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2. Idea descabellada

A Clyde tampoco le agradaba demasiado la ausencia de Lori.

—Deberías estar contento. Ya puedes visitar la casa sin que termines convirtiendo el piso en un charco de sangre —le comenté camino a la escuela, buscando animarlo.

—¡No es eso! —respondió Clyde. ¿Y si en su ausencia se olvida de mí?

—No exageres. Lori no podría olvidar algo que se desangre con frecuencia ante sus ojos.

—¿Eso crees? ¿He creado una imagen indeleble en mi amada? —exclamó, con una alegría ingenua.

—Pues claro. Una muy fea.

Y se le borró la sonrisa.

—Pero... Claro está que puedes venir a casa cuando quieras, sabes que mis demás hermanas adoran tu compañía —dije, tratando de enmendar mi metida de pata.

—Gracias. Linc. Y dime, ¿crees que Leni me pueda ayudar con un proyecto que se me ha ocurrido?

—¿Leni? —respondí, sin tener ni idea de qué podría ser.

—Es algo meramente artesanal. Sé que su talento con el grabado de madera es excepcional. Yo no soy capaz de crear nada artístico con ese material.

Le creo. No olvido cuando intentó crear un busto de Lori con palillos de dientes. Todos lo elogiaban por su interpretación artística de El Grinch.

—Tranquilo, amigo. Yo hablaré con ella. ¿Me dirás cual es tu proyecto?

—Temo que por ahora no. Pero lo verás algún día. Esta vez busco causar el impacto de una sorpresa. — dijo con absoluta confianza, antes de acabar resbalando con una cáscara de banana y estrellándose en el suelo. Antes de que yo pudiera reaccionar, ya se encontraba de pie. Maltratado, pero de pie.

—¡No te preocupes! ¡Estoy bien! ¡Tengo entrenamiento! —exclamó hacia la nada, y sin verse nada bien.

—¿Seguro? Ese chichón...

Clyde sacudió su cabeza, y pareció funcionarle: Se veía más consciente tras hacerlo.

—Al cien por ciento. El hecho de que Luan me haga esa broma con frecuencia es beneficioso a largo plazo.

Escuchar ese nombre me hizo preguntarle algo a mi amigo.

—Clyde, ¿Qué opinas de Luan?

—¿Que qué opino de tu hermana?

—Sí. Por eso de las bromas que te hace.

—Pues creo que es genial. Es divertida e inteligente, y es una excelente compañía, por lo menos en 364 días del año, si entiendes a qué me refiero. ¿Por qué preguntas?

— Por nada. Curiosidad. — respondí, mientras tomaba la decisión de lograr un año entero de felicidad. No pude disimular mi sonrisa cuando un plan empezó a surgir en mi mente... Y lo hizo con dos palabras: "Luan y Clyde".

¿Qué tal suenan esos dos nombres juntos? Raro, ¿verdad? Pues no tanto. Ambos son personas muy valiosas para mí, y que se llevan de maravillas. Mi hermana dijo que el amor nos transforma (y tras el incidente de Hugh, se lo creo). Si alguien le robara el corazón, hay una enorme posibilidad de que su malvada tradición anual desaparezca, o en el peor de los casos, se haga mucho más leve. ¿Y por qué Clyde? Porque la acepta con su naturaleza cómica, e incluso, la admira. Y si voy a dejar que una de mis hermanas tenga novio, tiene que ser alguien noble como él. Sin mencionar que así podrá dejar de sufrir por Lori. ¡Ya basta de eso!

La única forma de empezar era reuniéndolos a ambos.

La parte de Clyde ya estaba prácticamente lista. No tuve que idear nada para que viniera a casa. Leni había accedido a ayudarle en lo que fuera necesario, y de lo que, por desgracia, yo aún no sabía nada de nada.

—¡Hola, Claude! ¿Qué tal? -dijo ella.

—Es "Clyde"... Bueno, ya empiezo a acostumbrarme.

—¡Ah, Clyde! Me gusta más ese nombre —respondió mi hermana, guiñando el ojo. —Pasa, quiero mostrarte algo que estoy haciendo. Lo tomó con entusiasmo del brazo, y lo llevó hacia adentro, subiendo las escaleras.

Yo me separé de ellos y busqué a Luan. La encontré rumbo a la cocina.

—Oye Luan, ¿vas a cocinar?

—Es correcto. En la última fiesta descubrí que la crema de las tartas no tiene la consistencia que necesito. Y con gusto te explicaré en qué consiste el problema.

(En serio, no sé cómo hace para hacer chiste con todo)

Leni pasó a toda prisa junto a nosotros, todavía halando a Clyde, pero iban en dirección hacia afuera de la casa.

—¡Oopsie!, olvidé que lo tenía afuera —nos comentó sin detenerse, y un poco sonrojada.

Tanto Luan como Clyde se vieron mutuamente a los ojos durante un segundo.

—¡Hola, Luan! ¡Adiós!

—¡Hola, ratón sin cola! —respondió ella, disparándole con un dedo. Entonces se dirigió nuevamente a mí.

—Acompáñame; serás mi asistente esta vez.

Ya en la cocina, ella se puso el delantal y me pidió unos ingredientes: Crema de leche, azúcar glas y esencia de vainilla. Colocó la crema en un recipiente pequeño y empezó a buscar algo en la alacena... Presumiblemente, la batidora.

—La clave, según averigüé, es batir la crema a velocidad mínima. Tardaría unos seis minutos. Es posible que Papá me haya dado ese tip antes y yo lo haya olvidado con el tiempo.

Decidí plantar una semilla.

—Alguien me dio un consejo similar una vez, ¿y sabes quién fue? Clyde. Es muy hábil en muchos campos.

Luan se detuvo por un instante.

—Clyde es un buen chico. Y afortunado de tener dos papás talentosos. —comentó ella.

—Y más afortunado por ser mi amigo, y tu amigo. —respondí, con una sonrisa que, espero, no haya resultado muy fingida.

Luan estrelló una de las puerta de la alacena. Mi falsa sonrisa se transformó en una mueca de susto muy sincera. ¿La habré molestado?

Ella gruñó de furia, y dijo: —¡Rayos! Juraría que aquí estaba esa batidora. ¿En dónde corchos está? ¿Acaso alguien la tomó?

Una voz ceceante vino desde las escaleras: —Mil disculpas, hermana. He sido yo quien la tomó prestada un instante.

Era Lisa. Usaba unos guantes de hule; en el izquierdo tenía un mechero Bunsen portátil, y la batidora en el derecho. Tan serena como siempre, entregó la batidora a Luan, quien no se veía nada entusiasmada con la presencia de mi segunda hermana más pequeña.

—Muy oportuna... Me conformo con que no la hayas utilizado en estudios de popó.

—No creo que sea conveniente discutir el tema de mi investigación —contestó Lisa, desviando la mirada en forma sospechosa. —Pero sí creo que debería alejarme de la cocina de inmediato. Veo que están manipulando hidrato de carbono, alias "azúcar glas", mientras sostengo mi mechero. La oxidación en ese tipo de azúcar más una pequeña llama puede liberar su energía calórica, y dar comienzo a una reacción en cadena que inflama rápidamente.

Al vernos parpadear en silencio, Lisa tuvo que traducir.

—Si ese polvo se mezcla con aire y fuego, hace explosión.

Luan y yo retrocedimos del susto. Lisa se alejó tranquilamente, mientras decía: —Que alguien me recuerde qué fue lo que aprendí de mis hermanos mayores.

—¡A caminar! —le reclamé a mi hermanita supergenio, pero ya no estaba a la vista. Luan enjuagó las cuchillas de la batidora (por si las moscas) y minutos después ya estaba batiendo la crema a velocidad mínima. Ya se veía sonreír de nuevo.

—¡Cielos! ¡Casi armamos aquí en la cocina un buen reventón! ¡Jajajaja! ¿Entiendes?

Sí entendí, pero no me voy reír por eso.

Al final, la crema batida quedó mejor de lo que esperaba. Dulce y con una consistencia más firme, más agradable al paladar. Pero sabemos que mi hermana sólo necesita que se vea bien en la cara de alguien.

—Ya que tienes lista una crema tan buena, podrías aprovechar para hacer un postre rápido.

—¡Buena idea! Yo sé hacer uno de frutas que te gustará. —respondió ella.

—Lo decía por Clyde. Estoy seguro que él adorará lo que tú le prepares.

—Claro. Ya sé que él tiene buen gusto. Llámalo. Comeremos los tres.

Excelente...

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