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Capítulo 3

Sorina:

Despierto con el cuerpo rígido y el corazón entumecido. Mi mirada vaga por la solitaria habitación, y compruebo con alivio que estoy sola. Observo las sábanas manchadas de sangre, se que mi piel está herida, sin embargo, no tengo espacio para asimilar el dolor físico. No cuando todavía tengo los muslos húmedos y pegajosos de la simiente de Kurapika. Todavía puedo sentirlo dentro de mí, su cuerpo contra el mío, sus manos tocando..., su lengua... Mi estómago se retuerce en un nudo, salgo de la cama a trompicones, estoy desnuda, así que me envuelvo en una de las mantas, me enredo con ellas y caigo al suelo, golpeándome la frente. No puedo contener más el asco y el llanto, con una arcada, mi estómago expulsa lo poco que había comido la noche antes.

Mi piel está fría y cubierta de gotas de sudor, no tengo muchas fuerzas, así que a duras penas me las arreglo para rodar a un costado, evitando el charco de vómito. ¿En qué me he convertido? La puerta de mi habitación se abre, y veo las botas oscuras del fae acercarse a mí. Involuntariamente, mi cuerpo se contrae en una bola, intentando hacerme lo más pequeña posible.

Kurapika se inclina sobre mí, su mirada violeta recorriendo mi cuerpo y la habitación. Aparto los ojos, avergonzada, cuando descubro el brillo de triunfo en los suyos.

Con manos brutales me obliga a ponerme sobre mis pies, me las arreglo para mantener la manta alrededor de mi cuerpo, sin embargo, él se aferra a las mantas y tira de ellas. Forcejeo un poco, en un intento de liberarme de él. Los días de hambre y maltratos, cobran su peaje, mis músculos arden pierdo la batalla en cuestión de segundos, Kurapika da un tirón más fuerte de lo necesario, pierdo el agarre sobre la sábana y me tambaleo hacia atrás, exponiendo mi cuerpo desnudo, instintivamente cubro lo básico con mis manos huesudas. No me atrevo a levantar la mirada del suelo.

Lo siento acercarse a mi, y tiemblo, puedo sentir su mirada recorriéndome completa, y es la sensación más asquerosa que pueda imaginar. Sus dedos tocan mi carne, marcando el contorno de los moretones que me han provocado entre él y mi madre. Acerca su rostro a la curvatura de mi cuello, y lo olisquea.

— Mmm, ¿repetimos nuestra noche?

El terror me invade, adueñándose de todo pensamiento racional. Ni siquiera puedo articular palabra, solo gemidos inarticulados abandonan mi garganta. Los temblores de mi cuerpo aumentan conforme Kurapika se acerca más a mí, cuando creo que voy a desmayarme, escucho su risa en mi oído:

— No. Tendré que limitar mi tiempo a las noches, la verdad es que das pena con solo mirarte. Ningún hombre que te vea a plena luz del día será capaz de sentir nada más que asco.

Me da un empujón, entre lo débiles que tengo las piernas, y el terror absoluto que me paralizaba, no soy capaz de mantener el equilibrio y caigo de sentón, el dolor en el cóccix es instantáneo.

— Tienes diez minutos para alistarte, si los despilfarras te arrastraré desnuda por todo el palacio. A la reina no le gusta esperar.

Conociéndolo, era muy capaz de cumplir su promesa, así que aun sintiéndome despreciable, empujé mi cuerpo hasta el baño. La artesa de mármol estaba llena con un líquido de color nacarado, que desprendía vapor y un vago aroma a flores nocturnas. Era la mezcla especial de la reina, solo se preparaba con unas hierbas muy raras que crecían en la frontera con Verano. ¿Qué significaba esto? Me zambullí en la tina, al contacto del agua caliente, todos los rasponazos, y las laceraciones del látigo, escocieron como si les hubiera echado sal, sin embargo, algunos momentos después, el alivio se extendió por todo mi cuerpo. La molestia desapareció, y hasta mis músculos dejaron de doler, así al menos podría caminar derecha, sin embargo, continuaba inquietándome el porque Arella había ordenado esto. En contra de mis deseos y buen juicio, me salí de la tina, antes de cubrirme el cuerpo con la manta de felpa, alcancé a ver mi reflejo en el espejo.

Mi cuerpo siempre fue más esbelto que sexy, aun así, tenía las curvas precisas, en los lugares exactos. Ahora ya no. Había adelgazado tanto, que en lugar de curvas, tenía ángulos, me podía contar las costillas sin dificultad alguna, incluso la grasa de mis pechos había escaseado hasta casi desaparecer, eso sin contar que todo mi cuerpo parecía una de esas mantas echas de retazos, los moretones y heridas, de distintas fechas convergían unos con otros, sobre mi torso y mi abdomen, mezclando tonos de rojo, azul, violeta, negro, verde y amarillo.

El reflejo de mi rostro, fue lo que más me impactó, mi barbilla era demasiado afilada, y mis pómulos, demasiado elevados, incluso para un fae, todo a consecuencia de la pérdida de la grasa subcutánea en mi semblante. Tenía los ojos hundidos, unas pronunciadas bolsas violáceas en su contorno, se encargaban de enfatizarlo más.

Empecé a temblar. No podía reconocerme a mi misma, peor que eso, era el hecho de cuan débil y fatigada me sentía. Ese pequeño tiempo de pie, me hacía temblar por el cansancio. Mi visión empezó a nublarse, me iba a desmayar en cualquier momento. A duras penas conseguí cerrar los extremos de la manta acolchada, y trastabillé hasta la puerta del baño, que cedió bajo el peso de mi cuerpo cuando me desplomé. Cerré los ojos esperando el golpe contra el frío suelo de mármol, seguro que Kurapika cumplía su promesa y me arrastraba desnuda por la corte.

Fuertes brazos de hombre detuvieron mi caída, manos ásperas se agarraron a mis costados. Su aliento en mi mejilla.

— Cuidado con tus pasos, amor.

La cercanía de él me ponía nerviosa, y aun más, el hecho de que su voz había adquirido una cualidad casi dulzona. Con torpeza, me revolví entre sus brazos, intentando alejarme, sin embargo, uno de sus brazos se enroscó en torno a mi cintura, inmovilizándome, y el otro, subió a mi cabeza, enroscándose en mis cabellos. Era alguna clase de retorcido abrazo, sus labios buscaron mi oído y siseó amenazante:

— Mucho cuidado con lo que haces. Dame un solo motivo y convertiré esto en un baño de sangre.

Mi trastornada mente, tardó un poco en comprender el significado de sus palabras, sin embargo, le obedecí y dejé de luchar en su contra, sentí como su boca se curvaba en una sonrisa de victoria. Algunos instantes después, recorrí toda la estancia con la mirada, y fue que me percaté de varias cosas, lo primero, las sábanas manchadas de sangre, y cualquier evidencia de lo sucedido la noche anterior, había desaparecido, mi habitación estaba nada menos que impecable. En una esquina, Gizart me dio una sonrisa maliciosa, y en la otra, esperaban tres doncellas. No las conocía de nada, sin embargo, ellas observaban la escena con una expresión que no podía definirse como nada menos que esperanza y alegría.

Kurapika me da un beso en la mejilla y murmura con falsa alegría:

— Buena chica. Recuerda que no debes sobrepasarte, amor. Todavía estás débil por el atentado de los verano.

Era una advertencia, y el pie forzado para que continuara con la actuación. Mi inquietud crece a pasos agigantados, en todo el tiempo que llevo aquí, la reina no me ha dejado ver a nadie. Mis únicas interacciones eran con ella, Kurapika y Gizart. ¿Por qué ahora? ¿Qué planea?

El fae coloca una mano en mi espalda, y me empuja con cuidado hasta un pequeño escabel, donde me sienta como si fuera una muñeca de porcelana, sus manos van a mis cabellos, y me los acaricia como si fuera una niña pequeña. Saboreo el ácido en la garganta, pero me obligo a permanecer impasible. No se que están planeando estos, pero es obvio que, un paso en falso de mi parte, y acabaría con la vida de estas chicas, que lo miran como si fuera un héroe. Finalmente me da un beso en el cuello, y me estremezco, entonces, veo en el espejo que tengo en frente, como Gizart se aproxima a nosotros:

— Está bien, hermano. Largo. Tú novia tiene que prepararse.

Kurapika hace una pequeña reverencia, aproxima su rostro al mío y une nuestros labios, su lengua recorriendo mi boca, me da ganas de vomitar, pero me obligo a permanecer impasible, entonces se aparta y sale de la habitación, podría respirar tranquila, de no ser porque tengo encima la astuta mirada de Gizart.

— Dense prisa –ordena a las doncellas–, nuestra princesa debe lucir impecable. Sobrevivió al ataque del Campeón del Verano, debe mostrarse como nuestro orgullo.

Aun en contra de mis mejores deseos, las dejo hacer. Me quitan la manta que me envuelve, y escucho sus exclamaciones cuando ven el estado de mi cuerpo. Más de una maldición contra Linder vuela por el cuarto, en el espejo, veo la sonrisa de superioridad de Gizart, aparto mi mirada de ella, y me pierdo en mis pensamientos. El rostro de Linder llena cada espacio, sus ojos verdes, la tez dorada, el rebelde cabello castaño, la curva divertida y maliciosa de sus labios cada vez que pensaba en besarme. Sus brazos envolviéndome contra su cuerpo.

La añoranza despierta con tal fuerza, que siento mi corazón desgarrarse, sobre todo, cuando estas imágenes son sustituidas por los recuerdos de él, durmiendo con otra chica. Logro contener las lágrimas, sin embargo, no puedo evitar estremecerme con un jadeo adolorido. De vuelta a la realidad, miro mi reflejo en el espejo y casi no me reconozco.

Llevo un vestido violeta de gasa de araña, que me resulta mucho más molesto cuando comprendo que le han colocado rellenos para suplir las curvas que me han robado estos meses de cautiverio. Mis cabellos rojos, van tomados en un elegante rodete, mechones cuelgan sobre mi cuello, y los costados de mi rostro. La piel que queda al descubierto, la han rociado con polvos plateados, que no hacen sino resaltar el brillo lunar que siempre he desprendido. Una de las doncellas, entreteje en mis cabellos la diadema real, unas delicadas tiras de oro blanco, entrelazadas con un copo de nieve de plata. La imagen me transporta décadas atrás. Vuelvo a ser Nolune, la Vidente de la Corte Oscura. Gizart, rompe el hechizo colocándose a mi espalda.

— Con esto estarás completa, hermana. Desde ahora te pertenece.

Antes siquiera de poder preguntar por su comportamiento, desliza sobre mi garganta desnuda un colgante. Es una sarta de perlas negras, del que cuelga una pequeña media luna, hecha de alguna piedra brillante, que parece recortada del mismo cielo nocturno. ¡Mierda! La media luna negra, es el símbolo de la familia de Kurapika. Al comprender el mensaje oculto, mi primera intención es arrancarme el collar y hacerlo trizas, pero la mirada de advertencia de Gizart, me deja clavadita en mi sitio. Soy una puta marioneta.

Cuando las mujeres se levantan y dirigen sus pasos a la salida, comprendo que, sea lo que sea que estén orquestando esta noche, no hay modo de evitarlo. Solo espero que mis fuerzas no me traicionen. Me pongo de pie, bajo las capas de tela del vestido, mis piernas están temblorosas, me reprendo a mi misma. Levanto la barbilla, y frunzo el ceño. Aunque sea por última vez, seré el orgulloso Beso del Invierno.

Linder:

Las pesadillas habían cambiado, antes soñaba que yo era el asesino de Rina, ahora cada vez que cierro los ojos, me veo vagando por los pasillos del Palacio de Hielo, y encuentro su cuerpo, roto y sin vida en el suelo de sus aposentos. Un ánimo extraño se ha apoderado de mí, no soy capaz de definirlo a nadie, mucho menos a mi mismo, es casi como un presentimiento. Un oscuro peso se ha instalado sobre mis hombros, me detengo casi de inmediato. El rostro de Sorina parpadea en mi mente, y mi corazón se salta un latido.

— ¡Linder! ¿Estás bien?

Lexen me mira preocupado, el resto de nuestros compañeros también me da una mirada inquieta. Mi corazón duele, no hay otra forma de describirlo, y si yo no estoy enfermo, entonces eso quiere decir que es Sorina la que está en problemas. Los ojos plateados de Barien encuentran los míos, y su ceño se frunce en una mueca, que juraría, es desesperación.

— No pasa nada. No necesitamos perder el tiempo ahora.

Eso es cierto. Hoy por fin es el equinoccio de primavera, la magia estará en su punto álgido. Así que cruzamos al mundo humano, para poder saltar a la tierra de Invierno. No era factible hacer el cruce desde la laguna de magia, y mucho menos desde el Intermundos, nos descubrirían en cuestión de segundos, sin embargo, estar aquí significaba exponernos al radar de mi madre, así que debíamos hacerlo todo rápido y seguro.

En el pequeño claro del bosque, entorno a un perfecto círculo de setas estaba reunido el pequeño escuadrón suicida. Sip. Definitivamente no tenían otro nombre. Infiltrarse en la tierra de Invierno, asaltar el palacio de Arella, desafiarla en sus narices para recuperar a la princesa cautiva no tenía otro nombre. Kai, Lexen, Kimberly, Lyn, Abby, Barien, Maerwen y tres caith sith estaban sentados tranquilamente ultimando detalles.

— Muy bien, Allen, tú turno.

Kimbely está justo frente a mí, un pincel en su mano derecha. Tengo que admitir que me sorprendió bastante cuando llegué a la laguna de magia y supe que ella era la soñadora que madre buscaba. Se escondió bastante bien. Entonces veo a Lyn justo a su espalda, cierto, esta chica es la responsable de burlar nuestras habilidades de rastreo. Luego de un par de semanas, conocí toda la historia, no puede decirse que seamos precisamente amigos, pero al menos no hemos intentado matarnos. El verdadero poder de Kim como soñadora, se manifiesta cuando pinta, e ahí el porqué Lyn se lo tenía terminantemente prohibido, y las pinturas que hizo para la escuela, las firmó con un seudónimo, y luego desaparecieron, entre otras cosas, puede dar vida a cualquier criatura que imagine, y reflejar con lujo de detalles cualquier lugar que haya visto aunque sea, una sola vez.

Sin esperar mi respuesta, toma mi mano izquierda, y comienza a trazar pinceladas que se extienden a mi antebrazo. En menos de un minuto tengo toda la piel llena de complicados trazos verdes, que luego comprendo, es alguna clase de mapa.

— Es un mapa exacto del Palacio de Invierno –me explica

Se pone de pie, y hace un par de estiramientos de espalda antes de decir:

— Bien, con este fue el último.

— Entonces sigo yo –comenta Barien

El susodicho, se aproxima al círculo se setas, junta las manos sobre el pecho y murmura unas palabras. Siento una corriente de magia envolver el sitio, y veo con sorpresa, que la tinta en mi brazo, serpentea durante unos segundos. El flujo de magia está en mi sangre. Ahora el mapa luce diferente.

— Es un encantamiento para atarlos a Nolune –declara–. Tan pronto estén dentro del palacio, el mapa cambiará para dirigirlos a donde ella se encuentre.

— ¿Cómo lograremos llegar al palacio sin ser vistos? –cuestiona Kai.

Es cierto. Maerwen y Barien serían las primeras opciones, sin embargo, no hay forma de que esos dos puedan cruzar al otro lado sin ser descubiertos. El poder de una oscura con alas no pasaría desapercibido a Arella, y Barien, bueno, según he entendido, la reina de Invierno ofrece más por su cabeza de lo que alguna vez ofreció por la de su hija. Los caith sith, que sí cruzarán con nosotros, tampoco son una opción, las leyes de segregación de la reina, ordenaban que se mantuvieran en lo más alejado de la ciudad, de hecho tenían prohibido mostrarse siquiera en los mercados públicos.

— Para eso iré yo.

La tranquila presencia de Abby me sobresalta. Mi hermana levanta el brazo y muestra que ahora tiene un mapa igual al mío. Percibo la mirada aterrada y resuelta de Lexen.

— Ni de coña –declara él–. No vas a ningún lado cerca de esa loca de Arella.

Los ojos lapislázuli de mi hermana adquieren un brillo peligroso, cuando creo que está a segundos de enzarzarse en una discusión interminable con Lexen, toma un par de respiraciones profundas, logrando calmarse. Se ajusta más la capa antes de decir:

— Esto no entrará en discusión Lexen –su voz suave no hace sino poner más énfasis en su resolución–. Yo escapé una vez de Invierno, conozco el terreno mejor que ustedes. Ahora mismo, soy su mejor alternativa, por otro lado, la primera vez sobreviví gracias a Sorina, es tiempo de devolverle el favor.

Muy en contra de mi sabiduría, tengo que reconocer que tiene un par de puntos a su favor. Abby conoce el terreno que pisa, y probablemente, algún pasaje oculto. Me preocupa la seguridad de Sorina, quiero rescatarla, pero no será sin poner en riesgo la seguridad de mi hermana, es una jodida encrucijada. Estoy a punto de saltar, y obligarla a quedarse. Aunque la lógica me dice que es imposible, quiero asegurarle que me las arreglaré para encontrarla, para llegar al palacio, sin embargo, cuando estoy a punto de hacerlo, percibo la absoluta resolución en su rostro. Abby ha crecido, no es Lay, la pequeña a la que siempre traía en ristre, la prometida de Lexen, es una criatura completamente distinta, frágil y poderosa, una guerrera que quiere y se gana su respeto.

— Muy bien –accedo interrumpiendo la discusión antes de que comience–, nos mostrarás el camino hasta el palacio, pero una vez allí te retiras. Sin discusión.

Se muerde el labio y farfulla unas cuantas maldiciones sobre mi persona, pero acaba aceptando. Observo a mis compañeros, más concretamente, a los caith sith.

— No cruzaremos todos –señalo–, además de lo peligroso que es, necesitamos que alguien permanezca de este lado, vigilando la puerta. No podemos descartar algún ataque por parte de mi madre, así que, de ustedes, quién vendrá con nosotros.

— Yo lo haré. Soy Nael.

Observo aquellos ojos de color mercurio. Siempre supe que sería él. Es el líder indiscutible del grupo felino, y ahora mismo, no parece interesado en buscar problemas, está por completo en término de negocios.

— Tengo cuentas pendientes con Arella.

Los cinco pasamos al interior del círculo y tomamos nuestras manos, modulamos nuestra magia, de manera que se mimeticen unas con otras, y a la misma vez, imiten la frecuencia de la naturaleza, en pocos momentos, siento como la puerta a la tierra de invierno empieza a ceder ante nuestro poder. Segundos antes de cruzar, la imagen de Sorina vuelve con fuerza a mi mente, y siento un doloroso vacío en mi corazón. "Aguanta, Rina, voy a por ti"

Sorina:

Ha sido la peor noche de mi vida. Si lo que quería era acabarme, realmente lo consiguió. La corte completa me esperaba en el gran comedor. Dispuestos a celebrar mi recuperación, más que eso, mi pronto matrimonio con Kurapika, una alianza que con seguridad nos llevaría a obtener la victoria sobre los faes de Verano. En esos momentos no se que me fastidiaba más, descubrir que Gizart me había mentido, nadie más en la corte parecía saber nada sobre el tiempo que pasé con Linder, o el echo de que ellos vivieran sus vidas, perfectas y felices a costa mi propia tranquilidad. Durante casi toda la velada tuve que contener las ganas enormes de desatar mi furia sobre ellos, y hacer una matanza en plena celebración, sin embargo, el ópalo, oculto en una delicada manilla plateada, me mantenía atada de pies y manos. Fui forzada a bailar con Kurapika casi toda la noche, tuve que soportar su cercanía y sus manos en mi cuerpo, aunque desmayarme habría sido realmente una bendición, el pánico puro, y la repulsión, me mantenían en vilo, por suerte, mi cuerpo parecía querer llevar su propio ritmo, así que, aun cuando mis nervios me tenían tan tensa como la cuerda de un arco, la debilidad por las palizas y el hambre, acabaron pasándome factura, y me tambaleé justo en medio un baile, cosa que por cierto, llamó la atención de todos.

— La princesa todavía necesita descansar –señaló Kurapika casi al instante–, la acompañaré a sus aposentos.

Esa frase casi consigue hacerme perder el conocimiento. "Mi prometido" me arrastra a través de los pasillos, y muy pronto me encuentro nuevamente, encerrada en mi prisión de oro. La oscuridad reinante, y su sola presencia, me hacen sentir como si las paredes colapsaran sobre mí. Mi respiración se agita, cuando lo veo acercarse con paso lento y tortuoso. Retrocedo, pero calculo mal mi posición, y mis piernas golpean los bordes de la cama. Kurapika está sobre mí en un segundo. Sus manos tironeando de las cintas que mantenían el vestido en su lugar. Tengo la garganta seca, me retuerzo en su agarre, luchando por liberarme, las cintas son abiertas, y el vestido se desliza por mi cuerpo hasta formar un charco a mis pies. Me quedo vistiendo solo las enaguas, que disimulan bien poco lo que hay debajo.

— ¿En serio quieres salir así? –inquiere con sorna

Es cierto. Sería exponerme a la burla de la corte, pero entonces, ¿qué más da? Recuperando parte de mi antiguo valor, me las arreglo para pegarle un rodillazo en la ingle y salir a toda carrera. No voy a bajar, tengo bien claros cuales son mis planes, alcanzar la torre más alta, y lanzarme de ella. Puede que sea fae, pero incluso nosotros tendríamos problemas sobreviviendo a caída de más de veinte metros. Tan pronto alcanzo la puerta, un violento pulso de magia, me envía por tierra. Cuando logro abrir los ojos, Arella pasea su furiosa mirada entre Kurapika y yo. En dos zancadas está junto a él:

— ¿Eres tan inútil que me necesitas para controlar a tú mujer?

— Mi reina yo...

— ¡A callar! –gruñe–. ¿Es esto lo que pasa? ¿Por eso no has sido capaz de embarazarla?

Me quedo de piedra. Sus palabras duelen más que todos los golpes recibidos.

— Mi señora yo...

— ¡Tres meses! ¡Tres jodidos meses! ¿Qué tan difícil podía ser? ¡Cumple con tu papel, Kurapika! ¡O puede que te encuentre un reemplazo!

La reina hace un sonido de disgusto, levanta su mano, y salgo despedida hasta la cama. Intento levantarme, pero es inútil, cuerdas invisibles, y bastante poderosas, me atan de pies y manos. Los fríos ojos de mi madre, saltan de mi cuerpo a él, todavía arrodillado en el suelo:

— Ya está inmovilizada, ¿o también necesitas que me quede a mirar?

Kurapika le da una respuesta escueta y ella se marcha disolviéndose en una ventisca. Los ojos violetas de mi acompañante, brillan con odio, cuando se acerca a mí:

— Pagarás esta ofensa, querida.



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Ups, este capi me ha dado un poquitín de trabajo. De todas formas, ahora es que comienza l historia de verdad. Va lo mismo, voten, comenten que les parece. Un beso. 

                                                                                       Lennalia

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