Capítulo 2
Lyn:
Los copos de nieve se acumulan en el alfeizar de la ventana y en las cornisas. Es raro, con las cabañas de madera debería estar congelándome, pero lo cierto es que dentro se está tan cálido como si el lugar estuviese conectado a calefacción. Creo que fue uno de los encantamientos de Abby. Mientras estemos dentro no pasará nada, aunque realmente no tengo muchas ganas de salir. Me siento como una oveja en medio de una manada de leones, lo que si pienso con detenimiento es bastante acertado, los faes son depredadores naturales de los soñadores, y podría decirse que entre mi prima y yo, nos sacamos el premio sobre los demás.
Un grito proveniente del exterior interrumpe mis pensamientos. ¡Mierda! Es Kim. Salgo fuera como un bólido. Los gritos son desde el patio trasero. Fuera, el gélido aire de invierno acalambra mi cuerpo durante unos preciosos segundos, me arrebujo en la chaqueta y corro con dificultad a través del colchón de nieve de dos palmos de profundidad. Un poco más adelante, distingo el cuerpo de Kim, encorvada sobre si misma, y gritando como una niñita. Unos pasos más adelante, se alza un fae. Es alto, de hombros anchos, el cuerpo recubierto de una pelusa naranja, las manos en garras. Una sonrisa ladina en su rostro felino deja al descubierto dos pequeño y afilados colmillos. La larga cola en su espalda se mece suavemente de un lado a otro. Cait Sith. Como si día necesitara mejorar.
— ¿Qué pasa, la gatita bonita no quiere jugar?
¿Gatita? ¿En serio? Kim esconde la cabeza bajo las manos y chilla asustada una vez más. Ruedo los ojos. A estas alturas me estoy replanteando mis decisiones. Mi abuela debía estar sufriendo demencia senil o algo por el estilo para preocuparle tanto esta mocosa gritona. ¡Joder! ¡Tengo diecisiete años! Soy demasiado inmadura para cuidar de alguien más. Abandono el escondite y corro hasta interponerme entre el felino y Kim, lanzo un puñetazo directo a su estómago, pero detiene mi mano con la suya mientras sonríe. Sus ojos mercuriales encuentran los míos, la sonrisa divertida se amplía.
— No te pongas celosa –sisea–, no tenía pensado abandonarte para siempre.
— Idiota –murmuro.
Entonces me permito sonreír. La extrañeza en su rostro es sustituida por contradicción cuando llevo mi otra mano a mis labios y soplo sobre él, el fino polvo oscuro. Tan pronto como las diminutas partículas atraviesan sus orificios nasales retrocede dos saltos, gruñendo molesto. No le doy tregua, lo persigo y le arrojo tres pelotas de hierbas. Logra ponerse de rodillas, y chasquea la lengua gruñón, sin embargo las pelotas se deshacen sobre su piel, y comienza a temblar de forma casi imperceptible.
— Canela, y una mezcla un poco peculiar –masculla olfateándose–, inteligente para ser humana.
— Lástima que no sea de familia –murmuro mirando de reojo a Kim–. ¡Vete al refugio!
Mi respuesta sarcástica lo hace quebrar en una sonrisita. Kimberly emprende una carrera desesperada en dirección a la cabaña, pero le es cortado el paso por otros dos, suerte que amaba el béisbol. Como una pitcher profesional, saqué otras dos pelotas que acertaron directamente sobre los ojos de estos chicos, Kim, como la astuta zorra que es, los esquivó con un rodeo y se largó dejándome con semejante percal armado.
— ¡Cómo odio los gatos! –resoplé furiosa.
Aquellos ojos mercuriales me observaron con diversión, sus dos compañeros, recuperados del primer impacto amenazaron en correr hacia mí, sin embargo, mi contrincante los detuvo con un gesto imperioso. Medio tambaleante, consiguió ponerse en pie.
— Lo dicho, nada mal para una humana. Me gustas gatita.
Rodé los ojos y respondí con mi sarcasmo habitual.
— ¿Has escuchado eso de "la sartén llamando tiznado al cazo"?
Con eso, la sonrisita creída se tornó una verdadera carcajada. Un suave brillo plateado cubrió su cuerpo como un halo. Momentos después el pelaje naranja, la cola, las garras y los rasgos gatunos desaparecieron. En su lugar, me encontré con un joven de tez color pálida y largos cabellos naranjas. Bien mirado, los rasgos felinos no desaparecieron del todo, las pupilas rasgadas y los iris de color mercurio permanecieron, así como las orejas gatunas en la cima de la cabeza, y por supuesto, la expresión astuta y divertida. Un extraño calor recorrió mi cuello y mi cara.
— Un truco de salón interesante –concedí
Fingió sacudirse el polvo de su cuerpo, aunque con un gesto demasiado calculado como para ser normal.
— Igual para ti –respondió–, canela, bayas negras, trébol rojo. Una combinación peligrosa para mi especie. No es algo de dominio público.
Le hice una reverencia burlona, antes de contestar con amargo sarcasmo.
— La necesidad es la madre de las habilidades.
La diversión era palpable en él, quitando un poco de la mueca amenazante que antes tenía. Apreté los puños y negué un par de veces con la cabeza. No podía distraerme, me jugaba la existencia.
— Entonces esto es lo que ocultaban los Verano –murmuró para sí–. Dos soñadoras poderosas. Sin embargo, ¿qué tienen para que aceptes ser su comedero y a nosotros nos trates tan mal? ¿O es que estás enamorada del principito?
Maldito hijo de... Con un grito de furia me preparé para lanzarle la siguiente mezcla de hierbas que estaba segura lo dejarían como gato escalfado, para sorpresa mía, fue capaz de leer mi movimiento y detuvo mi mano, sin alterar en lo más mínimo su gesto arrogante.
— Un mismo truco no funciona dos veces, cariño.
— ¡Pues aquí tienes un clásico!
Levanté mi rodilla y le pegué con toda mi fuerza en la ingle. El rostro se le puso colorado y cayó de hinojos al suelo, cubriendo con ambas manos, la zona golpeada. Escuché las maldiciones de los otros dos. Ahora seguro que los tenía encima en menos de nada. Me preparo para lo peor.
Una explosión luminosa me ciega durante unos preciosos segundos, si para mi es doloroso, con sus ojos felinos, adaptados a la oscuridad, debe de ser agonizante. Escucho gruñidos y quejidos de dolor, el suelo desaparece bajo mis pies, y lo siguiente que se es que estoy flotando en medio del aire. No, flotando no, soy levantada por algo en medio del aire, prueba de ello, es la prisión de roca que siento entorno a mi cintura.
El humo y la luz se disipan permitiéndome valorar la situación. Estoy a cuatro metros sobre el suelo, agarrada por una deforme estatua de piedra. Abajo, sobre el colchón de nieve, están desperdigados los tres Cait Sith, cuatro criaturas, los rodean. Son deformes, casi como si hubieran mezclado a un lobo gris con un oso negro. Mis tres asaltantes mascullan maldiciones entre dientes, uno de ellos prueba a lanzarle algún ataque de magia, sin embargo, el conjuro lo atraviesa como si no fuera más que una pantalla de humo. De ser posible, las apariciones lucen más enojadas.
— ¿Qué mierda es esto?
Me miran a mí como si fuera la encarnación del mal, lo divertido del caso, es que yo tampoco tengo la menor idea de qué rayos está sucediendo. La interrogante colectiva es aclarada casi enseguida, aunque debo reconocerlo, no es lo que yo me esperaba.
— Perdón por lo de antes, pero no podía hacer nada sin los materiales adecuados.
Kimberly había aparecido de la nada, en sus manos llevaba un trozo de pergamino, y noté que sus mejillas normalmente inmaculadas, mostraban rastros de pintura. Una sonrisa creída surcaba sus labios. Caminó hasta quedar a la altura de aquellas cuatro bestias, a las que, por cierto, no duda en acariciar con soltura. Enfrenta a los tres felinos con una sonrisa seductora:
— Entonces... ¿les gustan mis amigos?
Sorina:
Frío. Está helado. Mis miembros rígidos, duelen al menor movimiento, el vaho de mi aliento, empaña cualquier superficie que toque. Esto se está volviendo un círculo vicioso. El dolor de mi cuerpo me envía a la inconsciencia de la misma forma en que me saca de ella. Últimamente, esa es la única constante, dolor y oscuridad. Un paño húmedo recorre las laceraciones en mi espalda, arde, pero la sensación de alivio que le sigue es reconfortante.
— Mira que ir en contra de la reina, ¿serás idiota?
— ¿Qué es lo que quieres, Gizart?
Probablemente habría sido mejor permanecer en la inconciencia. Giro la cabeza, apoyando una de mis mejillas, para dejar de comerme la almohada, con los párpados a medio abrir, distingo los ojos de Gizart, violetas iguales a los de su hermano, Kurapika. Intento alejarme de sus cuidados, pero mi cuerpo me lo impide. Al menor movimiento, se siente como si la piel de mi espalda se rasgara en todas las direcciones posibles, un dolor caliente brota de mi labio inferior cuando las sábanas rozan contra él, sorprendida, lo recorro con la lengua, está sensible, hinchado y roto, y paladeo el sabor de la sangre.
— Sabes que esto continuará eternamente ¿no? Te golpearán hasta la inconciencia, pero no te matarán, luego yo te remendaré, y entonces ellos podrán volver a golpearte hasta que quedes cercana a la muerte. Es un círculo vicioso, a menos que le des a la reina lo que quieres.
Puede que Kurapika me aterrara hasta la muerte, que las sesiones de interrogatorio de Arella fueran un paseo por el infierno, pero Gizart no era ni la suela de esos dos, y muy en el fondo, seguía siendo yo, o al menos a eso me aferraba. Me permití una risita irónica, que sacudió mi pecho y acrecentó el dolor en mi cuerpo, mastiqué el interior de mi mejilla y entonces murmuré con voz ronca:
— Qué tierna, te estás preocupando por mí.
La compresa húmeda apretuja las heridas en mi espalda con más fuerzas de la necesaria, reavivando el dolor, me limito a reír entre dientes.
— Lo siento, Gizart, pero solo eres una mala imitadora de tu hermano. No me afectas.
Sus uñas escarban en mi piel lacerada. Cuando se inclina sobre mí su voz es aburrida y amenazante:
— Yo que tú tendría cuidado. Eres odiada por todos aquí, y amada por nadie. Estás por completo en nuestras manos. De echo, hasta aquellos campesinos que ponían sus esperanzas en ti, se avergüenzan, después de todo, te olvidaste de tu raza al convertirte en la amante del mayor asesino de todos los verano, oh, si, y por si fuera poco, él ni siquiera te defendió. Fuiste usada querida. Antes de irte, eras usada por la reina, por mi hermano, allí fuiste usada por los verano y aquí nuevamente eres usada por mi hermanito. ¿No ves el punto común? Esa es tu vida, solo para eso sirves.
Con una risita burlesca, Gizart arranca las manos de mi espalda y se dirige a las puertas de mi habitación. Antes de desaparecer, me da una última sonrisa antes de murmurar:
— Conseguí que despertaras, con eso es suficiente para que continúen con el interrogatorio.
Se marcha dejándome en tinieblas nuevamente. Humedad recorre mis mejillas, no es miedo, o dolor físico. La verdad es que las palabras de Gizart, golpearon más que todos ellos. ¿Qué soy? Solo eso, un instrumento, para ser usado y desechado, sin otro objetivo más que el que otros quieran darme. Idiota de mí que pretendí desafiar al destino. ¿Compañera de Linder, el Campeón del Verano? ¡Si claro! ¡Estúpida!
Abby:
En el momento que Barien ingresó en la habitación, se hizo completo silencio. El brazo de Lexen en torno a mi cintura se vuelve rígido, cuando Kai y mi hermano miran al Oscuro como si fuera la peor cosa que hubieran visto alguna vez. Decir que el ambiente estaba tenso, era subestimar la situación. Los ojos plateados recorrieron a los presentes, sus labios se curvaron en una mueca sarcástica que inevitablemente, me recordó a Sorina.
— ¿Qué ambiente tan festivo? –murmuró burlón.
Sí, definitivamente él era el responsable del carácter de Rina. Las expresiones de Linder y Kai se volvieron más hoscas, pero fue Kai quien, con los puños apretados y ojos brillantes se puso en pie y dio un paso amenazante en dirección a Barien:
— ¡Tú, maldito!
— ¡Kai!
Mi llamado de atención, y el rápido movimiento de Lexen cortándole el paso, mantienen a Kai en su lugar. Barien no luce nada molesto, sus ojos, como plata líquida, enseñan una expresión peligrosa.
— No, adelante. ¡Déjalo descargarse! –murmura socarrón–. Dime, ¿qué tienes para decir?
En lugar de Kai, es Linder quien responde. Curiosamente, mi hermano parece haber dominado sus deseos de violencia, o al menos ha controlado a su cuerpo, aunque sus ojos son fuego vivo.
— ¡Eres su padre! ¡Su maldito padre y la dejaste con esa..., esa..., Bruja! ¡La abandonaste, peor aun, la utilizaste!
Esto fue lo que siempre temí. Esta confrontación, era el motivo por el que hasta el momento, había evitado que estos chicos se encontraran con Barien. Lo peor del caso es que una parte de mi, se sentía identificada con ellos. Rina las pasó canutas en Invierno, soportó lo que nadie debería soportar, y ese sujeto no hizo nada por ayudarla, y luego, cuando escapamos y rodamos hasta Nueva Catalina, tampoco hizo mucho. Utilizó a Sorina como proveedora para su mercado negro. Cierto que siempre le pagó bien, pero, vamos, con cada una de esas incursiones, Rina se jugaba el cuello. Y nunca, nunca hizo el menor intento de acercarse a ella, más inquietante aun resultan mis sospechas sobre el desconocimiento de Sorina sobre su padre.
— ¿Y pueden decirme ustedes en qué son mejores que yo?
Barien, cruzado de brazos, los desafía con toda la calma del mundo. Sin dejar que mis compañeros se recuperen de su puñetazo verbal continúa citando hechos:
— Tú –señala a Kai–, por tus estúpidos celos la enviaste a una encerrona, y por más que llores y te proclames su enamorado, no la sacaste de la celda –Kai abrió la boca para protestar, pero Barien se impuso–, da igual lo que ella dijera, si de verdad lo hubieras querido, habrías podido hacerlo.
Para sorpresa mía, Kai baja la mirada arrepentido, entonces, la mirada del fae de invierno va directa a mi hermano, su voz se quiebra en una cínica carcajada antes de señalar:
— Y tú principito, bueno, mejor no detallamos tú historia con ella, ¿o sí?
Los está destrozando. Me propongo cortar la discusión, esto no es lo que necesitamos, pero entonces, siento la oscilación de la magia en mi cuerpo. Es el conjuro protector que puse sobre Kimberly y Lyn. Lexen y yo compartimos una mirada de conocimiento, antes de que saliéramos, con los otros tres pisándonos los talones, en dirección a dónde las chicas estaban ocultas.
Cuando las encontramos, mis ojos a penas si pueden creer lo que ven. Lyn cuelga a cuatro metros del suelo, siendo sujeta por un gigantesco golem de piedra, tres Cait Sith rodean a Kimberly, que sonríe divertida mientras es resguardada por cuatro criaturas que nunca antes había visto. Su cuerpo era oscuro, fibroso y angulado como el de un oso negro, pero tenían cola, patas ágiles, hocico y ojos astutos como los de un lobo gris.
Kim lucía una expresión cansada, pero se mantenía firme, sus tres contrincantes tenían algunos moretones, pero no lucían más afectados. Uno de ellos se adelantó, una sonrisa despreocupada:
— Entonces este es el verdadero poder un soñador –dedujo con cierta admiración–, aunque tú amiga...
— ¿Qué está pasando aquí? –cuestioné metiéndome de lleno en la conversación.
El Cait Sith, detecta mi presencia, me da una sonrisa torcida antes de hacerme una reverencia.
— Un gusto, princesa –murmura–. Mis disculpas, pero quería conocer y evaluar a mi compañera de misión antes de adentrarnos en la boca del lobo.
— ¿Compañera de misión? –cuestiona Kim escéptica.
Suspiro con cansancio. Oh, si, ahora es que venía lo mejor. Linder, molesto, se cruzó de brazos, y dando una última mirada amenazante a los oscuros presentes, se largó rumiando maldiciones. Dejándome todo el trabajo de explicar a estos chicos el papel que desempeñarían en el alocado plan de rescate que habíamos desarrollado.
Linder:
El palacio de hielo es la completa antítesis de mi hogar en la Corte de Verano. No hay colores, ni flores en los pasillos. Tampoco se escucha el trino de aves, ni cuelgan cortinas de matices vivos, lo cierto es que tampoco se escucha el murmullo de voces. Es como caminar por un maldito corredor fantasma, no me quejo, tampoco es buena cosa encontrarme con alguien que me delate, pero la soledad, produce en mi una sensación inquietante. Se supone que las habitaciones de la princesa están cerca, imaginé que la reina la mantendría vigilada.
Doy otro vistazo al mapa que Kimberly dibujó en mi mano, el conjuro rastreador que Barien le infundió pulsa con violencia. Estoy cerca. Llego al final del pasillo y giro a la derecha, siguiendo las indicaciones. Es justo como Abby la describió. Una puerta de hielo y marfil, con el sello del Beso del Invierno entre las dos hojas. Aquí tampoco hay guardias, la puerta está abierta en una rendija. Siento como se me contrae el ceño, un escalofrío recorre mi espina. No hay guardias, y de las protecciones mágicas, apenas una débil guarda restrictiva, que elimino sin mayor contratiempo. Desenvaino la espada, el resplandor dorado podría delatarme, pero no estoy dispuesto a bajar la guardia. Empujo una de las hojas de la puerta, que cede con ligero chirrido.
Un brisa fresca se bate sobre mí, despeinando mis cabellos, mis fosas nasales son inundadas por conocido aroma, fresco y sutil como el rocío. ¡Rina! Escucho un pequeño murmullo en mi oído, aunque no pedo identificar las palabras. Utilizo la luminiscencia de mi espada para guiarme en el interior, y encontrar a Sorina que se, está cerca.
Las sombras se disipan, la cama está revuelta, con las huellas frescas todavía de cuerpos, las mantas blancas destrozadas con manchas de sangre, y otros fluidos que no quería reconocer. A los pies de la cama, un cuerpo, un amasijo de sangre, piel desnuda y lacerada, una criatura inanimada, de quien la muerte comenzaba a adueñarse.
K
Gente, si les gusta, hay un botoncito, con una estrellita muy bonita, y por fa, salgan del anonimato, aunque sea para decir si les gusta o no.
PD: Lamento la tardansa.
Besos, Lennalia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro