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Capítulo 21

Lyn:

Revoloté en el espacio, esquivando los ataques de Barien. Ahora ya era capaz de evitarlos sin necesidad de ver de dónde provenía. Podía sentir la magia en mi piel y simplemente reaccionaba a ello. Al final el maldito viejo había tenido razón, aunque de nuevo, con él era mejorar o morir. Me las arreglé para maniobrar en el reducido espacio de vuelo en mi patio, evité por los pelos el último ataque de Barien, y lo enfrenté en el aire. Mi sangre vibró, y mis alas se tambalearon, al mismo tiempo sentí la cabeza pesada y mi visión empezó a fallar. ¡Mierda!

— Hijo de puta –solté con la lengua pastosa

— No te puedes confiar en una batalla –escucho la voz de Barien–, tienes que pelear y mantener escudos antimagia al mismo tiempo.

El bastardo me había afectado. Sentí su magia recorriendo mi sangre. Toqué tierra, mientras empujaba mi magia, obligándola a enfrentar la de Barien. El proceso me paralizó unos segundos, suficientes como para que el intrigante viejo desapareciera de mi vista. Mascullando maldiciones, me escondí detrás de una duna de nieve, y traté de tejer un escudo protector entorno mío, mientras los calambres que atacaban mi cuerpo desaparecían. Al menos esta vez, no estaba paralizada del todo. Las primeras veces, el maldito conjuro había puesto a saltar todos los músculos en mi cuerpo, lanzándome al suelo en un descoordinado manojo de carne saltarina. Dejé que la magia se afianzara más en mi interior, luchando como antídoto, contra la magia de Barien.

— Hola gatita, ¿estás en problemas?

Levanté los ojos, sorprendida de ver a Nael, agazapado a pocos pasos de distancias. Como siempre, mantenía aquella expresión astuta y calculadora, sonriendo de medio lado. ¿Cómo rayos había llegado hasta aquí? El Cait Sith se deslizó entre la nieve, hasta alcanzar mi escondrijo.

— Entonces, princesa ¿está el viejo pateando tu trasero de nuevo? ¿No quieres que me una?

Fuerzo mi boca a cerrarse, le doy una mirada de malas pulgas y me cruzo de brazos. Nael suelta una risita y se acerca peligrosamente a mi rostro antes de murmurar:

— ¿No dices nada? ¿El gato te comió la lengua?

Muy bien, suficiente de sarcasmo y de intentar jugar con mi cabeza. Saco el puñal que tenía guardado entre los fajines de mi ropa, mi magia corre a través de él cuando apuñalo al Cait Sith en medio del pecho. Mi magia se entre tuerce con el centro del poder de la de Barien, ambas energías se enfrentan y finalmente, la imagen de Nael se distorsiona hasta desaparecer, mientras mi cuchillo queda cortando el aire también desaparecen los calambres y las sacudidas de mis miembros. Vuelvo a elevarme en el aire, y distingo la cabeza plateada del fae. Le doy una mirada enojada:

— No volverás a joder con mi cabeza, viejo.

Mi conjuro lo enreda antes de que pueda siquiera pensar en un contraataque. Me había enojado. Entiendo que esto es un entrenamiento, y que era necesario, pero Barien se había pasado de la raya. Me había metido en una ilusión utilizando a Nael. Eso era asqueroso. Me gustaba el Cait Sith, había hecho las paces con ello a pesar de mi orgullo, pero el chico me había dejado de lado con una sorprendente facilidad, mostrando alto y claro que no quería tener nada que ver conmigo. Así que si, me avergonzaban mis sentimientos, y que otro intentara utilizarlos para fastidiarme, bueno..., eso me enojaba más allá de lo que podría explicar.

Me encontré deseando con todas mis fuerzas envolver al viejo maldito en una ilusión y ponerlo al límite. No importaba si tenía que hacer uso completo de esa asquerosa magia que me había legado, no importa si dejaba de ser humana. Algo se rompió en mi interior y la magia se precipitó sobre él, al comienzo sentí alguna pequeña resistencia, pero se desvaneció enseguida y obtuve completo acceso a la mente del fae. Tejí mi ilusión entorno a él, solo alcancé a ver la expresión sorprendida en sus orbes plateados, antes de que fuera sustituida por la mirada perdida de la ilusión. De a poco sentí su magia luchando contra la mía, pero me negué a dejarlo escapar, lo atosigué en un ataque feroz, saturando su mente de imágenes que sorprendentemente fluyeron con naturalidad. Es como si mi magia hubiera sincronizado nuestras mentes, y así sabía exactamente qué tipo de imágenes poner en ella. Hubiera podido continuar el resto del día, ciertamente el viejo bastardo me debía unas cuantas palizas. Un segundo después su magia explotó en un violento tornado cuya fuerza expansiva me hizo perder la concentración y mi equilibrio al vuelo, y acabé aterrizando sobre mi trasero en el colchón de nieve, a pesar del dolor, mi mente se sentía repentinamente libre. ¿Qué acababa de hacer? Unos pasos por delante, estaba el fae. Se mantenía tranquilo, y no jadeaba como un obeso en su primera carrera, a diferencia mía, sin embargo, cuando mis ojos encontraron los suyos, las pupilas plateadas estaban arremolinadas, turbulentas, una profunda arruga plegaba su frente.

— Dijiste que golpeara de manera que no pudieran golpearme de vuelta –dije

Teniendo en cuenta que aun tenía mi trasero metido en una duna de nieve y que aun tenía la lengua afuera por el esfuerzo realizado, quizás no fuera buena idea sacar a relucir mi talento para el sarcasmo, pero esa era yo, y no había manera de evitarlo. En lugar de lucir enojado, la expresión del Antiguo pareció suavizarse un poco. Con un par de pasos salvó la distancia que nos separaba, y extendió una mano en mi dirección, en contra de mis resentimientos, la tomé y dejé que me ayudara a incorporarme. Me sacudí la nieve de mi retaguardia, estiré los músculos de mi espalda, comprobé mis alas, algo raro había pasado conmigo y quería hacer tiempo antes de analizarlo.

— Ten mucho cuidado, Marilyn.

El uso de mi nombre completo era suficiente para enojarme, sin embargo, el acento profundo que Barien imprimió a su advertencia, captó toda mi atención. La mirada plateada se tornó inquieta:

— Tienes gran cantidad de magia dentro de ti. Magia fae pero aun así, sigues siendo humana, al menos en gran parte, y debes dar tener cuidado con ello.

Había algo inquietante en aquella declaración. Más que eso, me asombró ver, como tensaba los puños, y de nuevo aparecía aquella arruga de inquietud plegando su frente.

— ¿De qué estás hablando?

Dirigió su mirada al cielo, perdiéndose en el firmamento antes de responder:

— ¿Has escuchado la frase "El poder corrompe"? Es una advertencia para aquellos con magia en la sangre. Llega a un punto en que se hace difícil distinguir el bien del mal, lo que se debe hacer, de lo que se quiere hacer. Cuánto más crece tu poder, más crecen los susurros. Mantenerse imparcial, es muchas veces imposible –encontré su mirada, y por primera vez, encontré tormento en ella–, los faes, en cierta medida estamos construidos para ello, pero tú eres humana, tus emociones son con mucho, más fuerte que las nuestras, y eso es peligroso, porque no necesitas más ayuda para nublar tu juicio, y peor que eso, es que perderte entre los pliegues del poder, puede hacerte perder tu alma. Acabarías convertida en una sombra, o peor, en un sluagh.

Sorina:

El amanecer me sorprendió esperándolo en el balcón del palacio. Estudié con cuidado los tenues matices rosas y malvas que empezaron a dibujarse en el firmamento. La verdad sea dicha, no conseguí dormir nada. La habitación, con sus grandes columnas de mármol y el abovedado techo de marfil me recordaba demasiado a la jaula de oro que fue mi habitación en el Palacio de Hielo, más inquietante que eso, era la sensación de desprotección que me había asaltado cuando me separaron de Linder. Hasta ahora me daba cuenta, de que las últimas noches, el chico había tejido un manto de magia alrededor mío, supongo que evitando que Kurapika pudiera llegar a mí, el punto es que aunque en un comienzo no había notado su presencia, su ausencia hacía estragos en mí, simplemente no hubo forma en que pudiera dormir.

Las puertas de mi habitación se abrieron con un firme empuje, escuché pasos decididos adentrarse en mi territorio. Las semejanzas con otro lugar, y situaciones, aplastaron mi raciocinio, mis instintos patearon en modo supervivencia tomando el control. Me disolví en sombras y disparé mi magia contra mi agresor.

Linder:

Una extraña inquietud se había apoderado de mí, no había podido dormir prácticamente nada en toda la noche, y tenía muy claro el porqué. Después de tantas noches viajando juntos, me había acostumbrado a la presencia de Sorina. Había tejido un escudo de magia alrededor suyo, para protegerla de los asedios de Kurapika, sin embargo era bien consciente de que a Rina no iba a gustarle, así que utilizando el vínculo, absorbí parte de su poder y lo mezclé con el mío, lo suficiente como para que no notara la magia extra que la rodeaba. La magia protectora de Irogel había acabado con mi trabajo, y cuando nos separaron en las habitaciones, no se me dio tiempo para volver a levantar las guardas. Sorina dormía a dos puertas de la mía, y la tentación de acudir a ella y volver a poner la magia era grande, pero mi instinto me advertía que si había algo que Rina odiaría más que el conjuro protector, sería que yo invadiera su intimidad, así que pasé la noche en vela, pegado a ella a través del vínculo, sintiendo sus nervios, y prácticamente amarrándome a las paredes para no correr en su busca. Hoy teníamos que enfrentarnos a los Altos Señores, y con lo irritable que estaríamos esta mañana, suponía que tendría que ser muy cuidadoso para no provocar un choque explosivo.

Entonces escuché los gritos y las maldiciones. Mi sangre reverberó cuando sentí la inconfundible firma de la magia de Sorina, y reconocí los gritos de Amarantha. ¡Mierda! Me precipité fuera de la habitación e irrumpí en los aposentos de Rina sin pensarlo dos veces. El espectáculo frente a mis ojos me dejó atónito.

Amarantha había levantado un escudo anti magia alrededor suyo, pero hasta ahí era su mayor logro. Se encontraba acorralada en una esquina y las guardas que había tejido comenzaban a resquebrajarse, bajo el feroz asalto de Sorina. La princesa oscura se manifestaba en todo su esplendor, su cuerpo brillando como un trozo de luna, la frente adornada por las marcas del beso del Invierno, los rizos rojos revoloteando en una maraña por todo su rostro. Su magia salía en oleadas abrumadora, con claras intensiones asesinas, su poder incluso hacía gemir la tierra bajo nuestros pies, sabía que estaba a segundos de despertar el poder de la runa de la muerte, lo que me distrajo fue comprobar que sus ojos estaban completamente en blanco. No había rastro de emoción alguna, exploré sus sentimientos a través del vínculo, y acabé entendiéndolo todo, Sorina estaba atrapada en una reminiscencia. No estaba viendo a Amarantha, sino a Kurapika y a Arella, y estaba a segundos de acabar con la vida de sus enemigos. ¡Esto podía ponerse feo! Me apresuré a ponerme entre las chicas en el mismo segundo que las defensas de Amarantha se deshacían, presintiendo el ataque inminente de Rina levanté otro escudo entre nosotros, justo a tiempo, la oleada de magia elemental se estrelló con la fuerza de un alud, nuestras fuerzas, igualadas en intensidad, se imbricaron una con la otra por instantes, luego se disiparon con una onda rebote residual que nos envió a extremos distintos de la habitación. Mi cabeza golpeó sobre el estómago de Amarantha. Me obligué a ponerme en pie, aun cuando el mundo daba vueltas a mí alrededor. Las puertas vuelven a abrirse, percibo pasos apresurados, entonces escucho los jadeos ahogados, y más tarde, las exclamaciones ahogadas de Lía y Narti.

Sorina:

El dolor trajo de vuelta a la conciencia de una forma horrible. La cabeza me palpitaba de forma horrorosa, y tenía puntitos de colores bailoteando en todo mi rango de visión. Pestañeando logro visualizar un trozo de níveo techo abovedado y marfileño, ¡mierda! El miedo patea nuevamente. Estoy de regreso en el Palacio de Hielo. A pesar de estar mareada me arrastro hasta ponerme sobre mis pies. ¡No volverán a tocarme! Acumulo la magia alrededor mío, voy a destruir todo, aquí y ahora, incluyéndome a mí misma. Se acabó, puede que no consiga ser libre de ellos, pero ciertamente, es la última que me tendrán.

— Rina, mírame. Está todo bien.

La voz, llena de preocupación, pero aun así, serena se abre paso, recordándome algo, y parte de la tensión se aliviana. ¡No! ¡No puedo volver a bajar la guardia! Aun no recupero del todo el equilibrio y sigo viendo colorines al frente.

— Rina, estás a salvo. Me conoces. No estás allí.

Manos de hombre aferran mis brazos, y el terror se vuelve incisivo. Se me atasca la respiración, y mis latidos se vuelven erráticos, la lengua se me pega al paladar, seca, y todos mis músculos, se agarrotan. Estoy atrapada nuevamente. Entonces algo pasa, las manos de hombre dejan de aprisionarme. Se abren, aunque no se apartan de mis brazos, en su lugar, se mueven de arriba abajo, en lo que parece ser una caricia calmante.

— Sshh, Rina. No estás allí. Mírame. No es él. Soy yo.

Dejé que el conocido timbre atravesara la niebla que embotaba mi cerebro. Las manos continuaron recorriendo mis brazos, sin moverse a otro lugar, en mi mente, comencé a escuchar un suave tarareo. La oscuridad fue cediendo, y con ella, mi falta de visión y los temblores. Bizqué un poco, hasta que pude enfocar correctamente, solo para tener los verdes ojos de Linder, llenos de temor, fijos en mí.

— ¿Estás bien?

Avergonzada, me gustaría decir. Había dejado que el pánico me dominase nuevamente, y aunque estaba segura de que había hecho algo horrible, no era capaz de recordar que fue esta vez. Volvía concentrarme en el príncipe, tomando nota, aun tenía una fina línea en la mejilla, la cicatriz donde lo había herido en mi primer arrebato en la laguna de magia, ahora estaba despeinado y respiraba tan trabajosamente como yo, no había nada que me informara de que estuviera lastimado, pero dudaba que fuera así.

— Yo... -susurré con voz pastosa–, ¿tú estás bien?

— Por supuesto que no puede estar bien, loca –me gritan

Entonces descubro a la delicada fae escondida detrás de Linder. Está toda despeinada, y luce como si acabara de correr una maratón. Sus ojos castaños me miran con furia, un poco más atrás, Narti, Lía y otros faes que no conocía, lucen desencajados, completamente sorprendidos y quizá aterradas por lo que acaban de presenciar.

Linder:

— Ella está rota, Linder. ¿No puedes verlo? Tendré que hablar con los Altos Señores. No pueden confiar tal responsabilidad en semejante...

— ¡Maldita seas, Amarantha! ¡Cállate! –le grita Narti

La chica se encoge, y le da una mirada rabiosa, luego encuentra mi mirada buscando apoyo. Me aparto de ella, consciente, sin embargo, que he actuado demasiado tarde. La mirada de Sorina, está llena de lágrimas, la vergüenza y la desesperanza, son claras a través del vínculo, entonces, abandona la habitación y sale corriendo. ¡Doble mierda! Muy mal momento para poner mi pie en mi boca, o tal vez debería decir que es uno excelente para darme un puñetazo. Empujo mi camino para ir en su busca pero Amarantha me sujeta:

— ¿No te das cuenta? ¿Ella ya no...?

— ¡Vuelves a dirigirte a ella de esa forma y te juro que lo lamentarás! –gruñí

Toda la vida estuve en contra de lastimar mujeres. Esa era una actitud de cobardes, débiles que no eran capaces de enfrentarse a nadie más, sin embargo, y como ya comprobé una vez, la incertidumbre por el destino de Sorina, era capaz de empujarme sobre límites insospechados. Liberé mi magia, sofocando a la chica, que se apartó mirándome con miedo.

— No vuelvas a provocar mi paciencia, y agradece que eres mujer.

Si hubiera sido un hombre, ya hace mucho que lo habría frito. Entonces voy hasta la puerta corriendo detrás de ella. ¿Dónde habría podido ir? Cierro los ojos y me sumerjo en el vínculo, rastreándola.

Sorina:

Las palabras de la mujer resuenan en mi mente mientras corro sin rumbo. Estoy rota. Hace mucho tiempo que lo sé, desde la primera vez que Kurapika me violó, desde que me cortaron las alas. Todo este tiempo estuve luchando por ignorar lo obvio. No soy buena para nada y para nadie, solo sirvo para hacer daño, y a este punto, solo soy una amenaza para todos. Tal vez es hora de enfrentarme a la realidad.

— ¡Sorina, espera!

¿Por qué no podía dejarme sola? Apresuro mis pasos, tratando de huir de él. Ya lo había lastimado una vez, y tenía la sospecha de que ahora había vuelto a hacerlo. La sed de sangre y el miedo había podido más que yo. Mi cordura no volvería a estar jamás.

— ¡Rina!

— ¡Déjame!

Que me dejara sola. Seguro que se merecía algo mejor. Había estado con Amarantha, habían tenido una relación, seguro que era mejor volver a ella, que estar tratando con semejante destrozo de persona en el que me había convertido. Entonces su mano se cierra sobre mi hombro.

— ¡Maldita sea! ¿Quieres calmarte?

Me remuevo como pez en el anzuelo, tratando de liberarme, sin embargo, su agarre es fuerte, así que escucho el rasgado de la tela que indicaba el destrozo de la capa, cuando me giré para escapar de él. Nuestras piernas se enredan y caigo al suelo, llevándolo a él.

Linder:

Prorrumpo en una palabrota, cuando mi cuerpo acaba sobre la pequeña estructura ósea de Sorina, y ella suelta un alarido de dolor. ¡Esto no puede ser bueno! Sé que odia estar aprisionada, y esta posición no es saludable para nadie que haya sufrido al menos un cuarto de lo que ella. Aun con los músculos temblando, me las arreglo para apoyar mi peso en mis brazos, a los lados de su cabeza.

— Lo siento –murmuro aun en jadeos–. ¿Estás bien?

Sus ojos se han oscurecido hasta una tonalidad casi violeta, su pequeño labio inferior tiembla y tiene el cuerpo rígido. Su mirada no se aparta de la mía.

— Te daré espacio enseguida –prometo

La verdad, no estaba en mis mejores momentos, durante el episodio en su habitación, no solo había tenido que usar suficiente magia como para agotarme por varios días, sino que además, en la caída, me había golpeado seriamente el estómago, como resultado, era una verdadera proeza que mis brazos aun pudieran sostenerme, probablemente podría rodar a un costado y liberarla, pero no confiaba en que no intentara escapar de nuevo, y no quería reemprender una carrera, esta vez, por medio bosque.

— Solo prométeme que no escaparás –pido

Parece dudar unos segundos, pero luego acaba accediendo con una inclinación de la cabeza. Intento ignorar la manera en que su pecho sube y baja en profundas inspiraciones, y lo suave y frágiles que se sienten sus curvas contra mi cuerpo. Ruedo a un costado, y respiro profundo un par de veces, hasta que consigo mermar mi debilidad. Entonces me siento en la hierba y la observo, luce un poco más respuesta.

— ¿Quieres contarme lo que ha pasado?

— Ya oíste a Amarantha –responde mirando al cielo–. Estoy rota. Los locos no tienen motivos.

Mis nudillos se ponen blancos de hacerle tanta fuerza, comienzo a lamentar no haber golpeado a la chica bocona.

— No estás rota, y no estás loca –aseguro con los dientes apretados–. Tienes una gran cantidad de mierda sobre las espaldas y eso es suficiente para cualquiera, pero quiero saber que te llevó sobre el borde.

La punta rosada de su lengua asoma para humedecer sus labios resecos. Aun se niega a mirarme, pensé que no iba a responder, entonces, con voz cascada confiesa:

— Mi habitación se asemejaba demasiado a la del Palacio de Hielo, y luego, esta chica irrumpió tan temprano en la mañana, y boom, mis recuerdos me hicieron colapsar. Estaba viendo a Kurapika y a Arella viniendo a por mí, así que reaccioné. Patético. No puedo manejar una visita sin que se desprendan mis instintos asesinos.

Medito sus palabras llenas de rencor y dolor. Las mismas emociones turbulentas bullendo a través del vínculo. Más que todo, la certeza de sentirse como un fracaso.

— No has fracasado, Sorina –aseguro–, deja de martirizarte. Ya te lo dije, pasaste por una buena cantidad de mierda, y eso no es algo que vas a superar de hoy a mañana. Has tenido avances increíbles, y estoy orgulloso de ello, pero las cosas no son tan fáciles. Lo que estás mostrando es una reacción normal, y Amarantha no tenía derecho a entrar sin ser anunciada. Ahora limpia tu mente de esas estupideces y volvamos para poner en su sitio a los altos señores.

Sorina:

Sus palabras impactan más allá que la desastrosa mañana. Está orgulloso de mí. No sé porqué de repente ese dato se ha vuelto tan importante para mí. Linder se pone de pie, y entonces lo veo doblarse sobre su costado haciendo una mueca de dolor. Eso me pone sobre aviso.

— ¿Qué te ocurre? ¿Te lastimé?

Se pone derecho, intentando enmascarar el dolor, no lo consigue.

— Fue un golpe de nada –dice restándole importancia.

— ¡Déjame verlo!

No sé porqué de pronto estoy tan exigente, pero es importante para mí. Su mirada encuentra la mía, un nuevo tipo de resolución. Entonces suelta:

— Lo haré si tú me dejas ver tu espalda.

Las palabras son un balde de agua fría.

— ¿Mi... espalda?

Mi espalda no, era quien contaba mejor toda la historia de mi cuerpo. No quería que nadie la viera, nunca. Sus ojos, siempre serenos encuentran los míos:

— Sí, tu espalda. Escuché tu quejido cuando caíste al suelo, y cuando corrías pude ver sangre manchando tu vestido. Estás herida. Te dejaré ayudarme si tú me dejas ayudarte.

Me muerdo el labio, preocupada. Puedo decirle que no, pero es lo bastante terco como para llevar a cabo su amenaza, y tengo la sensación de que está herido por mi culpa. Lo menos que puedo hacer es ayudarlo si se metió en este embrollo por mi culpa, sin embargo..., es mi espalda. Mi debate interno solo dura unos pocos segundos:

— ¡Será mejor que nos regresemos! –dice derrotado

¡Oh, no! Antes de poder detenerme, mi mano agarra su muñeca, mis dedos apenas son capaces de cerarse entorno a la mitad de esta, su piel es considerablemente más cálida que la mía, lo suelto como si me hubiera tocado un enchufe. Su mirada encuentra la mía:

— Está bien –admito nerviosa–, pero déjame verte primero.

Con eso vuelve a sentarse en el suelo, se desprende de la camisa haciendo una mueca. Obviamente, le duele. Me quedo sin habla cuando veo su torso desnudo. Es instintivo, los recuerdos patean y tratan de absorberme, por breves segundos no puedo moverme.

— Rina –su llamado desplaza un poco los fantasmas–, si lo prefieres podemos regresar.

— No. Puedo ocuparme de esto yo misma –tercio

Es cierto. El pasado no va a volver a atraparme. En su lugar, me concentro en los detalles, la piel de Linder está bronceada por el sol, y despide un brillo dorado, no es pálida como la de Kurapika, también es mucho más cálida, y a diferencia de mi agresor, mantiene las distancias, consciente de mis miedos. Encuentro bajo la parrilla costal derecha, una sombra oscura, un hematoma que se está formando, palpo con cuidado.

— ¿Con qué te golpeaste?

Bajo mi mano, siento como se altera su patrón respiratorio, y piel de gallina se extiende por todo su cuerpo.

— Fue la onda expansiva de nuestros poderes cuando convergieron –responde con voz gutural–, pero no hay nada roto. Estoy seguro. Resolverá con un poco de hielo.

Linder:

Necesitaba que dejara de tocarme. Sus manos suaves y dubitativas, me transportaban a otro tiempo, cuando podíamos tocarnos sin reservas y sin miedos. Que lo haga ahora, no solo supone una tortura física, por contenerme para no envolverla entre mis brazos y protegerla del mundo, sino que también es un doloroso recordatorio de lo que yo mismo ayudé a arruinar.

— Eso es algo con lo que puedo ayudar –asegura

Entonces, siento el frío sobre el golpe. Miro abajo y noto que la huella de la mano de Rina ha quedado plasmada sobre mi abdomen. Una huella blanca y fresca. Entonces comprendo, es... ¿escarcha? Encuentro su mirada y me ofrece una sonrisa dubitativa:

— Lo he atado a tu voluntad, permanecerá hasta que decidas hacer algo mejor.

Es cierto, podría solo curarme yo mismo, pero no voy a matarle la ilusión. Le doy un asentimiento:

— Está genial –contesto–. Gracias. Ahora déjame ver tu espalda.

Se muerde el labio indecisa, pero luego se gira, y se desprende de la capa medio destrozada, y me ofrece la espalda. Me encuentro mirando las pequeñas cintas que lo mantienen en su lugar, y poco a poco comienzo a desatarlo. Inevitablemente, imágenes de mí, haciendo eso mismo, pero en otras circunstancias, por otros motivos, y con ella deseando que lo hiciera, hacen hervir mi sangre. Mis manos se congelan a mitad. ¡Mierda! Tal vez esto no es una buena idea.

— ¿Pasa algo?

Sorina arriesga una mirada sobre su hombro. Le doy una sonrisa tirante, que más se siente como una mueca. No puedo detenerme ahora, ella podría..., interpretarlo como un rechazo, confió en mí hasta aquí, entonces aunque me mate, tengo que mantener esa confianza. Trato de concentrarme en la mancha roja en la tela. Cuando logro desatar los lazos, la prenda cae al frente, instintivamente, Sorina lo aferra, cubriendo sus pechos, pero el movimiento solo ayuda a descubrir más la pálida piel de la espalda. Y eso es un golpe en el estómago.

Cuando la rescaté en Invierno, había visto su cuerpo magullado, pero realmente, lo último que me había preocupado era su espalda, tenía suficiente con ver su rostro, y nada podría haberme preparado para esta visión. Tiene la espalda destrozada. A ambos lados de los omóplatos, distinguía los muñones, cruentos de lo que antes fueran sus alas, Arella seguro no había tenido ninguna delicadeza cuando le cortó las alas, aunque esas eran las más llamativas, por lo que representaban, no eran las más recientes, toda la espalda estaba llena de verdugones, ya casi del mismo color de la piel, pero las elevaciones no desaparecerían nunca. La más pequeña medía cerca de cinco centímetros, la más grande, rondaba los treinta. Un recordatorio más de cómo le había fallado miserablemente. Yo era un completo fracaso.

— ¿Está muy... mal?

Su pregunta, suave temerosa, me hizo levantar la mirada, ella me observaba desde detrás de su hombro, cuando nuestras miradas se encontraron, rápido miró al frente. No era estúpido, al menos no tanto. Sabía que no se estaba refiriendo solamente a su lastimadura actual. Procuro mantenerme lo más calmado posible, aunque por dentro estaba rabiando, si algún día volvía a ponerle las manos encima a Kurapika, podía despedirse, entonces respondo con serenidad:

— No es nada. Estoy seguro de que puedo hacer que pronto sea solo un mal recuerdo.

Esperaba que entendiera el mensaje. Encuentro la herida actual, una fina línea sangrante, seguro se había estrellado contra algo con una esquina afilada, pongo mi mano sobre los labios que todavía lloraban sangre, murmuro un encantamiento y el conocido calor sanador se acumula en mi palma y pasa a la piel de Sorina.

Entretanto, no puedo negarlo, y me pierdo observándola. Casi había olvidado lo realmente hermosa que era. Su cuerpo pequeño y esbelto, con curvas discretas, la piel suave, su olor a rocío. Aquellos cabellos rebeldes, y sobre todo, su carácter, una explosiva bomba, entre lo huidizo y lo peligroso. Antes de darme cuenta, la herida se había cerrado, y por inercia, mis dedos, empiezan a trazar las líneas que surcan su carne.

Sorina:

El molesto escozor desaparecer, sustituido por la calidez sanadora de Linder. Trato de no pensar en él a mi espalda, tan cerca que puedo sentir su respiración en mi cuello, despeinando mis cabellos. Es entonces cuando soy consciente de sus dedos largos, trazando las líneas en mi espalda, los callos en la punta de sus dedos, envían escalofríos, a mi espina dorsal, y un extraño calor desconocido despierta en mi bajo vientre, por un instante, un solo segundo, cierro los ojos, y me permito disfrutar. Linder no busca nada, no pide nada, puedo saberlo por lo despacio de sus exploraciones, solo desea conocer, y quizás entregar. Si tan solo no..., entonces la realidad aplasta la ilusión. ¿Qué estoy haciendo? Mi espalda es la mayor prueba de lo que Kurapika hizo, es la mayor evidencia de mi debilidad. Me aparto de un tirón, tropezando hasta que logro ponerme sobre mis pies.

— Rina, yo..., lo siento, no quise...

Me niego a mirarlo, pero tampoco puedo dejarlo que se sienta culpable. Aquí la única responsable soy yo.

— No es tu culpa –confiezo con la mirada fija en el pasto–. Fui débil y...

Entonces está junto a mí. Una de sus manos agarrando mi brazo, para mantenerme quieta, la otra, vuelve a tomar mi mentón, y con gentileza inusitada, lo levanta para obligarme a mirarlo. Sus ojos centellean con lo que parece furia, y un músculo palpita en su barbilla, sin embargo, mis instintos me advierten que este nuevo enojo, no va contra mí, en su lugar, me encuentro rodeada por una misteriosa fortaleza que parece emanar de él y envolverse entorno mío como una manta.

— No, fuiste, débil. –acentúa cada palabra con una pausa intermedia–. Quiero que entiendas esto. Esas cicatrices no son muestra de debilidad, sino de fortaleza. No es algo que debas esconder, sino lucir con honor. Arella y Kurapika son unos bastardos cobardes, utilizaron el ópalo para arrebatarte tu magia, no te dieron oportunidad para luchar, y luego se valieron de su supuesta fuerza para someterte. Soportaste la mierda que nadie tendría que haber aguantado, porque yo fui lo bastante estúpido para dejarte en el momento que pude ayudarte a evitarlo, y luego demasiado lento en rescatarte para ahorrarte el sufrimiento. Aun así, no te quebraste, no te sometiste a sus deseos, y mejor que eso, es que continúas con vida, y con el alma tan pura como antes. No eres una víctima, eres una sobreviviente. Para mí, esas cicatrices no cuentan la historia de tu dolor, sino la de tu valentía, si no fuera por ellas, muy probablemente, ninguno de nosotros hubiera llegado hasta aquí, pudiste contarle a la reina lo que quería saber y ahorrarte el dolor, pero permaneciste fiel a tus amigos, y más que eso, a ti misma, a tus creencias. No eres digna de lástima, Rina. Eres la mujer más asombrosa y valiente que ha pisado esta tierra.

Me quedo muda ante su discurso. Es imposible que crea eso, sin embargo, las emociones que me llegan a través del vínculo, me aseveran que es ciertamente eso, lo que cree. Yo, yo quiero creerlo también, quiero volver a ser la de antes. Quiero aceptar todo lo que él está guardando para mí. Mi mirada va a parar a los finos labios, aquellos que conocía tan de cerca y que ahora estaban plegados en una línea obstinada. Él sigue mi mirada, su voz se convierte en un susurro cuando dice:

— Y estoy completamente humillado por no haber sabido apreciarte desde el comienzo.

Sus dedos acarician la línea de mi mandíbula, y mis propios labios temblorosos. Su rostro se acerca al mío, despacio, sin prisas, su mirada alternando entre mis ojos y mi boca. Va a besarme. El calor en mi bajo vientre se acelera y pulsa, y trago convulsivamente, tengo la boca seca. Respiramos el mismo aliento. Entonces el miedo me gana la batalla. Me libero de su agarre, le doy la espalda, y aun a riesgo de que mi voz se rompa por la tensión, respondo:

— Será mejor que regresemos. Tenemos una cuenta pendiente con los antiguos.

xxxxxx

Entonces.... ¿emotivo el capi? ¿Alguna con deseos de lanzarme un tomate? Pues lo siento, de veras que sí, pero uff, tenía que dejarlo ahí, o no tendría gracia, y además, este capi fue casi el doble de largo que los habituales, eso para quienes se quejaban de que estaba escribiendo cortito. De verdad chica(o)s, espero que lo disfruten. Yo sí que disfruto escribiendo, aunque dentro de poquito comienzo a trabajar. Ya sé que había prometido actualizar ayer, pero se me fue el tiempo, entre la cocina, mi hermanito y mi mamá..., mi musa se aterró y salió huyendo, hoy la até con grilletes a mí y aquí estamos. Besos. Como siempre, si les gustó, pues a dejar sus estrellitas y a comentar.

Lennali.  

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