Capítulo 25
—¡Hey, ya suéltenme! ¡Puedo caminar solo!
No le hicieron caso, lo empujaron directo a una de las habitaciones más cercanas y allí las ninfas que tanto se había habituado a ver sonreír lo recibieron con rostros sombríos. Gavriel trató de avanzar por su cuenta, pero los soldados no se cansaban de arrastrarlo con cada paso que daba. Alguien lo pateó detrás de la rodilla y él le dio un puñetazo. Lo metieron a la fuerza al baño para ducharse y luego de eso le hicieron cambiarse de ropa, las tristes ninfas lo ayudaron a vestirse con el uniforme obligatorio de las servidumbres élficas que consistía en un traje frac de horrible verde brillante. También le hicieron dibujos bajo uno de sus ojos. Inmensa fue su sorpresa cuando esa rara pintura negra que usaron para hacerlas le quemó la piel.
—Son runas élficas, nunca las podrás borrar. Para que lo sepas usualmente dicen "siervo". Por pedido de la reina Hera, en tu caso dicen "juguete" —dijo uno de los guardias riéndose de su queja—¿Eso eres tú, humano? ¿Un juguete para la satisfacción de las hembras?
Gavriel tocó con los dedos los símbolos desconocidos con la furia burbujeando. Apretó los dientes histérico. Se sintió humillado, eso era lo que la malnacida dragona quería y deseó poder romperlo todo por ello. La ninfa que le había dibujado las runas le tomó la mano, vio la culpa en ella y le acarició el pulgar para consolarla un poco. Respiró hondo, necesitaba calmarse, no podía dejarlos ganar al hacerlo rabiar.
Los guardias siguieron hablando a sus espaldas:
—Amante de la bestia, esa si es un animal literalmente. ¿Qué demonios era? ¿Mitad perro o gato?
—No sé, yo no la tocaría. Mira si tiene rabia.
Rieron alto.
—No seas ridículo, seguro que la bestia es un manjar en la cama, lo que yo daría por tocarla una vez... seguro la dejaría sin aire.
Pues. Al. Demonio. La. Calma. Gavriel cogió un jarrón para lanzárselos con todo y flores amarillas. El condenado guardia que había hablado de Maleon lascivamente agachó la cabeza en el momento justo para esquivar el objeto que acabó por estrellarse contra la pared.
—¿A quién quieres tener en tu cama? No te escuché —gritó el humano con una vena en la frente a nada de explotar.
—A esa puta que te marcó ¿Algún problema?
—Te voy a partir la cara, ese es el jodido problema —contestó acercándose al otro hombre.
—Oh, muéstrame insecto. No durarás ni dos minutos.
Estaban a diez centímetros cuando la puerta de la habitación se abrió, Hera alzó una ceja desafiante al ver a los soldados tan alterados e hizo una mueca de desagrado. Todos ellos adoptaron posiciones firmes como estatuas delante de su proclamada y sádica gobernante.
—Si alguno se ustedes lo lástima mis planes se estropearan y si mis planes no salen como quiero, los sentenciare a una ejecución en la guillotina que tengo en mi palacio. Espero que quede muy claro.
—¡Sí, su majestad!
—Bien. —La dragona se dirigió a Gavriel con expresión amable—. Que bellas palabras que se han elegido para ennoblecer tu rostro ¿Verdad?
—Sí, tan bellas como besar un culo. Gracias por ello —contestó enfadado.
La reina sonrió.
—Tu querida hembra te espera, ya quiero que te vea. Vamos, no la hagamos esperar.
A él le cambió el humor, se encontró afligido y preocupado. Su última imagen de Maleon había sido una bomba atómica a su alma porque solo estaba desmayada sobre un charco de sangre. La noche anterior le fue imposible conciliar el sueño pensado en como estaría luego del disparo de Hailey, por lo que tenía entendido ella y la dragona pasaron tiempo juntas; lo que no le gustó para nada. Asintió a Hera que complacida por su comportamiento de perro obediente lo guió fuera de la habitación, sin soldados ni escoltas que los acompañaran, por lo que debía de sentirse muy confiada de que él era débil como una peste.
Subieron por la escalera caracol hasta el último piso en completo silencio. Mientras subían, Gavriel notó el librero que muchas horas antes había utilizado para llegar a la habitación de la leona. Una idea le atravesó la mente como un flash colorido. Él había visto un par de pasadizos dentro de aquel espacio secreto y podía existir la posibilidad de que alguno diera al exterior, uno de ellos tendría que infiltrarse por uno y escapar para pedir ayuda a los híbridos de la Colonia más cercana.
Si esas criaturas se sumaban a la causa, lograrían quitarse del camino a la mayoría de los soldados porque los doblaban en número. Aunque debía tomar en cuenta a todos los guardias que vigilaban los alrededores para que no escaparan, necesitaban a alguien rápido que se escabullera sin que lo notaran en el momento justo. Lograr alguna reyerta o algo por el estilo que le diera al candidato el tiempo suficiente de huir.
Z era un vampiro, lo había visto moverse a la velocidad de un parpadeo en algunas ocasiones o tal vez Tanith con sus serpientes, ella sería capaz de defenderse si la cosa se ponía fea. También estaba Ivy, pero no sabía tanto de unicornios como para descifrar si era una buena opción. Tenía que plantearle el plan a Daraan en cuanto regresara al sótano.
Ingresaron al pasillo que daba al cuarto más alto de la casa. Irónicamente pensó en el cuento de la princesa en la torre más alta custodiada por un dragón ¿Sería él un caballero o el príncipe en apuros? Le importaba un comino, esperaba que todo terminara.
Frenó de golpe cuando vio a un tipo de dos metros, una poderosa musculatura y pelo rubio enmarañado, absolutamente encadenado por todos lados. Su aspecto le revolvió el estómago porque le recordaba a las ilustraciones de esclavos en las películas del antiguo Egipto. Severas cicatrices atravesaban su cuerpo. El hecho de que Saraf, Ragnar y Try lo sujetaran como un prisionero fue espantoso. Tenía que haber una forma de despertar a los Vigilantes de aquel trance hipnótico.
Hera se paró junto a la puerta y lo encaró radiante de felicidad. A Gavriel le dio náuseas.
—Hay comida sobre la mesa, dásela. No te preocupes, no puse veneno en ella. Lo juro —dijo alegre. Él no creyó nada—. Luego dale un baño y cámbiale los vendajes. Les dejaré privacidad, pero mis queridos nuevos soldados se quedarán obstruyendo el pasillo. ¿O no?
—Sí, majestad —repitieron los Vigilantes al unísono.
Ella se aproximó al esclavo y tomó una de sus cadenas, lo llevó como una mascota mientras se marchaba. Los antiguos camaradas de la leona la siguieron, pero se quedaron de pie al final del corredor con la mirada muerta.
Él se limitó a morderse la lengua y giró el pomo de la puerta con un sol pintado en la parte alta. Abrió sin hacer ruido para no asustar a Maleon, al entrar un desastre le heló la sangre al ver un centenar de sábanas manchadas con rojo, vestidos rasgados, vendas en el piso e instrumentos quirúrgicos junto a una charola de comida en el tocador. Corrió hacía la cama donde el cuerpo pálido, desnudo y frío de la mujer que lo había metido en este lío descansaba con los párpados sellados sobre sus ojos. Vendas demasiado ensangrentadas rodeaban su torso, la herida del lobo en el costado de su cuello estaba cicatrizada. Sus labios estaban resecos y tenía moretones en la cara que demostraban que luchó contra alguien. En sus muñecas portaba cadenas con cerraduras abiertas, Hera las había dejado así para que la llevara al cuarto de baño en el pasillo.
