la mesa, ella le había puesto un mantel diferente, y sobre él vimos tres vasos de vidrio, de esos largos y estilizados. Tenían trozos de banano y kiwi, con unas moras azules y frambuesas encima. Todo sobre una cama de aquella deliciosa crema batida. La "cereza en el pastel" no estaba en ningún postre: Luan mantenía puesto el delantal con el que preparó la crema, pero ahora, se había puesto una cofia de mucama en su cabeza, y con una pequeña reverencia dijo:

—Pueden pasar a la mesa, caballeros. Postre de crema, para la crema y nata.

Y contuvo una risita.

Mi amigo se sentó de inmediato.

—Muchas gracias, Luan. Cuánto detalle... ¿Celebramos algo?

—Celebramos que tenemos una estatua nueva en la casa —respondió, señalándome con el dedo. Yo me había quedado inmóvil, sorprendido por los detalles inesperados. La mesa se veía bien. Los vasos se veían bien. Y Luan...

—¡Ejem!

La oí carraspear. Me senté rápido y un poco avergonzado. Pero analicé la situación, y me di cuenta de lo favorable que era. Comencemos por los asientos. Era la mesa de los adultos: Yo me senté al extremo (en el mismo asiento en que entoné la Canción de los Frijoles) para que ellos dos quedaran sentados uno frente al otro. En segundo lugar, el aspecto de Luan. Estoy informado de sobra de que todos mis compañeros de escuela consideran atractivas a mis hermanas mayores. Y aunque la comediante nunca se propone resaltar por su imagen, hoy ha demostrado que tiene su encanto natural. Y por último, Clyde. No termino de sorprenderme por lo bien que se desenvuelve a la mesa con gente mayor. Estoy seguro de que a ella le gusta el flujo de la conversación que tienen. Sólo falta afinar un par de detalles.

No. Charles no es uno de esos detalles. El perrito está llorando a la par mía

Luan detuvo su plática con Clyde y se dirigió a nuestra mascota. —¡Charles! No creas que me olvidé de ti, perrito. Ten, fruta y crema batida para que no te sientas abatido. ¡Jajajaja!

En efecto, le mostró un pequeño recipiente con una versión más pequeña de nuestro postre. Charles se veía feliz: varios ladridos entrecortados y el meneo de su colita lo confirmaban.

Los ojos de cachorro que Clyde puso al ver la escena eran más enternecedores que los del verdadero cachorro. —¡Lindo perrito! Espero que disfrutes el postre tanto como yo. Lo hizo una chica extraordinaria, después de todo.

Mi hermana sonrió. Y yo también. Y Lucy tamb...

¡Ayyyyy!

Todos los presentes dimos un salto en nuestro asiento. Nunca entenderemos cómo hace Lucy para surgir de la nada. A propósito, vi mal: Lucy no había sonreído.

—Buen provecho. ¿Alguno de ustedes ha visto pasar a nuestro gato negro por aquí? Lo necesito para jugar a los rituales de brujería.

—No, Cliff no ha pasado por aquí. En verdad no me sorprende que esté huyendo esta vez —respondí.

—Suspiro... Veré si Luna sabe algo al respecto.

Se marchó despacio, con una delicadeza que no tiene a la hora de presentarse.

La verdad era que Cliff estaba ahí, pero ninguno de nosotros lo vio entrar. Salió de su escondite poco después de que Lucy se retirara. Aun sin que lo notáramos, se acercó a Charles, atraído por el bonito postre que Luan le preparó. Al parecer, también se le antojó. De seguro Cliff lo trajo hacia sí con una de sus patas, y Charles reaccionó con un gruñido suave, lo suficientemente sonoro como para llamar la atención de Geo, el hámster.

—Esto sabe exquisito. —comentó mi amigo­— ¿Saben que es lo que más me gusta? La consistencia de la crema. Firme, pero se deshace en el paladar. ¡Peeerfecta!

Era mi turno de opinar.

—Vaya, Clyde. Tu paladar es tan sofisticado como tu gusto por la comedia. Y Luan, él supo apreciar la consistencia que buscabas en la crema ¡Ustedes dos hacen un buen equipo!

Los ojos de ambos se enfrentaron mutuamente. Hubo un silencio que para mí no era incómodo. Esa tensión que yo tanto estaba disfrutando fue rota por una pequeño postre que pasó volando entre nosotros, y por Cliff, saltando tras el vasito como nunca ha perseguido un ratón en su vida.

—¡Rayos, Cliff! —grité en mi frustración. Ninguna mascota iba a interferir en mi plan para terminar con las bromas pesadas... ¡Nada lo haría!

Charles saltó a la mesa, asustando a mis compañeros de plática y derramando el postre de Clyde en su camisa. Luan se asustó un poco, pero luego sonrió.

—¡Habría sido mejor si me hubieras dicho que te querías echar otro postre!

Y se rió de Clyde.

—Charles... ¡Ven acá! —exclamé con furia. Me puse de pie, y al dar el primer paso, la esfera en la que Geo corre pasó bajo mi pie. Un mal momento. Perdí el equilibrio y caí al suelo. Cliff pasó sobre mi cabeza, aferrando el vasito en su hocico. Geo dio la vuelta hasta alcanzar a Cliff, y saltando, golpeó el vasito y lo separó de su boca. Pero alguien más se unió volando a la batalla: Walt el canario, quien con una mirada furiosa iba decidido a atrapar el postre en el aire... ¡Y lo logró! Por desgracia, Charles, había saltado y le mordió la cola. Walt lanzó un graznido, más de susto que de dolor, y el vaso se soltó de su pico. Girando en el aire, lo vi como tonto mientras derramaba su contenido sobre la cabeza de mi hermana. Ella dejó de reír.

Clyde reaccionó: —¡Linc, Luan! ¡Ya les ayudo!

Me ayudó a levantarme del suelo, mientras Luna entraba al comedor.

—¿A que se debe este escándalo, hermanitos? Necesito silencio para escribir una balada.

—Pregúntale a las mascotas —respondí. Los cuatro animales se habían detenido con cierto grado de vergüenza a ver a Luan, y mis palabras los asustaron más.

—Hablaré luego con ustedes, Scary Monsters*. Primero ayudaré a mi hermanita.

—Rayos... —comentó Luan, sin alguna pizca de diversión en su rostro. Luna le retiró el vasito de la cabeza.

—Tranquila, Living Loving Maid**. La cofia recibió casi toda la crema batida. Aun así, tu cabello...

—Espera. Aún no...

Luna no esperó la indicación de Luan. Ya había tomado el elástico con el que formaba su coleta, y de un tirón, lo retiró. El largo y castaño cabello de mi hermana comediante fluyó en un suave movimiento, como si las olas del mar rodearan su tierno rostro. Ella giró la cabeza para reclamar a Luna, pero no emitió ni una palabra. Luego, nos vio a nosotros. Toda aquella escena parecía irreal, como si fuera un comercial de champú. Un comercial hermoso.

Pero claro está que no soy yo quien se debe enamorar, sino mi amigo.

—¿Viste eso, Clyde?

—Sí... Oye, ¿por que será que me empiezo a sentir como si fuera un robot descompuesto?


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NOTAS SOBRE CANCIONES REFERIDAS POR LUNA:

*"Scary Monsters" : canción de David Bowie.

** "Living Loving Maid": canción de Led Zeppelin.

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