Capítulo 23
Sorina:
Narti esquiva mi mirada, mientras Lía luce como si fuera a arrastrarse debajo de la piedra más cercana. Hay algo importante, algo elemental que estas chicas están ocultando. Percibo a Linder colocándose a mi espalda, sin tocarme, pero lo suficiente como para marcar su respaldo hacia mí. Narti encuentra nuestras miradas, y vuelve a desviar la suya, luciendo casi avergonzada.
— ¿Cómo es posible, Narti? ¿Cómo puedes manipular el vacío? –repito, entonces, lanzo la pregunta que me ha inquietado todo el tiempo–. ¿Quiénes son ustedes?
Amarantha, a pesar de su maltrecho estado, esboza una burlesca sonrisa de suficiencia en dirección a la chica. Narti se estremece con un suspiro involuntario, sus ojos quedan fijos en los míos cuando susurra:
— No hagas preguntas, cuyas respuestas ya conoces, Nolune, Hija de la Noche, Beso del Invierno.
Sus ojos azules me eran tan familiares, como también algo en la forma en que me miraba. Encuentro la mirada verde bosque de Lía, una cruda expresión anhelante transforma las facciones de la rubiecita, de repente, mi corazón se siente dolorido y cansado, una atormentada sensación de vacío pulsa en mi pecho, acompañando a una palpitante migraña. De repente mi mente es absorbida por un túnel oscuro, imágenes, sonidos e impresiones vagas van tomando lugar, duele, pero de alguna manera comprendo que es un dolor bueno. Mi instinto me advierte que debo pasar a través del dolor.
Una mano helada sobre mi hombro corta el momento, disipando el malestar y las imágenes que se estaban construyendo en el fondo de mi mente. Abro los ojos con la respiración jadeante, medio desorientada todavía, enfoco las expresiones inquietas de Narti y Lía, hay algo oscuro en sus rostros, una cierta tristeza, por otro lado, Linder, que me sostiene entre sus brazos, se mira lleno de preocupación, noto las pequeñas gotitas de sudor que resbalan por sus sienes. Tal parece que he estado a punto de tener otro de mis ataques.
— Estoy bien –aseguro a pesar de mi embotamiento.
— Eso es perfecto –dice una voz a mi espalda.
Irogel está observándonos, con su habitual porte altivo, su mirada tranquila recorre el pequeño concilio, pero adquiere una cualidad casi amenazante al ponerse sobre Amarantha y Narti, la primera reacciona encogiéndose, pero la segunda saca el pecho, y le devuelve la expresión casi desafiante.
— Conozco las leyes del orden –dice–, no alteré ninguna. Es una vidente, no hay nada que ustedes puedan ocultarle, ni que yo tenga necesidad de revelar.
— Nolune, Linder. Los altos señores esperan por ustedes, si gustan acompañarme.
Aunque su respuesta fue perfectamente educada, para mí fue bastante obvio el fruncimiento y el desagrado en su mirada, ante la respuesta de Narti. Esta chica o no tenía noción del peligro, o era más suicida que yo misma. Ante la mera idea de que pudiera estar en peligro, un violento impulso de protegerla, asaltó mi pecho.
Linder:
Estática crepitaba en el ambiente. Algo grande se cocinaba en este grupo, y tenía la absoluta certeza, de que aunque Sorina y yo éramos los únicos que desconocíamos el secreto que tan celosamente guardaban, éramos las partes más interesadas. Percibía la amenaza y los deseos de violencia reprimida emanando de Anarthia, así como el miedo que despedía Amarantha y la tensión de Irogel. Sin embargo todo quedó en segundo plano cuando regresamos al castillo, fuimos conducidos a través de pasillos y salones, hasta dar con un patio interior, cuidadosamente decorado. Anarthia y Raylía fueron obligadas a quedarse detrás. Aparentemente, nos atenderían por separado. Una glorieta de techo abovedado en el centro, acaparó mi atención, más bien, las dos figuras que allí estaban. Dos faes machos, los faes de mayor estatura que alguna vez haya visto, uno tenía cabellos rubios como el sol de la mañana, y su piel refulgía con el más puro brillo áureo, el otro por el contrario, exhibía largos mechones blanquecinos, y su piel resplandecía con la palidez argentina de la luna. Irogel se aproximó a ellos haciendo una reverencia y llamando su atención hacia nuestro pequeño grupo. Con una elegancia que mi propia madre habría envidiado, ambos se giraron en nuestra dirección, los movimientos perfectamente coordinados, como si uno fuera el reflejo del otro. Su magia nos envolvió con una fuerza casi sofocante, cuando nos volvimos el centro de atención. Entonces fue que lo noté, estos no eran faes. Eran la esencia misma de la magia. Estaban muy por encima de cualquier otra criatura que hubiera conocido. Dudaba que incluso los poderes combinados de las reinas, tuvieran algo que hacer en contra de ellos.
— Bienvenidos, hijos.
Hablaban al mismo tiempo, sus voces perfectamente armonizadas una con la otra, resultaba intimidante. A mi lado sentí a Sorina encogerse, instintivamente, me moví un paso adelante, para cubrirla con mi cuerpo. Los dos seres descendieron de la glorieta en dirección a nosotros. Más que andar, parecía como si flotaran sobre el camino.
— No tengas miedo por tu compañera, Linder –las voces se han separado.
Uno de ellos se adelanta en mi dirección, el resplandor dorado de su piel amaina un poco, me encuentro mirando sus ojos, una remolinante mezcla de tonos áureos y jades.
— Soy El Señor del Verano, y tú eres mi descendencia como ella es la de mi hermano, El Señor del Invierno. Nuestra intención siempre ha sido protegerlos a ambos.
Escucho la risa cínica a mi espalda y todo mi cuerpo se tensa en respuesta. Supongo que era de esperarse, al tocar un tema tan sensible. Los ojos color oro, vuelan a la chica a mi espalda, miro a Sorina, quien ha vencido su asombro inicial, y le devuelve la mirada, con el ceño fruncido y clara expresión desafiante:
— Pues como protectores, han fracasado épicamente –suelta sin reparos.
Sorina:
Mentiría si dijera que no me sorprendieron. Al comienzo me sentí bastante cohibida, pero que se atreviera a soltar semejante sandeces, así sin más, fue algo que no pude tolerar. ¿Protegerme? ¡Ja! ¡Sus patéticos intentos de interferir con mi raza y la actuación de mi madre, fueron las que me metieron en problemas en primer lugar. Ellos me marcaron con los poderes que sabían despertarían la rencilla y el temor en la reina oscura, y simplemente me abandonaron en la manada de lobos. Una fresca nube de escarcha nos envuelve. El segundo gemelo se desliza en mi dirección. Sus largos cabellos blancos cuelgan a ambos lados del rostro de rasgos afilados, sus ojos una mezcla de tonos plata y sombras, buscan los míos.
— No recrimines a mi hermano, pequeña –responde con aquella voz pacífica–. Conocemos tu pasado y tu desventura. Entiendo tus sentimientos, pero fui yo quien escogió cuáles y cuántos poderes entregarte.
— Entonces no te molestará que te los devuelva. ¿Cierto?
Probablemente debería callarme. Estos chicos lucen como que podrían convertirme en polvo con tan solo una mirada. Sin embargo, los recuerdos se agolpan, haciendo una maraña en mi cabeza y un apretado nudo en mi pecho, el dolor que generan es suficiente como para hacerme olvidar el miedo o incluso la simple precaución. La mirada plateada del antiguo permanece en calma, para nada molesto por mi arrebato. Cuando vuelve a hablar, su voz permanece en absoluta calma:
— Entiendo que tienes mucho que recriminarme, pequeña, y si es tu deseo, entonces realmente tomaré mis poderes de vuelta, y también desharemos el vínculo que te une al príncipe Nevallinder, pero primero me gustaría que tuviéramos un tiempo a solas.
Con eso, es Linder el que se pone completamente tenso, y se sitúa a mi lado. El Señor del Verano se sitúa a su lado y le pone una mano conciliadora en el hombro.
— No te preocupes. Nadie le hará daño, y no se tomará ninguna decisión sin que estén los dos juntos. Además, nosotros también necesitamos hablar a solas.
La helada mano del Señor del Invierno se coloca sobre mi hombro y soy trasladada a una habitación completamente diferente. Altos techos abovedados, elegantes columnas donde se abrazaban el marfil y la plata, algunas mesas de ébano puro, llenas de libros y algunos instrumentos de medición. Más que eso, se respira un ambiente lleno de magia y percibo el puro y perfecto poder del invierno. En el centro de la habitación, una fuente de mármol lanza agua a borbotones en dos elegantes surtidores.
— Este es mi salón. Lo uso en las contadas ocasiones que necesito estar realmente solo. Aquí pasé gran cantidad de tiempo estudiando cómo y qué tipo de poderes transferirte.
Miro el sitio y me siento un poco como pez fuera del agua. Acaricio mis brazos, en un ritual que pretende ser calmante. Entonces, hago acopio de mi habitual sarcasmo y sangre fría, aunque solo sea una fanfarronada:
— ¿Exactamente cuál es el objetivo de este tour del recuerdo?
Los ojos plateados me miran con una sonrisa escondida, valla, así que el vejete tiene sentido del humor. Mira que bien.
— Entiendo que estas molesta con tus poderes, o más bien, con que ciertas decisiones se hayan tomado sin tu consentimiento. Es mi tiempo de explicar algunas cosas, y de mostrarte otras. Cuando hayas escuchado mis razones, entonces te prometo, que si de verdad lo quieres, te liberaré de tus poderes.
— Muy bien. Escucho.
Señaló un sillón a mi espalda, y yo me repantigué en él. ¿Qué eran unos cuantos minutos comparados con casi tres siglos de existencia?
— Lo primero, entiendo que Barien ya te contó la verdad sobre las reinas. Como seguro ya habrás imaginado, mis poderes y los de mi hermano son suficientes como para hacernos cargo de ellas, pero por desdicha ninguno puede abandonar Aibendri, nuestra desaparición acabaría con la magia de este lugar, se destruiría por completo, y por el contrario, nuestra presencia en tu mundo, no solo acabaría con las tierras de Invierno y Verano, sino que además, destruiría por completo la tierra humana. En resumen, por más que quisiéramos, no habríamos podido ayudar, al menos no directamente. Eso fue lo que nos motivó a buscar descendientes capaces de manipular nuestra magia más elemental.
Muy bien, así que no podía simplemente acusarlos de quedarse sentados disfrutando del paisaje. Con eso echaba por tierra algunas de mis demandas, aun así...
— Sé que cargaste con suficientes atrocidades en tu vida, y realmente lo lamento, sobre todo como ninguno fuimos capaces de ayudarte, entiendo que quieras dejarlo todo detrás, pero debes entender esto, tus poderes no fueron los que dictaminaron el comportamiento de Arella, ella lo habría hecho igual, y entonces no tendrías como devolverle el favor, o cómo proteger a aquellos por los que te preocupas. Ahora, puedo tomar mis poderes de vuelta, pero antes de hacerlo, quiero que te asomes en la fuente.
— ¿La fuente?
Observé la construcción marfileña donde borboteaban límpidos chorros de agua, y aun así, el fondo permanecía completamente tranquilo. Era una imagen desconcertante y pacífica.
— Eres una vidente, ese también es un poder que yo te entregué, y que también puede ser muy útil si se emplea con sabiduría. La fuente es el origen de ese poder. Mira en sus aguas, y verás lo que desencadenarán tus acciones, si aun así quieres que te retire tus poderes, lo haré, pero que sea con plena conciencia de dónde te llevarán tus elecciones.
Esto me olía a gato encerrado, sin embargo, no veía otra alternativa, así que con pasos dubitativos, me dirigí directamente a la fuente. Miré sus aguas cristalinas, y el trazado que hacían las diferentes caídas de agua. Sin poder evitarlo, una de mis manos se escurrió dentro, y comenzó a juguetear con las aguas cálidas. Entonces las imágenes empezaron a tomar vida ante mis ojos.
Linder:
Decir que no me agradaba la idea de que me separaran de Rina sería subestimar lo ocurrido. Con todo el tiempo que llevábamos viajando juntos, sentir su presencia se había vuelto algo completamente imprescindible, y ahora estaba inquieto, nervioso.
— Si te relajas, serás capaz de sentirla –el Señor del Verano me observa con algo que parece diversión–. El vínculo está establecido con ese propósito, no siempre podrán estar juntos, sin embargo su enlace empático permanecerá asequible, sin importar a qué distancia se encuentren.
Tomo nota de su sugerencia, y me permito encontrar el vínculo telepático y tirar de él. Tal como dijera, la esencia de Sorina me llena, y el simple hecho de tocar su mente con la mía, es suficiente como para mitigar la ansiedad.
— No entiendo la diferencia –dije entonces–. ¿Por qué yo? ¿Por qué no cualquiera de mis otros hermanos?
Aquellos ojos extraños encuentran los míos.
— Sabía que Cardania tenía hijos para alimentarse de ellos. No podía entregar semejante carga de poder solo para que ella la obtuviera. Así que esperé, esperé hasta que tuviste la suficiente cantidad de hermanos mayores para que no pudiera tocarte tan fácilmente.
Una teoría interesante, y factible. Supongo que si mis poderes hubieran acabado enriqueciendo a Cardania la situación se habría tornado insostenible por decir lo menos.
— Sus poderes están balanceados, Linder –me dice–. El invierno no es solo muerte como se les ha hecho creer. Es la estación en la que la tierra descansa, y recompone sus fuerzas. La vida misma depende del invierno, es el momento justo para acumularse y luego salir en estallidos durante la primavera y el verano. El poder del vacío que manipula Nolune, no es una sentencia de muerte, representa el equilibrio, ella puede eliminar los excesos de magia, quitar al que tiene demasiado, eliminar cualquier magia que quiera. Tú por el contrario, manipulas mi energía misma, puedes llevar la vida, incluso a la tierra más marchita.
— Eso significa que...
Mi cuerpo se estremece con un mareo momentáneo. Una creciente oleada de terror invade mi mente, cegándome por segundos. Me tambaleo unos preciosos segundos, hasta que comprendo, que no se trata de mí. Es Sorina. ¡Sorina está asustada. Mi mirada furiosa y acusadora, encuentra la de mi interlocutor:
— ¡Me prometiste que no sería lastimada! –acuso
Entonces, sin ser muy consciente de lo que hago, tiro del vínculo que nos une, hasta encontrar un rastro, envío la magia fuera, rompiendo barreras espacio-temporales, hasta que una puerta se abre en la habitación, la empujo con violencia, y espada en mano me precipito dentro del nuevo aposento. Apenas tengo tiempo de estudiar lo que me rodea, cuando distingo a Sorina. Tiene las manos sumergidas en una fuente, su rostro contraído en una mueca dolorosa. El sudor mancha sus sienes, se sacude y queja como si estuviera en medio de una pesadilla. En un arrebato corro hasta donde está y la empujo lejos de la fuente, rodamos juntos por el suelo, yo tomando la mayor parte de los golpes. Le toma unos cuantos segundos, pero sus ojos se abren, todavía nublados por el terror, estudian su entorno, hasta que finalmente se detienen en mí.
— ¿Estás bien? –inquiero preocupado
Su respiración jadeante le impide formar palabras, pero se las arregla para darme un asentimiento. Entonces me levanto y enojado, encaro a los hermanos.
— ¿Qué significa esto? ¡Me prometieron que estaría bien!
— Y lo está, muchacho –responde el Señor del Invierno–. Ella no ha sufrido daños, pero no podía tomar decisiones sin conocer sus consecuencias. Solo ha experimentado una visión.
— ¡Una visión que la ha enviado a un ataque de pánico!
Sin darme cuenta, empiezo a liberar mi poder, preparándome para la batalla. Y yo que pensaba que Sorina sería la impulsiva. Iba a golpearlos aquí y ahora. Entonces siento su pequeña y temblorosa mano, asentarse sobre mi hombro.
— Está bien, Linder. Estoy bien. Él tenía razón. Yo pedí esto.
No me gustaba que los defendiera, pero yo estaba desamparado ante su toque. Era una de esas raras ocasiones en las que me tocaba por voluntad propia y sin resentimientos o temores. Me sentía agradecido, e impactado. Al mismo tiempo, comienzo a registrar otras sensaciones, entre ellas, el molesto escozor en mis manos, las observo y noto que están cuarteadas, y sangrantes, manchando la empuñadura de mi espada. ¿Qué había pasado? ¿Cómo me había hecho esto? Como sea, mi atención vuelve a Sorina, que mantiene sus ojos fijos en el Señor del Invierno.
— Te agradezco por mostrarme esto. Necesito un tiempo para pensar.
— Entiendo. Descansen esta noche, y recuerden, una vez hayan tomado la decisión, no hay forma de alterar el camino.
Con eso, otra puerta aparece ante nosotros, Sorina se aleja sin darme otra mirada. Yo la sigo después, solo cuando alcanzábamos el umbral escucho la voz del Señor del Verano:
— Ten cuidado con tus manos. Si vuelves a desafiar nuestra magia, puede que no termines tan bien parado.
Lyn:
Debo estar loca para estar siguiendo semejante consejo, pero de nuevo, diría que más enojada que loca. Vuelo rastreando la magia del Caith Sith, vamos a resolver nuestras diferencias aquí y ahora. Lo encuentro parado delante de un lago, curiosamente, el agua no se ha congelado como el resto de las cosas por aquí, y sus aguas lamen la orilla en cálidas caricias. Locuras de la magia, supongo. Tomo tierra despacio y trato de acercarme en silencio:
— ¿Qué deseas Eidrari?
Muy bien, enojada. Muy, muy enojada. Tanto que podría golpearlo con un pulso de magia, pero no, voy a algo más básico. Agarro un puñado de nieve, lo apelotono, hasta convertirlo en una sólida pelota, que impacto sin piedad en medio de la espalda de Nael. Lanza un maullido, mitad zumbido, mitad gruñido, y se gira a mirarme con las pupilas brillantes. ¡Para lo que me importa! ¡Aquí la enojada soy yo!
— ¡Deja de actuar como un cobarde y mírame a los ojos cuando me hables! –grito enojada
— ¡¿Estás loca?! –me gruñe de vuelta– ¿Sabes lo que significa provocar así a un Caith Sith?
— ¡No me importa! No estoy provocando a un Caith Sith. ¡Te estoy provocando a ti! ¡Me tienes harta con tus estupideces!
Los veinte centímetros que me llevaba podrían resultar amenazadores cuando caminó directo a mí, pero puse las manos en mis caderas y me negué a ser intimidada, desafié sin temor aquellos ojazos mercuriales.
— Me importa un puto comino como eran las cosas en invierno.
— No hables de lo no viviste –masculla entre dientes
Le lanzo otra bola de nieve que él esquiva. Se agacha y noto como su cola oscila de un lado a otro. Es un felino preparado para saltar al ataque.
— ¡Y una mierda! –respondo–.
Tengo otra pelota en mis manos, preparada para lanzarla, pero él salta sobre mí, agarrando mis muñecas. Pierdo la pseudoarma, y rodamos por el suelo entre gruñidos y palabrotas.
— Esto no tiene nada que ver con ello –digo sin resuello–. Lo que Arella y los demás hicieron apestó, y yo entiendo un mundo de circunstancias que apesten, pero ahora, amigo eres tú el que la está jodiendo a lo grande. Te estás comportando como un absoluto imbécil. Te largaste y simplemente me dejaste plantada. ¿Eso quieres? ¡Muy bien! Escóndete, ciérrate a otros amigos y sigue metido solo entre tu gente, muy buena forma de apoyar a la reina oscura.
Con eso logro quitármelo de encima con una patada, él la esquiva, pero para hacerlo, tiene que saltar y dejarme libre. Aprovecho el tiempo para ponerme de pie y sacudir mis ropas.
— ¡Mierda! ¡Maldita sea! –mascullo–. ¡Te has ganado la lotería Lyn! Me paso la vida entera escondiéndome de los faes, y asegurándome de no ser una zorra como mi prima, y la primera vez que voy y me enamoro, lo hago de un maldito gato que me desprecia por su pasado con los faes. Si eso no es masoquismo no se que será.
Lucho por arrastrarme entre la nieve, cuando un par de brazos agarran los míos. Levanto la mirada y me encuentro con la brillante mirada del Caith Sith.
— ¿Ahora qué quieres? ¿Otra ronda?
— ¿Dijiste enamorada?
Sus orejas se mueven de un lado a otro y su cola también oscila. Está nervioso. Muy nervioso. Una compulsión de enterrar mis manos en sus cabellos está a punto de quebrarme. ¡Genial Lyn! ¡Masoquismo y también zoofilia!
— Sí, bueno, soy una inadaptada. ¿Qué puedo decir? Lo siento. No volverás a ver a este fenó....
No me deja terminar. Sus labios están sobre los míos, sus manos enredadas en mis cabellos. ¿Y esto cómo sucedió? Mejor aún, en qué momento cambió de forma. Ah, bueno, no importa. No mientras me siga besando de esa manera.
Sorina:
Mientras estoy recostada sobre mi cama, las imágenes de la visión vuelven una y otra vez. Puedo deshacerme de mis poderes, pero nunca de mi responsabilidad, si yo renuncio, Linder perderá el equilibrio de su poder, y no habrá nada que hacer. Vi las muertes de mis amigos una por una. La destrucción de todo lo que alguna vez me importó. Lo peor del caso, es que al final, yo lograba escapar, ilesa, ni Arella ni Kurapika volvían a tener poder sobre mí, pero yo tampoco volvía a tener a nadie en mi vida. No podría después de haber perdido a todos los que alguna vez amé. Siempre dije que no me importaban los demás, entonces... ¿por qué no entregar mi magia sin más?
La imagen de Linder vuelve a mi memoria. Había hecho tanto por mí. Se había convertido en parte indispensable, a pesar de mis deseos de lo contrario. Fue su presencia, su toque al vínculo que nos unía lo que me ayudó a sobrepasar las imágenes de la visión, lo que me permitió mantener mi cordura intacta, y él tuvo que pagar un precio. Tenía las manos destrozadas, aunque fingí no verlo. ¿Qué hago? ¿Cuál es el camino que debo elegir? Quiero ser libre de Arella y Kurapika, pero dejarles el camino para que destruyan a sus anchas, no es la opción correcta. Entonces... ¿enfrentarlos? Lo hice una vez y no terminó muy bien. Pero esta vez no estoy sola. Linder. Me levanto de la cama, inquieta, me paseo de un lugar a otro dentro del aposento, de repente sus paredes se me hacen muy estrechas, voy hasta el baño, encuentro la bañera llena de agua, me restriego el rostro y la nuca varias veces. La sensación de ahogo no desaparece, entonces mi mirada atrapa mi reflejo en el agua, las imágenes cambian y la conocida sensación del túnel absorbiendo mi mente y mis pensamientos me atrapa, esta vez, sin nadie que me distraiga o me arranque de ella, me dejo ir. Acepto la oscuridad que luego se traduce en imágenes, sentimientos y emociones vívidos. Pierdo la fuerza en mis piernas, me dejo caer en el suelo del baño, mientras los recuerdos afloran uno tras otro. Eran las memorias perdidas. Los recuerdos a los que me había negado cuando me rescataron. No sé cuánto dura el episodio, solo que cuando acaba, soy una masa de llanto y emociones. Mis manos tiemblan cuando tiro de la manija de la puerta y la abro. Acepto el vínculo que me une al príncipe de Verano, y lo dejo guiarme. La magia tira de mí por el pasillo, un par de pasos más, y me encuentro frente a su puerta. Aprieto las manos en puños, y la levanto, golpeo suavemente la madera, nadie responde. Tal vez debería regresar a mi propia pieza, pero mis temblorosas manos tienen vida propia, cuando giran la manija, esta cede y la puerta se abre con suavidad, me deslizo al interior.
Al comienzo todo lo que hago es tomar nota del lugar que me rodea, es bastante similar a la mía en cuanto a estructura, pero aquí predominan los tonos dorados y jades, y las enredaderas con flores en cada parte de la habitación. La cama de alto dosel está cubierta con cortinas escarlatas, y el colchón se ve tan suave como el mío. Escucho un crujido y salto en mi piel cuando una puerta que hasta ahora había pasado desapercibida, se abre, llenando la habitación de luz.
Linder está parado justo en el umbral de lo que ahora sospecho, es el baño, la luz incide sobre su cuerpo, resaltando más los tonos dorados de sus contornos bien definidos. Está completamente desnudo, a excepción de la toalla que se amarra en sus caderas. Los cabellos claros, húmedos por el baño, gotean sobre su cuello y pecho, entonces me atrevo a estudiar su rostro, lleno de precaución, pero sus ojos lo delataban, abiertos, reflejando sorpresa, anhelo, y quizás, hasta pánico. Su nuez de Adán sube y baja un par de veces, antes de que su voz, demasiado ronca rompa la quietud:
— ¿Sorina?
*****
Entonces, eso fue todo por hoy. Debo decir que el siguiente capi ya está listo, y dependerá de ustedes cuando lo publique. Jajaja, Solo quiero generar el máximo de expectación. Las quiero mis amores. Besos.
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