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V

Título: “Viajando al pasado”.

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La conversación con Charlotte se vió interrumpida por el hombre que antes me había explicado dónde se encontraba la oficina de ella, este hombre resultó ser su esposo y compañero de trabajo, Erick Austen. Al parecer debían darle una sesión mental con un nombre raro a un jóven, justo ahora no recuerdo el nombre del muchacho pero tarde o temprano pensaba averiguarlo. La doctora Green soltó varios resoplidos al buscar una grabadora, una historia clínica y una pluma pues según ella, la habían interrumpido en un momento importante.

—Llévate este libro, investiga un poco sobre lo que en él se cuenta y después me contarás tus problemas... Por cierto, léelo en la madrugada, tiene magia. —Comentó Charlotte antes de colocar sobre mis brazos un libro delgado de tapa azul con piedras blancas y tonalidades de color lila, era hermoso pero sus hojas se veían dañadas por el tiempo que quizás tuviese de vejez.

—Esta bien, ¿cuándo debo traerlo? —Le pregunté al salir junto con ella de su oficina extraña.

Caminamos un poco por el pasillo estrecho hasta llegar a la parte donde estaban las camillas y demás cosas, las enfermeras técnicamente corrían de un lado a otro y sussuraban cosas, Erick se veía relajado en comparación con las demás de sus compañeras mientras jugueteaba con un bisturí.

—Te recomiendo traerlo mañana, en la tarde pues creo que estaré ocupada todo el día y solo tendré tiempo en la tarde para dormir veinte minutos. —Dijo ella al suspirar y acercarse a su esposo; realmente me llamó la curiosidad que ella llevase una grabadora en uno de los bolsillos de su bata blanca e intenté leer el nombre del estudiante al que revisarían pero no pude entender quién era, solo reconocí la letra “s”.

—Mañana lo traigo. —Le dije y a pasos acelerados salí de ahí, nunca me había dado tanto miedo y curiosidad una persona. ¿Qué estás haciendo realmente aquí Green?

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El viento se había calmado, igual que la lluvia y algunos estudiantes estaban afuera conversando. Sonreí al acariciar un poco la taza marrón de té que sostenía en mis manos, el calor que esta desprendía me relajaba y me hacía recordar mi niñez en Londres. Antes, cuando llovía y escampaba me ponía una capa con botas de agua y salía a la calle, todo en compañía de mi abuela y reía a carcajadas mientras bailaba y saltaba sobre los charcos de agua. Que bella era mi niñez, lamento tanto haber crecido.

—¿Pensando o recordando Crownstone? —Me preguntó la directora Celeste, ella estaba detrás de mí con la mirada clavada en los estudiantes que se encontraban al otro lado del vidrio.

—Recordando. —Contesté tras probar el té, la directora se colocó a mi lado y pude notar que su expresión no era igual a la de ayer. —Disculpe la incumbencia señora directora pero, ¿se encuentra bien?

—Físicamente lo estoy, pero mentalmente estoy preocupada. —Se sincerisó ella tras juguetear son sus manos ya algo arrugadas.

—¿Puedo ayudarle en algo? —Inquirí para nuevamente probar el té.

—No creo que pueda ayudarme a capturar un caníbal. —Comentó ella y después sus ojos se abrieron como platos, había hablado de más. —En conclusión, es solo una broma...

Ella soltó una risita, obviamente incómoda. Había un caníbal suelto en el pueblo y los territorios de la academia pero ¿cómo llegó Celeste a esa conclusión? ¿Cómo sabía ella qué se trataba exactamente de un caníbal y no de un lobo gigantesco?

—¿Qué estaba recordando Crownstone? —Preguntó ella al mirarme.

Miré la taza de té por unos segundos, se estaba enfriando y eso no tenía sentido. Yo siendo inglesa jamás tomaría un té frío, sería insultarme a mi misma pero... Tengo que prestar atención a la conversación.

—Un momento de mi infancia; me gustaba y sigue gustando la lluvia. —Contesté con una amable sonrisa de boca cerrada.

—Es hermoso recordar la infancia, no sabíamos lo felices que éramos. —Susurró la directora.

—Señora Celeste, aquí están los documentos que mandó a pedir. —Gritó la secretaria, Edith, la mujer de vestimenta sofisticada y de tonos grises con lentes en forma circular, se acercó a nosotras con un documento de color rojo oscuro.

—Muchas gracias Edith, ¿cómo le va a Austen y a Green? ¿encontraron lo qué necesitamos? —Preguntó Celeste al abrir el documento y echarle un vistazo al contenido.

—Creo que es información confidencial, directora. —Susurró Edith pero obviamente yo lo escuché y entendí que mi presencia molestaba.

