Capítulo 4
Daraan estalló en ahogadas risotadas durante unos diez minutos, le indicó que se cambiara de ropa para ir a ver a sus sobrinos y después siguió riéndose de su cara de imbécil. La ropa que el rey le había llevado le quedó bien, casi perfecta de hecho, la camiseta de AC/DC le encantaba y daba justo con su talle; los pantalones rasgados en las rodillas tenían el largo justo que necesitaban sus largas piernas. Tuvo miedo de preguntar hasta qué punto sabía esta gente de él, incluso la ropa interior le iba bien.
Cuando terminó de vestirse salió de la habitación y el golpe socioeconómico le dio entre los ojos, un largo y ancho corredor con bellísimas estatuas de grandes felinos a ambos lados de una alfombra roja lo recibían. El techo se extendía como una cúpula de cristal y sobre este se erguían en el exterior enredaderas de flores de varios colores abiertas a la luz del mediodía. El dragón acariciaba a un gran danés y a un San Bernardo con mucho mimo, en cuanto Gavriel se acercó ambos perros gruñeron en su dirección con la clara intención de saltarle encima, Daraan soltó un gruñido y los animales se callaron para luego alejarse rumbo a la habitación.
—Esos son Beethoven y Scooby Doo, no les gustan los extraños y son muy territoriales, pero son muy juguetones cuando se acostumbran.
—¿Y dónde está Lassie, el collie? ¿Rescatando niños de pozos de ocho metros de profundidad? —Endulzó la pregunta con sarcasmo.
El dragón rió.
—No, seguramente esta con Pluto durmiendo de barriga al sol y no estoy jugando.
Gavriel sonrió por la ocurrencia en aquellos nombres, gracioso sentido del humor. Daraan se apartó y empezó a caminar de nuevo. Él marchó a su lado, permitiéndole marcar el paso.
—¿No vas a decir algo? —cuestionó analizando por exactamente cuánto lo sobrepasaba el hombre que se convertía en un dragón de oro. El tipo alzó una ceja, su piercing titilaba por el sol y llamaba mucho la atención—. Sobre Maleon y yo...
—No quiero hablar de eso.
—¿Por qué no?
—Estaría traicionando a mi naturaleza —dijo subiendo los hombros, cuando el humano frunció el ceño agregó—: Odio las cosas desagradables de la vida. Piensa en ello como un voto de hedonismo al placer o un hakuna matata. Doy fe a existir libre de estrés excesivo.
Gavriel pensó en esa particular forma de vivir libre de preocupaciones, pero aún se sentía incómodo. Cuando una mujer lo contrataba, a veces podía ver indicios de que en el ojo público estaban casadas y no sería falso o pretendería ser un buen hombre, le importaba tanto como la diferencia entre una naranja y una mandarina porque al final del día él no era culpable de nada. No era quién engañaba a su esposo. Su consciencia seguía limpia. Sin embargo, el hecho de que Maleon estuviera siendo infiel le retorcía las entrañas.
—Solo quiero que sepas que nunca pasó nada, créeme... ella es inusual.
Daraan se ahogó y reprimió otra carcajada.
—Es una maldita loca con mal carácter, pero sé a qué te refieres. Alguien cerrada y nada comunicativa. —Suspiró divertido—. Ella tiene muchas corazas, es incognoscible.
Entonces el espacio que se abrió ante ellos lo dejó atónito, ya que era un espectáculo de colores tan magnifico como un arcoíris reclamando la belleza de una tormenta. Columnas de azurita azul se alternaban con otras de serpentina color verde, elevándose imponentes desde un piso de azulejos multicolores. Las paredes eran amarillos y rojos brillantes, estaban adornadas con espejos con marcos de oro y apliques de cristal. El techo, tres pisos más arriba, era una obra arquitectónica con forma de cúpula revestida por hojuelas de oro, con líneas de cobre que representaban las ramas de un árbol buscando una forma de tocar el cielo. Y en el centro de aquel fastuoso escenario, había una amplia escalinata de piedra rosada, que descendía a un increíble vestíbulo dotado de una gran y costosa galería.
Era el hermoso y magnífico palacio de una reina, pero los sonidos del lugar no eran exactamente los que se esperaba de un potenciado palaciego imperial. En una habitación situada en un rincón derecho del vestíbulo tronaba una música estrepitosa, que parecía pop, y se alcanzaban grotescas risas femeninas con gruesas voces masculinas. Avanzaron por la gloriosa extensión del balcón. Gavriel notó que sobre una puerta situada justo en la cima de las escaleras —a donde se acercaban—, unas finas ramas de bronce se entrecruzaban en un arco hasta emerger en un escudo con el dibujo de un ave con rosas con espinas en toda su circunferencia. Todo era tan delicado que las retinas no le alcanzaban para contemplarlo por completo. De pronto, alguien gritó desde la puerta con el escudo:
—¡Dame a mi bebé, maldita hija de perra!
Un rugido vibró en toda la estancia.
Daraan se puso tenso de inmediato, y una mujer bellísima salió corriendo de la habitación con algo en sus brazos. Ella saltó con su pálida melena rubia ondulando a su espalda y un vaporoso vestido como un nubarrón escarlata; ya llegaba al fin de la escalinata para cuando Daraan dio un brinco suicida del balcón y cayó como una bomba en los azulejos del vestíbulo, con una expresión salvaje, se estrelló contra la mujer que huía. Los dos cayeron al suelo en un amasijo de brazos y piernas, y rodaron hasta chocar con la pared.
Gavriel dio un par de pasos dispuesto a bajar, pero sin saber qué hacer con exactitud. La puerta del escudo se abrió de un portazo y una enfurecida Maleon se hizo camino hacia la pelea de los otros dos en el vestíbulo. Ella aún tenía el vestido sucio de la noche anterior, salvo que ya no llevaba la cazadora hecha jirones y dejaba al descubierto los latigazos de sus brazos y su espalda. Sus ojos de infierno llameaban amenazadores y los colmillos en su boca sobresalían, el aura que la rodeaba era violenta rozando la amenaza visceral de un enfrentamiento.
Él olvidó la explicación de hacia unas horas, los acontecimientos traumáticos de la noche pasada y se centró en ella; sin pensar se interpuso en su trayecto a las escaleras y la cogió por los hombros. Maleon le gruñó a la cara completamente cegada por la ira.
El joven sintió la fina caricia del miedo, pero la apartó de un manotazo. El mismo razonamiento de Daraan cruzó su mente: Tuve la oportunidad de tragarte y no lo hice; aplicaba a Maleon también porque ella había tenido muchísimas oportunidades de aniquilarlo durante meses. Fuera la criatura que fuera, no le interesaba matarlo y lo había rescatado del ataque anterior; así que lo asustaba, claro que sí, pero no se dejaría vencer por eso en absoluto.
—Hey, vamos... tranquilízate, te ves como una demente.
—Ella. Se. Lo. Llevó —enfatizó apretando los dientes. Ni siquiera lo miraba, su cólera se dirigía por completo a la otra mujer.
—Está bien. Sea lo que sea que te haya quitado lo tendrás de regreso.
—Osó robarme, esa maldita hembra se metió conmigo y no puedo permitirlo. Nadie se mete conmigo y se sale con la suya.
¿Maldita hembra? ¿Qué clase de insulto era ese?
Frotó su piel y se acercó un poco para cubrir su visión de la mujer que forcejeaba con Daraan. Acercó su boca a su oído para que escuchara únicamente su voz y pudo sentirla estremecer cuando su respiración le cosquilleó la piel.
—Tú mandas, eres la maldita jefa y nadie lo duda, cariño. —Pegó su mejilla a la suya, la hizo retroceder lentamente de regreso a la habitación del escudo. Ella le cogió la camiseta dentro de los puños apretados como si desesperadamente se aferrara a la cordura—. Ven conmigo, vamos... sé que no quieres lastimar a nadie.
Maleon asintió con la cabeza, su persona se hallaba abstraída del razonamiento y él pudo descifrarlo por la manera desesperada en que lo estaba tomando, como si temiera ceder a los impulsos más fuertes en ella. Nunca la había visto así. La verdadera Maleon lo estaba llamando y egoístamente anulaba su capacidad de dejarla para huir de esta situación antinatural con esos ojos que le fascinaba ver centellar, pero ahora se apagaban como un eclipse de sol.
—No quiero herirlos, yo... no me sueltes —ordenó con ansia.
Dios, algo emanaba de ella. Una energía que ahogaba y fundía las neuronas de su cerebro como le ocurría a los adictos con su bendito vicio del infierno, esto le empezaba a preocupar bastante porque deseaba más de ese... Poder que se le filtraba por la piel. Se sintió un adicto en su primera vez y levantó las manos hasta acunar el rostro de Maleon, ella ardía en sus palmas. Le obligó a mirarlo a la cara, ya que no daba la impresión de que la mujer pudiera controlarse voluntariamente y acarició sus mejillas.
Tan suave, pensó.
—Me quedaré aquí, pero recuerda. No empieces a darme ordenes, Maleon, ya hablamos de esto —le recordó. Ella le gruñó con los labios apretados—. No me gruñas, cuando lo haces me asustas.
Esas palabras la bloquearon un instante y luego asintió repetidamente mientras lo jalaba para hundir la nariz en su cuello, la respiración de la reina contra él casi le dobló las rodillas.
—Por favor, no me tengas miedo. No tú.
—Tranquila.
Acarició su cabello, las hebras de varios tonos se deslizaban por sus dedos sin oponer resistencia, ya estaban por llegar a la habitación. Podría sacarla de allí y hablar de lo que había pasado el día anterior, de este mundo desconocido y sobre su hermana.
—Respira y relájate.
Pero todo se fue al diablo muy rápido cuando un quejido animal vino del vestíbulo. Gavriel miró sobre su hombro para descubrir a un pequeño cachorro de león escapar de la mujer rubia y Daraan, subía los escalones con forzados saltos y lloraba al no poder lograrlo.
—¡No dejes que se vaya con ella! ¡Una criatura tan vulnerable debe volver a su hogar! —gritó la rubia.
—¡Aislinn, estas loca! ¡Sabes perfectamente lo que ese cachorro significa para ella! —bramó Daraan intentando sujetarla sin herirla— ¡Auch! ¿Me acabas de morder?
—¡Va a matarlo como los matara a ustedes! ¡Están en la jaula del león y tienen que huir como todos los demás!
Maleon gritó o rugió, Gavriel no supo la diferencia. Se apartó de ella por instinto y la mujer arremetió a toda velocidad escaleras abajo, iba a la mitad cuando de un segundo a otro, se incendió. Toda ella se volvió una masa de flamas y chipas doradas. Una respiración. Un latido. Un salto y la bestia emergió de las llamas como si saliera de la grieta del mismo infierno.
Un león del tamaño de un 4X4 con enormes músculos y dientes de sierra se agazapó para atacar a la mujer rubia con la ferocidad latiendo de sus ojos de mil atardeceres. Una colosal cola de reptil que azotaba el aire de arriba abajo y dos alas prendidas fuego que se abrían hasta robar toda la paz de quienes le miraban. Daraan abandonó a su quejosa presa para centrarse en la imponente criatura cuyas garras habían arañado las baldosa y dejado profundas marcas. Un grupo de personas salió de la puerta de la que sonaba la música, Gavriel pudo contar seis nuevos individuos que rodeaban a Maleon y casi cayó desmayado cuando notó que una de ellas tenía serpientes en la cabeza; una visión de una medusa como la de las películas de dioses griegos.
La mujer rubia que seguía espantada en el piso fue ayudada por una asiática muchacha de un pelo rosado que la sacó del camino de los demás. En su lugar, la medusa se colocó por delante de la boca de la bestia con las múltiples y reptiles hijas en su cabeza siseando hacia el león listas para morderla en cualquier momento.
Gavriel vio que los otros seguían en movimiento, la medusa era una distracción.
Un rapado hombre musculoso con un enorme cuerpo y de casi dos metros, lanzó unas cadenas sobre el león que gruñía a sus espectadores; una mujer
—también rapada—, de buena altura atrapó el final de las cadenas para que próximamente ambos se deslizarán por debajo de la criatura abominable y cerraran una resistente correa improvisada en su cuello. Más gente moviéndose. Tres pares más de gruesas cadenas reteniéndola en su lugar. Víboras mordiéndola e inyectando veneno. Gritos. Rugidos. Gruñidos.
El cachorro de león maullaba inútilmente tropezando por las escaleras.
Un atlético tipo calvo con ropa de mayordomo fue capturado por los dietes de Maleon, Gavriel gritó espantado y ella lo arrojó contra una pared para atacar a un hombre joven de esponjosa barba que le dio un latigazo en las patas traseras, esto pareció enfurecer más al león porque no solo lo golpeó con su gigantesca cola, sino que extendió sus alas y se impulsó hacia arriba en un aleteo con las encendidas extremidades en su lomo. Todos los presentes se aferraron a las cadenas para evitar que la bestia tomara ventaja en el aire.
Daraan, que sujetaba con toda su fuerza uno de aquellos grilletes de hierro, se giró con la frente perlada de sudor a la mujer rubia y a la muchacha asiática. Bramó con los tendones a punto de romperse:
—¡Sáquenlo de aquí, joder! —La rubia mostró resistencia. El dragón ardía en la superficie de la piel del hombre y no estaba de humor para ser cuestionado—¡Mueve el maldito trasero, Aislinn, o juro que te meteré a un pozo de gusanos e inmundas ratas hambrientas!
Colérica, la mujer corrió hasta la escalinata seguida de la asiática muchacha, las dos empujaron a Gavriel rumbo al otro lado de un extenso pasillo, lo último que él vio fue al dragón aparecer de nuevo y los dos titanes mitológicos se desafiaron.
Las dos mujeres andaban a medio metro de distancia de él mientras avanzaban por un largo pasillo del tercer piso del palacio, Gavriel agradeció el espacio para recuperar la compostura. Su corazón latía en una carrera con su respiración tras presenciar al león aparecer y confrontarse a inocentes... ¿Criaturas? ¿Personas? No sabía cómo llamarlos o si resultaba insultante. Maravilloso, la situación de su vida era una jodida mierda y él pensando en estigmas sociales que no tenían cabida en este momento de tensión.
Estaba preocupado, confundido y asustado de todo aquello. Se apretó el puente de la nariz tratando de borrar el recuerdo traumático de Maleon mordiendo a un hombre hasta casi arrancarle el brazo de sitio, ojalá no lo perdiera. Pensó en las mordidas que la medusa le había dado a ella y tuvo escalofríos, rezaba porque no fueran venenosas. Abrazándose así mismo para controlar los temblores involuntarios de su cuerpo, queriendo resistir los impulsos de llorar como un idiota y centrarse en lo importante: sus sobrinos y Hailey. Tenía que dejar de lado la vocecita en su cabeza que se afligía por aquel león que había dejado atrás.
Maldición, no entendía nada y se sentía a punto de un colapso.
Sus guías empezaron a hablar tan fuerte que captaron su atención.
—¡Eso es una locura, Aislinn! —gritó la asiática de pelo rosa, su corte estilo Bob y las alegres prendas multicolores que traía encima la hacían ver infantil. Llevaba un vestido hasta las rodillas de volantes y purpurina metálica que se decoloraba de violeta a rosado, una chaqueta roja corta remangada hasta los codos con la palabra "Unicorn Party" en la espalda y unas mallas negras que acababan en botas de tacón verde agua.
—¿Qué es una locura? —escupió la rubia platino. Ella era muy alta y delgada, las facciones de su rostro eran duras y afiladas; sus ojos acuosos del color del mar se veían erráticos. Caminaba recta con el mentón levantado. Su vestido ameritaba un memorial a la época medieval, las mangas largas y vaporosas caían sobre sus huesudos hombros, y el dobladillo rozaba el suelo a sus pies. Era una caricia en color escarlata que resaltaba su pálida piel.
Gavriel se dijo que debería tener cuidado con ella, daba la impresión de ser alguien de un tipo de inteligencia mordaz y peligrosa. Al parecer se llamaba Aislinn.
La asiática agitó los brazos.
—¡Te metes con la reina cada vez que puedes, hoy fue el colmo! —Movió las manos nerviosamente—¿Por qué le quitaste a Simba? ¡Sabes el cariño que le tiene y es uno de sus puntos de equilibrio entre la bestialidad y la cordura, ahora los chicos saldrán lastimados!
Simba. Allí otro nombre icónico, esta gente no tenía originalidad, pensó Gavriel.
—Entonces aceptas que es un riesgo para todos quedarnos, su obsesión con los animales se debe a un desequilibrio mental y prefiero no tener que enterrar perros en el jardín cuando los ataque en otra de sus rabietas en consecuencia —afirmó Aislinn muy calmada.
—¡Eres una... una tonta gigante! ¡Es peligrosa, pero su vida está en peligro por cada uno de nosotros y lo menos que podemos hacer es acompañarla hasta el final! ¡Además, la reina ama a sus mascotas con todo su corazón, no los lastimaría en ninguna forma y ni siquiera puedo aceptar que lo sugieras!
Aislinn se alteró notablemente. Miró a la muchacha con desaprobación.
—Pensé que serías más lista y que te comportarías como una adulta. Veo que eres como todos los demás.
Esto hizo que la asiática redujera su paso y la dejara pasar delante de ella por la conmoción.
—Entregó su vida por ti.
—Yo nunca se lo pedí. —Fue allí donde la rubia reparó en su presencia. Ambas se miraron declarando un cierre momentáneo de la conversación. Con una postura señorial y etérea, la rubia se dirigió al hombre con un sonrisa noble—. Mis sinceras disculpas, no deseaba que viera semejante escena denigrante de mi persona o las demás criaturas que habitan en este lugar. Mucho gusto en conocerle Señor Koch, soy Lady Aislinn y pertenezco al linaje de las ninfas de agua. Espero que no lo hallamos espantado... estoy avergonzada de que presenciara algo tan traumático aun siendo un huésped recién llegado.
Perfecto, la desconocida sabía su apellido.
Él no supo que lo ofendía más, si la falsa amabilidad o la hipócrita condescendencia que a Aislinn le salían por los poros. Estrechó la mano que le extendía como si no la hubiera escuchado lanzar pestes sobre Maleon hacía cinco segundos y tampoco se hubiera desarrollado una pelea surrealista minutos atrás; de momento quería ver a sus sobrinos y a Darcy más que otra cosa.
La asiática lo miró se reojo severamente sonrojada, el rosado rubor de su piel combinaba con su pelo y también extendió una temblorosa mano en su dirección.
—Soy Ivy. —Los dos miraron como a ella se la había puesto la piel de gallina—. Lo siento, es la primera vez que veo un humano...
Le sonrió. Ivy parecía una veinteañera amante de la purpurina y transmitía verdadera amabilidad escondida tras su timidez.
—Gavriel. —Le dio un ligero apretón para que lo mirara a la cara—. Tú eres la primera chica sobrenatural con pelo rosa y chaqueta de unicornio que veo así que estamos a mano.
Ella perdió un poco de su intranquilidad y alzó una ceja rosada.
—¿Ustedes no muerden cierto?
Pregunta extraña número 10 del día.
—Los demás no, yo solo si me muerden primero —contestó logrando sacarle una sonrisa.
Aislinn se movió como una brisa silenciosa y le tocó el hombro, su mirada reflejó un sentimiento real por primera vez, se mostraba desolada. Una ligera arruga se formó bajo sus ojos.
—Lamento lo de su hermana, es una tragedia cuando las personas que queremos se ven envueltas en la fase oscura del mundo. No dude de que nuestros guerreros la traerán a salvo y si en algún momento necesita hablar puede buscarme, tendrá un tiempo para conocernos y nosotros a usted. Tal vez cuando se sienta cómodo podríamos cenar, es para...
Unos estruendos femeninos se oyeron en la distancia, no sonaba como si alguien le estuviera arrancado la cabeza a nadie o como si una bestia emergiera del infierno; así que estaba bien. Aislinn suspiró cansada.
—Debo irme pronto, al parecer mis ninfas discuten. Solo quiero hacerle saber un par de cosas rápidamente, Señor Koch. Uno, para que lo sepa, no todo el mundo está muy contento de que usted y su familia estén aquí. —Ivy dio un respingo cuando la mujer dijo eso, pero él escuchó atentamente—. Muchas personas son maravillosas, pero también hay individuos que creo que son personajes desagradables y peligrosos. No es que esté hablando de alguien en concreto, simplemente... conocerá pronto que tan antiguos somos y aún persisten una gran cantidad de depredadores que deambulan por aquí. Eso significa que hay algunos muy impulsivos y, a veces explotan cosas sin mucho aviso, por lo que deberá de saber con quién meterse y a quien es mejor evitar.
—Depredadores antiguos e impulsivos —repitió Gavriel mirando a la rubia seriamente—. Bueno, creo que quiero almorzar contigo. Pero por favor, el Señor Koch es mi tatarabuelo. No me llames así. Llámame Gavriel, todo el mundo lo hace.
Aislinn sonrió y se fue. Él apreció el apoyo, pero tendría cuidado con ella.
Estando solos, Ivy básicamente explotó de alegría luego de haberse desechó de sus miedos en un santiamén. Sonreía de oreja a oreja, casi saltando de emoción.
—Hola de nuevo, Señorita Algodón de Azúcar —saludó mirando su pelo saltar cuando ella meneaba inquieta.
—¡Hola! Oh, wow, estoy encantada de conocerte. Por las hadas de dulce, eres un humano.
—Sí, soy sorprendente. La octava maravilla del mundo.
—¡Ja! Yo también. —La chica agitó sus brazos alegre—. Ignora a Aislinn, aquí casi no hay nadie a excepción de los Vigilantes y algunas ninfas. Todos son increíbles personas.
Ella le extendió la mano para que la tomara. Desconcertado, Gavriel cogió la manecita de la joven que ya lo guiaba por el eterno pasillo. Entonces, Ivy pareció darse cuenta de lo que hacía y lo soltó.
—¡Lo siento! ¡Estoy acostumbrada a ir de mano con las ninfas, ellas son muy cariñosas con todo mundo y he pasado mi vida aquí y... eh... —Se llevó la mano al diminuto mentón—. ¿Todos los humanos tienen manos tan suaves?
—Uso crema porque se me lastiman mucho y mi amiga dice que ayudará.
—¡Genial!
Siguieron caminando entre preguntas que se balanceaban entre lo ridículo y lo extraño, Ivy no dejaba de indagar sobre la raza humana en general: si le crecía el cabello y a qué velocidad, si sus uñas eran frágiles, cuanto duraban los embarazos de las hembras de la especie, si los niños brillan de noche o si los machos tenían colmillos en época de celo. Su vocabulario también era interesante, se refería a hombres y mujeres como machos o hembras. Ella lo consideraba una clase de animal nuevo y quería saberlo todo.
Era difícil no sonreír a este compacto paquete de entusiasmo.
—Escucha, sé que no tenemos mucho tiempo. —La muchacha mordió sus labios—. Mi hermano está ocupado, tú estás ocupado, todo el mundo está ocupado menos yo. Hay una cosa que quería pedirte si... bueno...
—Adelante. —La alentó—. Impáctame con ello, nada puede sorprenderme después de esta mañana.
—Los Vigilantes también les dijeron la verdad a tus niños. —Cuando él se puso tenso habló aún más rápido—: No te preocupes, hicimos que una ninfa les mostrara como se convierten en flores y no se asustaron mucho. Ya que estarán aquí por tiempo indefinido pensamos que sería mejor que estuvieran al tanto de nuestra naturaleza o podría ser incómodo que se encontraran de golpe con una medusa en los pasillos.
Él frunció el ceño, ella tenía un punto. Aunque la frase "tiempo indefinido" le puso nervioso. No estaba seguro de si esto calificaría como secuestro o una rara forma de protección a testigos, no les habían consultado si querían estar allí y tampoco si querían irse, pero él no lo pidió en ningún momento. Sin embargo, dudaba que fueran a permitirlo.
—Ojalá una ninfa me lo hubiera dicho a mí también. —Fue lo único que dijo.
—¿Daraan fue muy duro?
—Se transformó en mi cara para una "terapia de shock".
Ella se golpeó la frente con la palma.
—Es un tonto.
—¿Cuál era tu pregunta? —cuestionó al ver que llegaban a unas puertas rojas con flores doradas de bronce.
—¿Puedo jugar con los niños? Seré cuidadosa y responsable, es que ha pasado mucho tiempo desde que vi a un bebé. Te juro que mi criatura no los espantara, puedo asegurar que estarán encantados.
—¿Qué eres? —La muchacha giró y apuntó el dibujo de su chaqueta—. Un unicornio... —Se le saturó el cerebro. Volvió a replantearse la evolución—. Joder, esto es increíble.
Él lo pensó seriamente. Habían llegado a la puerta, Ivy se apresuró a abrirla y sus uñas con decorado de perlas salieron a la vista; aunque Gavriel la detuvo.
—Escucha, si te permito jugar con ellos, a cambio quiero saberlo todo. Debes tenerme al tanto de la búsqueda de mi hermana y tratarme como un igual si en algún momento sabes que me ocultan algo, no seré tratado como idiota por ser un humano.
Ivy apretó los labios.
—Está bien. Ahora ve, ellos te esperan.
Gavriel asintió y apenas abrió la puerta, los ojos llorosos de Lily y Luke lo interceptaron para luego saltarle encima como si fuera el único refugio posible. Darcy se unió a ellos, él vio los hematomas en la piel de su rostro y la estrechó con fuerza, por fin podía respirar y decir la verdad.
Había estado cagado de miedo y creía que en realidad estaba loco, drogado o en un tipo de viaje cósmico mientras se hallaba en coma... alguna basura que justificara esto, pero no.
Todo era real.
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