Con el alma atorada en la tráquea el humano buscó los signos vitales en las muñecas femeninas y no los encontró, se espantó tanto que tanteó su cuello desesperadamente rogando por dar con su pulso. Lo encontró a la par que una dolida voz le hablaba:
—Estoy aquí, Cor Meum.
Ella abrió los ojos y él cayó de rodillas al verla tan destruida. Le tomó la mano para besar sus dedos con amor.
—Estoy tan feliz de que estés viva. Estaba tan asustado. No tienes idea de los escenarios al estilo Viernes 13 que me pasaron por la cabeza —bromeó a pesar de que sabía que no entendería la referencia, pero contento de ver esa mueca que hacía con la boca y al arrugar la nariz.
De repente, Maleon lo miró enfadada con los colmillos alargados.
—¿Quién te escribió eso en la cara? Le voy a arrancar los dedos con los dientes.
—Calma Jefa, ya no importa.
—Pero...
—Dije que no me importa. Lo que tenemos que hacer es planear cómo salir de aquí. Trataría de sacarte por el pasadizo de Simba, pero no creo que sea buena opción ahora.
Ella asintió.
—Nos encontrarían en cuanto descubran que no estamos, el pasadizo más largo nos llevaría solo hasta la parte trasera de la mansión y en mi estado no puedo ni caminar. Hay muchos guardias, nos atraparan con suerte luego de correr dos metros.
—He pensado en algo, pero no soy muy bueno con los planes maestros contra seres antinaturales.
Le contó su nada brillante súper idea de inició a fin. La mujer lo escuchó atentamente sin demostrar emociones o dudas sobre sus conjeturas ilógicas.
—Es un plan suicida, Ivy no serviría para el trabajo porque es muy lenta incluso en su forma mágica. Tanith no es muy veloz, pero si es una buena defensa. Si la atacan, sus serpientes podrían inyectar el suficiente veneno como para detener a sus atacantes y seguir con la misión con sigilo. Por otro lado, Zachary es un vampiro por lo que su velocidad le da una buena ventaja y su fuerza le sentará bien si debe defenderse, pero se verá indefenso contra varios oponentes. Además, sus padres tendrán un ojo en él todo el tiempo. Hallar la forma de que uno de ellos escape va a ser tan complicado como imposible.
—Lo siento, es un plan estúpido.
—Nunca dije que fuera estúpido. Solo suicida y tan complicado como imposible. Háganlo y elijan a Tanith para ir a la Colonia, tendrán que organizar alguna distracción. —Frunció el ceño cansada—. Tú y Z podrían fingir una pelea. Debe ser en la noche para que los padres del chupasangre se pongan tan nerviosos como para sacarlo.
—Okey, hablaré con Daraan cuando regrese. Nos tienen presos en el sótano.
Ella maldijo en un susurro y pasó la lengua por sus labios secos.
—Tengo mucha sed.
Gavriel se enderezó, miró sobre su hombro a la charola con comida junto a los instrumentos quirúrgicos en el tocador. La reina de los dragones hizo operar a Maleon de los disparos para mantenerla viva, entender a esa psicópata era difícil. Negó para centrarse, había una jarra con agua en la mesa también.
—¿Estas segura? Quién sabe qué cosas metió Hera en ella.
—La comida no tiene nada.
—¿Cómo los sabes?
Maleon giró el rostro a un lado.
—¿Ves las jeringas en el suelo?
A él se le frenó el corazón, hizo lo que dijo y rebuscó las jeringas; las halló tiradas debajo de la cama. Levantó la cabeza enloquecido.
—¡¿Qué diablos te está haciendo esa mujer?!
—Está calculando las dosis de veneno que me da. Está tratando de controlar cuando moriré, se ve que estuvo planeando esto por mucho tiempo y lo disfruta.
Él se puso de pie hecho un manojo de nervios y estrés, lo único que pudo hacer fue ir por la bendita jarra para servirle un poco.
—Voy a matar a esa hija de...
—Gavriel —llamó la leona.
—¿Sí?
—Moriré en dos días. Los fénix pueden tener visones del futuro y el mío me habló.
Le creyó de inmediato, de forma que estaba por morir de un ataque.
—¿Gavriel? —clamó ella. Pero él no podía abrir la boca para hablar—¿Gavriel?
—Dime. —Fue lo que consiguió articular.
—¿Has visto al esclavo que Hera lleva con ella a todos lados?
—Sí —respondió confundido.
—Es mi hermano.
—¿Qué? —Giró y casi tiró el vaso de cristal de la impresión.
—¿Recuerdas que te dije que mi madre logró escapar con un dulce cachorro llamado Tohma? Es él y también es el dragón de Komodo de donde esa hembra maldita está sacando el veneno para envenenarme. No sé cómo acabó siendo capturado por ella. Solo sé que están matándome con la sangre de mi hermano.
Empezó a llorar. Él se dirigió a la cama para abrazarla y consolarla. Le dio agua para beber con cuidado de no empaparla y también le dio de comer cortando los trozos de carne lo más pequeños que pudo. La cargó al baño para bañarla, trató sus heridas con extremo cuidado y luego le colocó vendas nuevas. Tendió la cama con sábanas limpias para después acostarla boca abajo. No cepilló su cabello, aunque lo deseaba.
—Duerme junto a mí, Cor Meum.
Lo hizo, se quedó a su lado y acarició su rostro magullado. Quiso llorar. Ella no podía morir, había creído que encontrarían la forma de salvarla. Besó sus labios un par de veces hasta que Hera vino por él.
—Pobres amantes, me recuerdan a Romeo y Julieta. Salvo que en esta versión solo uno de ustedes morirá —contó orgullosa la dragona.
—Es un plan suicida y complicado —comentó Daraan.
—Eso es lo que dijo Maleon —aseguró Gavriel.
—Pero es un plan, al fin y al cabo. Maldita sea, no tenía idea de que había pasadizos aquí.
—¿Cómo que no sabías?
—Yo nunca viví aquí, mi reina lo hizo un muy corto tiempo antes de que se construyera el santuario anterior.
Estaban todos reunidos alrededor del esposado dragón a la pared. Llevaban una hora planificando lo que iban a hacer y después pensaron otra hora en las posibles consecuencias que podrían ser fatales, pero al terminar cada uno estaba decidido. Más aun sabiendo que Maleon tenía las horas contadas. La salvarían de una forma u otra.
—Si esta mujer está enferma y las lágrimas de su hermano pueden salvarla ¿Por qué no hablamos con él? —cuestionó Hailey arreglándose el vestido con Luke sentado en su regazo y Simba recostado sobre el niño.
—La reina esta con él cada maldito segundo. No tengo posibilidad de acercarme. Aunque podría hablar con Maleon y decirle que distraiga a Hera cuando vuelvan a llevarme arriba, intentar algo con Tohma parece difícil. Es como un cascarón vacío que con suerte respira —explicó el humano.
—No te arriesgues, no conocemos lo suficiente a ese macho —agregó la medusa—. Es hora de empezar con esto.
—¿Estas segura, Tanith? —preguntó Darcy.
—Claro que sí. Yo y mis niñas les daremos una paliza.
Todas las serpientes en su cabeza sisearon expectantes por la ansia de lucha. Zachary saltó para ponerse de pie y estiró los músculos haciendo reír a su hijo, pero generando que tanto Hailey como Lily rodarán los ojos con aburrimiento.
—¿Lo haremos esta noche? Tengo un par de buenos insultos para empezar una pelea contigo—exclamó el vampiro.
Gavriel se sumó con renovado espíritu, se aferraba con esperanza a que esto funcionara. No, nada de "funcionara". Iba a funcionar. Tenía que hacerlo o él moriría en vida cuando la mujer que amaba pereciera.
—Venga, dame tu mejor golpe, ten seguro que te romperé la nariz de nuevo —le dijo.
—¿Qué? ¿Me tienes miedo? Anda, acércate tú primero. Con este collar no tengo poderes, estamos mano a mano.
—Son un par de payasos —se quejó su hermana golpeándose la frente con la palma de la mano con frustración—. Vamos a morir todos.
—Si van a empezar háganlo de una condenada vez, por si no lo notaron estamos encerrados con una jauría. Este lugar huele a mierda intensificada —bramó Daraan.
Se prepararon, Tanith se colocó junto a la puerta para salir disparada como un cohete en cuanto ambos empezaran a fingir una pelea o eso hubieran hecho si la puerta no se hubiera abierto por sí misma. Retrocedieron por reflejo, cobijándose en la oscuridad que el sótano les proporcionaba y les escudó de los guardias que entraron. Sin hacer preguntas avanzaron directamente hacía la medusa, uno de los hombres la atacó con su espada y mientras todas sus serpientes se centraban en defenderla. El otro soldado —que básicamente vestía una armadura—, cogió su cabellera de reptiles y la enredó en su brazo, las hijas en su cabeza lo mordieron. Sin embargo, el metal que cubría al hombre bloqueó los dientes envenenados de las criaturas.
—¡Hey! ¿Qué rayos hacen? ¡Déjenla! —Gavriel trató de golpear a uno de ellos.
—Ya basta, suéltenla —gritó Ivy queriendo meterse en la pelea. No obstante, las dos humanas la mantuvieron alejada por orden de Daraan. En su lugar, Cassian notoriamente enfadado descargó su estrés en uno de los individuos violentos.
—¡No la toquen infelices! —exclamó Z lanzándose sobre uno.
Dieron unos cuantos golpes, pero llegaron refuerzos para suprimir el desorden y finalmente acabaron llevándose a la medusa. Ignorantes de lo que ocurría arriba se quedaron expectantes haciendo teorías sobre lo que pasaba, fueron treinta minutos los que tardaron en iniciarse los gritos femeninos y los rugidos aterradores. Los perros ladraron nerviosos, ni siquiera un gruñido del rey o la amable voz de la muchacha oriental logró apaciguarlos. Z y Hailey abrazaron a sus hijos, tapándoles los oídos para salvarlos de aquel tortuoso sonido de sufrimiento.
Gavriel cubrió sus ojos víctima del pánico. Cassian cuidó de Darcy que lloraba asustada. Ivy se acurrucó bajo el calor del cuerpo de su hermano mientras temblaba por su amiga. Entonces Daraan dijo algo con aprensión que traumatizó a todos:
—Huele a sangre. Mucha sangre y es de Tanith.
Minutos después los gritos se detuvieron, pero los rugidos siguieron como un arrepentimiento.
En breve, la puerta se abrió de nuevo y arrojaron el cuerpo de la medusa en un estado lamentable. Le habían arrancado cada serpiente de su cabeza, las marcas de garras y mordidas la cubrían como una segunda piel. Trataron de socorrerla entre todos, haciendo torniquetes, cubriendo sus heridas y pidiendo auxilio a cualquiera que fuera lo suficientemente misericordioso como para sentir compasión por ellos. Tanith lloraba y negaba con la cabeza, presa del dolor, la angustia y la tristeza.
—¿Quién te hizo esto? —cuestionó el dragón lleno de deseos asesinos. Jurando venganza con sus palabras.
—Obligaron a Ragnar... lo obligaron... los están drogando para que sean más salvajes... los están haciendo pelear entre sí —gritó de ira. No de dolor—. Lo obligaron, Daraan... lo obligaron a herirme... duele... duele mucho...
—Está bien, descansa un poco. Necesitamos que te quedes despierta lo que más puedas —murmuró Darcy acariciando el rostro de la mujer.
El plan falló antes de intentarlo. No durmieron esa noche a la espera de la muerte de la Vigilante, pero milagrosamente a la mañana siguiente agradecieron que aún respiraba y que sus heridas empezaran a cicatrizar.
Este era el castigo de los Vigilantes por su fidelidad a Maleon, el Consejo los haría matarse entre ellos.
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