Capítulo 14: Sorpresas non gratas
Cuando vi que la mujer pasaba el brazo por el hombro de Kevin, quise morir. ¿Qué diablos era eso? Empezó a hablar con él de un modo algo insinuante, sin dejar de pasar las manos por su brazo. No podía escuchar lo que decía, pero la sangre me hervía sólo de ver a aquél pendón tocar a mi novio.
—Ah, vaya, Alina ya ha llegado— dijo Leo victorioso.
—¿Has contratado una prostituta para seducir a mi novio?— pregunté escandalizada.
—¿Una prostituta? Por favor, no, Alicia. ¿Por quién me tomas?— fingió estar ofendido con una exagerada teatralidad. —Se trata de una bailarina exótica que viene de Rusia. A veces la contrato para bailar para mí.
Miré a Leo con repugnancia. Era un ser asqueroso, nocivo y traicionero. Con toda la razón del mundo, las chicas del instituto pensaron que había contratado a alguien para dejar a Sophie. ¡Maldito Steinbach! En cambio él no parecía para nada molesto. Más bien, sonreía triunfal y me guiñó un ojo recordándome que desde el día siguiente a haber perdido la apuesta tendría que cumplir con mi parte del trato. Me sentí miserable.
Devolví la vista a la pareja justo para ver cómo Kevin dejaba a la chica sola en la terraza y ella, con los brazos en jarra, se marchaba molesta. Me quedé con la boca abierta unos segundos sin reaccionar del todo y sintiéndome un poco culpable por todas las dudas que había tenido pero...
—Vaya, parece que has calculado mal— sonreí aliviada. Quería gritar. Quería bailar. Quería correr y abrazar a Kevin. ¡Él era el mejor novio del mundo!
—Pero... ¿Qué demonios...?— empezó a decir Leo sorprendido poniéndose en pie.
—¡Te lo dije! Maldita sea, ¡¡Te lo dije!! —exclamé incorporándome de un salto.
Empecé a caminar hacia el bar, seguida de Leo, mientras me regodeaba. A pesar de que estaba molesto, no pudo evitar reírse de mi ridículo bailecito de la victoria.
—Está bien, lo admito— dijo con voz derrotada pero sin dejar de sonreír—, has ganado. Tu novio es fiel y seguramente gay. Al final debí haber contratado a Iván— se rió.
—Eres un cretino por atreverte a dudar.
—¡Admite que tú también has dudado! En cuanto viste a Alina creíste que caería. —Me señaló con el dedo divertido y yo fingí estar ofendida, sin dejar de sonreír.
—¿Yo? No inventes. Tengo el mejor novio del mundo y merezco mucho más que sólo darme la razón por haber tenido que soportar tus interminables humillaciones. Merezco...
Me volteé para seguir el camino hacia mi amado Kevin cuando de repente vi algo que borró la sonrisa de mi cara en un microsegundo. Estaba abrazando a otra chica. Sentí un pinchazo extraño en el pecho y me quedé petrificada. No. Ese no podía ser Kevin. Miré en otra dirección, busqué otros camareros, pero era él. No cabía duda.
—Vaya, parece que don perfecto tiene un secretito— me susurró Leo al oído, pero lo ignoré por completo.
El dolor en mi pecho se fue intensificando, hasta que descubrí que la joven a la que abrazaba era Carla. Un fugaz beso fue la gota que colmó el vaso. Las rodillas me flaquearon un instante y tuve que agarrarme al brazo de Leo para no caerme.
Todo mi mundo se derrumbó en mil pedazos. Mi novio y mi mejor amiga acababan de besarse. ¡Besarse!
No me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que era demasiado tarde para echarme atrás. Sin saber cómo, llegué hasta donde estaban, y aunque no era capaz de percibir otra cosa que no fuera el dolor de mi corazón roto, fui levemente consciente de la cara de sorpresa que acababan de poner Carla y Kevin.
—¡Ali! ¿Qué haces aquí?— preguntó Carla estupefacta.
No fui capaz de mediar palabra. Me planté frente a Kevin y no me lo pensé dos veces. Estiré la mano con todas mis fuerzas y la estampé contra su bonita cara. No tenía ni idea de lo que acababa de hacerme. Me miró sobrecogido, pero las lágrimas me impidieron ver su cara con claridad.
—Ali, te lo podemos explicar— continuó mi ex mejor amiga levantando las manos por si acaso ella era la siguiente en recibir el golpe de mi ira.
—¿Explicar?— pregunté incrédula.— Lo puedes explicar cuando manchas mis pantalones favoritos, cuando pierdes el CD de música que te presté... pero cuando besas a mi novio creyendo que yo no estoy...
—Ali...— se atrevió a decir Kevin— Lo siento de verdad. Esto tiene un porqué. Te envié un mensaje, porque tu teléfono estaba apagado y...
—¿Mensaje? ¿Qué mensaje?
—Te envié un mensaje por facebook.
—¿Un mensaje por facebook? Un mensaje por facebook... ¡Un maldito mensaje por facebook! —Resoplé furiosa.
—Yo no me había dado cuenta de lo que sentía por él hasta que empezamos a pasar mucho tiempo juntos— intentó defenderse Carla—. Antes siempre estábamos contigo y él era un amigo más, pero desde que te fuiste, seguimos quedando como cuando tú estabas aquí y... bueno, empezó a surgir algo inevitable que...
—¡¡Me fui la semana pasada!!— grité furiosa.
No sabía exactamente cuándo habían empezado a caer las lágrimas de mis ojos, pero habían tomado tal fuerza que apenas podía diferenciar la expresión de congoja en la cara de Carla. No quería escucharla hablar sobre sus sentimientos por mi novio. No. Mi ex novio.
—En el mensaje te lo expliqué todo... Yo nunca sería capaz de traicionarte. Quise acabar con todo antes de empezar algo con Carly— dijo Kevin, todavía pasándose la mano por la mejilla dolorida.
—¿Cómo te atreves a pensar que eso es una excusa? —sentí ganas de volver a pegarle, pero una mano en mi hombro me lo impidió.
Los hermanos Steinbach se pararon detrás de mí, seguidos por los demás.
—¿Hay algún problema?— dijo Dani sin apartar la mirada de los ojos de Kevin, que retrocedió un paso amedrentado. Ellos eran un poco más altos que él y bastante más fuertes.
—Veo que tú tampoco has perdido el tiempo, Alicia— dijo Kevin con algo más de frialdad—, ¿Cuál de ellos era el del teléfono?
—Espera, ¿Lo del teléfono? ¿Todavía le das vueltas a eso? ¿Acaso no te expliqué que había sido un idiota que quería bromear? Me dijiste que estaba todo bien y que confiabas en mí... ¡Eso fue hace dos días!
—¿Y cómo querías que lo supiera? Perdí el contacto contigo después de eso. Creí que te habías cansado de mí. ¿Qué quieres que piense?
—¡¿Y yo qué sé!?
—Ali, no te enfades con él —lo defendió Carla. —La culpa es mía. Fui yo, de verdad. Creí que...
—¡¡CÁLLATE!!
La ira de nuevo se apoderó de mí y esta vez me lancé hacia ella para volver a darle una bofetada, pero Leo me sujetó la mano. Intenté zafarme furiosa, pero al mirarle, la leve sonrisa de triunfo en sus labios me devolvió a la cruda realidad.
—Maldita sea...— murmuré librándome de su mano con fuerza.
Miré de nuevo hacia Kevin y Carla, que todavía evitaban mi mirada incómodos.
—Nunca... ¡Nunca en vuestras vidas volváis a cruzaros en mi camino!— de nuevo las lágrimas se dejaron ver y un nudo en la garganta quebró mi voz.— No tenéis ni idea de lo que acabáis de hacer con mi vida.
Dicho aquello salí corriendo por las calles que tan bien conocía. Necesitaba perderme un poco. Estar sola y no ver a nadie.
Me sentía humillada, decepcionada, traicionada y, lo peor de todo, desde el día siguiente tendría que obedecer cualquier estupidez que se pasara por la retorcida mente de Leonardo Steinbach. Mi vida estaba destrozada.
Me senté en un banco que había frente a un parque infantil. Ya no estaba llorando. No estaba segura de si era porque había gastado las lágrimas de mis ojos o porque era consciente de que semejantes rastreros no merecían mis lágrimas. Pero mi orgullo estaba herido. Muy herido. Mis nuevos amigos habían sido testigos de la mayor humillación de mi vida. Yo había hablado maravillas de Carla y Kevin y ahora habían dado su verdadera cara. Nunca les había importado en realidad nuestra amistad. Ellos mismos y sus sentimientos eran más importantes que yo o los años que habíamos pasado juntos...
Maldita Carla. Falsa. Hipócrita. Malvada.
—Hola, Alice.
Miré detrás de mí y April estaba parada mirándome con expresión de incomodidad, algo anormal en ella.
—Hola— contesté devolviendo la mirada a la nada.
—Vamos a volver al hotel. ¿Vienes?
—Sí.
—Ese chico no merece tus lágrimas. Lo sabes, ¿no?
—Sí.
Tras un silencio incómodo me puse en pie y empecé a caminar junto a April hacia el hotel. Los demás ya nos esperaban allí. Después del espectáculo que había dado, nadie tenía ganas de salir a bailar, aunque, para ser sincera, tal vez hubiera sido precisamente lo que necesitaba.
—Lo cierto es que no estoy tan enfadada como creí que debería estarlo. Al menos, no con Kevin.
—¿No? Yo creo que te has contenido muy bien. Si hubiera sido yo lo habría matado ahí mismo.
Me reí con ella. Me la imaginaba haciendo algún movimiento de Kárate y lanzándolo a la otra punta de la calle.
—No habíamos estado tanto tiempo juntos y la verdad es que, en el fondo tenía mis dudas, aunque intentaba convencerme a mí misma de que podía confiar en él. La que realmente me ha hecho daño ha sido ella.
—¿La chica?
—Era mi mejor amiga. Nos conocíamos desde la infancia.
April arqueó las cejas y arrugó los labios, un gesto que hacía cuando se daba cuenta de algo.
—En ese caso, quien merece morir es ella. La regla primordial de las amigas es que los novios de amigas son intocables incluso después de cortar con ellos.
—Así debería ser, pero no todo es como queremos...
Guardé otro instante de silencio, tras lo cual reflexioné en voz alta.
—Si una no puede confiar en la familia, en los mejores amigos y en los novios... ¿Qué nos queda?
April me observó unos instantes, tras lo cual sonrió.
—Bueno, puede que todavía no sea tu mejor amiga, pero me caes bien. Puedes confiar en mí.
La miré agradecida. En estos momentos cualquier muestra de cariño era un mundo para mí. Aunque no la conocía mucho, un viaje en avión de diez horas había sido suficiente para saber que April era pura energía positiva. Todavía no la había visto de mal humor, enfadada o triste. Siempre buscaba una explicación positiva, una razón para perdonar y una sonrisa que dar a todos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro