Capítulo 22
Sorina:
Emprendimos el camino de regreso en silencio, Linder porque se contentaba con observarme, y porque le había cortado la inspiración hacía un rato, supongo, y yo porque estaba hecha una absoluta masa de nervios, de alguna forma, sentía que había ocurrido un cambio, ahora estaba caminando por otro sendero, y aunque me aterraba, una buena parte de mi se sentía a gusto con ello. Arriesgo una mirada al fae que caminaba a mi lado, se había negado a que lo dejara detrás, y ahora caminábamos hombro con hombro. Había tanta fuerza y determinación emanando de él, que comenzaban a afectarme. Casi todo el tiempo me encontraba deseando abrigarme alrededor suyo y esconderme debajo de su abrazo. Me preguntaba qué se sentiría. Sus ojos encuentran los míos, inmediatamente retiro la vista, avergonzada por haber sido pillada espiándolo. Es entonces que escuchamos los gritos, Linder se coloca delante de mí, cubriéndome.
— ¡Estás jodidamente loca!
Esa era Amarantha, y se escuchaba completamente desquiciada. La estela residual que dejaba la magia, crepitó en nuestra piel, antes de escuchar el zumbido característico de un golpe de magia elemental y escuchar otro chillido de Amarantha. Apresurando nuestros pasos, conseguimos dejar el bosque detrás, y quedo atónita ante la imagen que captan mis ojos.
Linder:
Amarantha estaba en medio del claro, aleteando para mantenerse lejos del radio de alcance de los poderosos ataques. Anarthia y Raylía permanecían en tierra, las alas plegadas a la espalda. Lía con las manos plegadas, en actitud de súplica hacia su hermana, Narti, con los ojos clavados en Amarantha, completamente concentrada y con expresión furiosa. Un tigre rondando su presa.
— Narti, por favor –susurra Lía
La morena no se pierde el menor movimiento de la fae en el aire, y noto como un pequeño músculo palpita en su mejilla.
— Te hice una advertencia, Amarantha –sisea
— ¡Una aberración como tú no me dirá que hacer! ¡Soy una Antigua! ¡Una original!
Su discurso es interrumpido, por un pulso de magia, la chica hace una pirueta en el aire, tratando de esquivarlo, pero queda congelada en medio de la maniobra, su boca abierta en un grito silencioso, y sus ojos, reflejando todo el terror y la incredulidad del momento. Un aura violácea rodea el cuerpo de Anarthia, la magia se transforma en un grueso manto alrededor de ella, sus cabellos flotan en varios mechones entorno a su rostro, sus ojos pierden el iris y la esclera, convirtiéndose en una esfera plateada, una luz blanquecina pulsó en el centro de su pecho. Sus pies se elevan en el aire, aunque en ningún momento, la veo usar sus alas:
— ¡Soy la Dama del Equilibrio! ¡Señora del Tiempo! –sentencia–, tú patética existencia cuelga de mis manos, y puedo borrarte cuándo y cómo se me antoje.
Levanta la mano derecha en dirección a Amarantha, la chica sale despedida en el aire, y golpea su espalda contra un tronco, no tiene mucho tiempo para reponerse, en cuanto lo logra, lo hace con un chillido, cuando descubre como su piel comienza a arrugarse como una pasa. Sus gritos aumentan, cuando se hace evidente que no podía detener lo que sea que le estuvieran haciendo. Jamás había visto esta clase de magia, ¿qué tipo de poder esgrimía esta chica? Entonces, Raylía se pone a su lado, aferrándola por un brazo y sacudiéndola hasta llamar su atención.
— Narti, por favor –suplica desesperada–, no me obligues a detenerte.
— ¡No fastidies, Lía! –ordena enojada–. Se lo advertí y no me escuchó. Sabes que se lo merece.
Lía acaricia su brazo, con suavidad, cambiando de táctica:
— Porque puedas hacerlo no significa que debas. ¿Recuerdas? Custodiamos el equilibrio.
— Debe ser castigada, quiere alterar el orden natural de las cosas –tercia la chica
— Pero no puede. Lo que va a suceder es inevitable –responde ella–, y tú si corres el riesgo de alterar el orden si continúas así. Por favor, hermanita. Sabes que no puedo dejarte que lo hagas, por favor, termínalo.
El manto lila que rodeaba a la chica se desvanece, cuando sus niveles de magia descienden hasta la normalidad. Sus cabellos vuelven a su lugar y sus ojos retoman su color habitual. Anarthia cierra las manos en puños un par de veces, recobrando su autocontrol, Amarantha está en una esquina, palpando su rostro que ha vuelto milagrosamente a la normalidad. La jovencita se le aproxima en dos violentas zancadas:
— Más te vale no volver a joder –advierte con voz mortal–. Soy una guardiana celosa, y la próxima vez que intentes fastidiarnos, no tendrás tanta suerte.
Con lo impactante de la escena, había dejado de prestarle atención a Sorina, y no fui consciente de ella, hasta que la encontré detrás de Anarthia, observándola con una fijeza inquietante. Narti la descubre en el mismo segundo que yo, y para sorpresa mía, retrocede bajando los ojos, como si estuviera avergonzada. Sorina permanece en silencio unos segundos, estudiándola, hasta que con los ojos brillantes, señala:
— Es diferente, pero el principio es el mismo, tú controlas el vacío. Justo como yo –después su voz se vuelve un susurro, y aun con los ojos brillantes añade–. ¿Cómo es posible?
Abby:
He sellado mi cabaña, guardo entre mis ropas todas las armas que fui capaz de reunir, y ahora en el patio, extiendo mi magia de un lado a otro, practicando todos los hechizos defensivos y ofensivos que alguna vez aprendí, mientras lucho por controlar el temblor de mi cuerpo. Arella viene en camino. Arella va a atacarnos. Esta vez, es definitivo. Los recuerdos vuelven, amenazando mi cordura, mi estabilidad, la llamarada de fuego que lancé pierde el objetivo, la diana queda intacta, mientras que la explosión se sucede un par de metros más atrás. Maldigo en voz alta. Entonces, siento los cálidos brazos de Lexen rodeando mi cintura. Su cabeza se recuesta en el hueco de mi cuello, el sonido de su pausada y rítmica respiración es calmante, las lágrimas afloran. El abrazo de Lex se vuelve más firme, entonces me gira entre sus brazos, oculto mi cabeza en su pecho, mientras lo escucho susurrar palabras calmantes.
— Lo siento –me disculpo entre hipidos–. Lo siento. Estoy aterrada –confieso
— Lo sé –responde simplemente–. Lo entiendo.
Dejo que me acune un poco más. No es la primera vez que enfrentaré a Arella, sin embargo, aquella vez, en tierra de Verano fue diferente, allí ni siquiera la desafié directamente, estaba movida por mi deseo de proteger a Rina, y más que todo, tenía un puerto seguro en el cual refugiarme. Ahora no hay otro sitio al que correr. La Reina de Invierno nos tiene justo donde quiere, acorralados, nuestras alternativas se reducen a vencer o morir. Muy halagador.
— Resistiremos, Lylay –promete.
— ¿Cuánto? –cuestiono– No podemos solo resistir, eso nos dejará en desventaja.
— Resistiremos el tiempo que les tome a Linder y a Sorina estar listos para enfrentarlos.
— Yo...
Interrumpe mis palabras, tomando con cuidado mi mentón, obligándome a verlo directo a los ojos. Sus pupilas oscuras están llenas de seguridad y paz, me pierdo en ellas, una inquebrantable resolución en sus tensos rasgos:
— Te perdí una vez –sentencia–, moriré antes que permitir que vuelvan a alejarte de mí. ¿Entiendes?
Con eso, soy yo la que salta a encontrar sus labios. No sé si podrá mantener su promesa, honestamente, no espero que lo haga. No me gustaría sobrevivir a costa de su vida, no podría, pero entiendo una cosa, hemos desperdiciado demasiado tiempo. El mañana nunca está seguro, y lo mejor que podemos hacer por él, es vivir nuestro presente de manera que si llegamos al día siguiente, no tengamos un pasado que lamentar.
Lyn:
Barien me ha dejado tranquila ya, últimamente nuestras sesiones de entrenamiento son cada vez más fugaces, y él desaparece con una velocidad abismal, supongo que tiene algo que ver con el resto de las defensas de la laguna de magia. Me quedo mirando el patio nevado, hombre, resulta raro que todo se vea tan normal cuando nuestras vidas están al borde del colapso. No es justo. Hablando de injusticias, tengo algo que necesito enmendar. Camino dentro de la cabaña. El fuego arde en la estufa, y en la mesa hay una fuente rellena de frutas. Está todo impecable y en calma, una reconfortante sensación de estar en casa. Sin embargo..., no puede durar.
— ¡Kim! –la llamo.
No tenía muchos deseos de recorrer la casa en su búsqueda. Tenía que cortar por lo sano ya. Al principio, cuando se nos asignó una cabaña juntas, pensé que en lugar de preocuparse por los faes, ella debería haber tenido miedo de mí, me había visto obligada a cuidarla toda la vida, y ella no se había comportado como nada más que una mocosa llorona e imprudente, y vernos obligadas a convivir tanto tiempo en tan reducido espacio, era solo cuestión de tiempo para que yo perdiera las tornas. Lo que, no voy a mentir, si que sucedió, y nos enfrentamos un par de veces, pero luego..., no voy a decir que somos las mejores amigas, pero al menos ahora no sentimos la necesidad de lanzarnos a por la garganta de la otra, y siendo sinceras, a pesar de que he tenido que cuidar de mi misma la mayor parte del tiempo, soy un horror como ama de casa, mi sentido del orden es nulo, curiosamente, Kimberly, aun cuando es una niña consentida, se las arregla para mantener todo en su sitio y convertir cualquier cosa en un hogar medianamente aceptable.
— ¡Kim!
— Ya puedes dejar de gritar. No tengo problemas de audición.
Surge de una de las habitaciones. Lleva el cabello en una apretada coleta de la que se han escapado algunos mechones, dos pinceles enredados en sus cabellos, su rostro normalmente inmaculado, está lleno de manchas de pinturas, justo como las mangas de su camisa, largas ojeras surcan la parte baja de sus ojos, en una de sus manos lleva una paleta de pinturas, y en la otra, otro par de pinceles.
— ¿Qué estás haciendo?
Me mira y frunce su naricita con ese gesto de reina del drama que le es tan característico. Su mirada miel se estrecha en mi dirección, entonces responde con evidente sarcasmo:
— Bueno, todos han estado muy ocupados entrenándote a ti. Entiendo que tienes superpoderes o algo así, pero yo no pienso quedarme solo a mirar.
Lo hace sonar como si fuera algo obvio, y yo estoy a punto de sentirme perdida, entonces vuelvo a mirarla, no a la mocosa malcriada que arrastré una noche al Intermundos, sino a la mujer en la que se ha convertido. Supongo que era esperar demasiado que relacionarse con los faes no la cambiara. Ningún humano podría verse envuelto en todo esto y no sufrir las consecuencias. Sin embargo, no había necesidad de llegar a los extremos.
— Voy a hablar con los chicos, te devolveremos esta noche a tu casa.
Con eso, se recuesta indolente a una pared y me da una parsimoniosa mirada:
— Exactamente ¿qué crees que conseguirás con ello?
Esa no era la reacción que esperaba, pero de nuevo, esta no es la chiquilla molesta a la que siempre tenía que cuidar el trasero de un peligro que desconocía por causa del idiota de su padre. Era una mujer, quizá no tan cínica como yo, pero iba por buen camino. En realidad puede que me sienta un poco culpable, no creo que sea un ejemplo a imitar para nadie.
— No hay necesidad de que te veas envuelta en esto. Arella es una loca psicótica no quieres estar en su punto de mira.
— Ammm, corrígeme si me equivoco, pero ella y Cardania se odian a muerte –le doy una mirada inexpresiva.
— Si es cierto, pero no es Cardania quien...
— No, no es la reina Cardania quien está tocando nuestras puertas, pero la reina de Verano me quiere con desesperación, ese fue el motivo por el que me escondiste aquí en primer lugar. Entonces..., si salgo afuera, no solo me expongo a ser encontrada por la asesina de Cardania, sino que además, con las ganas que Arella le tiene a su "hermanita" hará cualquier cosa por fastidiarla, y eso puede convertirme en una víctima colateral, así que..., no. No pienso ir a ningún otro lugar. Mis posibilidades de sobrevivir son mejores aquí con ustedes que desandando la tierra sola.
No me gustaba su tonito. No me gustaba para nada que la "zorra sin cerebro" de repente tuviera más sentido común que yo misma. Otra vez, me pregunto qué rayos estaba pensando mi abuela para dejarme a cargo de Kim.
— Kim, no creo que...
— Me vale lo que creas, Lyn –resopla decidida–. Te recuerdo que prácticamente me arrastraste por los pelos a este mundo. Ahora no te quejes si tienes que tolerarme. No me voy y punto. Esta es una batalla perdida, así que yo en tu lugar emplearía mi tiempo en algo mejor.
— ¿Perfeccionar el escudo ilusorio? –inquiero con sarcasmo–. ¿O volar las piedras del patio?
— ¿Qué tal meterte en la cama con cierto gato desaparecido?
Literalmente, me atraganto con mi propio aliento. Un ataque de tos convulsiva me arranca todo el aire de mis pulmones. Cuando logro recuperarme, lo hago mirándola como si pudiera calcinarla, en estos momentos, es un deseo muy real. Ella, para nada amedrentada por mi amenaza, continúa mirándome aburrida:
— Honestamente, no veo como podemos estar relacionadas –se queja dramáticamente
— En eso tenemos que estar de acuerdo –apruebo con voz monocorde.
— ¡Hablo en serio! ¡En tú vida has tenido un novio! ¡Y ahora estás literalmente, malgastando tú tiempo!
— ¿Quién te ha dicho que no he tenido novios? –mi voz sale un poco más chillona–. ¡Solo no iba acostándome por ahí con el primero que se me antojaba!
— Primero, -comienza atusándose el cabello con un pincel–, es el siglo veintiuno, eso se llama ser feminista, ir a por lo que quieres y conseguirlo, y segundo, no estamos hablando de mis conquistas sino de las tuyas. Y no, no has tenido novios. Puede que fuera la reina del colegio, y que te hiciera la vida imposible, y si, precisamente por eso lo sé, estabas en mi punto de mira todo el tiempo, hubieras tenido una relación y yo lo habría escarbado para sacarte los colores, y en segundo lugar, cuando intentaste negarlo, tú voz salió completamente chillona, eso solo te pasa cuando estás mintiendo. Eres muy mala mentirosa, Marilyn.
Si, totalmente canturreó mi nombre completo al final de la oración. Eso solo hizo que mi enojo alcanzara niveles peligrosos, como si presintiera el peligro, se encerró en la habitación, cerrando la puerta detrás de sí y asegurándola con pestillo. Cuando reaccioné, ya era demasiado tarde, no obstante, aporreé la puerta con fuerzas.
— ¡Kimberly Hortensia Drake! ¡Abre la maldita puerta!
— ¡Estás perdiendo tu tiempo, primita! –canturrea despreocupada desde dentro.
Voy totalmente, a matarla. Lanzo un golpe de magia contra la puerta de madera, pero el conjuro rebota y me envía de sentón al suelo.
— Paredes antimagia, primita –me recuerda con aquella vocecita molesta.
Cierto. Preocupada por nuestra seguridad, yo había hecho que Abby encantara nuestra cabaña, con hechizos protectores que anulaban cualquier otra magia ofensiva en el interior. ¡Puñeteras ocurrencias las mías!
— Voy a patear tu trasero, Kimberly. Abre la maldita puerta, mientras más te demores, más doloroso será.
— ¡No eres la única con magia aquí, Lyn! –me grita desde el interior–. ¡Puedo darte problemas con mis propios poderes, primita! Ahora vete a recuperar el tiempo perdido. Saca a la chica seductora que llevas dentro. Tiene que haber algo de mí en ti.
Decididamente, iba a matarla, y como que no necesitaba correr sangre en estos precisos momentos, decidí que lo mejor sería alejarme, antes de derribar la cabaña completa con ambas dentro. Ya la agarraría después, y me las cobraría, cuando el enojo no fuera mayor que yo misma. Extiendo mis alas y tomo un vuelo ligero por la aldea. Puedo sentir el movimiento de magia zumbando en mi sangre. Han encantado las puertas de accesos, bloqueándolas, no es algo que vaya a detenerlos para siempre, pero supongo que no hay malas medidas, solo aquellas que no se usen, además de eso, todas las criaturas corren de un lado a otro, se han establecido almacenes, de comida y víveres, algunas casas han sido aprovisionadas como hospitales, y ahora es todo un frenesí de preparaciones para la lucha. Toco tierra en un movimiento casi inconsciente cuando diviso los cabellos violetas de Maerwen. Cargaba una cesta que se veía realmente pesada, su estómago era cada vez más prominente.
— ¿Qué llevas ahí que pesa tanto? –cuestioné al arrancarle la cesta de las manos.
La fae se mira sorprendida unos cuantos segundos, entonces me da una sonrisa cálida de agradecimiento.
— La verdad es que sí que estaba pesado. Gracias. Son unas cuantas piedras de ópalo. Pensamos usarlas para contrarrestar el ataque de Arella. Barien dice que tratándose de ella no durará mucho tiempo, pero algo es algo.
— Supongo.
Concedí escéptica. En realidad no entendía mucho del tema. Barien había hecho algunas pruebas conmigo, el hierro no me había molestado demasiado, sólo al cabo de mucho rato expuesta a él, fue que comencé a notar la incomodidad y el ardor en la piel, ahora con el ópalo, era realmente asqueroso. No podía imaginar que hubieran tenido a Sorina tanto tiempo atada a esa cosa. Cielos, yo tenía poco tiempo para acostumbrarme a mi magia, y así y todo había sido la sensación más agobiante del mundo, aunque por supuesto, tratándose de Arella, seguro que la vieja bruja era un hueso duro de roer. Volviendo mi atención al presente, noté que mi acompañante, trotaba sin resuello, así que procuré caminar más despacio, imaginé que su lentitud se debía a su abultado estómago.
— Esto... perdona la impertinencia, pero... ¿por qué no vuelas?
Me da una sonrisa amable y se frota el estómago suavemente, algo parecido a la nostalgia brilla en sus ojos.
— No es conveniente en estos momentos. Mi vientre pesa demasiado, y tratar de volar podría desencadenar el parto.
Vuelvo a darle una repasada a su estómago. Los faes, en especial las mujeres faes, no son muy altas, y con semejante pelota de playa por estómago, Maerwen se veía más prominente hacia adelante que hacia arriba.
— Realmente, no creo que ese bebé pueda crecer mucho más en tu interior.
No parecía físicamente posible. Aun bajo la ropa, se veía más tensa, y sus difíciles andares de pato, lo corroboraban aun más. Ella ríe un poco entre dientes, pero la alegría no ilumina sus ojos, sus manos frotan más suavemente su abdomen, hasta detenerse en la parte baja, como si quisiera sostenerlo.
— En realidad ya no continúa creciendo, y el parto debería haber sucedido hace más menos una semana, pero yo lo he retrasado.
Mi aliento se escapa y doy un traspié, incrédula ante sus palabras. Me recompongo y la observo, medio esperando que estalle en carcajadas, aunque yo no le vea la gracia ni la lógica a semejante broma. Su mirada es nostálgica y preocupada cuando responde:
— Las mujeres faes podemos adelantar o atrasar el parto, no es algo agradable, o una solución permanente, todo lo que podemos alterar es unas dos o tres semanas como mucho –suspira cansada–. Tengo miedo. Cuando perdí a Elaydan, este bebé fue lo único que me ayudó a sobrevivir, y estoy deseando tenerlo entre mis brazos, y ver que rasgos heredó de él, pero tan pronto como esté fuera, ya no podré mantenerlo a salvo de todo, y con la amenaza de Arella en ciernes, estoy aterrada. Realmente no sé que más hacer.
Y yo no tenía idea de que aconsejarle. Entendía todos sus puntos, y cada alternativa era peor. Si Linder y Rina no habían superado sus diferencias para cuando la reina atacara, estaríamos todos muertos, entiendo que para ninguna madre es posible ver como asesinan a su hijo, pero tampoco debía ser agradable la perspectiva de ser asesinada con él dentro, y no haber tenido la oportunidad de sostenerlo, de mirarlo, o de siquiera, darle un beso. No importa por donde lo mires, era un asco.
Estaba tan metida en mis pensamientos, tratando de encontrar una respuesta para ella, que había dejado de prestarle atención a lo que me rodeaba, fui devuelta a ella de la manera más vergonzosa posible, chocando directamente contra algún fae. ¡Genial! Me paso la vida escondiéndome de ellos, y cuando finalmente salgo, entonces me comporto como una provinciana.
— ¡Perdón! –suelto con voz chillona–. No estaba prestando atención.
— Es obvio que no –me responden.
Aunque ha salido en un gruñido, no tardo en reconocer la voz, y eso consigue toda mi atención. Levanto la mirada, en el mismo momento en que él comienza a estudiarme. El shock es manifiesto en su expresión. Puedo asegurar que no esperaba encontrarme aquí. Está en su forma semihumana, sus orejas triangulares se mueven de un lado a otro en la cima de la cabeza, sus pupilas rasgadas se abren con asombro, y trae todo el torso desnudo, recubierto con aquellos vellos naranjas que recordaba.
— Hola, Nael. Tiempo sin verte.
Francamente, esperaba que notara mi irritación, luego de hacerme confiar en él, va y me deja en manos del viejo gruñón de Barien. Sí, que buen amigo que resultó. Una vocecita interior me dice que lo que me molesta en realidad es que es el primer chico que me gusta y que simplemente me dio calabazas, claramente, golpeo a mi yo interior con lo primero que encuentro a mano.
El caith sith pasa saliva con cierta dificultad, sus ojos mercuriales estudiándome de pies a cabeza, su expresión se ensombrece un poco, baja la cabeza en un gesto respetuoso hacia mí y luego a Maerwen:
— Eidraris, mis disculpas. No esperaba verlas por aquí.
Mi acompañante frunce un poco el ceño, mientras nos estudia a ambos, luego lanza una sonrisa dulce para añadir:
— Le estoy dando el tour de conocimiento a Lyn, quiere ayudar, y con la que se avecina, va a necesitarlo. Después de todo, no tiene un compañero que la proteja.
No sé porqué esa última frase me da mala espina, la fae a mi lado, no deja de lanzar miradas entre uno y otro. El puño de Nael se aprieta, hasta que sus nudillos quedan blancos, por unos microsegundos, creo distinguir el brillo de sus colmillos, y escucho el ya conocido zumbido-gruñido de su pecho, sin embargo, retrocede un paso, nos saluda con una respetuosa inclinación de cabeza y añade:
— Eidraris, me disculpo nuevamente. Pero soy requerido en otro sitio.
Con eso, simplemente se aleja y dejándonos con la palabra en los labios. Maerwen alterna su mirada entre él y yo, sus labios apretados en una fina línea. No sé porqué pero tengo la impresión de que me estoy perdiendo de algo bastante importante.
— ¿Qué quiso decir con eso de Eidraris?
— Oh, eso. Es la lengua común de los faes. Creo que traducido a tu idioma, sería más como damas o princesas.
— ¿Qué mierdas? ¡¿Me acaba de comparar con una niña fresa?! –grito enojada–, oh, ¡ahora sí que voy a matarlo!
Me sorprende el musical sonido de la divertida risa de Maerwen. La estudio con el seño fruncido. Ella se cubre los labios para reír, y cuando por fin capta mi expresión, y consigue dominar su diversión, me informa con voz suave:
— No te estaba subvalorando, si es lo que crees. Te estaba dando una muestra de respeto. De hecho, creo que hasta se ha sonrojado cuando lo dijo. Fue más bien un halago.
¿Un halago? ¿Entonces por qué demonios también se lo dijo a Maerwen?
— A mí me lo dijo porque me debe respeto como la líder de este lugar.
— ¡Oh, joder! ¿Lo dije en voz alta? –inquirí avergonzada.
Ella me mira con diversión patente, y me responde con una afirmación de la cabeza. ¡Oh, chico! Siento el calor que sube a mis mejillas, y estoy segura de que me he sonrojado bastante. Genial, ahora también tengo un trastorno bipolar. Primero quiero asesinar al chico, y ahora estoy celosa. Menos mal que Kim no está conmigo para ver que tan profundamente he empujado mi pie en mi garganta.
— Está bien. Ambos son libres, y realmente creo que harían una linda pareja –me dice con voz conciliadora–. Debo decirlo, aunque eres una de las nuestras, sigues siendo esencialmente humana, y eso puede ser un peligro para ti en nuestro mundo. Su compañía y protección te vendrían bien, y a él, debo decirlo, era un matón busca problemas cuando se refugió aquí, pero luego de que comenzó a relacionarse contigo, bueno..., simplemente se volvió otro.
Pateo un guijarro envuelto en nieve, y lo observo rodar por el suelo, haciendo un surco, mis labios se curvan en una mueca de incredulidad. Me guardo las manos en los bolsillos y me encojo de hombros...
— Bueno, puede que ese tiempo que pasé con él me hiciera sentirme cómoda con su presencia, pero..., eso no quiere decir que sea de ambas partes.
— ¿Qué dices?
— Bueno, obviamente no disfrutaba de nuestros entrenamientos. No tuvo ningún reparo en solo dejarme en manos de Barien sin decir palabras, y ahora ya lo viste, no podía huir lo bastante rápido.
— Querida, bien poco conoces de nuestra raza y nuestras leyes.
Hay una cualidad diferente en su voz. Nostálgica. Triste diría. Su mirada se dirige hacia la inmensidad del cielo, antes de agregar:
— Arella, es bastante cruel. Ella dictaminó la segregación de razas.
Había escuchado mencionar ese término un par de veces antes, pero aparte de lo obvio, no entendía mucho a que se referían, ni por qué había generado tantos problemas.
— En esencia, la reina oscura dictaminó que cada raza debía vivir separada dentro de la tierra de invierno, unas con más restricciones que otras, según ella los considerara más o menos importantes. Debo decir que los Caith Sith terminaron en el eslabón más bajo. Ni siquiera tenían permitido mezclarse en los mercados públicos.
— Aun no entiendo que tiene que ver con...
Ella se muerde el labio, y suelta un suspiro cansado, antes de continuar con su explicación:
— Invierno no es como Verano. La tierra no produce igual, unos lugares fueron más afortunados que otros, pero a los Caith Sith se les asignó el territorio más alejado y yermo posible. Básicamente, ella los condenó a morir de hambre. Para sobrevivir, tuvieron que enfrentarse no solo a una tierra prácticamente estéril, sino además, a las bestias salvajes, que rondaban por allí. Arriesgaban sus vidas, robando en los nidos de arpías, o cazando cualquier animal que pudiera ser comestible, o con interés en el mercado negro. Debo decirlo, el desprecio de la reina se extendió por las otras razas, muchas de las cuáles, aun cuando los utilizaban como proveedores seguros en el mercado negro, se negaban a pagarle como en realidad debían. Con el tiempo, se volvieron más salvajes, agresivos, fue su única medida de defensa.
— Está bien, tuvieron una mierda de vida, lo entiendo –decido cortar por lo sano–, pero aun no entiendo que tiene que ver conmigo y con él.
La fae me mira guardando silencio unos segundos, estudiándome, casi más bien sería mejor decir que midiéndome, como para asegurarse de algo en mi carácter, entiendo que debo haber sonado como una perfecta perra, pero..., es que soy así de lanzada. La verdad sí que sentía pena por ellos, pero no me gustaba que divagaran sin llegar al punto.
— Podríamos simplemente decir que los complejos permanecen. Nael se siente atraído por ti, pero hay muchos estigmas alrededor. La reina no solo prohibió las parejas mixtas, sino que condenó a muerte a la descendencia de esta cuando descubría a algunos. A pesar del tiempo que llevamos de convivencia, muchos de los refugiados aquí, siguen mirando con temor y desprecio a los Caith Sith. Supongo que él tiene miedo de que se pongan agresivos contigo por ello, o peor, que tú lo rechaces como los demás.
— ¡Esa es la cosa más estúpida que he escuchado! –aseguro
Y era cierto. Desde mi punto de vista, si alguien tenía que sentirse avergonzado, esa era yo, que en estos precisos momentos, no tenía ni puta idea de quién o qué era realmente. Yo sí que parecía una abominación andante.
— Entonces ¿por qué no vas y se lo haces saber? –cuestiona con un guiño
— ¿Eh?
Me hace girar sobre mi eje, y con unas palmaditas en la espalda, me empuja en la dirección en que desapareció el chico.
*******
Mil perdones por demorar tanto, pero tuve serios problemas con la internet, como compensación publicaré dos capítulos hoy. Espero los disfruten, y por supuesto, que comenten en respuesta.
�g�Gi��
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro