Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17: La vuelta, la realidad




Antes de salir de mi habitación, la criada se detuvo dudosa.

—Ah... la señora desea hablar con usted. La espera en la salita de té.

—Vale— contesté sin apartar la mirada de los hombres que conversaban.

Al ver que la criada no se movía de donde estaba, la miré y le presté atención.

—¿Tengo que ir ahora? 

—La señora insistió en que...

—Ah, maldita vieja. No me va a dejar en paz ni un segundo... —salí murmurando improperios y pasé delante de la criada que me siguió nerviosa.

—Espere, por favor. Tiene que ser anunciada antes de entrar...

—Al diablo. No estoy de humor para las pijotadas de mi abuela —exclamé.

La criada me ignoró y me adelantó justo cuando llegábamos a la puerta de la salita de té donde me había reprendido tan severamente cuando la interrumpí en su conversación con el señor Steinbach.

Al pensar en él, recordé cómo lo había visto en el recinto de mis abuelos conversar con el otro hombre y me estremecí. Como Dani había dicho, mi abuela era la más rica de la zona y tal vez querían conspirar contra ellos...

Sacudí las ideas absurdas de mi cabeza y tras ser apropiadamente anunciada por la abrumada criada, entré en la salita, donde mi abuela me esperaba sentada tomando un té y hojeando un periódico, en el mismo sillón donde estuvo la última vez.

—Bienvenida a casa, Alicia. ¿Qué tal el viaje?— preguntó sin dirigirme la mirada todavía.

—Entretenido —me limité a responder.

—Me alegro. Espero que hayas disfrutado de tu paseo por tu tierra— en ese momento clavó los ojos en los míos y las piernas me temblaron. Me había pillado. Pero, extrañamente, no había reproche en ellos, y ciertamente, si ella quería, mi abuela era una experta en dejar ver sus  auténticos sentimientos con sólo una mirada.

—Pareces sorprendida de que lo sepa. No creerás que voy a dejar que te vayas por ahí con los Steinbach sin saber lo que haces.

—¿Me has estado vigilando?— pregunté intentando desviar el tema, pero no funcionó.

—Por supuesto. Una niña irresponsable y rebelde como tú no podía traerse nada bueno entre manos, y menos mal que lo hice.

Dejó la taza de té y el periódico sobre la elegante mesita vintage y puso sus manos perfectamente colocadas sobre sus piernas, una encima de la otra. Tenía la espalda tan recta que parecía que había desayunado palo de escoba.

—Aunque no apruebo que te hayas marchado con una mentira, me alegro del resultado de este viaje.

—¿Qué?— ¿Cómo diablos se había enterado de aquello también? ¿Tenía súper poderes o algo así? Tal vez era como Batman y su super poder era tener mucho dinero. Asco de dinero. 

—Espero que después de saber que no puedes confiar en los que creías que eran tus amigos, dejes de ser una ingenua infeliz y te olvides de ellos, pero ahora con una importante lección aprendida. No te fíes de nadie excepto de ti misma.

—Sí. Eso me ha quedado más que claro— murmuré pensando en todas las veces que ella misma me había demostrado que tampoco podía confiar en ella.

—No vuelvas a intentar engañarme. No siempre puede salirte tan bien como hoy. Estoy de buen humor, así que da gracias. Vamos a restablecer tu móvil. Como ya no te ata nada a tu antigua vida, puedes volver a usarlo como antes.

—Sí, señora— contesté agachando la cabeza. Se había salido con la suya. ¿Para qué demonios me servía mi teléfono ahora? —Si no requiere nada más, me gustaría darme una ducha —espeté sarcástica, mientras hacía una ridícula reverencia.

Ella alzó una ceja, pero no mostró ninguna otra emoción. 

—De hecho, sí, Alicia. Hay algo más que requiero de ti— dijo con serenidad. Diablos. No debí sugerir que estaba abierta a otros requerimientos. —Mañana por la noche tendremos una cena especial. Las criadas te dirán cómo debes vestirte.

No contesté, aunque tampoco pareció importarle. Volvió a coger su periódico y siguió leyendo. Odiaba cuando se salía con la suya.

Me marché a mi cuarto y en cuanto entré, di un portazo con todas mis fuerzas, para que ella pudiera escucharlo. Sin embargo, la puerta tenía un sistema que evitaba los golpes. Con rabia la volví a abrir y cerré con fuerza, pero no conseguía que golpeara lo suficiente como para que ella pudiera escucharlo. Grité con impotencia y lancé el teléfono contra la pared, rompiéndolo en pedazos. Observé el artefacto en el suelo, pero no lo lamenté. Había cortado mis lazos con la gente que había al otro lado de ese teléfono. A partir de ese momento me convertiría en una VIP. Se acabó la Alicia que echaba de menos a Kevin. Me convertiría en la nueva Alicia. La que se iba a comer el mundo.

—¡Cuidado, mundo, que voy a por ti! —exclamé pateando los restos del teléfono. Por alguna razón me sentía liberada. Como si al cortar con esos lazos me hubiera quitado un peso de encima.

Luego mi mirada se clavó en el iPhone de mi abuela. No. No lo iba a destruir también. No había perdido la cabeza hasta ese punto. 

—Leonardo Steinbach, no vas a poder conmigo...

Enviar.

Vale, retiro lo dicho. Sí había perdido la cabeza. Llevada por la adrenalina del momento, acababa de enviar un mensaje de audio a Leo.

Inmediatamente, el icono se volvió azul. Lo había escuchado.

Maldición.

Esperé unos segundos su respuesta, pero dejó de estar en línea. Dejé caer el teléfono sobre la cama y luego me dejé caer yo. Maldito Leo. 

Miré por la ventana y todavía quedaban unas horas de sol, así que dejé todo y me fui al bosquecillo para poder relajarme un poco. Me planteé bañarme en el lago donde tantas veces había visto a Leo, pero el riesgo de encontrarlo allí era grande, así que pensé que sería mejor evitar la escasez de ropa. Por lo que pudiera pasar.

Caminé deprisa por si me encontraba con el señor Steinbach y el hombre con pinta de asesino en serie, pero no había nadie por ahí, así que aceleré el paso y me adentré en el bosque, donde el olor a tierra mojada en seguida me hizo sentir un poco mejor.

Una vez allí me relajé y ralenticé el paso. Me puse a pensar en todo lo que había ocurrido, ya no sólo con Kevin y Carla, sino con los gemelos. ¿Acaso era posible que estuviesen compitiendo por mí? Me sentí halagada, aunque lo tenía muy claro. Leo era un completo y absoluto idiota, así que, ya que por fuera eran iguales, me decantaría por Dani. Al menos él era respetuoso conmigo, amable, inteligente, aplicado... ¡Era perfecto! No como ese idiota de Leo, que por su culpa había perdido a mi novio y a mi mejor amiga en un día... aunque mejor debería estarle agradecida, pues por su estúpida apuesta descubrí la falsedad de quienes creí que eran los seres más importantes de mi vida.

Sin darme cuenta, había llegado a la dichosa orilla del lago donde tantas veces había visto a Leo, pero no estaba. Lo agradecí, porque aquel rinconcito me encantaba y no tenía fuerzas para enfrentarme a él y su propuesta de esclavitud.

Me senté junto a un árbol y me abracé las rodillas. Entonces pensé en lo ocurrido con Dani y me ruboricé al recordar cómo se me había declarado. Me resultaba incómodo que lo hubiera hecho el mismo día en que me habían "roto el corazón", pero lo peor era que yo no me había sentido molesta. Probablemente, si lo de Kevin no hubiera sido tan reciente, le habría permitido besarme... cielos. Me sonrojé sólo de pensarlo.

Me planteé si debería corresponderle. No sería mala idea. Me demostraría a mí misma que Kevin no era tan importante para mí y que podría superar la ruptura y la traición fácilmente.

Un alegre chapoteo me sacó de mis pensamientos y vi a uno de los hermanos Steinbach mirándome desde el agua. Seguramente Leo, pues era quien siempre aparecía en aquel lugar.

—Llevas unos veinte minutos ahí sentada con la cabeza en las nubes. ¿No te apetece entrar en el agua?

Mojado y sin ropa que le identificase, podía ser cualquiera de los hermanos. Si era Dani, no me atrevía a enfrentarme a sus sentimientos tan pronto, y si era Leo... si era Leo tenía que salir corriendo antes de que empezase con sus tonterías de esclavitud.

—No, gracias— contesté mientras empezaba a ponerme en pie para marcharme, pero el joven Steinbach salió del agua y me quedé embobada mirándolo lo suficiente como para que me alcanzara. Se agachó a mi lado antes de poder concluir la maniobra de evasión y empezó a acercarse peligrosamente. Yo intenté apartarme, cuando, para mi vergüenza, percibí que no era a mí a quien se aproximaba, sino a su ropa que estaba detrás de mí. Estiró una mano para cogerla y se echó sobre los hombros la toalla para secarse. Supuse que se trataba de Leo, pero su expresión sosegada y su sonrisa tierna me confundían.

Lo observé en silencio esperando cualquier pista que me indicara de qué Steinbach se trataba.

—No sabes quién soy, ¿verdad?— preguntó finalmente. Yo negué con la cabeza avergonzada. —No te preocupes, es normal. Tampoco hace tanto tiempo que nos conoces— se rió dulcemente—. Soy Dani.

—Ah...— en seguida me ruboricé. Bueno, lo cierto era que iba a ser más complicado aceptar sus sentimientos de lo que pensé. ¿Realmente era eso lo que quería?

—Me apetecía refrescarme después del cansado viaje, y como ya estoy harto de la piscina, he venido aquí. Además, mi hermano me dijo que puede que te encontrase por aquí.

—Sí, ha dado en el clavo— contesté nerviosa.

Dani me miraba sonriente, mucho más cómodo de lo que cabía esperar después de lo ocurrido y yo me alegré. No soportaría una situación tensa con él.

—No tienes que seguirle el juego con ese rollo de ser su esclava. Es un idiota.

—No lo pienso hacer— admití por fin.

—Ah, ¿no?— se sorprendió.

—¡Qué va! Sería mi ruina. A saber qué cosas pasan por la cabeza de un sociópata como él... Si hace falta me quedaré en casa encerrada un mes...

—No exageres. Habla con él. Tal vez te sorprenda y te perdone el pago de la apuesta— se encogió de hombros mientras se frotaba el pelo con la toalla.

—Paso. Ese chico es un desequilibrado...

—¿Tan mal te cae?

—No es que me caiga mal, es que él es el tipo de persona que no deseo ni en mis grupos de amigos lejanos: engreído, vanidoso, egocéntrico, sin el más mínimo respeto hacia las mujeres... cree que el mundo debe arrodillarse a sus pies, cuando no es más que un patán mimado e inseguro que se esconde tras una cara bonita para hacer lo que quiere.

—Vale, me ha quedado claro que no te gusta.

Me avergoncé al darme cuenta de que había puesto demasiada pasión en mis palabras.

—Espero no entrar en el mismo saco sólo por compartir la misma cara— me miró de soslayo arrancándome una sonrisa.

—Tú eres distinto— admití sonrojada. —Oye, Dani, sobre lo que pasó anoche, quiero que sepas que no me parece mal, ¿vale? Estoy dispuesta a pensarlo.

Dani me miró sin perder la sonrisa y asintió.

—Me alegro mucho, Ali. Ahora tengo un poco de prisa porque tengo un evento social, pero podemos hablar sobre el tema más tranquilamente en otra ocasión. ¿Quieres que vayamos al cine esta semana?

Me sorprendió que no quisiera hablar sobre el tema, aunque, claro. Tal vez era incómodo para él también.

—Claro —sonreí.

Su sonrisa se volvió más amplia y yo suspiré involuntariamente. Tenía una sonrisa de cine.

—Estupendo. Te avisaré a lo largo de la semana. Podemos ir en mi moto.

Dani inclinó la cabeza a un lado con candidez y luego tomó mi mano y la aproximó a sus labios, besándola con galantería.

Lo normal era que hubiera apartado la mano, pero no lo hice. Me quedé mirándolo, mientras la calidez de sus labios logró ponerme los pelos de punta.

—Nos vemos.

Me quedé ahí parada, como una idiota, mirándolo marcharse. Los músculos de su espalda se movían al compás de sus pasos... maldito Steinbach. Se me escapó un suspiro involuntario, pero en seguida recuperé la compostura y me fui a casa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro