Capítulo 6
Sorina:
Esta chica me ha hecho correr a través de medio bosque aunque hace mucho que dejamos de sentir la oscura presencia de la banshee. El bosque terminó abruptamente, una cascada de aguas cristalinas, formaba un estanque frente nuestro, cortando cualquier escape. Mi acompañante no pareció desconcertada, siguió su camino, adentrándose en las aguas hasta la cintura, cuando se dio cuenta de que no la seguía, volteó a mirarme, con una cálida sonrisa:
— No pasa nada. Ven. Oh, y asegúrate de llenar bien tus pulmones.
Aun con cierta desconfianza, la seguí. Para sorpresa mía, el agua tenía una calidez agradable, y desprendía olor a jazmines. Caminé sobre el lecho de rocas, hasta que me llegó al busto, y entonces, me zambullí junto con la chica. Al principio creí que iríamos a algún punto detrás de la cascada, sin embargo, la rubiecita empezó a nadar en dirección al fondo. Un mundo de colores y formas exóticas me dio la bienvenida, flores y peces que no parecían para nada inquietos con nuestra presencia, por el contrario, muchos se aproximaban a mi joven guía, que los obsequiaba con alguna caricia. El fondo del lago, se convirtió en lo que parecía la falda de una montaña sumergida, varias bocas oscuras asomaban de sus laderas. Sin un ápice de duda, la niña tomó una de las grutas instándome a imitarla. El aire comenzaba a escasearme, cuando el angosto corredor de entrada, se ensanchó en una cámara llena de cristalinas aguas donde las estalactitas y estalagmitas se fundían unas con otras, a través del agua, me llegaban tenues rayos de luz. Imprimiendo lo último de mis fuerzas a mis piernas, emergí a la superficie, entre grandes jadeos. Me ardían los pulmones por la falta de aire, y mis músculos comenzaban a temblar.
— Ya casi estamos en el refugio –dice mi acompañante–. Solo un poco más.
En unas cuantas brazadas más, alcanzamos una superficie rocosa, y yo simplemente me dejé caer sobre la orilla. Desde el suelo, escaneé el lugar. Estábamos dentro de una gruta, me di cuenta entonces, el alto techo, tenía algunos boquetes por los que se filtraban haces de luz. Un colchón de hierba y musgo se extendía sobre el suelo de roca, y algunas de las paredes eran cubiertas por bonitas enredaderas. El coralillo florecía aquí y allí, llenando el lugar de diminutos parches rosas. En el centro, estaba montada una pequeña fogata.
La niña salió del agua con renovado empuje, se sacudió con movimientos enérgicos y me miró con una sonrisa de felicidad mientras decía:
— ¡Hogar, dulce hogar!
— ¿De verdad vives aquí? –inquirí desconcertada.
Estaba agachada frente a las rocas que delimitaban la fogata, tenía los ojos cerrados y los labios tensos, en una clara actitud de concentración juntó las manos al pecho, murmuró una suave letanía que fue aumentando in crescendo, la magia crepitó como estática en el aire, un escalofrío recorrió mi cuerpo, que fue lleno de una agradable sensación conocida y extraña al mismo tiempo. La chica abrió los ojos, el verde del iris había cambiado a una tonalidad casi olivo, su piel se iluminó con un suave resplandor áureo, y entonces los trozos de leña en el lecho de la hoguera, empezaron a arder, la caverna se iluminó con una bonita luminiscencia, sin embargo, noté que la niñita parecía cansada, se veía repentinamente pálida y sudorosa. Me acerqué a ella y en un impulso le acaricié el cabello, su piel estaba demasiado fría.
— ¿Está todo bien?
— Si –su vocecita estaba más apagada de lo normal–. No soy como Narti. No puedo usar la magia tan bien todavía.
Había adquirido una expresión más bien deprimida, al parecer eso era algo que la entristecía de verdad, casi como si se sintiera avergonzada. Me dejé caer a su lado, disfrutando del calor que desprendían las brazas.
— No te preocupes. Creo que lo has hecho genial. Por cierto, a todas estas, ¿no tengo idea de cómo te llamas?
Me miró con los ojos muy abiertos durante algunos instantes, y entonces comenzó a sonreír de manera nerviosa, mientras se acariciaba los rubios cabellos.
— Vaya, lo siento, es verdad. Mis amigos me llaman Lía.
— Lía –murmuré con una sonrisa–. Es un nombre muy bonito. Soy...
Le había extendido la mano, en gesto de saludo, sin embargo me congelé casi instantáneamente. Tan pronto intenté decir mi nombre, el mismo horrible latido en la cabeza volvió pulsando con una fuerza descomunal. Me doblé bajo el ataque de la migraña, peor aun, resultaba el hecho de que no tenía ni idea de quién era yo, o cómo me llamaba. En dos segundo, Lía estaba sobre mí, su pequeña y cálida mano, sobre mi frente, murmuró unas palabras, sentí la magia invadir mi cuerpo, una cálida y acogedora manta que me envolvió en una tibia caricia. La jaqueca desapareció.
— Gracias, aunque no me gusta que uses tu magia en mi. Vi como te afecta.
— No es nada –me respondió con una sonrisa–. En realidad la magia sanadora es la que menos me afecta. ¿Qué te sucedió?
Abrí los labios para contestar que esa realmente era una buena pregunta, cuando vi oscilar las llamas de la fogata y burbujear las aguas del estanque por donde habíamos emergido. Las sombras oscilaron y sentí nuevamente la presencia de la magia, no era agresiva, sin embargo hizo que algo en mi sangre reverberara.
— ¿Más bien qué haces aquí? –interrumpió cortante la voz femenina.
Narti había aparecido de la nada, se recostaba casualmente a una de las paredes de la caverna. Los brazos cruzados sobre el pecho, una de las piernas flexionadas, el pie apoyado en la pared de roca, las puntas del cabello azulado le caían desordenadas sobre el busto. Cualquiera diría que estaba aburrida, hasta que veías su mirada. Esos ojos, azul hielo que no perdían pista y que alternaban entre Lía y yo como un halcón que vigila su nidada desde las alturas.
— No lo sé y no lo sé –contesté mirando de una a otra–. No tengo idea de quien soy, o de dónde estoy, o de cómo vine a dar aquí. Cada vez que intento recordar algo, la migraña me lo impide. Es una tortura. Por cierto, ¿quiénes son ustedes?
Las dos chicas se observaron inquietas, casi sorprendidas. Lía desvió su atención de las llamas, su mirada verde bosque, tan limpia e inocente, me hacía sentir extraña:
— Ella es Narti, Sacerdotisa del Equilibrio, y yo soy Raylia, guardiana de la Estrella de Ávalon, una de las tres llaves que custodian la Lucerna del Alba.
Las miro con extrañeza. Se que mi cabeza está un poco confusa, sin embargo...
— Que no pueda recordar aspectos de mi misma, no quiere decir que sea una mema –digo–, y nada de lo que dices tiene sentido. No conozco ninguno de esos términos que has mencionado.
La chica de cabellos oscuros rueda los ojos en gesto de fastidio aunque su mirada no me pierde ni pie ni pisada. Entonces, Lía sonríe avergonzada mientras se acaricia el cabello revuelto.
— Ups. Creo que es posible que aun no haya llegado el tiempo en que tú nos conozcas por esos nombres. Me equivoqué de época. Olvídalo, sigamos con lo de Narti y Lía.
— ¿Te equivocaste de época? –esto cada vez me sonaba más de locos– ¿Qué mierdas quieres decir con eso?
Abre la boca dispuesta a responderme, sin embargo su compañera hace un sonido de hastío, se sacudió el cabello y suspiró un par de veces como si yo la frustrara, aunque, su mirada azul no dejaba de estudiarme.
— Conoces el Intermundos como un portal de magia, ¿Cierto?
Examiné mis recuerdos con la misma precaución con que tocaría un cartucho de dinamitas, sin embargo, encontré el recuerdo sin que desencadenara la migraña. Al parecer, los únicos recuerdos prohibidos, serían los referentes a mi propia persona. Mis pensamientos vuelven a la conversación, el Intermundos. La información acude a mi memoria, es un camino de magia, que conecta a la Tierra de los hombres, con los diferentes mundos de magia.
— Es un camino de magia –digo–. Tiene portales en cada mundo mágico conocido y desde él se puede acceder a cualquier parte de la dimensión mágica.
— Estás en lo correcto –concordó Narti–, en parte. El Intermundos, en sí mismo es una dimensión aparte, conecta con otros lugares, pero, con la magia correcta, también conecta con cualquier época conocida.
Me abruma la comprensión de sus palabras. ¿Conectar con cualquier época? ¿Vale que seamos seres mágicos, pero hasta donde dan mis escasos recuerdos, eso era imposible. Los ojos de Narti encuentran los míos cuando dice:
— Es justo lo que piensas. El Intermundos es intemporal, puedes encontrarte con viajeros que nacieron cien años antes que tú, o que en tu época, aun no existen, sin embargo no es algo que suceda con frecuencia. Por lo común, los faes solo están en el Intermundos por breves instantes, lo suficiente para saltar de un lado a otro, no recorrerlo en su propia extensión. Es demasiado peligroso, hasta ahora, creo que solo Lía y yo lo hemos hecho. Podemos decir que somos casos especiales. Aun con nuestra apariencia, digamos que aunque tenemos menos edad que tú, hemos vivido mucho más de lo que tú lo has hecho.
Mi cabeza estaba echa un lío. ¿Cómo rayos podían tener menos edad que yo, y aun así, haber vivo más? La migraña va a volver y esta vez no será precisamente por intentar recordar algo. Me acaricio la frente. Entonces, la pequeña mano de Lía, se coloca en mi hombro con gesto conciliador mientras murmura:
— Está bien. No intentes comprenderlo. Piensa más bien que somos paradojas. Existimos y no existimos. Es por eso que Narti puede fastidiar a la zorra de Marithia y salir de rositas, siempre puede escapar de sus garras.
Un golpe en la cabeza de la rubiecita la hizo gemir de dolor. Levantó la cabeza enfurruñada, Narti la miraba con severidad, las manos apoyadas en las caderas:
— No dirás palabrotas.
— ¡Tú las dices cada tanto! –se quejó sobándose la cabeza.
La chica torció los ojos, aun cuando pude ver su rostro ser recorrido por un escalofrío.
— Y si madre se enterara de que las aprendes a mi lado, no quiero siquiera imaginar lo que ella y padre me harían.
Me desconecté de su conversación. ¿Una paradoja? Está bien, quedémonos con ese concepto para que la migraña no vuelva. Pellizco mi puente nasal y cierro los ojos con fuerzas, intentando asimilar toda esta información. Hay algo más, algo que aporta una nota discordante en todo, desafortunadamente, percibo como está ligado a parte de mis recuerdos perdidos, por lo que dejo de presionar a mi mente, y vuelvo mi atención a mis acompañantes. La mirada escrutadora de Narti no se aparta de mi, nuestros ojos se encuentran, de repente es fácil creerles todo cuanto han dicho, a pesar de lucir tan joven, la mirada azul de ella está tan llena de sabiduría y secretos que es imposible para una persona de su edad.
— ¿Qué está pasando conmigo? –cuestiono–. ¿Cómo vine a dar aquí? Y lo más importante de todo, ¿por qué no puedo recordar nada?
Tras eso, Narti no luce tan confiada como antes. La veo morderse el labio inferior, y aparta los ojos, incómoda. Durante instantes la veo librar alguna batalla interna, después la escucho chasquear la lengua medio frustrada, entonces con pasos firmes y con cierta reluctancia, abandona su puesto junto a la pared, acercándose a nosotras. Nuestras miradas vuelven a encontrarse, pero no me siento amenazada, ella se agacha a mi lado y toma mi mano derecha, cierra los ojos y musita unas palabras en faérico. La magia crepita en el reducido espacio, cierro los ojos, disfrutando de la sensación, mi cuerpo reverbera lleno de energías, mi propio poder despierta, empujado por el de la chica entonces siento el calor en mi mano. Abro los ojos, y tengo la impresión de Narti lo hace al mismo tiempo que yo, toda la habitación era iluminada por el resplandor nácar de la luna, que irradiaban nuestros cuerpos. Los ojos de la chica volaron a mi muñeca y yo la imité. En la palma de mi mano derecha había un dibujo, a duras penas visible, no recordaba cómo me lo había echo, o que significaba, aun así, una dolorosa sensación de vacío se instaló en mi estómago, cuando comprendí que se estaba borrando. Entonces noté algo más, un poco más abajo, justo en la línea de la muñeca había otro pequeño dibujo. Era una delicada línea serpenteante que recorría mi muñeca como si de un brazalete se tratara, de hecho era el dibujo exacto de un brazalete, podía identificar las finas líneas de la cadena y los pequeños colgantes dibujados en mi piel, y aun cuando se miraba sumamente delicado, me entró un escalofrío pensando en una trampa mortal.
— ¡Mierda! ¿¡Quién fue el maldito hijo de puta?!
Lía miraba a Narti completamente asombrada, mientras yo quedaba estática por su repentino arranque. La chica se puso de pie y comenzó a pasearse de un lado a otro como fiera enjaulada. Se detuvo de pronto, sus ojos tremendamente brillantes fijos en mí:
— Es imprescindible que regreses a tu mundo. ¡Ahora!
— No entiendo, que...
La muchacha se revolvió los cabellos con desesperación, inspiró profundamente un par de veces, Lía también la observaba con preocupación, podría apostar a que no estaba acostumbrada a ver a la chica tan fuera de sí.
