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Capítulo 12

Linder:

El camino se estrechaba por delante, era el escenario perfecto para activar la trampa de la banshee, me esperaba, y no podía hacer nada para evitarlo, al menos no sin dar un rodeo que me alejaría por varios días. No podía permitirme ese lujo, tenía que llegar al cruce de las Tierras del Vacío antes de que Sorina lo hiciera, si no lograba interceptarla, todo estaría perdido, así que la mejor manera sería enfrentar a Marithia.

El primer golpe me acierta en el hombro, una cuchilla que salió volando desde los arbustos cercanos, fue mayor el impacto del frío del metal cortando mi carne que el dolor en sí. Absorbí la molestia, y levanté mi espada preparándome para el verdadero ataque, que llegó desde el frente casi en el mismo segundo.

Una deforme manta oscura se precipitó sobre mí, absorbiendo toda la luz alrededor. Mi poder se dispara extendiéndose hacia mi espada y volviéndonos uno.

Los haces de luz que desprende la hoja al cortar la amorfa oscuridad, la dividen y la vuelven más nítidas a mis ojos. No es una masa amorfa, es una oleada de sombras y sluaghs aberrantes. Tengo que cruzarls. Necesito llegar hasta el puente.

Sorina:

Marithia y yo hemos estado jugando al gato y al ratón por demasiado tiempo. A pesar de mis bravatas anteriores, tengo que reconocer que no es alguien a quien se pueda subestimar. Me he anotado algunos puntos, pero Marithia ha logrado regalarme un par de golpes también. Rasgo unas tiras del camisón y la uso para vendarme una herida en el brazo, mis pensamientos vuelven a las dos niñas que antes me acompañaran, Lía y Narti, espero que estén a salvo, mi corazón se estremece cuando sus rostros vuelven a mi memoria, hay algo especial en esas chicas, y casi, casi podrían hacerme dudar de mi resolución. Me niego siquiera a pensar en algo así. Siento el estremecimiento de la magia a mi alrededor. Esta tierra responde y refleja en buena parte a la banshee, algo la tiene enojada, y se que no soy yo precisamente. La idea de que Narti haya ido en su busca me pone enferma, así que aun cuando todo el cuerpo me duele por el último enfrentamiento con la criatura, el terror por las niñas me hace ponerme en pie y salir en busca de la banshee.

Linder

He logrado atravesar a los subordinados de Marithia, pero no sin consecuencias. Me arden todos los músculos le arden y mis manos tiemblan tanto, a causa del agotamiento, que casi no puedo sostener la espada. La oscuridad se ha adueñado del tiempo, observo el paisaje que se extiende que me rodea. Sobre un abismo, a mi espalda, se balancea el puente de madera que conecta al Intermundos con el Vórtice, las Tierras del Vacío. Al frente, el Bosque de Oscuro desde donde escucho mi nombre en susurros. Soy consciente de los miles de ojos que me observan desde las tinieblas, y de la oscura presencia maligna que me rodea. La magia está en todo el lugar, pero es hostil y viscosa, y se siente como seda de araña pegándose a mi piel y entorpeciendo todos mis movimientos, casi como si me moviera en un tanque de gelatina.

Una punzada caliente en su costado me arranca un gruñido. Tal parece que no salí tan indemne de la encerrona de Marithia, al menos eso es lo que indica el tajo sangrante en mi costado y la pequeña línea abierta sobre la ceja izquierda, y que hace que la sangre empañe mi visión, me limpio los ojos con el dorso de la mano y respiro a grandes bocanadas.

A penas tengo tiempo de reaccionar, mi mano armada se levanta por inercia y detengo a duras penas, la acerada hoja que venía a por mi cabeza. La violencia del impacto y mi debilidad me obligan a retroceder unos cuantos pasos, aproximándome peligrosamente al puente colgante. Mascullo una maldición, aun no estoy interesado en conocer las tierras del vacío, sin embargo doy una sonrisa torcida y mascullo con sarcasmo:

— Eso es todo lo que tienes, abominación.

— Soy mucho peor que una abominación, mi delicioso príncipe.

La voz es aguda, silbante, innatural, y provoca una reacción visceral en todo mi cuerpo. Las tinieblas que la envolvían, se dispersan, y por primera vez, admiro la horrorosa visión que es el cuerpo de Marithia. Ocho largas, negras y afiladísimas patas, sostienen el cuerpo. Donde debía estar el trasero, se extiende un abultado y oval apéndice negro con dibujos en rojo sangre, en la punta, una vejiga de color rosa carne se abre y cierra, dejando colgar un pegajoso hilo blanco. Hacia arriba, se extiende un cuerpo femenino, recubierto de una pelusa violeta, adornado con la misma mancha roja desde la mitad del cuerpo, hasta los senos. Los brazos son largos, cubiertos del mismo vello, con dos apéndices afilados que salían de sus codos, en paralelo a los brazos y que servían como cuchillas. El cráneo es turricéfalo, con la barbilla y la cabeza triangular. Los labios finos y morados, dientes pequeños y afilados. Una gruesa lengua roja, recubierta de diminutos pilis asoma por momentos, humedeciendo los labios. Los ángulos del rostro son altos y afilados, ojos almendrados de color negro, sin pupila ni córnea. El largo cabello violáceo emite reflejos metálicos.

— Marithia, la banshee –murmuro.

El agudo chillido que responde a mis palabras, lastima mis tímpanos y se siente como si quebrara mis huesos. Siento el camino que hace la sangre cuando se escapa por oídos y mi nariz. Su siguiente ataque es todo ira y fuerza bruta. La banshee, descarga dos violentos mandobles que me hacen retroceder, a tal punto, que pronto me encuentro pisando los primeros tablones del puente colgante. Tan pronto como sucede, siento como todo mi cuerpo es preso por una atrayente pesantez, como si fuerzas invisibles tiraran de mi hacia el vacío, y puedo jurar que mi cuerpo está ansioso por ir a su encuentro.

— ¡Ya no soy esa debilucha! ¡La maldición de tu madre, y la traición de Arella se encargaron de ello!

— ¡Mierda! –murmuro nervioso al ver donde dieron mis pies.

Una sonrisa de triunfo adorna los labios de la mujer araña. La lengua sobresale y se relame los labios.

— Estás condenado, príncipe. ¿Qué escoges? ¿Caminar el puente hasta el olvido, o convertirte en mi cena?

Contempla el pasaje que se extiende a mis espaldas, el puente, desvencijado y que parece extenderse hasta el infinito, conduce hasta el Vórtice. Las tierras del vacío, donde no puede existir la magia, así que cualquier criatura mágica que llegue allí, desaparecerá para siempre. Al frente, tengo a la guardiana del Intermundos. Marithia, que vive para alimentarse de las incautas criaturas que se extravíen en su mundo. Absorbiendo su magia y su esencia. Ella tiene razón, como sea estoy perdido. Si camino al puente desapareceré, si me entrego a Marithia, me devorará. Sin embargo, si voy a morir, más vale que valga la pena, más vale que mi muerte, ayude a Sorina, ya que en vida fui un completo fracaso. Si Marithia se alimenta de mí, tendrá el poder suficiente para cruzar al otro mundo, y con las ganas que le tiene a mi madre y a Arella, se que no se quedará a esperar a por Sorina. Tan pronto obtenga el poder que necesita, saltará a la otra dimensión. Se que Barien dijo que sería un problema si llegara a suceder, pero mejor que sea su problema a que sea el de Sorina. Al final se que podrán con ella.

Dejo caer la espada, y libero todo mi poder, necesito que se concentre en mi, tiene que olvidarse de Sorina por completo. Cuando la magia fluye sin ataduras, mi cuerpo se ilumina y las acostumbradas filigranas auras y plateadas hacen relieves sobre mi piel. Doy una última mirada a la marca del invierno en el dorso de mi mano derecha, el sello que proclamaba mi vínculo con Rina, me aferro al recuerdo y cierro las manos en un puño. Entonces espero la muerte, mientras mi mente recrea a Sorina, no como la vi la última vez, con la muerte pintando su cuerpo de azul, las mejillas amoratadas y los ojos vacíos, sino que recreo aquella imagen de la muchachita de largos cabellos negros, los ojos azules que siempre me cautivaron, y el fuego que ardía en ella cada vez que nos besábamos. Las afiladas patas negras producen un crujido extraño cuando se deslizan sobre el suelo, aplastando hojas e insectos. El calor de mi cuerpo se ve atraído a un vacío helado.

Recreo aquella noche del baile de beneficencia. Sorina bailando para mí, sus ojos brillando de deseo y diversión. Su cuerpo que encajaba perfectamente contra el mío.

— Eso es príncipe –escucho el murmullo de la banshee–. Libera todo tu poder para mí.

Los vellos de su cuerpo rozan mi piel y me producen escalofríos. Me mantengo firme. Recuerdo el primer beso que compartí con Rina, el día que intentó huir por mi estúpida bocota. En la estación de autobuses, bajo un aguacero torrencial. Unos afilados colmillos se clavan en la piel de mi clavícula, desgarrando la carne. Imbuido en los recuerdos de Sorina, el dolor me es casi desconocido, la sangre mana de inmediato, pero no es eso lo que me debilita, sino el hecho de que cuando la criatura succiona, está absorbiendo la magia, mi misma esencia, el efecto es inmediato, y comienza a sentir como si me marchitara.

Súbitamente, Marithia se aparta, emitiendo un horroroso estertor. Me siento tan debilitado, que mis piernas me traicionan y me tambaleo hacia atrás, en el último segundo, ruedo por el suelo, luchando contra el tirón del puente y regresando a tierra firme.

Sacudo la cabeza y lucho por entender que está sucediendo. La sangre mana desde la clavícula, donde mi piel, hecha jirones, resuma además, una viscosa sustancia violácea, el dolor es pulsátil. ¿Qué ha pasado? Levanto la mirada aturdido. Del vientre de la mujer araña, sobresale la punta plateada de una saeta. Un segundo destello plateado rebana el oscuro apéndice que colgaba de su trasero. Con la mirada torva, la banshee, da una última mirada a su espalda, buscando a su agresor.

Nuestros ojos la encuentran en el mismo segundo, y la imagen tiene el mismo efecto demoledor de un terremoto. Una silueta femenina, usa una larga camisola blanca, que no hace sino resaltar el resplandor lunar de su piel. La larga cabellera roja ondeante al viento. La marca del beso del invierno que brilla orgullosa en medio de la frente, los ojos azules observan con fría determinación, mientras enseña la espada bañada con la sangre de su enemiga. Con un último chillido, el cuerpo de Marithia es consumido por llamas negras.

A pesar de estar todo maltrecho, y tener serias dudas sobre mi cordura y la realidad que me rodea, bebo de los rasgos de la chica. Ha ocupado mis sueños durante los últimos meses. ¡Viva! ¡Sana! No puedo creer lo que mis ojos están viendo en estos momentos. Mi cuerpo pide a gritos que la abrace y la bese hasta que ninguno de los dos tenga aliento, hasta que me convenza de que en verdad es ella y no una ilusión nacida de mis últimos estertores o de la proximidad con la muerte. El alivio, la alegría que siento, son tan completas que casi me derrumban. El reconocimiento brilla en sus orbes azulinos cuando me mira, y eso solo basta para infundirme ánimos, uno de mis mayores temores, una de las pesadillas más frecuentes era aquella en la que Kurapika y Arella habían quebrado su cordura y acabado con sus recuerdos. Sin embargo, al ver como la perplejidad es sustituida por el asco y el aborrecimiento me doy cuenta que ahora más que nunca tengo que estar en guardia.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Beso de Verano? –pregunta ella con acritud.

— Estás aquí –respondo con simpleza.

Levanto la espada del suelo, y la uso de apoyo para poder levantarme. No aparto mi mirada ni un segundo. Sorina no luce ni de lejos tan contenta como yo. Más bien diría que luce aprehensiva, molesta. Bueno, supongo que no debía haber esperado una fiesta de reconciliación. Sus labios se fruncen en una mueca y me hace un gesto con la cabeza.

— ¡Apártate, príncipe! –ordena–. Regresa a tu mundo, y déjame continuar mi camino.

Tanto su voz como sus gestos son bruscos, ordenan y no aceptarán un no por respuesta. Me ha tratado como yo a cualquiera de mis subordinados, a un desconocido cualquiera.

— ¡No! –contesto

Mi respuesta, más vehemente que pensada, y los movimientos que la acompañaron, suponen un esfuerzo un poco demasiado para mis piernas, así que siento un pequeño mareo, y aunque me tambaleo, me aferro más a la espada, lo suficiente como para no caer. No pienso dejarla cometer una estupidez por mi causa.

— No te dejaré atravesar el puente. Tendrás que matarme. –declaro con firmeza

La pérdida de sangre y de poder me ha debilitado demasiado. Solo me mantengo en pie a pura voluntad. Sorina rechaza mis palabras caminando en dirección al puente e intentando pasarme sin darme una segunda mirada. Me niego a permitirlo, así que me muevo hasta cortarle el paso, aunque estoy consciente de que no soy una amenaza real. Tal como estoy, si no logro convencerla de lo contrario, no seré capaz de retenerla por demasiado tiempo.

— Ya no hay motivos para que siga esta existencia – me responde aunque se niega a mirarme–, no había cruzado antes porque no tenía maneras de evitar a Marithia, gracias a ti lo he logrado. No tienes derecho a exigirme o a determinar nada en mi vida, sin embargo no tengo motivos para exterminarte. No eres un obstáculo real. Así que apártate, antes de que yo lo haga por ti.

¡Maldita sea! Aunque su voz ha sonado práctica y seca, sus ojos no han encontrado los míos ni por un segundo. Sin embargo, y a pesar de esa carencia suya de emociones, estoy más que decidido a impedirle cometer una locura. Así que, aunque a penas si puedo tenerme en pie, me las arreglo para levantar la espada. Rina hace un gesto de contrariedad, pero levanta su propia arma y la cruza con la mía. Intercambiamos un par de estocadas, la herida en mi costado, y el desgarro en mi clavícula, sumado a la pérdida de sangre y de magia disminuyen mi fuerza y velocidad, aun así me las arreglo para mantenerle el paso. Esto tal vez me lleve a la muerte, pero estoy completamente decidido a impedirle cruzar. Finalmente Rina hace una finta por la izquierda, y termina atacándome por la derecha, el cansancio hace que el movimiento me tome desprevenido, y la hoja plateada de Sorina hace un fino corte sobre el dorso de mi mano derecha, en un segundo y fluido movimiento nuestras armas vuelven a entrecruzarse y hace que la mía salte por los aires. Con sus piernas barre las mías y pierdo el equilibrio.

Sorina:

El Beso de Verano, el Campeón. Linder. Allen. El Príncipe de Verano. Mi pesadilla, mi compañero, mi enemigo, mi amor. Todos los apelativos cruzan mi mente en el segundo en que lo veo, y aun así mi confusión no hace sino alimentar el dolor en mi interior. Me niego a pensar en las razones o las implicaciones de por qué está aquí. No quiero que nada me haga desistir de mi empeño, todo lo que quiero es borrar el dolor que me atormenta. Intercambiamos estocadas, y aunque es obvio que no está en su mejor momento, se niega con empeño a dejarme ir, finalmente me las ingenio para atravesar sus defensas y desarmarlo, pateo sus piernas para hacerlo caer, lo escucho mascullar un improperio, y casi enseguida la tierra desaparece bajo mis pies cuando su mano tira de mi cuerpo llevándome con él al suelo.

Todo sucede demasiado rápido, su voz pronuncia un conjuro en la antigua lengua faerica, la magia crepita a nuestro alrededor, y nuestros cuerpos ruedan juntos sobre la hierba. La explosión de magia me deja aturdida unos cuantos segundos, cuando logro recuperarme, descubro que ambos hemos caído sobre la hierba húmeda. Mi cuerpo está por completo pegado al suyo, que ha absorbido todo el impacto del golpe con su cuerpo, supongo que en medio del forcejeo se las arregló para girar nuestros cuerpos evitándome el golpe. Mi cabeza reposa sobre su pecho, junto al hueco de su cuello, y puedo sentir una de sus manos descansa sobre mi espalda baja, y su aliento en jadeos despeina algunos mechones en mi coronilla.

Un conocido calor estalla en mis entrañas de removiendo sentimientos y recuerdos que amenazan con destruir el muro de indiferencia y ausencia que he creado para protegerme. Me aparto como si hubiera recibido una descarga eléctrica. No puedo mirarlo, no sin que mi mente se llene de dolorosos recuerdos. El calor y la cercanía de su cuerpo no hace sino recordarme las últimas imágenes que tuve suyas, enredado con el cuerpo de aquella desconocida mientras a mi me torturaban con hierro. Peor aun es el recuerdo de mi propio cuerpo desnudo bajo el de Kurapika. Me pongo en pie, sorprendentemente, él hace lo mismo, y se balancea sobre mí.

El vínculo que hasta entonces había intentado ignorar, parecía haberse vuelto loco, de repente mi alma y mi propio corazón dolían, como si hasta entonces hubieran estado incompletos, como si acabaran de encontrar algo que hasta hace poco me era perdido. ¿Qué mierdas? Justo entonces distingo la brillante línea serpenteante que une mi mano con la suya. El aire se escapa de mis pulmones en un jadeo.

— ¿Qué has hecho? –demando furiosa.

— Tienes razón –reconoce él en un jadeo.

Uno de sus dedos traza las líneas de mi rostro. Sus dedos son largos y cálidos, y tiene callos que le dan un toque de aspereza, me estremezco y retiro la cabeza del contacto, que no hace sino empeorar el caos emocional. Él aparta la mano, en el fondo de sus ojos verdes hay una amarga aceptación cuando persiguen los míos, y no vacilan cuando con una mirada de resignación murmura.

— No tengo derecho a exigirte o determinar nada en tu vida. No después de cómo te traté. Pero puedo escoger lo que haré con la mía, y esta es mi decisión: no separarme más de ti. Ahora estamos juntos como uno. ¿Quieres volver al mundo? Lo haremos juntos. ¿Quieres desaparecer en el vacío? Desapareceremos juntos. Será tu decisión, yo solo soy equipaje acompañante. Vida o muerte. Escoge, pero yo voy contigo.

Hay tanto arresto en sus palabras, que por primera vez en todo el rato, Sorina me no puedo resistir la tentación y enfrento los ojos verde bosque. Hay anhelo, arrepentimiento, amor, pero también una resolución inquebrantable. Como para probar sus palabras la magia fluctúa a nuestro alrededor y un portal de luz dorada se abre a un costado, se lo que es, la salida al mundo real. Mi mirada pasea de allí, al desgastado puente colgante.

El portal representa la vida. El regreso con mis conocidos, Abby, Kai, Lyn, mentiría si dijera que no me preocupan, pero también significa darle el frente a la guerra, y al dolor de la conciencia de todo lo que aconteció los últimos meses, los peores recuerdos de toda mi existencia. Significa vivir con el miedo a Arella, con los recuerdos de lo que Kurapika me hizo, de que volví a ser débil. Aceptar la vergüenza de haber sido una inútil, y la probabilidad de estar llevando un niño de mi violador.

Por otro lado, si escojo el puente simplemente dejaré de ser, desapareceré en el olvido, no habrá dolor, no traición, no guerras. Los planes de mi madre y de Kurapika caerán en la nada, yo misma seré nada, y todas las memorias horribles que he ido acumulando, desaparecerán, seré libre.

Linder:

El rostro de Sorina es un libro abierto, sus facciones se oscurecen con el dolor más absoluto, aun así no hace un solo gesto que me indique que es lo que está pensando. Su mirada vaga desde el puente, hasta el portal de luz dorada, y luego finalmente aquel par de pozos azules quedan fijos en los míos.

Hola corazones:

De verdad lamento la tardanza, pero como ya he dicho antes, amo mi trabajo, pero detesto a mis jefes, uagg. En fin, aquí está el capítulo 12, un nuevo pedazo de nuestros queridos Linder y Sorina, que parejita para proporcionar dolores de cabezas eh? ¿Lo corté en el momento más emocionante? Puede ser, pero es que así me gusta que quede, jijiji, lo siento, solo no me maten por ello. Muchas gracias por comentar, los quiero un mundo y de regreso. Inspírenme con sus comentarios para continuar por lo alto lo más pronto posible. Besos.

Lennalía


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