Prefacio
El Príncipe de Verano respira con dificultad. Los músculos le arden y las manos le tiemblan tanto, a causa del agotamiento, que casi no puede sostener la espada. La oscuridad lo rodea, a su espalda se balancea sobre un abismo, el puente de madera que conecta al Intermundos con el Vórtice. Al frente, el Bosque de Oscuro parece llamarlo. Miles de ojos lo observan desde las tinieblas, siente la presencia maligna rodeándolo. Hay magia en todo el lugar, pero es hostil y viscosa, y se siente como seda de araña pegándose a su piel y entorpeciendo todos sus movimientos. Una punzada caliente en su costado le hace gruñir con dolor. Con su mano libre palpa la carne herida, y sale manchada de sangre. Sobre su ceja izquierda hay una fina línea abierta, de la que mana el líquido vital, empañando su visión. Se limpia los ojos con el dorso de la mano.
A penas tiene tiempo de reaccionar, la mano que sostiene la espada, se levanta esgrimiendo el arma, deteniendo a duras penas, la acerada hoja que venía a por su cabeza. Las dos tizonas entrechocan desprendiendo chispas, el impacto es tan violento, y está tan debilitado, que retrocede unos cuantos pasos, aproximándose peligrosamente al puente colgante. Chasquea la lengua, y masculla un improperio, aun así se las arregla para murmurar con sarcasmo:
— Eso es todo lo que tienes, abominación.
— Soy mucho peor que una abominación, mi delicioso príncipe.
La voz es aguda, silbante, innatural. Un escalofrío recorre todo el cuerpo del joven. Las tinieblas que envolvían a su atacante, se dispersan, y una horrorosa visión toma forma. Ocho largas, negras y afiladísimas patas, sostienen el cuerpo. Donde debía estar el trasero, se extiende un abultado y oval apéndice negro con dibujos en rojo sangre, en la punta, una vejiga de color rosa carne se abre y cierra, dejando colgar un pegajoso hilo blanco. Hacia arriba, se extiende un cuerpo femenino, recubierto de una pelusa violeta, adornado con la misma mancha roja desde la mitad del cuerpo, hasta los senos. Los brazos son largos, cubiertos del mismo vello, con dos apéndices afilados que salían de sus codos, en paralelo a los brazos y que servían como cuchillas. El cráneo es turricéfalo, con la barbilla y la cabeza triangular. Los labios finos y morados, dientes pequeños y afilados. Una gruesa lengua roja, recubierta de diminutos pilis asoma por momentos, humedeciendo los labios. Los ángulos del rostro son altos y afilados, ojos almendrados de color negro, sin pupila ni córnea. El largo cabello violáceo emite reflejos metálicos.
— Marithia, la banshee –murmura Linder.
La criatura prorrumpe en un chillido agudo, que lastima los tímpanos del príncipe. Un hilo de sangre brota de los oídos y nariz del joven. La aparecida, descarga dos violentos mandobles que hacen retroceder al príncipe, a tal punto, que sus pies pronto se encuentran pisando los primeros tablones del puente colgante. Una atrayente sensación se apodera del cuerpo de Linder, empujándolo al puente.
— ¡Ya no soy esa debilucha! ¡La maldición de tu madre, y la traición de Arella se encargaron de ello!
— ¡Mierda! –murmura nervioso al ver donde dieron sus pasos.
Una sonrisa de triunfo adorna los labios de la mujer araña. La lengua sobresale y se relame los labios.
— Estás condenado, príncipe. ¿Qué escoges? ¿Caminar el puente hasta el olvido, o convertirte en mi cena?
El Beso del Verano contempla el pasaje que se extiende a sus espaldas, el puente conduce hasta el Vórtice. Las tierras del vacío, donde no puede existir la magia, cualquier criatura mágica que llegue allí, desaparecerá para siempre. Al frente, la guardiana del Intermundos. Marithia, que vive para alimentarse de las incautas criaturas que se extravíen en su mundo. Absorbiendo su magia y su esencia. Ella tiene razón, como sea está perdido. Sin embargo, si va a morir, más vale que valga la pena, más vale que con su muerte, ayude a Sorina, ya que en vida no pudo hacerlo. Deja caer la espada, y libera todo su poder. Su cuerpo se llena de filigranas áureas y plateadas, observa la marca del invierno en el dorso de su mano derecha, el sello que proclamaba su vínculo con Rina, se aferra al recuerdo y cierra las manos en un puño. Entonces cierra los ojos y espera la muerte. Su mente recrea a Sorina, no como la vio la última vez, con la muerte pintando su cuerpo de azul, las mejillas amoratadas y los ojos vacíos, sino que recreó aquella imagen de la muchachita de largos cabellos negros, los ojos azules que siempre le cautivaron, y el fuego que ardía en ella cada vez que se besaban. Las afiladas patas negras producen un crujido extraño cuando se deslizan sobre el suelo, aplastando hojas e insectos. El calor de su cuerpo se ve atraído a un vacío helado.
— Eso es príncipe –murmura la criatura–. Libera todo tu poder para mí.
Los vellos del cuerpo rozan la piel del chico y le producen escalofríos. Se mantiene firme. Unos afilados colmillos se clavan en la piel de su clavícula, desgarrando la carne. La sangre mana de inmediato, pero no es eso lo que lo debilita, la criatura succiona, absorbiendo la magia, la esencia del Príncipe de Verano que comienza a sentirse marchitar.
Súbitamente, su atacante se aparta, emitiendo un horroroso estertor, debilitado, Linder se tambalea hacia atrás, en el último segundo, rueda por el suelo, luchando contra el tirón del puente y regresando a tierra firme. La sangre mana de la clavícula, donde la piel, hecha jirones, resuma además, una viscosa sustancia violácea. Levanta la mirada aturdido. Del vientre de la mujer araña, sobresale la punta de una plateada saeta. Un segundo destello plateado rebana el oscuro apéndice que colgaba de su trasero. La banshee, con la mirada torva, da una última mirada a su espalda, buscando a su agresor. Una silueta femenina, usa una larga camisola blanca, que no hace sino resaltar el resplandor lunar de su piel. La larga cabellera roja ondeante al viento. La marca del beso del invierno brilla orgullosa en medio de la frente, los ojos azules observan con fría determinación, mientras enseña la espada bañada con la sangre de su enemiga. Con un último chillido, el cuerpo de Marithia es consumido por llamas negras.
A pesar de estar todo maltrecho, Linder bebe de los rasgos de la chica. Ha ocupado sus sueños durante los últimos meses. ¡Viva! ¡Sana! Sus ojos no pueden creer lo que ven, su cuerpo pide a gritos que la abrace y la bese hasta que ninguno de los dos tenga aliento. El alivio, la alegría que siente, casi lo derrumba. La mirada azulina de la chica lo recorre, y sus ojos se fruncen con desagrado.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Beso de Verano? –pregunta ella con acritud.
— Estás aquí –es toda la respuesta que da él.
Levanta la espada del suelo, y la usa de apoyo para poder levantarse. No aparta su mirada ni un segundo. Ella no parece tan contenta como él. Le hace un gesto con la cabeza.
— ¡Apártate, príncipe! –ordena–. Regresa a tu mundo, y déjame continuar mi camino.
— ¡No! –contesta él y se tambalea–. No te dejaré atravesar el puente. Tendrás que matarme.
La pérdida de sangre y de poder lo ha debilitado demasiado. Solo se mantiene en pie a pura voluntad. Sorina camina hasta él, el príncipe le corta el paso, pero sabe que no es una amenaza real. En su débil condición, no podrá frenarla demasiado tiempo.
— Ya no hay motivos para que siga esta existencia –responde ella–, no había cruzado porque no tenía maneras de evitar a Marithia, gracias a ti lo he logrado. No tienes derecho a exigirme o a determinar nada en mi vida, sin embargo no tengo motivos para exterminarte. No eres un obstáculo real. Así que apártate, antes de que yo lo haga por ti.
De ser posible, el príncipe luce más decidido, y aunque a penas si puede tenerse en pie, se las arregla para levantar la espada. Sorina hace un gesto de contrariedad, levanta su propia arma y la cruza con la de Linder. Intercambian un par de estocadas, a pesar de estar herido, él se las arregla para mantenerle el paso. Rina hace una finta por la izquierda, y al final ataca por la derecha. La hoja plateada de Sorina corta en una fina línea sobre el dorso de la mano de su oponente, en un segundo y fluido movimiento se entrecruza con la espada del chico y la hace saltar por los aires, al mismo tiempo, con sus piernas barre las de él, haciéndolo tambalearse.
El príncipe, sin embargo, se las arregla para agarrar uno de los brazos de Sorina, entrelazando sus manos. Velozmente murmura un conjuro, la magia crepita entre los dos y salta un chispazo. Cuando Rina se recupera, ambos han caído sobre la hierba húmeda, ella sobre él, que ha absorbido todo el impacto del golpe con su cuerpo, una de las manos del chico, descansa sobre la espalda baja de ella, un conocido calor estalla en las entrañas de la joven, que se aparta como si hubiera recibido una descarga eléctrica. No puede mirarlo, no sin que su mente se llene de dolorosos recuerdos. Se pone en pie, sorprendentemente, él hace lo mismo, y se balancea sobre ella. Es entonces, cuando Rina se da cuenta que la mano izquierda de ella, y la derecha de él, están unidas por un conjuro.
— ¿Qué has hecho? –demanda furiosa.
— Tienes razón –reconoce él en un jadeo.
Con uno de sus dedos traza las líneas del rostro de la chica, ella se estremece y retira la cabeza. Él aparta la mano, pero sus ojos verdes persiguen los azules de ella, y no vacilan cuando con una mirada de resignación murmura.
— No tengo derecho a exigirte o determinar nada en tu vida. No después de cómo te traté. Pero puedo escoger lo que haré con la mía, y esta es mi decisión: no separarme más de ti. Ahora estamos juntos como uno. ¿Quieres volver al mundo? Lo haremos juntos. ¿Quieres desaparecer en el vacío? Desapareceremos juntos. Será tu decisión, yo solo soy equipaje acompañante. Vida o muerte. Escoge, pero yo voy contigo.
Por primera vez en todo el rato, Sorina enfrenta los ojos verde bosque. Hay anhelo, arrepentimiento, amor, pero también una resolución inquebrantable. Un portal de luz dorada se abre a un costado, la salida al mundo real. La mirada de la chica se pasea de allí, al desgastado puente de madera.
El portal representa la vida. El regreso con sus conocidos, pero también significa darle el frente a la guerra, y al dolor de la conciencia de todo lo que aconteció los últimos meses, los peores recuerdos de toda su existencia.
Si escoge el puente, desaparecerá en el olvido, no dolor, no traición, no guerras. Será nada, y todas las memorias horribles que ha ido acumulando, desaparecerán junto con ella.
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