— Escucha, tienes que volver a tu mundo, pero evidentemente, no podrás hacerlo sin tus recuerdos. Tendremos que llevarte al Pozo de los Perdidos.
Escuché el jadeo ahogado de Lía, mi atención se dirigió a ella por completo, estaba sumamente pálida, los ojos verdes demasiado grandes en su rostro, aterrada.
— Pero ese lugar es solo para las almas faes extraviadas –tartamudeó.
— Exacto. Eso es ella en estos momentos –respondió Narti.
Mis ojos se abrieron con sorpresa. ¿Qué mierdas estaba insinuando esta niñata? Volvió a suspirar, esta vez, medio derrotada.
— Esa marca en tu muñeca, es de una cadena de ópalo. Estaban restringiendo tu poder, de alguna manera te las arreglaste para forzar magia fuera de ti, querías escapar, es todo lo que puedo juzgar, el punto es, lo conseguiste, pero no de la manera que crees. Tú cuerpo sigue en algún lado de la dimensión mágica, mientras tu alma está vagando por el intermundos.
— ¡Oh, mierda! ¡Soy un maldito fantasma!
— Tienes que volver, o alterarás el equilibrio de una forma irreparable, pero no podrás hacerlo sin tus recuerdos. Tienes que ir al Pozo de los Perdidos para recuperar tus memorias.
Abby:
Abrir un pasadizo en el muro y caminar por él no fue un problema. Estaba en alertas, tensa, esperando las horribles visiones que sabía me perseguirían, así había sido la primera vez, a duras penas logré escapar gracias a la ayuda de Rina, a pesar de que ella misma tampoco la tuvo fácil. Podía ver a los demás, sentir sus pasos a mi espalda, además, por precaución nos atamos los unos a los otros con una cuerda, sentí, la mano de Lexen en la mía, su calor filtrándose en mi piel, su seguridad y su amor, calentando mi alma misma. El muro era lo mismo que un laberinto, a pesar de que cuando lo veías desde fuera, su espesor no era la gran cosa, perderse dentro sería bastante fácil, bastaba con que te perdieras en las imágenes que te mostrara, entonces estarías acabado, condenado a vagar por el muro hasta tu muerte, a menos que rompieras la ilusión.
Seguí el camino alerta al menor sonido, tan alerta estuve en ello, que no me di cuenta de que el absoluto silencio podría ser igual de preocupante, hasta que el farolillo que llevaba en mi mano parpadeó dejándome en total oscuridad. Como siempre, tan pronto como el último resquicio de luz se apagó, comencé a sentir los efectos del pánico. Primero fue mi ritmo cardiaco en aumento, después mi respiración agitándose y aun así, no parecía llegarle suficiente aire a mis pulmones, el sudor frío humedeció mi cuerpo, y entonces comenzaron los temblores. Justo en ese momento percibí el silencio. Silencio absoluto.
— Lexen... ¿dónde están los otros?
No hubo respuesta, peor aun, fue cuando descubrí la ausencia del calor y la presencia de mi compañero. Los latidos de mi corazón se dispararon con violencia y sentí las lágrimas mojar mis ojos. Había comenzado. ¡No pierdas la calma, Abby! Respira, respira profundo. Me concentré lo suficiente como para controlar el impulso de usar mi magia, a los pocos segundos, la luz parpadeó un par de veces, antes de que finalmente, iluminar por completó el quinqué diminuto que llevaba conmigo.
Me encontré mirando las paredes de un laberinto, completamente sola. El silencio fue interrumpido por una serie de crujidos y aullidos que me hicieron estremecer. ¡Había comenzado! Comencé a temblar. Es una ilusión, me repetí tratando de controlar mi pulso. Los crujidos se hicieron más cercanos, más fuertes, tensé mi cuerpo, esperando. Una de las paredes frente a mi se movió. Los haces blanquecinos de luz, iluminaron la terrorífica figura. La conocía, largos cabellos negros como la tinta, piel nacarada, un suntuoso vestido de seda de araña en tonos violetas y blancos, completamente embadurnados de sangre. Los ojos vacíos y una sonrisa espeluznante. Arella.
— Princesa
Su voz era suave y metálica, como salida de ultratumba, aquellos ojos carentes de color y vida se clavaron en mí y creí desfallecer, su sonrisa se amplió, con movimientos lentos, me enseñó las manos que hasta el momento había mantenido ocultas, unas enormes tijeras metálicas, manchadas de sangre.
— Tenemos una cita pendiente –advirtió con voz cantarina.
Pasé saliva con dificultad. Una ilusión. Es una ilusión. Entonces eché a correr. Encuentra el punto débil, y encontrarás la salida, el único problema, es que si escogía la salida equivocada, la ilusión terminaría matándome.
Linder:
Estoy solo. Mi hermana, mis compañeros han desaparecido por completo, y aunque no pude sentir la magia, sospecho, que es obra del encantamiento del muro. Levanto el farol y sigo mi camino. Lo principal es no detenerse, y no usar la magia. De acuerdo a la información de Abby, esta cosa jugará con nuestras mentes. Me detengo unos segundos, cuando una molesta sensación de pesantez aturde mi mente, me siento un poco mareado, probablemente sea el estar tanto tiempo sin usar mi magia, la luz de la farola parpadea, entonces todo queda a oscuras. Me concentro en mi propia respiración, no uses la magia, no la uses, espera. Cuento mis respiraciones y presto atención, puedo escuchar un crujido y un suave deslizar, aferro el mango de mi espada con fuerzas. La luz en la farola vuelve a parpadear, y esta vez se enciende por completo. Los sonidos de crujidos se hacen más cercanos, más frecuentes, levanto la espada y me preparo. Entonces escucho la canción, es una melodía triste e hipnótica, compuesta con las palabras más antiguas de la raza fae, llena de dolor, soledad. Es una nana comprendo, pero quien arrullaría a un niño con una música que hable de muerte y traición, de miedo y sufrimiento. Esta vez soy yo quien se mueve en dirección a la música. Doblo en la siguiente esquina, la música se hace más intensa, la voz es melódica y suave, una voz de mujer, un violento escalofrío recorre mi espalda. Levanto el farol e ilumino las tinieblas, entonces la veo.
Está de espaldas, su cuerpo cubierto por un ajado camisón blanco, lleno de manchas de sangre y echo jirones. El largo cabello rojo en cascada sobre la espalda, el resplandor nácar de su piel contrasta fuertemente con las sombras y los sluaghs, que la rodean, unas se cuelgan de su cuello, otras de sus ropas, otras de sus brazos, no parecen molestarla, de hecho, y mirándola bien, salen de su propio cuerpo. Como si sintiera mi presencia, la criatura se da la vuelta, aunque ya se a quien veré.
— Hola, Allen –susurra con suavidad–, o debería decir, príncipe Linder.
Me encuentro frente a frente con los ojos azules de Rina, aunque no es del todo ella. Está tan delgada y pálida, la piel llena de moretones, sobre su vientre tiene un agujero de oscuro vacío, del que salen sombras y sluaghs. Entre los brazos acuna a una pequeña criatura. Distingo una cabeza oscura, que se gira a mi presencia, un par de ojos azules se clavan en los míos, y es toda la característica física que puedo distinguir, antes de identificar su magia. La magia oscura sale en oleadas de ella, aquel par de ojos azules mi miran sin expresión.
— ¿Asustado?
Da dos pasos en mi dirección, las sombras se mueven con ella y comienzo a sentir los efectos de la magia oscura. Se ríe de mi expresión, sin embargo no es una risa divertida, no es la que le conocí una vez y de la que me enamoré, es vacía, amenazante, peligrosa.
— No deberías –continúa susurrando–. Después de todo, soy tu creación, ¿o no?
Está a pocos pasos de mí, y yo no atino hacer nada. Su actitud y su mirada cambian, más suaves, más seductoras, mis instintos están en guerra, por un lado la supervivencia me reclama, y por el otro la culpa. Si Sorina está hoy aquí, no hay otro responsable más que yo. Me quedo quieto, hasta que la veo levantar el brazo derecho, y distingo la afilada punta de un cuchillo que todavía gotea sangre.
Xxxxx
Holaaaa: Ya se que la gente normal pone las notas al principio, pero yo soy como soy y..., y bueno que me da el deseo de ponerlo aquí y ya está. Acepten mis rarezas y no pregunten mucho, yo las quiero igual, (y si hay algún lector chico, pues que lo quiero igual), el punto, gracias por leer hasta aquí, lamento la tardanza, enserio lo siento en el alma. Como ya le dije a una lectora especial, pues estoy en una nueva etapa de mi vida, comienzo del trabajo, haciendo turnos nocturnos hasta por gusto, estudiando un montón, me será más difícil actualizar, pero igual trataré de mantenerme fiel y poner un capítulo por semana. Las quiero. Besotes y no se olviden de comentar, si les gusta, si tomates o si se puede mejorar. Ah, y también me gustaría saber si alguno tiene alguna teoría que quiera compartir, me encantar también escuchar la fantasía de otros. Su siempre amiga:
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