Epílogo
Lyn se paseaba nerviosa de un lado a otro, mordiéndose el labio inferior y apretujándose los dedos, sus idas y venidas estaban a punto de dibujar un surco en medio del salón, sus pies se enredan con los bordes del largo vestido da un traspié y mira el suelo dirigirse a su rostro al tiempo que masculla una maldición. Su accidente es cortado por unos rápidos brazos de hombre que la sostienen por la cintura.
— Cuidado magestad –susurra con diversión una conocida voz en su oído–. Esas no son las actitudes de una reina.
Lyn se incorpora con arrogancia y le da un suave golpe en el hombro a Nael.
— Oh, bueno, los modales se los dejo a mi ancianete rey consorte.
El Caith Sith ostentaba su forma semi humana, las orejas gatunas en la cima de la cabeza y los ojos de pupilas rasgadas contemplando a su mujer con divertida adoración. Siempre supo que Lyn era especial, y tal vez por eso al principio procuró mantener las distancias, no se sentía digno de ella, tampoco le sorprendió lo más mínimo que la tierra la escogiera como su nuevo receptáculo, lo que si lo tenía aun atontado, era que la chica insistiera en formalizar su unión, que no se avergonzara de mostrarse en público con él. Que renunciara a su familia y vida humana, Kimberly había vuelto a la dimensión humana, no podía seguir viendo con ellos, o su vida se acortaría, ahora solo podrían verse por fugaces momentos en que la joven reina consiguiera cambiar de plano, y no podría ser tan a menudo por el reisgo de influir en el mundo mortal. Más sorprendente aun, resultaba lo rápido que había empezado las luchas contra los viejos dogmas implantados por Arella. No era fácil, y aun no dormía, la nueva reina había sufrido un par de atentados, afortunadamente, su guarda de Caith Siths y Banshees, siempre estaban prestos a protegerla.
Por regla general, Lyn se lo tomaba todo con bastante ecuanimidad, de manera que verla tan nerviosa por la reciente noticia era divertido y refrescante.
— Lyn, cálmate. Cualquiera diría que eres tú la que está de parto –le dice zarandeándola un poco.
La chica se enerva, todos los músculos en tensión, se muerde el labio y lo mira con malas pulgas.
— Bueno..., no, no soy la que está de parto, ahora.
— ¡Venga, vamos!
Nael la toma del brazo y tira de ella através de los pasillos, ahora completamente iluminados. A su paso, pixies, caith sith, faes y banshees les sonreían y los saludaban con una reverencia. Los nuevos reyes de Invierno eran toda una atracción, pero con el cursar del tiempo, la gran mayoría se había acostumbrado a ellos ya sus rarezas, el rey Caith Sith emparejado con la reina medio humana y mal hablada. Podían, y los habían sorprendidode hecho, en peleas en medio de los pasillos, pero también compartiendo besos y caricias desenfrenadas. El clima en invierno seguía siendo fresco y la nieve se veía con mucha más frecuencia que en verano, pero al menos ya la tierra era fértil en todos los lugares y las riquezas estaban mejor repartidas, la gente ya no se moría de hambre, y en los pocos meses que llevaban, se habían encontrado con dos jóvenes faes que habían desarrollado alas, el evento en sí, fue bastante provechoso para ellos, presentar a las jóvenes en sociedad y aclarar las cosas que había hecho Arella ayudó a grangear muchas simpatías entre un gran número de desconfiados.
Atravesando los pasillos llegaron al torreón oeste, el techo abovedado estaba recubierto de runas de poder, Lyn y Nael se situaron en el medio, tomados de las manos, la joven musitó el encantamiento, y ambos atravesaron el portal al Intermundos.
Linder se paseaba inquieto por el reducido recibidor. Todos y cada uno de sus instintos le urgía a golpear la maldita puerta, derribarla y ponerse al lado de su mujer. Dese hacía casi dos horas el vínculo que lo unía a Sorina había quedado en silencio. Sabía que la mujer lo había echo a posta, y eso estaba enloqueciéndolo. ¡Mierda! ¡Necesitaba estar a su lado! ¡Necesitaba el toque con su mente! El tenía que estar allí, el tenía que ser quien la sostuviera, sin embargo, su buena y preocupada hermanita menor literalmente lo había echado a patadas de la habitación la tercera vez que intentó colarse, amenazándolo con escenas gráficamente innecesarias, y que hicieron estremecer incluso al valiente Lexen. Sip. Abby no tuvo ningún problema en recordarle que en estos momentos, él era el único responsable del sufrimiento de Sorina, y que había una parte muy importante de su anatomía implicada en el asunto, así que si no quería que ella obrara con "justicia" más le valía estarse bien portado. Las luces en la cabaña parpadean, y la magia misma sufre apagones.
— ¡Joder, Linder! ¿Qué engendraron Sorina y tú?
Linder gira la cabeza en un movimiento tan rápido que bien pudo haberle quebrado el cuello, pero sí, ahí estaba, él único que se atrevería a hablarle así, Reis. Después de la batalla en Verano, y luego que la tierra se vinculara a Abby, Reis continúo a su lado, apoyándola en todo, y ahora era su consejero más importante, uno de los pocos afortunados que conocía siempre el pareadero del Campeón del Verano y su compañera, la princesa Nolune. El control de Sorina parece comenzar a quebrarse, unos segundos, porque un intenso ramalazo de dolor recorre el cuerpo del príncip, la magia vuelve a parpadear, y entonces es como si se apagara. La puerta de la cabaña se abre, y Barien entra con paso decidido, su mirada plateada, refleja la angustia por segundos mientras se conecta con la del príncipe. Nadie dice nada, segundos después aparecen Nael y Lyn.
Sorina tenía todos los músculos en tensión, el dolor se extendía, recorriendo toda la longitud de su cuerpo, extendiéndose por cada terminación nerviosa, los músculos de su vientre se apretaron cuando el dolor llegó a su punto álgido, líquido caliente escurriéndose entre sus piernas, y junto a él, la horrible sensación de estar siendo desgarrada. Un grito desesperado salió de su garganta, sudor empapaba su frente a pesar de las bajas temperaturas. Casi al instante sintió el calor sanador de Abby sobre su cuerpo. Las cálidas manos de su amiga, casi hermana, acariciando su frente y apretujando sus manos.
— Vamos, Rina. Concéntrate. Ya casi estamos allí.
— ¡Joder Abby! –gruñó empujando através del dolor y los dientes apretados–. ¡Hemos estado casi allí desde hace cuatro putas horas! ¡Sólo avísame cuando lleguemos!
La reina de verano tuvo que contener la risa, primero, porque no era adecuado reírse del sufrimiento de la que es su mejor amiga, y que ahora era tenida como la vidente consejera de la dimensión mágica, y segundo, porque si, Sorina sería siempre Sorina, y una risa en estos momentos, podría despertar la tirria de su mejor amiga, y no quería saber de que era capaz con semejante estado de irritación. Colocó ambas manos sobre el recrecido vientre de su mejor amiga, explorando a la criatura en su interior, la pequeña se removía enloquecida, parecía como si sintiera el terror y el dolor de su madr. Abby sintió un roce en su mente, como el suave aleteo de una mariposa, constató sorprendida que se trataba nada más y nada menos que de su pequeña sobrina no nacida, aun así, el impacto quedó en segundo plano, cuando, una poderosa oleada de magia emergió de la criatura envolviendo todo el lugar.
Sorina fue arrancada bruscamente del dolor, las contracciones y hasta de la misma cabaña. Se encontró a si misma, caminando através del conocido sendero de piedra blanca. Las flores nocturas se abrían a su paso, saludándola con su delicada fragancia. Una miríada de mariposas azules revoloteaban a su alrededor. Las mariposas azules habían sido una constante en sus sueños últimamente. Sonrió lentamente, al comprender, y poner juntas al fin, todas las pequeñas piezas del rompecabezas. Siente su presencia, antes de ser capaz de verla, aunque, si lo piensa bien, su presencia ha sido punto constante en su vida desde hacía varios meses.
— Sabes que no puedes quejarte por el nombre –dice con una media sonrisa divertida.
— ¡¿Es en serio!? ¿No cambiarás de idea? –cuestiona con dramatismo la adolescente.
Sorina se gira a enfrentarla, allí, estaba, sentada en el muro de la glorieta, sus piernas meciéndose adelante y atrás, los largos cabellos negros enmarcando el rostro armónico, y los brillantes ojos azules. Era preciosa, su milagro. Las mariposas revoloteaban alrededor suyo, como si nada. La contempla embelezada, se parece mucho a ella, pero también tiene un innegable parecido con Linder. Se pregunta como estuvo tan ciega antes que no se dio cuenta. Aun con el corazón latiendo violentamente contra las costillas, se las arregla para sonreír através de las lágrimas.
— Bueno, fuiste tu la que comenzó el numerido de la mariposa, Anarthia.
La adolescente frunce los labios, pero es un gesto más divertido que enojado. Sorina salva la distancia que las separa, toma su mentón entre los dedos y la estudia a placer, le da un suave beso en la frente:
— No puedo esperar a tenerte entre mis brazos. Te he querido desde siempre, mariposa.
Através del vínculo, Linder percibió el cambio en Sorina, su esfuerzo precipitado, la oleada de dolor, através de las paredes escucharon el quejido, la maldición y el grito de dolor, la magia se apagó por espacio de dos o tres minutos completos. Ese era el motivo por el cual Sorina y Linder se habían escondido en la laguna de magia mientras duraba el embarazo, era la primera vez que se escuchaba de un bebé mixto, eso sería suficiente para generar dudas y peligros, aun había muchos anclados a los viejos preceptos y las luchas eternas entre Verano e Invierno. Gizart, Namina y algunos aliados de ambas habían desaparecido misteriosamente, sin que alguien pudiera dar razones de su paradero. Por eso nadie debía saber de la bebé, lo otro, fue que mientras avanzaba el embarazo, los poderes de la chiquilla se volvían cada vez más llamativo, llegando incluso a anular la maga de otros a su alrededor, y ahora, durante el parto, acababa de disipar la magia en toda la laguna. Sorina lanzó un grito mucho más largo y doloroso, y luego, la cabaña fue llena por un llanto suave y entrecortado, al mismo tiempo que la magia parpadeaba con fuerza y de regreso por todo el lugar. Sin esperar nada más, Linder salió corriendo y atravesó la puerta de la habitación, esta vez, olvidándose por completo de la amenaza de su hermana. La imagen allí lo dejó sin aliento. Sorina estaba en medio de la cama, sostenía contra su pecho un pequeño bulto de mantas blancas, al que arrullaba y sonreía con ternura, levantó la cabeza por breves segundos y lo miró llena de amor y dicha.
— Venga. ¿No quieres conocer a tu hija? –lo empujó Abby.
Tropezó un poco gracias a la ayuda de su hermana, pero alcanzó el colchón y se acomodó al lado de su mujer, mirando aquella diminuta criatura. Era tan pequeña, tan frágil, tenía el rostro hinchado, pero en la suave naricita, y las pequeñas orejas ya se adivinaban los rasgos faes, la cabeza estaba coronada por una suave peluza oscura. Sorina la meció un poco y canturreó unas palabras, la pequeña bostezó un poco, y abrió los ojos una fracción de segundos, azules, enteramente azules. Maravillado y temeroso, Linder se atrevió a acariciar una suave mejilla con el dorso de sus dedos, su piel se sentía tan áspera contra aquella suave carita.
— Es preciosa –susurró embelezado–. Perfecta. Pero me has aterrado hasta la muerte –añadió besando a su mujer–. No creo que volvamos a hacer esto nunca.
Esa frase consiguió arrancar una sonrisa divertida de Sorina, más bien una carcajada. Linder la miró contrariado, entonces ella añadió con voz pausada:
— Perdona, pero se de buena tinta que lo haremos al menos una próxima vez.
Sorina volvió a sonreír ante la mueca de extrañesa de su compañero. Vaya, para ser el tan afamado Campeón del Verano era un poco lentito.
— Raylía también está en nuestro destino, ¿no? ¿Anarthia?–contestó como si nada mirando a la bebé
Los labios de Linder se abren y cierran una y otra vez, hasta que finalmente consigue asimilar las palabras, los recuerdos se superponen una y otra vez, hasta que comprende todo. Una sonrisa parte alivio, parte nervios surca su semblante:
— Ustedes, chicas, son realmente soprendentes.
— Si te sirve de aliento, yo no lo he adivinado hasta hace poco también –contestó ella–, y..., hay algo más...
Descubrió la manta en la que estaba envuelta la bebé, mostrándole la piel desnuda de su pequeña, allí, en medio del pecho, brillaba la imagen de un árbol plateado, el mismo árbol donde habían confinado a Arella y Cardania.
— No importa –respondió mirándola directo al fondo–. Ella es su guardiana. Depositaria por herencia de la magia más elemental de ambos reinos. Será la sacerdotisa del Equilbrio. Señora del tiempo. Bueno, eso para los demás, para ti y para mí, será simplemente Narti, nuestra pequeña y valiente Narti.
Si, pequeña y valiente. Aun no se explicaba cómo ambas niñas acababan en el Intermundos, pero sabía que haría lo que fuera, para protegerlas contra vientos y mareas. Como si hubiera entendido, la chiquilla olfateó el pecho de su madre, encontrando el pezón de Sorina, su pequeña boquita se prendió allí ávidamente, recostando su carita, contra el pecho de Sorina. Linder se permitió abrazarlas mientras las contemplaba y besaba la frente de su mujer. Rina recostó su cabeza contra el pecho de su compañero. Al fin paz, al fin tenía un lugar al que pertenecer, a su familia.
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Entonces, este si que es el final. Ahssss, jip jip estoy llorando, soy un poco dramática, lo siento. Pero es que.... Ahsss, síndrome de depresión postparto si saben de lo que hablo. En fin, las quiero un montón, gracias por el apoyo generado, chicas. Ya casi tengo determinado que historia voy a subir, ahora solo necesito encontrar una portada, por desdicha soy un caos total en diseño, así que puede que me tarde un poco, pero en fin, cuando me decida, avisaré. Los quiero. Besos. Gracias por acompañarme a través de esta aventura.
Lennalí
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