—Un placer hablar unos minutos con usted señora directora, debo retirarme a mi cuarto para estudiar un poco sobre mis estudiantes. —Dije para girarme e irme pero la voz de la directora me detuvo:

—Crowstone si necesita algún documento de un estudiante, comuníquese con mi secretaria y ella le dará lo que necesite para conocer cada uno de los casos.

—Muchas gracias directora, por ahora estaré estudiando a Jessica Glow. —Le comenté con una sonrisa.

—Perfecto, bueno yo también debo irme para resolver algunos asuntos. —Se despidió ella antes de irse caminando con Edith tras ella como una madre detrás de su hija curiosa y caprichosa.

No pude evitar reírme internamente de lo chistosa que se veía la escena.

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La noche había caído, el frío estaba intenso pues el lago no ayuda y la lluvia de hoy no colaboró en nada con la temperatura que rodea a la academia RavenThur. Como petición de la directora trajeron la cena a las habitaciones, comida caliente y a las díez traerán chocolate caliente para aquellos que siguieran despiertos... Realmente no puedo quejarme en este sentido. Mi plato de caldo de pollo estaba vacío y el vaso de agua intacto, que raro como la temperatura puede influir en mi organismo. El libro yacía sobre mi cama y la laptop igual, quería comunicarme con Sheyla pero no había señal. Así que la única opción de entretenimiento era leer ese misterioso libro, pero tendría que esperar a la madrugada y faltaban por lo menos dos horas para que fuesen la una.

Me levanté de la cama, técnicamente me siento como un robot y rebusco en los documentos que guardé en una caja de cartón la historia clínica de Jessica Glow. Me vendría bien conocerla, saber su problema y forma de tratarla.

Paciente 280| Jessica Glow|19 años.

La jóven Glow presenta pensamientos suicidas e intenciones de muerte, todo esto causado gracias al bullying recibido en su secundaria por ser una chica alta y tener padres homosexuales.

A continuación de la otra hoja de su historia clínica veo una fotografía de ella junto a sus padres gays, después una donde encontraron a Jessica con cortes en sus piernas largas y otra de las pastillas que casi ocasionan su muerte.

Jessica Glow a sus catorce años escuchó hablar de la película “Ballena azul” y la buscó en la internet, aunque ella no la buscó con la intención de conocer dicha cinematografía sino que lo hizo con la intención de conocer el dichoso juego suicida. Cumplió cada uno de los retos que se presentaron en la película y se intentó lanzar del techo de su escuela secundaria; por suerte un profesor logró salvarla. Desde entonces fue internada aquí, se han visto avances en su situación pero aún así, los pensamientos de suicidarse siguen vigentes en ella.

Asombrada cerré la historia clínica y decidí no seguir leyéndola, la piel se me erizó de tan solo pensar en que una de mis estudiantes deseaba suicidarse solo por haber recibido bullying... Realmente las personas que lo hacen no tienen ni idea del daño que nos crean a los que recibimos dicha burla, no es fácil para un adolescente recibir críticas más cuando se encuentra en la edad del perjuicio propio.

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Un ruido muy pero muy molesto me despertó de mi profundo sueño, se trataba de la alarma que había puesto en mi celular para las tres de la mañana pues a esa hora dicen que pasan las cosas más extrañas y paranormales. Hoy haría ese experimento. Me senté y agarré el libro que me había prestado Charlotte, esa mujer es rara.

Lo abrí con una delicadeza sobrehumana, no quería dañar la bella portada y mucho menos provocar que Charlotte me quisiese matar pues se notaba que era una persona muy cuidadosa con sus cosas. Gruñí en frustración, la letra no se entendía y parecía estar en otro idioma, quizás podría ser nórdico antiguo. ¿Por qué Charlotte tendría un libro en un idioma tan poco conocido? Bueno, quizás ella sepa hablar el idioma y ahora es cuando me pregunto... ¿Qué hago? Ni modo que traduzca el libro en Google porque no hay internet. Justo ahora quiero salir de mi habitación e ir a la oficina de la doctora Green pero sé perfectamente que no debo salir de noche. Es una de las reglas de la academia, impuestas por la misma directora Celeste.

Dejo el libro sobre la cama y camino hasta la ventana, suelto un resoplido y pienso lo injusto que fue despertarme, ahora pasaré un trabajo horrible para volver al mundo de los sueños... ¿Quién me manda a hacerle caso a una doctora que aparenta estar completamente loca? Probablemente los psiquiatras se toman toda la locura que le quitan a sus pacientes, aunque tengo que destacar que no todos los pacientes están locos pero mejor no entro en ese dilema. No quiero discutir mentalmente conmigo por horas... ¿Qué se supone qué debo hacer para leer ese maldito libro? ¿Aullar como loba?

Miré hacia la cama y la luz azul resplandeciente que de ella emergía me cegó por varios segundos, sorprendida corrí hacia mi cama y se trataba del misterioso libro. Al colocarme frente a él se abrió solo y de repente todo comenzó a darme vueltas, como si hubiera entrado en un tubo transportador de dimensiones.

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Aparecí en lo que parecía ser el interior de un castillo, el techo pintado con adornos plateados y música producida por lyras con arpas le daban aires del pasado al momento en que me encontraba. ¿Dónde estaré? De repente un niño de cabellos blancos pasó corriendo a mi lado y me atravesó con sus manos, como si yo fuera un fantasma... ¿Habré muerto? Esto es mucho para mí, soy profesora y una mujer con traumas gracias a su esposo pero no una esquizofrénica que viaja al pasado a través de un libro y muere.

—¡Con ustedes los reyes de Zafiroa! —Anunció un hombre de traje violeta con bigote largo para después soplar una trompeta.

Corrí hacia el frente de las escaleras y de ellas descendían una pareja muy apuesta, ambos rubios pero de diferentes tonos de piel con ojos azules y verdes... La mujer tenía los ojos idénticos a un zafiro y a su lado venía una dama de honor con una pequeña niña en brazos. Me sorprendí al ver lo bellos que eran los reyes y su hija, parecían de película y ni hablar de sus vestimentas.

Después de la llegada de la realeza ocurrió un baile, no volví a ver al niño de cabellos blancos que me había atravesado y sí, aquí todos parecen tener los ojos y cabellos claros. No se parece en nada a mi mundo, y si pertenece a mi mundo debo decir que es totalmente irreal. Mientras las personas bailaban el rey y la reina conversaban, la niña que dormía en la cuna cerca de la dama de honor se veía relajada, como si estuviera adaptada a todo este ambiente de fiestas y músicas folclóricas.

En un momento la música cesó, todos hicieron un espacio en el medio del salón y observaban a la reina ponerse en pie.

—Mis adorados súbditos, como todos sabrán hoy en la mañana, después de siglos de caza logramos atrapar a los rufianes que mataban y saqueaban nuestras cuevas de zafiros. —Dijo la reina con una voz seria, despiadada y frívola. —¡Traed a las bestias!

Una pared de color blanco, con piedras de diferentes tonos de azul se abrió de par en par y de ella salió una jaula de plata con dos personas dentro... Grilletes en sus tobillos, unos collares de púas en sus cuellos y sus manos esposadas, sus rostros se veían tristes y sus miradas furiosiosas en un tono azul casi violáceo. Sus cabellos parecían ser blancos, pero estaban llenos de suciedad y óxido rojo, moretones por todas las zonas de sus cuerpos y las bocas llenas de sangre. Se parecían muchísimo a los gemelos Storm, ¿serán ellos? No, imposible, no pueden tener siglos de vida porque sino la magia existiría.

Aunque bueno, ¿esto que estoy viviendo no se supone qué es magia?

—¡Traigan el zafiro azulo a mi esposa! —Gritó el rey al levantarse de su asiento y cargar a la pequeña niña que se había despertado por el alboroto.

Los caballeros que custiodaban la entrada del salón fueron en busca del dichoso zafiro azulo; ¿qué les harían a esas personas?

—¡Mi reino ha perdido hombres, mujeres e incluso niños por culpa de vuestra maldita raza! ¡Se suponía que fueron creados para servirnos! —Gritó la reina exaltada.

La pareja no respondió, estaban en silencio. Segundos después la reina tuvo en su mano un broche en forma de “s” incrustada en una pata de lobo plateada. Al parecer ese era el zafiro de azulo, aunque no había ningún zafiro en dicho broche.

Todo se tornó borroso, no escuché lo que gritaba la reina y lo último que ví fue la mirada desesperada del niño que me había atravesado antes, él estaba escondido detrás de la gigantesca jaula y de sus ojos salían brotes de lágrimas enormes, casi iguales a una cascada.

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Sentí un intenso olor a alcohol y a cerezas, abrí mis ojos al instante y ví los ojos verdes esmeraldas de la doctora Green fijos en mi rostro. Ella sonrío y se alejó un poco de mí, me ayudó un poco a sentarme al mover la camilla en un ángulo de noventa grados y dijo al ofrecerme un vaso de agua:

—Te encanta dar trabajo a los que pasan la noche investigando y solucionando problemas de carne Crownstone. —Riñó Charlotte al sentarse en una silla sin espaldar frente a mí.

Fin del capítulo.

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