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PRÓLOGO

Los copos de nieve caen suavemente sobre las luces doradas que decoran nuestra cabaña de dos plantas, en Aspen, creando el paisaje navideño perfecto. Ajusto mi vestido con un gesto nervioso, mientras las risas y el tintineo de copas llenan el ambiente de la planta baja. Queda tan solo media hora para el comienzo del Año Nuevo, un año que presiento que estará lleno de felicidad y logros.

Año nuevo, vida nueva, pienso con una sonrisa.

—¿Estás bien, cariño? —pregunta Adrien, que está a mi lado con una copa de vino en la mano.

—Sí, solo que... todo parece un sueño —respondo, esforzándome por mantener la voz tranquila mientras mis dedos juguetean con el borde de mi copa de champán.

—Sí, todo ha salido perfecto. —Adrien roza mi mejilla con ternura y yo me obligo a sonreír—. ¿Y sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque serás mi esposa —me responde—. Serás la señora Carter, mi amor.

Me abrazo a él, pensando en la suerte que tengo de tenerle. A él, a Adrien Carter, el hombre ideal: alto, guapo y con una sonrisa digna de un anuncio de odontología. Pero lo más importante es que tiene un corazón de oro, y que en el tiempo que llevamos juntos, se ha mostrado encantador conmigo y cariñoso con mi hija, Lily.

—Gracias, Adrien...

—¿Gracias? —Me mira con cara de necesitar un pañuelo para limpiarse las babas—. Eres tan especial, Amelia. Solo espero que esta noche esté a la altura de todo lo que te mereces. ¿Confías en mí?

—Hasta el infinito... —le respondo, sin embargo, mi mirada se desvía a la puerta de la entrada y a las ventanas, como si hasta el silbido del viento hiciera que tuviera miedo.

—¡Ehhh! —Él coge mi barbilla entre sus dedos y me obliga a mirarle—. Sabes que jamás dejaré que algo te ocurra. Siempre te protegeré, Amelia.

Un escalofrío me recorre cuando escucho sus palabras.

Siempre te protegeré...

Miro el suelo e intento controlar mi respiración, aunque soy consciente de que mi rostro ha cambiado. Lo noto en la manera en la que Adrien me analiza, y por el apretón de sus manos en mis hombros.

—¿Estás bien?

—Sí... —susurro e intento recuperar la sonrisa.

Tengo todos los motivos para estar feliz. Por Dios, por supuesto que los tengo. Desde que la fiesta de Año Nuevo ha empezado, todo ha sido como sacado de un cuento de hadas. Cada detalle de la cena ha sido organizado a la perfección, y Lily ha estado feliz jugando con los hijos de los demás invitados. Por supuesto que debería estar tranquila, sin embargo, hay algo que no consigo ahuyentar: esa sensación de que algo está a punto de romperse. Esa misma sensación. Esa horrenda sensación que tuve justo hace dos años.

Dos años.

No, Amelia, no pienses, me regaña mi mente. Hoy es un día especial, es tu compromiso con Adrien. Olvídate de todo, no pienses en ese hombre, al menos por hoy.

Mi rostro se ilumina cuando veo a Elena a mi lado, de repente, y a Lily tirando de mi vestido. Con sus mejillas sonrojadas y ojos grisáceos, mi pequeña bebé parece un ángel.

—¡Mi amor! —exclamo, inclinándome para besar su frente.

—Al parecer, alguien está solicitando los brazos de su mamá —comenta Adrien y me da un beso en el hombro—. Yo aprovecharé para hablar con Matthew, no te preocupes. Antes me ha dicho que quería hablar de una inversión.

—¿Una inversión?

Se ríe.

—Conoces muy bien a tu amigo, cariño. Está fantaseando con una inversión millonaria, pero luego todo son fracasos —susurra en mi oído para que Elena no lo escuche. Al instante, me deposita un beso en la mejilla y otro en la frente de Lily, y se aleja.

—No me digas que van a hablar del Bitcoin. ¡Por Dios, está obsesionado con eso! —dice la pelirroja con voz alegre y coge las diminutas manos de mi hija y se las lleva a la boca, besándolas con pasión.

—Así es.

—¡Menudo novio tengo, joder! —dice esta con una risita mientras pone los ojos en blanco—. No descansa ni en la víspera de Año Nuevo.

—Solo espero que se den prisa porque queda menos de un cuarto de hora para que suenen las campanadas. —Beso la cabecilla de mi pequeña y me encojo de hombros. Después, miro el reloj antiguo anclado en una pared.

—Ya sabes que nunca se ponen de acuerdo —se ríe.

—Bueno, esta vez quizás...

Me detengo cuando, de repente, un fuerte estruendo rompe el salón. Un sonido atronador que no tiene sentido en medio de tanta felicidad. Y entonces, alguien grita. Una explosión retumba en mis oídos, y el suelo tiembla.

—¡Ahhhhhhh! —Me tambaleo y chillo sin saber por qué, mientras siento las manos de Elena en mi espalda, sujetándome para no caerme con la niña, que está en mis brazos.

—¿Qué... está pasando? —Oigo el susurro de mi amiga en mi oído.

Entreabro los labios y agrando los ojos. El salón se llena de humo, de caos y también del sonido de cristales rotos. Me agacho instintivamente y cubro a Lily, sintiendo los latidos desbocados de mi corazón en mi pecho.

—¡Adrieeeeen! —grito con todas mis fuerzas, pero no puedo ver nada a través del humo.

—¡Amelia! —Su voz suena cerca y, al girarme, lo veo de pie, apenas distinguiendo su figura entre el polvo y el humo. Alguien más está frente a él. Alguien que no consigo ver.

—¿Qué está pasando? —le grito, después de dejar a Lily en los brazos de Elena. Me coloco delante de ellas, queriendo protegerlas.

—¡Quédate ah...! —responde este de vuelta, pero no consigue terminar la frase.

Un grito ahogado se oye de fondo y, entonces, lo veo todo. ¡Oh, joder! Todo ocurre en un segundo. Un destello metálico. El sonido seco de un disparo. Más gritos. Personas corriendo hacia los muebles y ocultándose. El tiempo se detiene mientras veo a Adrien tambalearse, con los ojos clavados en los míos con una expresión de incredulidad y dolor. Luego, simplemente cae al suelo.

¿Qué?

Abro la boca, horrorizada. El humo pesado del ambiente se dispersa y me llevo las manos a la boca cuando consigo identificar la figura que se alza a tan solo unos metros de Adrien.

Una figura que... ¡Oh, Dios! Es él.

—Christopher... —susurro.

Está ahí, frente a Adrien.

Christopher Black se alza con una calma escalofriante en el salón de mi casa. Tal y como lo recordaba. El abrigo oscuro ajustado a la perfección en sus anchos hombros, parece parte de una sombra que lo envuelve. Su cabello de un color bronce oscuro está ligeramente despeinado. Es alto, con una presencia que exige atención y sus ojos...

Parpadeo, en estado de shock.

Sus ojos, grises como el hielo, son un abismo que no refleja emoción alguna, y es precisamente esa ausencia lo que los hace tan perturbadores. Veo que sostiene el arma con precisión, y sus guantes de cuero me traen recuerdos que... ¡Oh, dios! Que jamás he podido borrar. Su mandíbula se tensa, pero su rostro permanece impasible. Por un segundo, nuestras miradas se cruzan. Ese instante es suficiente para que mi cuerpo se paralice.

—¡NO! —grito ahogada, corriendo hacia Adrien.

Me arrodillo a su lado, intentando detener la sangre que brota de su pecho, con manos temblorosas. Su mirada busca la mía. Adrien jadea debajo de mis manos, y sus ojos turbios me señalan que se está desvaneciendo delante de mi puta cara. En nuestra casa.

—Amelia... —murmura débilmente.

—Shhh, no hables. ¡Alguien, ayudaaaaaa! —Miro desesperada a mi alrededor, pero nadie viene.

—Lily... protégela... —susurra este con su último aliento. Sus ojos se apagan, y la verdad me golpea como un golpe mortal.

—No, no, no, no —murmuro, sacudiéndolo, como si pudiera devolverlo a la vida. Las lágrimas fluyen de mis ojos como torrentes, a la vez que aprieto mis dedos en su camisa.

—Qué conmovedor... —Oigo una voz detrás, de repente.

Me giro lentamente, y ahí está él. Imperturbable, con su mirada helada. El arma aún está en su mano, pero él parece no preocuparse por las miradas y el miedo general.

—¿Por qué? —grito, sintiendo el sabor metálico de la ira y el miedo en mi garganta—. ¡¿Por qué lo has hecho?!

Me levanto temblorosa, con la vista nublada y las manos llenas de sangre.

—¿Por qué, maldita sea? —le grito, furiosa—. ¿Por qué?

Él aprieta mis muñecas, antes de que mis manos puedan tocarlo. Siento cómo el suelo vibra bajo mis pies y la frialdad del cuero en mi piel.

—¿De verdad me lo preguntas? —me pregunta, inclinándose ligeramente hacia mí—. ¿De verdad pensabas que podías seguir huyendo?

—¡Ohhh! —exclamo, aún con la boca abierta. No, esto debe ser un sueño. Una broma pesada.

—Ya me has encontrado, ¿vale? Ya... —Mi voz tiembla—. Ya me tienes, no era necesario, ¿me oyes? ¡No lo era, joder! —Me sacudo, presa del dolor y la desesperación.

—¿A ti? —Sus labios se tuercen en una sonrisa malévola mientras me acerca a su cuerpo—. A ti no, Amelia. Es a ella a quien estaba buscando.

Siento que el aire abandona mis pulmones mientras intento procesar lo que acaba de suceder. Lo sabía. Sabía que mis peores pesadillas se convertirían en realidad. El hombre del que he huido durante dos largos años está aquí, en el mismo lugar que yo. Y no solo me ha encontrado, sino que también sabe de... ella.

—No sé de qué hablas... —musito, con la voz rota.

—Lo sabes. Lily... —dice su nombre, como si fuese una palabra sagrada—. Es hora de que Lily conozca a su padre.

A lo lejos, las campanadas de la medianoche y los fuegos artificiales resuenan, anunciando el nuevo año.




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