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Capitulo 4. El secreto que guardamos

Advierto rápidamente que este capítulo tiene contenido sexual: Puedes tanto continuar con el capitulo (y si no hay, esperar al nuevo) y abstenerte a las consecuencias si es que no te gustan las cosas fuertes, y si no, dann, puedes disfrutar de este capítulo a preferencia. Gracias.






La noche pasó volando, trayendo consigo a la hermosa mañana soleada. Las aves cantaban y las personas pasaban por las afueras, en las calles junto a sus autos y o caballos en carruaje.

Arno no durmió ni bien ni mal. No sabía por qué esa noche había caído ante aquel hechizo del joven ingles, queriendo entregarle todo el calor posible. Por otro lado, ya había completado su misión y eso le dejaba tranquilo, pero al mismo tiempo, vacío.

Ahora sólo le quedaba luchar por la vida y justicia de los demás, y por aquello por lo que había sido entrenado. Aún no estaba del todo listo. Debían ir a la raíz... pero aún así se sentía vacío.

Sabía que sin Élise él no era nada.

¿Pero qué sucedía con Jacob? Sólo la presencia de él le ponía confuso y nervioso.


Se sobresaltó al escuchar el toque en su puerta. Agradecía haber ya estado vestido y limpio para recibir a quien fuese, y esperaba no tener problema alguno con lo de la "matanza" de la noche anterior.

Caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta mientras arreglaba su pañuelo que siempre llevaba consigo enrollado en su cuello y tragando algo de saliva, abrió la puerta.

—¡Hey! ¡Arno!— Llamó el tipo con una sonrisa de oreja a oreja y el entrecejo junto en cuanto Arno abrió la puerta.

Así es, Jacob. ¿Pero qué haría allí exactamente?


Arno lo miró con algo de indiferencia esperando a que el inglés dijera lo que debía.

—¿Cómo estás?—Preguntó el inglés simplemente.

El francés parpadeó por unos segundos y procedió a mirarlo fulminante. Sonaba tan simple que le daba escalofríos.

—¿Qué quieres?—Preguntó Arno poniendo cara de cansancio.

El inglés pareció sacudir la cabeza en el intento de no borrar su tonta sonrisa, y volvió a hablar. —Oh, hah. Eso. 

Arno se cruzó de brazos saliendo de la casa y apoyando su espalda en el borde de la blanca puerta esperando a que el otro hablara-

—Pues, verás, con los chicos haremos una cena esta tarde...y bueno, unas que otras cosas, parece que hay una invitación más por delante a una gala, pero well, lo de la cena de esta tarde, venía a preguntarte si deseabas ir. Te estoy invitando a cenar, francés—.   Rió Jacob en son de broma, molestando a Arno, sin esperarse un...

—"Está bien, iré"— De parte del francés, pero con una leve sonrisa marcada en su rostro.

Jacob no lo entendía, ¿Acaso estaba bromeando? Parpadeó unos segundos esperando que el contrario se explicara.

—Iré pero si tenemos una mesa para nosotros dos solos nada más, lejos de todos ellos... Todavía necesito que me expliques algunas cosas— Sonrió Arno de manera retadora, sin embargo, pero su rostro ardía en llamas y su voz se le notaba un tanto cortante y nerviosa, delatándolo. —Pasa por mí cuando sea la hora. Estoy ocupado ahora, au revoir! 

Jacob lo miró con preocupación y mucha confusión. —A-Arn...— Pero antes de que pudiese completar el llamado, el francés cerró la puerta en la cara del inglés, mientras apoyaba su espalda en esta, como si se tratase de que una manada fuese a derribar su tan protegida puerta.

Mordió sus labios inferiores con fuerza mientras suspiraba. ¿Qué le había dado por decirle que SÍ a Jacob? Ahora el loquito del gorro se iba a poner realmente loco con esto y le diría a todas sus amiguitas que la persona a la que le gustaba había aceptado a cenar con él.

¿Esto no estaba sonando muy... extraño?

Arno no sabía por qué, ni que hechizo le había tirado a Jacob, pero sentía una leve atracción hacia él. Leve, leve, leve. ¿Era malo?

Se le vino a la mente el recuerdo de la noche en la que Jacob le había robado el beso y Arno le había casi quebrado la nariz de una sola bofetada.

Así pues, la confusión del joven francés iba aumentando, y quizás lo que le ponía de mal humor era admitir que algo estaba creciendo nuevamente en su corazón, sintiendo mariposas revolotear en su estomago, que le causaban un ligero bien estar. Eso le ponía de un gran mal humor, y todo eso pasaba cuando estaba cerca de Jacob, pero lo peor era que esas mismas cosas sintió cuando estuvo junto a Élise. ¿Era acaso que...?


.

.

.


La mañana había pasado rápidamente, dejando caer la tarde. Así, con esto, Arno aprovechó de salir a caminar un momento. Habían pasado días desde que no salía y a lo único que había salido era a matar gente. Que entretenido.

Las hojas secas revoloteaban por las calles y las casas blancas se teñían de un color anaranjado, al igual que sus calles, por el sol que de a poco se iba poniendo.

Primera vez después de tres años que Arno se sentía un tanto más tranquilo, pero había algo que no le ponía del todo tranquilo, quitando eso del amor de lado: Los vampiros.

Germain no era el único, ¿Verdad? Habían más de ellos, de eso estaba seguro y bien sabía que los más cercanos suyos podrían serlo. ¿Pero quiénes? Apenas atinaba que Germain hubiese sido uno. Élise también hubiese sido uno si es que no hubieran dejado todo ese veneno desconocido en ella. ¿Quiénes más en la ciudad de Londres podrían? Le ponía completamente nervioso, pero no por lo personal, sino por la demás gente. Todos esos niños, hombres y mujeres que han debido soportar...

Sólo sabía que no debía tener piedad.


— ¡Arno!— Llamó una agitada voz jovial a sus espaldas obligando a que el francés se volteara ligeramente.

—¿Jacob?

El inglés, con una gran sonrisa, venía a trote tras las espaldas de Arno, llegandotras él. —¿Estás listo?— Jadeó.

—¿Lis...? Oh, le diner.

— ¿Uh? Soy inglés, no francés, mate.

El francés rió. —Lo siento,  "La cena".

—Sí lo recuerdas— .Rió Jacob conjunto a él,  sonriendo de oreja a oreja mientras recobraba el aliento.

Por dentro no sabía que bicho le había picado al francés, pero no le desagradaba. —Los chicos no podrán venir, Arno—, le informó Jacob, una vez que se repuso.   

—Oh... ¿Entonces no haremos nada? Tendré que vol-...

—Sin embargo, nosotros... I say, if you want, podríamos ir a cenar a algún lado... eh, juntos, ¿No? Recuerdo que me dijiste que necesitabas hablar conmigo.

Arno miró nerviosamente hacia muchos lados, intentando disimular, hasta que por fin miró al inglés con una ligera mueca de despreocupación, intentando ocultar la sonrisa, aunque aún así se le notaba un poco. —¿Por qué no? Allez


Jacob entonces se colocó a su lado mientras caminaba a un paso lento, y como siempre, el inglés comenzó a hablarle de miles de cosas, pero sin mencionar el creciente enamoramiento que sentía por el francés. Le daban miles de ganas de volver a tocar sus mejillas, o quizás más que eso; miles ganas tenía de volver a besarlo, miles ganas tenía de volver a declarase a él, pero claramente no deseaba volver a hacerlo, porque así lo alejaría de su lado. El volver a tenerlo a su derecha era un gran privilegio.

—¿Y cuántos vampiros más conoces tú? Digo... eres un experimentado cazador junto a tus compañeros... ¿No? 

Jacob calló un momento, mirando hacia el suelo pensativo. —Sean cuales hayan, sólo debemos ir a la raíz.

—Trabajo duro, ¿No?

—Bastante, han habido muchos acosos últimamente., pero... ¿Para qué arruinar este momento con tragedias?— , dijo, retornando a su habitual y salvaje sonrisa.  —¿Te apetece este restaurante? Aquí la comida es exquisita—. Preguntó Jacob al francés llevando de sus manos a su espalda propia esperando la examinante decisión de éste.

—Luce bien. Sí, cómo no—.   Asintió Arno fingiendo ser un degustador de estos lugares, con una ligera sonrisa en sus labios.


Entraron a aquel restaurante sin apuros, sin tomarle importancia a la gente curiosa que levantaba sus miradas para ver que personas entraban al restaurante, tomaron la mesa más aislada de donde se encontraba la poca gente y allí se sentaron, buscando en el menú buenas comidas.

—¿Has probado Shepherd's Pie?

—He escuchado hablar de ese plato, ¿Me lo estas recomendando?

—Hummm...- Jacob pensó un buen momento para luego responder, pero al tomar aire suficiente para responder, la camarera y Arno le quitaron la palabra.

—¿Que va a desear, caballero?

Bangers and mash, ese suena apetitoso—.Le sonrió Arno a la camarera apuntando al nombre del menú, muy diferente al que Jacob le había, o bien, casi le recomendó.

—Muy bien...— Sonrió a cambio la camarera anotando el pedido del francés un tanto sonrojada, había notado lo guapo que era este, y su sonrisa la había cautivado. Arno no lo había hecho con intención. Hay que sonreír a la gente y mostrar amabilidad, ¿No? No les puedes mirar feo. —¿Y usted que desea, caballero?— Le preguntó a Jacob ahora.

—Lo mismo que él, y dos cervezas, por favor —. Respondió Jacob inclinando su cuerpo hacia atrás sobre la silla con una satisfecha sonrisa, retadora hacia el francés. Arno le sonrió con picardía, había hecho eso a propósito, pero el inglés al parecer le seguía el juego. La camarera, entre risillas coquetas, fue a la cocina a dejar loa pedidos.ura.

—No podría negarme a una cerveza después de tanto vino—, dijo Arno, rodando los ojos para volverlos a posar en el inglés, quien había reído ante su comentario, retomando su post    

—Y bien...- Jacob apoyó su mentón sobre sus palmas, mientras que sus codos hacían el trabajo, apoyados sobre la mesa, de cargar lo demás. —¿Qué hiciste esta mañana? ¿Te sientes mejor ya?

—Hah...—Rió Arno en un cansado suspiro. —Eres bueno comenzando conversaciones. Mi mañana a sido tranquila, muy diferente a todas esas anteriores, ¿Sabes?. Y sí, ya me siento mucho mejor—.  Dicho lo último, negó con la cabeza ligeramente con una sonrisa marcada en su rostro mientras les daba algo de orden a los servicios con fragilidad, siendo que estaban ordenados ya. Simplemente los acomodaba. —Merci. ¿Y qué a sido de ti?

Jacob mantuvo la sonrisa por un momento, pero una sonrisa amarga, eso Arno lo puedo notar. Sin más, el inglés suspiró pesadamente y forzó una nueva sonrisa que pareciera más tranquila, que pareciera lo suficientemente convencible para demostrar que estaba bien. No había querido llegar a ese tema de conversación. —Anoche hubo una nueva matanza de ellos... No tuvieron piedad con nadie... incluso, están todas las víctimas identificadas en el periódico. 

El cuerpo de Arno se estremeció al escuchar las palabras del ingles. 

—Yo sé que esto fue por lo de ayer sucedido. Se enteraron de la muerte de Germain. Pero hay algo que me preocupa aún más...

El francés se inclinó lentamente sobre la mesa, atento a lo que Jacob pudiera decirle, comenzaba a transmitirle esa misma preocupación a su cuerpo también. —¿Qué?

—...Están enfurecidos... y temo que tanto como a nosotros, te estén buscando también. No descansarán hasta acabar con los "insubordinados" No descansarán hasta ver el cadáver del culpable en el bosque.

Como si hubiese sido que le tiraron un balde con agua helada o algo por el estilo, Arno comenzó a temblar, su rostro se puso pálido, más pálido que el mismo papel, sintió que su sangre bajaba y se le iba junto con el alma, sus extremidades no reaccionaban. Estaba atónito para la vista de Jacob, y no sabía cómo reaccionar. Ahora todos esos seres lo buscaban para darle caza, todo por haber vengado a Élise. 

Pero no se sentía arrepentido. Jamás.

La mesera llegó con una bandeja de plata y dos jarrones de cristal con cerveza desbordante en espuma, dejando el primero en Arno quien agradeció distraído sin dejar de mirar a Jacob, quien lo recibió luego.

—Arno...— Sin embargo, Jacob podría sentir el miedo que el francés sentía, lo entendía, porque también había sufrido los mismos miedos... y las mismas perdidas. Posó su mano sobre el dorso de Arno, con la intención de transmitirle confianza, fraternidad, compañía, más que amistad... amor. —Tranquilo, Arno... yo te metí en esto, no es tu culpa. Mientras estés con nosotros, nada te podrá suceder. Mientras estés conmigo... nada te sucederá. ¿Confías en mí?

Arno, al sentir el frío pero al mismo tiempo tan cálido tacto sobre el dorso de su mano, sintió miles de emociones también recorrer su cuerpo, emociones que no quería confundir como las que sentía con Élise, pero que sí podía recordarlas al tener a Jacob cerca y eso le confundía aún más. Sin embargo, comenzaba a disfrutar más de su compañía. Levantó la cabeza lentamente hasta encontrarse con los ojos verdosos del inglés, esa mirada que inspiraba amabilidad y broma, esa mirada que de a poco comenzaba a agradarle. 

 —Gracias, Jacob... gracias. Yo... ¿Cómo podría compensartelo?— Preguntó encorvando sus cejas, no hablaba con ironía, hablaba en cerio esta vez. —¿Qué puedo hacer por ti a cambio?... me ayudaste a encontrar a los chicos, me ayudaste a salir de ese pozo negro, me has dado cuidado siendo que lo he intentado negar todo para evitarlo, y tú has insistido, me has... hecho poner los pies en la tierra junto a los demás cazadores. Te doy gracias por ello... ¿Qué puedo darte a cambio yo? Por favor...


Es aquí cuando el corazón de Jacob comenzó a palpitar con más fuerza de la que creía posible, pensaba que era un sueño que ese maldito francés le hablara así. Negó con la cabeza ligeramente, intentando volver a reordenar sus pensamientos, y volvió a mirar al francés con una sonrisa de lado. —Que no mueras, y te mantengas aquí, con nosotros, conmigo. Tu compañía me hace bien, ¿Sabes?

El rostro de Arno se ruborizó ligeramente, bajando la mirada con cuidado, ¿Y si era verdad lo que le estaba sucediendo en su interior? ¿Y si de verdad...se estaba enamorando del inglés? Quería negar con la cabeza, y huir a los baños de hombres, pero interrumpirlo todo también sería una catástrofe. —¿Mi compañía?—,   Rió un tanto nervioso mientras volvía por décima vez a acomodar los servicios que se encontraban al lado de sus platos. —No estaría mal, supongo...— Suspiró un poco satisfecho al no negarse como antes lo hacía, que eso era lo que le dolía por completo y era eso quizás lo que le ponía de mal humor, el negarse a ese encantador Frye quien había atrapado su corazón por fin, ¿Pero se lo podría decir a la cara sin que Jacob riera o algo por el estilo? No había sido agradecido con él, ¿Podría decírselo sin que le sacara en cara las otras cosas?

Jacob sonrió de oreja a oreja con felicidad, bebiendo de su jarra. —En ese caso... ¿Me acompañarías a un lugar en especial después de ésta cena?

—¿Está muy lejos?— Preguntó Arno irguiendo su espalda. Alguna alerta se le activó en el cerebro que le obligó a dudar automáticamente del inglés.

Sin embargo, la confiable sonrisa de él se mantuvo, y cerró los ojos negando con las palmas. — No te alteres... Te prometí que mientras estuvieras junto a mí, nada te sucedería. ¿Crees que soy uno de ellos acaso?— Rió despreocupadamente, mientras agradecía a la linda mesera quien dejaba ya los platos en los puestos de los dos jóvenes. —Es un lugar que llevo tiempo queriendo mostrarte. Créeme, te gustará mucho.

Era entonces así, no tenía porque preocuparse, ese inglés le estaba dando todo lo que tenía y no podía ser tan miserable y orgulloso como para no aceptarlo. Asintió con la cabeza junto con una gran sonrisa en sus labios. Y así, comenzaron a comer con tranquilidad de sus platos servidos, a beber de la refrescante cerveza vespertina y a vivir de la dulce compañía que ahora apreciaban y compartían el uno al otro.



La tarde había pasado rápido, tan rápido. Jacob le había hecho tanto reír con su tonto egocentrismo a Arno, que ahora el pobre francés lagrimeaba por las risas, y tuvo que muchas veces agarrarse el estomago para que no doliera tanto al reír, pedirle que se detuviera un momento, aunque con dificultad, para que le dejara respirar. Años que no había reído así. Años. Y no era lo mismo que reír junto a una dama como Élise, aunque era de admitir que rió mucho con ella toda su vida, pero el reír junto a un tipo como Jacob le hacía sentirse el jovial Arno que era antes de todas esas muertes. 

Y la tarde, se convirtió en noche, por supuesto. Y si algo caracterizaba a Londres, eran sus noches hermosas; todos sus focos, y la gente yendo de un lado a otro eran encantadoras, entre músicas y tertulias.


—¿Y por qué básicamente llegaste a Londres? I mean... Tenías una buena vida en París junto a Élise, ¿Qué sucedió?— Preguntó Jacob mientras corría unas ramas a un lado, dándole el paso al francés, mientras se adentraban en un bosque al cual habían sido dirigidos por el inglés.

—Por Élise. Ella falleció en París, claro, eso sí, vivimos algo aislados de la sociedad, más cerca de un pequeño bosque, como este—, se encogió de brazos mirando a su alrededor, le dio una mirada al inglés, y continuó caminando. —Y ella falleció allí. De ahí que... me volví prácticamente loco de dolor, intenté un año completo encontrar a ese hombre, a Germain en todo París, pero me fue siempre imposible. Y, me vine a vivir a Londres, con la esperanza de encontrarlo aquí, pues yo lo sabía.Quería vengarme... Siguieron pasando los infernales meses de dolor, yendo a tabernas o quedándome en ese alquiler. Repetidas veces vi a Germain en las tabernas, pero nunca logré seguirlo. Tuve la oportunidad ese día, sin pensar que sería...un vampiro... Si no hubiese sido por ese otro ser... lo que sea que haya sido que me defendió ese día, yo hubiese muerto. Pero...hay algo que me mantiene ligeramente preocupado... ¿Qué era eso que me defendió? ¿Por qué?

— Es bueno que hayas terminado con Germain, y hayas liberado tu alma de esas cadenas que te mantenían preso— Comentó el castaño oscuro mientras admiraba la inmensidad del lago que se les presentaba ahora enfrente. —Me gustaría saber quién fue esa persona quien te salvó la vida... Sobretodo por la lucha que tu comentas, había dado en contra de Germain. La verdad, es que hay veces que las cosas se deben mantener en donde están...

 —¿Por qué?

El inglés lo miró intentando buscar una explicación. — Comprometernos sería un peligro, ¿No lo crees?


¿Y desde cuando él hablaba así?  Arno alzó una ceja, para finalmente romper la mirada ante su llamado. 

 —Mira Arno...dime que este lugar no es hermoso...

Y sí, era hermoso. Era un enorme lago, en el cual la luna se bañaba privadamente tras el bosque, sólo a la vista del francés e inglés. Las estrellas eran apenas visibles por las nubes que las tapaban, y sin embargo, la hermosa luna llena no se dejaba tapar. 

Los ojos del francés brillaban por la hermosura de tranquilo ambiente, y eso a Jacob le encantaba. Le encantaba verlo tan maravillado por lugares como éste. Parece que le había atinado, pues Arno parecía lo suficientemente maravillado, impresionado, idolatrando aquel hermoso lago de aguas claras y resplandecientes. Era como si su mirada se poseyera por la hermosura de todo. Sus labios rectos, y su vista impresionada. Pocas veces había visto cosas tan hermosas como ésta; más su concentración y adoración a lo que le rodeaba desapareció y fue reemplazado por los fuertes latidos del corazón al sentir la mano de Jacob envolviendo la suya. El sentir sus dedos entrelazarse con los suyos, y el ligero apretón. Sin embargo, ésta vez, Arno no hizo nada, no refunfuñó, no le regañó, no se alejó, no lo miró extraño y tampoco le golpeó. Apretó también la mano de Jacob, como sí correspondiera al agarre. Pero Arno sentía miedo, y se lo dijo:

—Jacob... siento miedo— Sin siquiera levantar la mirada.

—¿Miedo de qué?—,   Preguntó el ingles, girando sus ojos verdosos al concentrado Arno en el lago.

—Siento miedo de enamorarme de nuevo...— Siendo que ya se había enamorado nuevamente, una vez más. —Siento miedo de... perder a quienes comienzo a... querer... miedo de perder a quienes comienzo a amar.


Apenas se había dado cuenta de lo que había dicho, a duras penas. Sentía en su estomago revolotear miles de mariposas a la vez, y mucho nerviosismo. Sus manos temblaban, su cabeza daba vueltas y sus piernas apenas lo mantenían de pie.

—Quizás es por eso que no te permití nunca acercarte más a mi...— Continuó Arno con el nudo en la garganta. —Por qué en el fondo no quería enamorarme de ti... Mi corazón pertenecía a Élise y pensaba que ella se lo había llevado consigo a la tumba, pero... lo siento aquí. Tu has sido comprensivo conmigo ante todo, lo has dado todo por mí y yo... Tengo miedo de perderte... tal y cómo perdí a Élise...


El silencio quedó revoloteando en el aire, el incómodo silencio, tan maldito, que no permitía pensar a nadie.

Arno no lo podía soportar, ¿Y si había metido la pata ahora? Quizás Jacob no se esperaba eso, o quién sabe, pero Arno quería terminar con esa incomodidad, así que, rápidamente y con los dedos temblorosos, comenzó a intentar despegar su mano de la de Jacob, para huir. Se había girado.

—Lo sien-...

Pero antes de que Arno pudiese haber terminado su disculpa, Jacob se inclinó a él y con suavidad, acopló sus labios con los del francés.


Fue algo tan inesperado como tranquilo. Sus mandíbulas se movían a un sentido pacífico, como las tranquilas masas de olas que se mueven causa al viento. Sí, Arno había correspondido. Había cerrado sus ojos con lentitud y no quiso darle más vueltas al tema que le atormentaba.

Se había enamorado del inglés desde el día que le dio ese primer beso. Creyó haber hecho bien en golpearle ese día, pero ahora le dio una segunda oportunidad. Comenzaba a quererlo, o quizás, más que eso...


Jacob tomó la iniciativa de alejarse un poco, formando un chesquido al separar sus labios. No estaba seguro si estaba haciendo lo correcto y temía que aquello pudiese volver a pasar.

Parpadeó unos segundos, admirando los ojos ligeramente ámbar del francés, quién parecía casi poseído por los encantos del joven Frye. ¿Como lo había logrado? ¿Cómo había logrado enamorarse de ese francés refunfuñón? ¿Cómo había logrado enamorarse de Arno Víctor Dorian? No lograba entenderlo, pero el hecho de haberlo visto, haber visto esas sonrisas, ayudarlo junto a sus compañeros y sentir la felicidad que él sentía al saber que podría vengar a su amada por fin. El hecho de haberlo ayudado el primer día que vio sus ojos exigentes de venganza...

Sin embargo, Arno no quiso detener el beso, es por eso que tomó de las mandíbulas del inglés y lo besó con fuerza, con una fuerza casi descomunal pero apasionante, un beso tan apasionado como si su vida dependiese de ello, como si se hubiese transformado en un Arno completamente diferente al serio Arno que era. Un Arno salvaje y despiadado con cualquier vida, sediento del sabor de labios del inglés, un beso con pasión jamás dado antes en su vida más que a la misma Élise, y que ella y Dios le perdonaran, porque él estaba yendo conjunto a su voluntad, con lo que deseó desde que comenzó a conocer a Jacob; no quería lamentarlo, no lo lamentaba. Él ya se ha enamorado nuevamente.


Sus besos eran rápidos, y apenas soltaban suspiros para respirar. Sentían miles emociones recorrer sus cuerpos y llegan casi a embriagarse con sus propios alientos, exigentes de más, más y mucho más, trasladando sus manos instintivamente por sus propios cabellos, mejillas, ropas, aunque sabían que no podrían hacer mucho más que besarse al lado de un lago oculto tras un bosque. Sus respiraciones se agitaban y de sus labios se escapaban leves gemidos, ya que las temperaturas sus cuerpos comenzaban a elevarse con rapidez. Tan rápido como se trasladaron a la casa del francés.


Arno había tomado del brazo de Jacob y la arrastró hasta su hogar con velocidad, y apenas con las puertas cerradas, sus cuerpos cayeron a la cama, con sus bocas exigentes de más contactos, sus lengua se saboreaban entre ellas mientras que con desesperación se quitaban sus prendas. Desabotonado de sus camisas sin cuidado alguno, sobretodo Jacob.

Atacaba repetidamente a besos y lamidos a Arno como al mismo tiempo quitaba de su camisa. Sus manos pasaban por la pálida y tersa piel del pecho del francés jamás imaginada. Sus dígitos se llenaban de placer al poder tocar su cuerpo, tan ansiado. Era como si tocase una hermosa estatua dorada.

Lamía excitantemente su cuello, pasando por el contorno de su mandíbula y mordiendo ligeramente el lóbulo de su oreja, logrando que más gemidos se escaparan de Arno casi involuntariamente gracias al placer que le provocaba como también el cosquilleo que la barba de él le hacía.


Pero... sucedía algo...

Arno no se sentía preparado, pero no quería decírselo, no quería desilusionarlo. Jamás había estado con otro hombre en su vida, nunca había sentido a otro hombre... en él, jamás había sentido algo cómo lo que estaba sucediendo ahora.

—Arno...— Jacob pasó con cuidado una de sus fuertes manos sobre el brazo del francés, apretándolo ligeramente.

Arno levantó la mirada al llamado del inglés como si estuviera en otro mundo. Observaba su torso desnudo, tan perfectamente construido y con sus cuantas cicatrices y moretones entre sus caderas por las peleas callejeras a las cuales se había metido. Observaba el tatuaje de un cuervo que tenía sobre su clavícula izquierda, y otro de una cruz estilizada sobre su hombro, cuales le daban enorme ganas de tocarlo. Observaba la ligera barba que se concentraba bajo sus pómulos y mandíbulas tan perfectamente formadas, sus labios finos que parecían siempre estar en una sonrisa, su nariz rosada y sus ojos ligeramente rasgados y verdes. Todo eso lo tenía vuelto loco en éste momento, incapaz de poder hacer mucho más que mirarlo directo a aquellos ojos esmeralda cuales brillaban con la tenue luz de la única vela que permanecía encendía en la habitación del francés que ya comenzaba más que nunca a sentir amor, era casi una posesión.

—¿Qué sucede?—Preguntó el joven inglés por fin. —Te noto desconcentrado... ¿Estás bien?—,  Al peguntarle, se sentó sobre sus caderas, procurando no ser muy duro al sentarse.


¿Y si se lo decía? Estaban en un momento de confianza mutuo.

Arno giró su cabeza hacia la vela de la mesita de noche, observando su llama como si se tratase de que fuese a caer en un sueño profundo. —Yo...— Murmuró. —No me siento...

—¿No te sientes listo para...?

Arno no se sentía listo para nada, estaba que volvía a lo mismo. Cerró los ojos intentando aguantar la vergüenza del momento, estar dándose cuenta en lo que estaba entrando comenzaba a intimidarle de a poco. Estaba a punto de hacer el amor con otro hombre y eso no era nada común para él, le daba miedo, sentía hasta sus mandíbulas temblar.

—Tranquilo entonces—,  Le susurró Jacob con una pequeña sonrisa, la cual logró darle algo de calor fraternal a Arno, más confianza. —No soy capaz de hacerte daño. Te lo prometí. Te prometí... que conmigo estarías seguro de todo... soy incapaz de engañarte por algo, jamás lo haría. Confía...confía en mí, mi Arno... 

Arno sintió la última frase llegar fuertemente a su alma, sintiendo su corazón revolucionarse como nunca, sintiéndolo palpitar de manera descomunal, sintiendo que la respiración se le iba. Con cada beso que el inglés proporcionaba en su pecho desnudo, en su abdomen y vientre, yendo suavemente hasta quizás más allá de lo que cubrían los pantalones cuales eran quitados lentamente.


Los suspiros comenzaban a emerger ligeramente de los labios del francés, sintiendo los labios ardientes y húmedos de Jacob sobre su hombría. Sus gemidos eran inevitables, al igual que sus jadeos, y el placer inigualable con cualquier otro que hubiese sentido, y eso que éste era el comienzo.

—J-Jacob...—Jadeó Arno cerrando sus ojos con fuerza, sintiendo arder su rostro por el sonrojo mientras que con su propio brazo tapaba su vista de lo que fuese y su otra mano era aferrada al cabello de Jacob, quien lamía de arriba abajo con lentitud y sensualidad, lanzándole miradas de fiera al francés quien moría de placer. Podría hasta ser considerado un pobre francés necesitado.

Un pobre frases que estaba que se venía.

Pero por supuesto, el malvado de Jacob no le dejó, se detuvo antes de que pudiese.

Casi de los labios de Arno sangraban por lo fuerte que habían sido mordidos, sus ojos estaban abiertos como platos ahora, apenas posible de captar lo que estaba sucediendo, apenas consiente del haber apreciado ese instante de placer que ni siquiera había sido el comienzo de. Estaba que agarraba a patadas a Jacob, pues deseaba que hubiese terminado su trabajo.

—Tranquilo, Arno, aquí viene lo mejor...

—Sinceramente... me asusta—,Le suplicó Arno encorvando sus cejas, mostrándole un rostro de preocupación total que llegaba a conmover al inglés, pero al mismo tiempo llevó su mirada hacia el techo, intentando ocultar la voz de excitación y deseo que tenía en ese mismo momento.


Jacob se inclinó a Arno con cuidado mientras probaba de sus labios una vez más. Había amado a Arno desde el día que comenzó a ayudarle, desde que conoció su historia, porque sabía que era un tipo que necesitaba ayuda de alguien, y aquí Jacob quería entregarle esa ayuda, darle todo lo que tuviese y más. En un comienzo fue precipitado. La había pasado bien con Arno y los demás, tanto que no midió la cantidad de jarras de cerveza y terminó emborrachándose un poco, no tanto como Arno, pero sí. Y ahí fue cuando metió la pata, sin embargo, era una fortuna completa el poder tenerlo bajo él ahora, lamiendo de su cuello, probando de sus labios, tocando su cuerpo completo. Era una fortuna poder demostrarle lo que sentía.

Arno se lo había permitido, le había dado una oportunidad.

—Esto no dolerá tanto...— Casi fue una advertencia de Jacob, cuando una vez que humedeció con su propia saliva, comenzó a entrar en el francés con lentitud, soltando un leve suspiro, llevando sus labios al cuello de Arno una vez más, rosando sus labios allí, mientras que trabajaba en lentas y seguras embestidas para evitar el dolor del francés lo más que pudiese.

—¡J-Jac-...!— Apenas pudo quejar Arno, sintiendo el dolor que se arremolinaba en su cuerpo, buscando con sus manos tanteantes  a algo de lo que aferrarse, más que las simples sabanas.


Sin embargo, pronto se volvió algo casi increíble, inimaginable, se sentía realmente bien; su pecho bajaba y subía cadenciosamente desfrutando de tener al inglés sobre él, incapaz de pensar en otra cosa más que en la concentración del placer que iba en suma.

Los gemidos y jadeos llenaban la habitación por completo, y la cama un tanto rechinante. Jacob por su lado, cada vez hacía de sus embestidas más rápidas y duras, disfrutando cada una de estas, sintiendo lava, al igual que Arno, recorrer por sus venas. Cada beso que se daban hacían arder sus labios, obligándolos a que su cuerpo exigiese más, profetizando el amor que se tenían.

—A-Ah...— Gimió Jacob besando el contorno de la silueta de sus mandíbulas, como si se tratase de adorar a una estatua de oro puro y eterno. —Me tienes idolatrado ante ti... — Sin cuidado, dio una embestida más, con fuerza. 


—Aahh, Aahh, Hmmmn, malditasea, oui... oui... ¡c-continua, no te detengas!—Ladró entre tanto placer que le mantenía aturdido, llevando sus manos al cabello del ingles, entrelazando sus dedos en cada hebra de éste.

Jacob obedeció, aumentando su intensidad y velocidad, el francés era un francés masoquista, disfrutaba de aquel dolor, ya lo había notado. Tocaba de las pálidas caderas del francés.

Las pequeñas lágrimas corrían por las mejillas de Arno, quien ya de a poco comenzaba a acostumbrarse al dolor de las embestidas del contrario, pero sentía que en cualquier momento iba a llegar, su cuerpo no soportaría tanto el extremo placer. Abría y cerraba sus labios a duras penas, intentaba respirar con fuerza y calma, pero entre los gemidos que le sacaba el inglés le era imposible. Sentía su rostro y más que su rostro, su cuerpo, arder en llamas, logrando que el sudor comenzara a liberarse de a poco.

Al igual que Jacob, aturdido por el placer, entre jadeos, recorría con una mano el muslo del francés, obligándole a abrir un poco más de sus piernas, para poder así trabajar de mejor manera sus acciones presentes, siguiendo hasta tocar sus pálidas caderas de manera totalmente insistente, y por último, su espalda baja, obligando a arquear más de lo que ya estaba su espalda, acoplando sus cuerpos con fuerza.

Rosaba de manera lenta y sensual sus labios con el pálido cuello de Arno, susurrándole al oído cosas incitantes, logrando que le francés mordiera de sus propios labios, gruñendo de placer, rasguñando su espalda.


Los ojos verdosos de Jacob comenzaron a brillar de manera anormal, y más que un verde, era tornándose de a poco a un naranjo y amarillo. La calma en su rostro hacía parecer como si estuviese poseído por la lujuria con una mirada perezosa, entre cada embestida. Algo sucedía, algo que el francés no podía ver porque estaba concentrado en el aroma de los hombros del inglés y su afrodisíaco perfume, quien besaba con lentitud de su pálido cuello, pero tampoco pudo ver los colmillos de que a poco se asomaban, cuales rosaban con cuidado éste mismo cuello, saboreando la superficie de esa tersa piel.

El inglés comenzaba a descontrolarse, sin embargo, sabía lo que hacía, sabía que era malo intentarlo, lo sabía. Es por eso que mordió con suavidad de sus propios labios, mientras que estos colmillos de a poco se ocultaban y ese anormal brillo de sus ojos iba disminuyendo, sin embargo, su cuerpo no dejaba de sentir esa energía incontrolable de querer morderlo, querer saborear la sangre de él.

No podía pensar de esa manera, se arrepentía.

Estaba ayudando a Arno a no terminar como uno de ellos, no podía actuar de esa manera, y no podía decepcionarlo. No quería hacerlo. Le había prometido a protegerlo, y debía de cumplirlo, siendo o no uno de ellos, estaba comprometido a ello, porque amaba a Arno, con cada célula de su cuerpo, y no se permitiría ni a él mismo a morderlo, no podía atreverse.


Sentían que sus cuerpos no podrían dar más de ellos, sentían que el placer se acumulaba con rapidez y fuerza, el máximo placer.

Para Arno le era inevitable gritar, gritar a pulmón abierto, gritar el nombre de Jacob, gritar que lo amaba con fuerza. Aferrar sus uñas a su anchas espaldas, y morder de sus propios labios casi hasta poder salir sangre. Intentaba pensar con claridad, pero el placer no le dejaba, sólo veía el techo dar vueltas, y apenas podía ver el hermoso rostro del inglés, solo para acabar sintiendo el poderoso clímax recorrer por su cuerpo retorcido de placer. Algo realmente inexplicable, algo que jamás pudo sentir junto a otra persona.

Pero Jacob no había llegado a ello, y no iba a seguir si el otro ya había terminado. De uno u otro modo, los sentimientos de culpabilidad no quisieron abandonar su cuerpo, pero poco le importó, y jadeando, tendido a un lado, sonrió.


Ahora sólo el silencio había predominado en la habitación, en silencio que era roto por los agitados jadeos del cansancio. El cuerpo de Jacob tendido al lado del de Arno, exhaustos por el cansancio, sintiendo como el sudor de sus cuerpos comenzaba a enfriarse de a poco.

—Oh... carajo...— Soltó entre jadeos el francés con su brazo en su propia frente, mirando al techo. Su pecho subía y bajaba paulatinamente, agitado por lo que había sido el orgasmo de hace unos segundos.

Jacob soltó una pequeña risilla entre leves jadeos también, y volvió a subirse sobre el francés, admirando su rostro que de a poco comenzaba a bajar el rubor.

—Arno...— Sonrió. — 'Love you.

El francés le sonrió con pereza, tomando de la nuca de Jacob con cuidado, y le dio un beso que no bastaron unos cuantos minutos para poder separarse. Un beso tranquilo, pacífico como el viento en los campos. —Moi aussi je t'aime.

Y dicho esto, soltó una ligera risa entre dientes, mientras acariciaba con suavidad su cabello, con todo el cariño que pudiese darle.

—Arno, dime... ¿Te gusta estar conmigo? -

Esta pregunta tomó por sorpresa al francés, obligándole a fruncir ligeramente el seño.

—Ahora... sí. ¿Por qué lo preguntas, de todos modos? 

—Aún recuerdo esa bofetada que me diste— Rió sacándoselo en cara.

—¿Cómo no? En ese momento mi corazón era sólo para Élise, y nadie más. Que me hubiese besado un hombre, un hombre en especial, no fue de mi agrado en ese momento, pero tú, Jacob, lograste derretir el hielo en mí. 


Por una parte, las palabras del francés habían llegado fuertemente con toda la ansiedad y amor a su corazón, pero por otro lado, no estaba seguro si Arno... le quería, sin embargo, no quería preguntarle por Élise, no quería meter a ella en esa conversación.

—Aún me da miedo decir esto, pero he comenzado a quererte a ti. No quiero reemplazar a Élise, pero tampoco tengo opción. Ella ya ha muerto, y como tú lo dijiste en un principio, no puedo... vivir de recuerdos y lindos sueños. No puedo seguir amando a alguien que está muerto, y he de poner... los pies en la tierra.

—Lamento haber sido tan duro ese día...— Y Jacob hablaba con total sinceridad y arrepentimiento, su voz y sus ojos lo delataban por completo. —...Estaba celoso, a decir verdad. La amabas a ella aún y yo aún no sabía de qué otra manera más acercarme a ti. Fui un verdadero tonto al no darme cuenta lo cuanto la amabas—, y dicho esto, se quitó de encima, quedando a su lado, girando sus ojos por la entera y estrecha habitación, haciendo que con su peso, la cama sonara más. — Sin embargo, te agradezco por haberme aceptado ahora. Estoy muy feliz.

Esa amplia sonrisa esplendida de Jacob, con esos blancos dientes que la formaban, su rostro bien formado y aquellas patillas que enmarcaban sus pómulos. Era casi una estatua perfecta aquel londinense, una completa estatua de mármol, que nadie pudiese encontrar y que sólo era posesión de Arno Víctor Dorian ahora.

— Ya quedó atrás. Yo te agradezco por ayudarme junto a los demás, y agradezco a Dios que no acabaste como uno de ellos, sino, no te hubiese conocido...—. Le sonrió Arno de manera lasciva, pasando su palma por las mandíbulas del inglés, detonando el cariño que sentía por él, intentando transmitírselo con todo el afecto que alguna vez le faltó dar.


La sonrisa de Jacob fue desapareciendo de a poco, siendo reemplazada por una de ligera tristeza. Le dolía el pensar que algo pudiese salir mal, y le dolía pensar que tuviese que revelarle aquella mentira algún día.

¿Qué diría Arno después de él? ¿Lo odiaría hasta el final de sus días?

Arno le dio un último beso sobre sus labios, y lo dejó caer a un lado, dejando que el inglés apoyara su cabeza sobre su brazo. —Mañana será otro día—, Le susurró mientras ladeaba su cabeza y cerraba sus ojos con lentitud, cansado por aquella preciosa noche que había experimentado y agradecido por haber apreciado estas nuevas experiencias.

Jacob en respuesta le dio una sonrisa, abrazándolo con fuerza, haciendo Arno lo mismo, cayendo en sueño ya. Sin embargo, de los ojos de Jacob comenzaban a colmar pequeñas perlas de agua. Temía de todo lo que pudiese suceder, siendo que había prometido protegerlo...

Temía de perderlo también.







TRADUCCIONES:

-Well: Bueno...
-Au revoir: Hasta pronto.
-Le diner: La cena.
-Mate: Amigo.
-I say, if you want: Digo, si quieres.
-Allez: Vamos.
-Shepherd's Pie: Empanadas de pastor.
-Bangers and mash: Salchichas y puré de patatas.
-Merci: Gracias.
-Oui... oui: Sí, sí.
-Moi aussi je t'aime: Yo también te amo.





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