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Capítulo 25

Linder:

No se a que hora me desperté, o si acaso conseguí pegar un ojo en toda la noche. La oscuridad de la habitación es rota por el resplandor titilante de nuestros cuerpos. Lo cierto es que pasé todo mí tiempo contemplando a la mujer entre mis brazos, mí mente repasando una y otra vez, lo que acabábamos de compartir.

Sorina es hermosa, ni más ni menos, y aun no puedo creerme que sea mía, mucho menos, cuando agotada se acurrucó contra mí, su cabeza descansando sobre mí pecho, sus manos juntas y presionadas entre nuestros cuerpos. Mechones de sus cabellos le cubrían el rostro y yo los aparto con cuidado, mí mano derecha traza sus curvas, memorizándolas, una pequeña sonrisa pliega sus labios, y ese pequeño gesto me golpea como ningún otro. Por demasiado tiempo he visto la expresión dolorida y cansada en ella, mientras viajábamos me acostumbré a verla dormir, incluso en medio del sueño normal, sin las interferencias de Kurapika, podía ver su rostro contraído, reflejo de las pesadillas y el dolor que la agobiaban. Verla ahora, así, tan relajada y tan feliz, me hacía sentir extraño, y cargado. Me prometí a mí mismo que haría de todo, para mantenerla así, protegida, segura de sí misma.

Mis dedos trazan las líneas de su pecho que sube y baja con su respiración acompasada, la curva de su cintura, el hueso de su cadera. Es preciosa, perfecta, nuestros cuerpos encajan como uno solo.

Señal de cuánto me afectaba su presencia y esta nueva etapa de luna de miel, es que no sentí ninguna presencia ajena, hasta que escuché el grito ahogado y el sonido de loza que se rompía. Reaccioné poniéndome de pie a pesar de mi desnudez, desplegué mi magia, convocando mi espada. Me tomó unos segundos identificar la fuente del sonido: Amarantha. La chica traía en sus manos una bandeja con algunas lozas de porcelana, que acababan de ir a parar al suelo, rompiéndose en miles de fragmentos. La fae no dejaba de mirarme, bueno, a mí y a la chica que hasta ahora dormía en mi cama.

— ¿Linder?

Mi mirada abandona a Amarantha, aun atontada en el suelo, y vuelve a la cama. Sorina se había sentado sobre el colchón, todavía estaba medio dormida, era obvio por la manera en que se fregaba los ojos hinchados, e ignoraba el hecho de que su pecho desnudo se mostraba en toda su gloria. La mirada de Amarantha se amplió cuando distinguió la mancha de dorado jade en la piel alabastrina de Rina, visión que solo duró, los escasos segundos que le tomó a Sorina, reparar en la presencia de la otra fae, su rostro enrojeció, pero haciendo honor a su petición de la noche anterior, se envolvió en la sábana, cubriendo su desnudez y se puso de pie, para enfrentar en igualdad de condiciones a la recién llegada. Mis labios se plegaron en una sonrisa de aprobación. La expresión de Amarantha se oscureció, recogió los destrozos del suelo:

— Lo siento. No volveré a molestar –murmuró

Desapareció tan rápido como había llegado, cerrando la puerta tras sí. Me giro para enfrentar a Sorina, medio esperando que esta nueva intromisión de Amarantha la hubiera hecho retroceder en el tiempo, y encontrármela nuevamente retraída y avergonzada, me presiono el puente nasal, pensando en cómo acomodar la situación, sin embargo, ella se ha hecho una toga con la manta, asegurándola sobre su pecho con un nudo, una mano en la cadera, apoya su peso sobre la pierna derecha, mientras su pie izquierdo golpetea impaciente sobre el suelo. Me mira enarcando una ceja. Muy bien. Esto es nuevo.

— ¿Tienes por costumbre recibir en esas fachas a todos tus invitados? ¿O sólo Amarantha tiene el honor?

¿Qué mierdas? ¿Sorina estaba celosa?

Sorina:

Mi cuerpo se siente laxo y dulcemente dolorido, rayos de luz hieren mis ojos, hasta que consigo adaptarme, las paredes adornadas de jade no son las de mi habitación, así como tampoco la cama sobre la que estoy recostada. ¿Qué había pasado? Mi conciencia regresó como un impacto violento, al escuchar el crujido de la loza. El sonido disparó todas las alarmas en mi sistema e inmediatamente me incorporé en la cama. Durante breves segundos, soy presa de una absoluta confusión, la sábana resbala y tomo nota de mi cuerpo desnudo, cuando localizo la fuente del sonido, me encuentro con la imagen de la espalda de Linder mientras él empuña una espada en forma de advertencia.

— ¿Linder?

Una aturdida Amarantha alterna su mirada entre él y yo. Más concretamente, entre él y la marca que resplandece en tonos jades y dorados en medio de mi pecho, al mismo tiempo registro la imagen del trasero desnudo de Linder, segundos antes de que él se gire a mirarme. ¡Oh, chico! Los recuerdos de la noche anterior se aparecen todos de golpe. Siento como se me calienta el rostro. Sin embargo, mi confusión no dura demasiado antes de ser sustituida por la sospecha y el enojo. Me envuelvo en la manta y me pongo de pie, observando directamente entre los dos faes. La chica murmura una disculpa, termina de agrupar sus destrozos y se marcha. Entonces cuestiono enarcando una ceja:

— ¿Tienes por costumbre recibir en esas fachas a todos tus invitados? ¿O sólo Amarantha tiene el honor?

Mi pie golpetea impaciente sobre el suelo. Me cruzo de brazos sobre mi pecho, esperando. Puede que recién estuviéramos construyendo el vínculo entre los dos, y que fuera la primera vez que dormíamos juntos, aun cuando no habíamos, exactamente lo que se dice, dejado las cosas claras entre nosotros, y también estaba el hecho de que él y la Antigua tenían su historia desde antes de que yo apareciera, pero..., y este pero es importante, anoche yo había confiado lo suficiente en Linder cómo para poner mi cuerpo en sus manos, aceptando el vínculo, y la vulnerabilidad que vendría con ello, así que me valía un rábano si él y la viejita querían recuperar el tiempo perdido, iba a convertirme en una verdadera bruja aquí y ahora. El sonido más inapropiado rompe mi concentración y me trae de vuelta a la realidad. Linder se estaba riendo, a carcajadas limpias, tanto que tuvo que sobarse el estómago. Mi mirada se estrecha sobre él, la tentación de golpearlo es dulce.

— Rina, cariño ¿estás celosa?

Esa sola palabra me sienta como las uñas raspadas sobre el pizarrón. Mi cuerpo se envara, y mis manos se crispan en puños.

— ¡Ja! ¡Celosa, yo! ¡Ya te crees!

Si, si lo creía. Podía verlo en el brillo divertido que habían adquirido sus ojos verdes, y en la repentina expresión de depredador al acecho que había adquirido su rostro.

— Sí, yo creo que sí lo estás –sentenció–. Y bastante.

La manera en que su voz onduló cuando pronunció las palabras, y el movimiento fluido con que su cuerpo comenzó a acercarse al mío, pusieron a mi corazón en una violenta carrera contra mis costillas, mi estómago se retorció con lo que reconocí como anticipación, un repentino fuego se encendió entre mis piernas. El príncipe salvó la distancia que nos separaba con deliverada lentitud.

— Estás celosa –sentenció divertido.

— ¡Celosa tú ego!

Invadió mi espacio personal, sus ojos, capturando los míos, su cuerpo cerniéndose sobre el mío, su pecho desnudo capturando mi atención. Su mano derecha tomó mi mentón, su pulgar trazando las líneas de mis labios.

— Sí que lo estás. Estás celosa de Amarantha, y estoy bastante seguro de que la Blanca Nieves está volviendo y quiere hacérmelo pagar.

Odiaba ese estúpido mote, lo miro con el ceño fruncido, sin embargo, la ternura en su expresión me deja sin aliento. Está orgulloso, contento por mí.

— Sorina, el vínculo está entre nosotros. No podemos mentirnos el uno al otro. Con Amarantha, nunca fue nada serio, y ahora menos. No se que venía a hacer aquí a mi habitación, y no me interesa, ni debe interesarte a ti tampoco.

— Tiene que –respondo en un susurro–. Tú y ella tienen su historia.

— Eso es agua pasada, y algo que lamento.

La diferencia de alturas entre nosotros, no es tan notoria, pero aun así, el inclina la cabeza, apoyando su cálida frente contra la mía, sus manos se ajustan en mi cintura, meciendo mi cuerpo contra el suyo.

— Te escogí como mi dama. Hice un juramento que me ata a ti de por vida –sus dedos trazan las líneas de mi rostro y apartan los mechones rebeldes, sus ojos fijos en los míos–. No podría lastimarte sin dañarme gravemente en el proceso.

— No quiero que estés atado a mí solo por palabras –respondí con seriedad

Es cierto. Entendía que hacer el juramento fue una movida suya para sacar mi cabeza de mi trasero y de mi autocompasión, pero de la misma manera en que él aseguró que no quería que yo lo aceptara por mandato de los antiguos, no quería tampoco que solo se mantuviera junto a mí por imposición.

— Puedo liberarte de tu juramento si...

Sus dedos sobre mis labios consiguen hacerme callar. Hay una cruda expresión de dolor en su semblante, al mismo tiempo, sus dedos trabajan sobre el nudo que mantiene la manta aferrada a mi pecho, mis manos tratan de detener las suyas, pero no muestran mucha convicción.

— Somos faes, Rina. No hacemos promesas a la ligera, y lo sabes. Jamás habría hecho ese juramento si no tuviera la certeza de amarte con cada pedazo de mí.

La manta cae al suelo, dejando mi cuerpo expuesto a él y a sus hábiles dedos, que en toques casi efímeros, recorren cada centímetro de piel expuesta, despertando mis sentidos y dejando estelas de fuego doquiera que pasaban. Su mirada se ha oscurecido a una tonalidad casi olivo, no se aparta de la mía, mientras su rostro deciende a depositar besos fugaces sobre mi pecho, parece un poco obsesionado con la cicatriz que nuestro enlace ha dejado en mi cuerpo.

— Aunque –se las arregla para pasar a través de su voz ronca–, si decides rechazarme, no me quedará más remedio que alejarme.

No es algo que razone mucho, simplemente levanto mis manos, y tomo su rostro, para volver a ponerlo a mi altura.

— ¡Me abandonas ahora y me convertiré en tu peor pesadilla! –declaro entonces

Escucho la masculina risa de Linder

— No podemos dejar que eso ocurra.

Responde en un ronco y divertido murmullo, unos escasos segundos, antes de que sus labios estén sobre los míos.

Abby:

La laguna de magia ha sido protegida tanto como podíamos. Ya no hay espacio para más refugios ni trincheras, y tampoco más magia para otro encantamiento defensivo. Hay tanto poder flotando, que casi se siente como una barrera contra mi piel. Unos pocos escogieron escapar al plano humano y esconderse entre los mestizos que habían quedado allí, no podía culparlos por intentarlo, pero sabía que igual se estaban condenando a muerte. Un fae que no esté en contacto con la tierra que le dio origen, moriría irremediablemente, se irían desvaneciendo de a poco, caerían en la locura, y luego simplemente dejarían de ser. Era un destino aterrador, un destino que yo misma había contemplado una vez, mientras estuve fuera con Sorina, me las arreglaba para visitar esporádicamente la Tierra de Verano y recargarme, del mismo modo que Rina visitaba Invierno, pero ambas éramos conscientes de que esos viajes tendrían que terminar alguna vez, eventualmente nos descubrirían y se volvería demasiado arriesgado volver, y entonces terminaríamos convirtiéndonos en bruma. Así que ahora, ni siquiera nos planteamos la posibilidad de correr, nos jugaremos el todo por el todo.

— Deja de pensar tanto, Abby.

Lexen da un apretón a mi mano, y con ello, me devuelve a la realidad. En sus ojos oscuros encuentro las mismas promesas que me hizo días antes, le entrego una sonrisa tensa.

— Lo siento. Estoy muy nerviosa. Tú estarás en el frente y yo me quedo detrás.

— Lo entiendo, pero ahora tienes que estar concentrada. No olvides que estás al frente de los sanadores, puede que yo esté golpeando cabezas, pero tú y tu equipo cubrirán nuestras espaldas, si no estás centrada, todos correremos riesgos.

— Todos dependemos de todos, lo sé –estoy de acuerdo–. Es solo que...

Me muerdo el labio antes de expresar mis temores en voz alta. La situación no necesita empeorar y lo hará si alguien llegara a escuchar mis pensamientos. Lexen, que a través del vínculo ha captado retazos de mis emociones, me da una mirada de advertencia.

— Ellos estarán bien, y estoy seguro de que harán lo correcto. No nos dejarán en la estacada. Ella no lo hará. Tú deberías saberlo mejor que yo.

Por segundos me asombra la confianza de Lexen, la manera en que se han invertido los papeles. Antes era yo la que defendía a Sorina a capa y espada, y que ahora sea él, precisamente quien me recuerde los valores de mi amiga.

— Ella estaba muy herida, Lex. Tú no entiendes, cuando ayudé a curar su cuerpo, tuve roces con su alma, estaba fragmentada, casi no encontré vestigios de su personalidad.

Lexen me obliga a mirarlo, una expresión oscura en sus ojos.

— Tú no la viste allá en la celda, en Verano. Ella estaba dispuesta a morir, había echo las pases con ello, y aun cuando tu hermano la trató como basura, había aceptado el hecho de que ni tú ni Kai podrían hacer nada para salvarla y de que yo no daría nada por ayudarla, aun así, escogió acercarse a mí, y advertirme sobre ti, sobre el peligro que corrías, más aun, ese último conjuro de Cardania, no iba destinado a ella, sino a ti, una sentencia de muerte, ella lo desvió, lo neutralizó aun a sabiendas de que entonces no sería capaz de evitar que Arella volviera a atraparla. Ella escogió sacrificarse por ti, por todos nosotros en realidad. Es el tipo de persona que es. Ahora puede estar herida, pero no nos dejará en la estacada. Sorina regresará justo a tiempo.

Me toma algunos momentos aceptar sus palabras, pero reconozco que tiene razón. Sorina volverá, porque es el tipo de persona que es, pero entonces surge el otro temor, qué si es una batalla perdida. Qué si solo regresa para morir con nostros, o peor aun, para volver a manos de la reina y Kurapika. Algo de mis pensamientos debió reflejarse en mi rostro, o quizás esta vez tampoco fui capaz de ocultarlo através del vínculo, porque Lexen hace un gesto exasperado, pero lo que sea que fuera a opinar queda en suspenso, cuando captamos la voluminosa figura de Maerwen caminando en nuestra dirección:

— Hola –saluda con el ceño contraído.

— ¿Ocurre algo? –cuestiona Lexen preocupado

— Me ha llegado una señal de emergencia del puesto de avanzada –responde

— Justo íbamos hacia allí –responde Lex–. Quería tener unas palabras con Kai.

Los ojos malvas de la fae buscan los míos, mientras se frota el crecido vientre con un gesto de cansancio.

— ¿Cómo vas con los miembros que te asigné para el equipo médico?

— Pues están haciendo un buen trabajo.

Eso era una mentira total. Si era franca, solo había dos o tres que tenían verdaderos poderes como sanadores, sin embargo, habíamos preparado al resto para que al menos supieran como contener una hemorragia, mitigar el dolor y contener una hemorragia, en resumen, al menos nadie se nos moriría en cinco minutos si podíamos detenerlo, pero Maerwen no tenía porque saber todos los detalles. ¿Cierto?

— Oye, ¿te sientes bien? –inquiero preocupada

Se frota nuevamente el estómago y hace una pequeña mueca mientras suspira cansada.

— Sí. Es solo que el bebé está demasiado abajo últimamente. Caminar ya no es tan fácil.

— Tal vez deberías recostarte –sugiero

— No sin verificar las noticias de la avanzada.

Que mujer más testaruda, entonces, su semblante es oscurecido por una nube de inquietud.

— ¿Crees que regresen a tiempo?

Lexen y yo compartimos una mirada de preocupación, durante segundos medito en las palabras de mi compañero. Sorina, es quien es, y por encima de todo, jamás la he visto huir de una pelea. Más que todo, lo único que mueve a estos chicos, es la fe de que Nolune, vendrá para encabezar la batalla. No puedo quitarles las esperanzas, mejor que eso, nuevas certezas crecen en mi interior, Sorina volverá, con la solución en las manos o no, pero estará aquí, para echar su suerte junto a sus amigos y su gente.

— Estoy segura de ello –contesto con seguridad.

Linder:

Observo el rostro de Sorina descansando sobre uno de mis brazos, mi mano libre traza la línea del hueso de su cadera. Encuentro su mirada, esta limpia, en paz. Su pecho sube y baja y la manta que nos cubre, se mueve con los movimientos de su respiración.

Entonces... ¿arrepentida? –cuestiono rompiendo el silencio.

Su ceño se frunce en una mirada de contradicción. Parecía un poco absurdo preguntar eso después de lo que habíamos compartido, la manera en que nos habíamos amado, no una, sino dos veces, pero estaba tan silenciosa, que por segundos, me olvidé de explorar el vínculo y simplemente dejé que mis temores se fueran en palabras, con su historial con Kurapika, quizás debí haber controlado mejor mis impulsos, debí haberme asegurado de darle más tiempo. Tal vez ahora he roto lo poco que habíamos construido. Entonces, la siento, su presencia, como veloz escarcha movida por el viento, tanteando mi mente. Su mano acaricia mi rostro, me da una sonrisa, sus labios besan mi ceño fruncido y mis labios.

¡Nunca! –asegura– Eres lo mejor que me ha pasado, y no vuelvas a compararte con Kurapika. Nada en tu toque o en lo que me haces sentir, podrá jamás, compararse o hacerme recordar mí tiempo con él. Contigo el tiempo, el pasado, simplemente no existe. No vuelvas a ponerlo en duda, príncipe Nevallinder.

Nunca pensé que necesitaría que Sorina me levantara el ánimo, pero mira por donde. Cuando me besa, una de mis manos se aferra a su nuca, y la otra a su cintra, ruedo de espaldas, poniéndola encima de mi pecho, sin romper el beso. Mis manos empienzan a frotarse por sus curvas, el deseo resurgiendo, cuando de pronto, ella me aparta y abandona la cama de un salto.

¿Qué pasa? –inquiero

Se enreda en la sábana de forma elegante y camina en dirección al viejo escritorio:

Por más que quiera, no podemos pasarnos el día en la cama. Tenemos una cita con los Altos Señores.

Salto de la cama, pero a diferencia suya, no me molesto en cubrirme con nada. La envuelvo entre mis brazos, pero me da la espalda, evitando que vuelva a besar sus labios, está bien, aun puedo ser creativo:

Pasar el día en cama suena bien para mí, y ellos pueden esperar –murmuro besando la curva de su cuello

Linder, no.

Creo sentir un atisvo de debilidad en su voz, y pretendo aprovecharme de ello, pero es cortado cuando ella se aparta y me enseña uno de los dibujos que antes había hecho:

¿Qué te llevó a dibujar esto?

Sorina:

Todos los dibujos que había visto la noche anterior, eran imágenes de recuerdos que Linder tenía sobre mí. Todos eran escenas que habían sucedido en algún momento de nuestra vida en el mundo humano o en la laguna de magia. Todos, excepto este. Un dibujo a carboncillo, de medio cuerpo, en forma humana, pero sosteniendo contra mi pecho a un bebé. Linder observó el dibujo, un músculo saltó en su mandíbula, y una expresión de abatimientos surcó sus facciones.

— Cuando fuimos a rescatarte a Invierno, Abby nos guió. La única manera que encontramos de infiltrarnos al palacio fue através del muro.

¡Mierda! ¡El muro! La primera y única vez que lo atravesé fue bastante malo. Ya me hacía una idea de a donde iba llegando. Linder se interrumpe como si le costara trabajo asumirlo. Tentativamente acaricio las líneas de su rostro.

— La ilusión a la que fui sometido, éramos una familia, viviendo entre los humanos, habíamos tenido una hija preciosa y tú esperabas un segundo bebé, cuando Arella nos encontraba y te asesinaba a ti y a nuestra hija. El delirio estuvo a punto de quebrar mi cordura. Tal vez es una estupidez, pero no pude evitar plasmar ese recuerdo, el día que nació nuestra hija y la primera vez que la sostuviste entre tus brazos.

Para Linder era importante, podía verlo, y entonces un nuevo temor hechó raíces en mi interior, temor que se mezclaba con vergüenza. Mis manos se alejaron de su rostro.

— Linder yo..., hay algo que debes saber. No creo que alguna vez sea capaz de tener hijos.

Su mirada queda fija en la mía, y me gustaría hacer cualquier cosa para escapar de él, pero me obligo a enfrentarlo. Si vamos a emprender el viaje juntos, no puede haber mentiras de por medio.

— Creo que tiene algo que ver con el poder del vacío. Quiero decir, es la única explicación, las faes nunca hemos sidos muy fecundas, pero puedo asegurarte que la reina deseaba un hijo mío, y que Kurapika lo intentó con creces. La única respuesta que se me ocurre, es que mi poder del vacío no me permite sostener más vida dentro mío. Así que no creo que pueda darte una familia y...

— Está bien –me interrumpe–. Lo que tenga que ser será. Fue solo una ilusión, provocada por el muro. No tienes que sentirte...

— Lo sé. Solo..., será mejor que marchemos en busca de los Altos Señores. Algo me dice que ya saben de lo nuestro.

Lyn:

Siempre creí que cuando tuviera un novio, sería algo mágico, romántico a pesar de mis modales sarcásticos, o no sé, algo normal, un chico con quien pudiera conversar de cualquier tema, deportes, libros, sentimientos, y que por encima de todo, estuviera a mi espalda, ya sabes las típicas cursilerías que soñamos las adolescente humanas, lo que si nunca se me pasó por la cabeza, fue que pudiera llegar el momento en que deseara volarle los sesos a mi novio.

— ¡Maldita sea, Marilyn! ¡Deja de ser tan obstinada y retrocede!

Nael, en su forma semihumana, tenía erizados todos los vellos de su cuerpo, su cola y bigotes oscilaban de un lado a otro, y su voz salió en una mezcla de maullido-chillido de obstinación. Me cruzo de brazos y lo observo desafiante:

— ¡Y una mierda que lo haré! ¡No soy una muñequita, Nael! He entrenado todos estos meses, soportando las palizas y los sermones de Barien y ahora que puedo ayudar, no me voy a esconder de Arella con la cola entre las piernas.

— ¡Tú no tienes cola! –gruñe–, ¡y los Caith Sith no expresamos el miedo encogiendo la cola!

— Lo siento tesoro, pero te has enrollado con una medio humana, y tendrás que soportar mi lenguaje y mi terquedad. ¡Puedo pelear tan bien como cualquiera!

— ¡Puedes pelear en cualquier lugar que no sea el frente, Marilyn!

— ¡Voy a arrancarte la cabeza si vuelves a decir mi nombre completo, Nael! –amenazo en un gruñido

He ahí el porqué quería golpearlo. Entendía la necesidad del chico de protegerme, bien sabía que yo misma tenía mis propios impulsos de encerrarlo en un armario, pero nada, entendía que el chico tenía que pelear aquí, era la única manera en que podríamos tener una oportunidad, y precisamente por eso, yo tampoco podía quedarme de brazos cruzados. Me estrujé el puente nasal, ante el zumbido de frustración que abandonó el pecho de él.

— Escucha, entiendo que quieres protegerme, pero mi fuerte es la ilusión, debo estar aquí, al frente, tejiendo hechizos que escuden a nuestra gente de Arella. Es una mínima oportunidad y no voy a desaprovecharla, entonces, puedes perder el tiempo peleando lo imposible, o puedes ayudarme.

Sus ojos mercuriales se estrechan en mi dirección, lo enfrento sin retroceder un ápice. Finalmente, chasquea la lengua antes de añadir:

— Está bien, pero estarás pegada a mí todo el tiempo, y en la mínima ocasión que te pongas en peligro te lanzaré sobre mi hombro y pondré tu trasero en algún lugar seguro.

Abro la boca dispuesta a protestar y dejarle bien claro lo que haría este trasero si alguna vez lo intentaba, cuando escucho unas divertidas carcajadas. Kai, Lexen, Maerwen y Abby nos observaban a escasos pasos de distancia. Estas últimas reían sin ningún disimulo.

— Es bueno ver que tienes las manos llenas, Nael –comenta Maerwen frotándose el estómago

— Te lo advierto, Lyn es una sobrina lejana de Sorina, y comparten un poco de su carácter. Debo decirlo, buena suerte con ello.

— Con amigos como estos para que quieres enemigos –murmuro indignada

Mi declaración no hace más que ir acompañada de más risas divertidas, entonces, Abby y Lexen se toman de las manos:

— Está bien, cielo, sigamos nuestro camino –declara Abby–, ya sabemos que por aquí todo está bien. Maerwen ¿vienes?

— No, necesito aclarar unas cosas con Kai y estos chicos.

Cierto, Maerwen era nuestra líder en funciones, según ella, hasta que le entregara el mandato a Sorina, situación que veía un poco difícil, pero no iba a ser yo quien lo dijera. Lexen despliega sus alas, toma a Abby entre los brazos y se elevan en el aire. Una explosión sacude el ambiente, rompiendo el blanco colchón de nieve y llenándolo con resplandores naranjas y rojos. La magia del escudo de camuflaje que había tejido alrededor del campamento se tambalea a punto de desaparecer, distingo las figuras de Abby y Lexen ser repelidas por la onda expansiva del choque, nieve, fuego y rocas llueven alrededor nuestro. Nuestros enemigos se anunciaban, y bastante certeros, a pesar de todos los empeños por despistarlos. Mi espalda golpea contra la nieve, cuando Nael me arroja al suelo, cubriéndome con su cuerpo, al mismo tiempo que Kai se arroja sobre Maerwen.

— Arella nos saluda –masculla Nael contra mi cuello–. ¿Estás bien nena?

— Si –contesto–. ¡¿Algún herido?!

Escucho el gemido de algunos hombres, aparentemente algunos maltrechos, pero hasta ahora cero bajas, nuestras defensas si habían servido para algo después de todo. Nael se pone de pie y enseguida comienza a ladrar órdenes, aunque la analogía no sea la más acertada.

— ¡Todo el mundo a sus puestos! ¡Vamos!

Se forma un movimiento frenético, Nael a la cabeza, organizando puestos de combate, armas, trampas, tejiendo conjuros. Por algunos momentos, no se muy bien que hacer, pero entonces escucho la maldición de Kai.

— Creo que tenemos un problema –susurra Maerwen con voz adolorida

Mi mirada va a parar al sitio, donde el fae pelirrojo sostiene el voluminoso cuerpo de la líder fae. La chica tiene una mirada de pánico y el ceño fruncido en una mueca de dolor. Más preocupante que eso, era el charco que se establecía rápidamente entre sus piernas. ¿Se había lesionado y ahora se hacía pis?

— Creo que estoy de parto –musita

Casi enseguida un alarido de dolor arranca de su garganta, y se aferra al cuello de Kai. El chico lanza una palabrota, al mismo tiempo, nuertro escudo empieza a ser bombardeado por conjuros explosivos. Un buen día para morir, pero ¿en serio? ¿Un buen día para nacer?

****

Hola mis amores, un millón de gracias por sus comentarios y sus ánimos. De verdad, gracias por su apoyo, realmente, escribir es una de las cosas que más amo, casi siempre me ayuda a salir de mis baches, pero esta vez, pues la depresión me cortaba la inspiración, pero bueno, aquí estoy. Espero que les guste el capi. Oh, si, debo decir que ya a partir del siguiente capítulo, comienza a acomodarse todo. Disfruten esto, que son los últimos capís de Beso de Verano. La historia del Beso del Invierno y el Campeón del Verano, está llegando a su fin. Un beso. Las quiero.

Lennalí.

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