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III

Título: “Regreso a las aulas”.

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Mis ojos se abrieron antes de que sonara la alarma, me vestí con una alegría épica y agarré lo necesario para impartir mi primera clase... Sería mi regreso, no sabía que extrañaría tanto dar clases. Con una sonrisa de oreja a oreja salí de mi habitación, caminaba y de milagro no daba saltitos de alegría; hacía mucho tiempo que yo no me sentía así de felíz. Durante años, mis despertares consistían en ir al baño a rastras y curar heridas con alcohol. Ahora, gracias a RavenThur podré ser yo nuevamente y despertaré sin heridas físicas que sanar.

Detuve mi andar en la entrada de un enorme salón, estudiantes caminaban de aquí para acá con platos llenos de comida. Una señora regordeta pero de mirada gentil se encontraba cerca de una mesa que ofrecía leche, jugos y agua. Plenamente me sentí relajada al observar la calma que aquí se encontraba.

—¡Señorita Crownstone! —Me llamó un hombre de piel morena, cabellos negros y mirada pícara... Su cuerpo era o podría haber sido tallado por dioses griegos. Al menos ya sé quién es el profesor de educación física de la academia.

—Buenos días... —Digo y espero a que me diga su nombre.

—Buenos días, soy el profesor de educación física y mi nombre es Gabriel Marquez. —Dijo él con una sonrisa derritiente, de esas que te ponen a temblar. Idéntica a la de los galanes de las telenovelas mexicanas que ve Sheyla en su tiempo libre.

—Un gusto, yo soy...

—La señora Amélie Crownstone, profesora de biología. —Comentó él dejando de lado mi intento de presentarme; de buena manera asentí y caminé hacia alguna mesa libre para conseguir mi desayuno.

—Si gusta podría guardarle un asiento en la mesa de profesores. —Ofreció Gabriel, la verdad le agradecí con una sonrisa y esperé a que se fuera para servirme.

No me gustaría desayunar sola, necesito conocer a mis compañeros de trabajo y además relajarme, estos nervios que me traen vuelta loca desde esta mañana. Cuando Gabriel me dejó sola y se fue con mis cosas en sus manos para guardarme un asiento, continúe sirviendo mi plato. No iba a comer mucho, solo alguna fruta que me llamara la atención... Y como siempre, sin obtener variedad elegí las cerezas. Las acompañé de dos tostadas con mantequilla y un vaso de agua, me gusta comer saludable.

Al girarme para ir directo a la mesa de profesores, donde se encontraba Gabriel conversando con una señora mayor tuve un accidente. Un estudiante un poco más alto que yo y de piel blanca... Chocó conmigo y el agua del vaso se derramó sobre él, inmediatamente me sentí culpable y esperaba lo peor. Una golpiza, un jalón de pelo y la cara incrustada en el suelo, eso estaba esperando y temblaba, temblaba con miedo y mis ojos cerrados esperando que así se amortiguara el golpe demostraban el pánico que sentía. Juraría que todas las miradas estaban posadas en mí y que en unos segundos, después de mi castigo por ensuciar a un hombre... Vendría la directora y me sacaría a patadas de aquí.

¿A dónde se fue la paz qué sentía? ¿Por qué me muestro débil ante todos? ¿Qué me pasa?

Mientras me preguntaba cosas, alguien tocó mi brazo y dí un salto hacia atrás al abrir los ojos. Aún tenía la bandeja con mi desayuno, aunque todo flotaba en el agua y mis manos temblorosas no ayudaban, pues dejaban por el movimiento, gotas de agua caer al suelo.

—¿Se encuentra bien? —Preguntó el estudiante con un tono de voz pacífico, dulce y calmado que me dejó helada.

Por todo el comedor se escuchó la típica expresión de sorpresa y susurros, alguien aplaudió con sus manos y nuevamente reinó el silencio.

—¡Andando, es hora de ir a clases y a terapias psicológicas muchachos! —Informó una mujer alta, con bata blanca y cabellos negros cayendo a su lado con un tono de voz amargo y furioso.

—¿Se encuentra bien profesora? —Preguntó nuevamente el estudiante, mi atención se quedó completamente clavada en él.

Sus ojos azules como un mar en plena tormenta y rostro de facciones rudas con labios finos me dejaron embobada... Por un momento olvidé que era mi estudiante, y que lo estaba mirando por mucho tiempo y en silencio para rematar más mi rareza.

—Creo que debería venir conmigo a la enfermería. —Comentó el muchacho con preocupación al quitar de mis manos aún temblorosas la bandeja con mi desayuno aguado.

Me sorprendí, aún estaba en shock. Jamás me imaginé que el jóven me quisiese llevar a la enfermería por mi silencio, creí que me golpearía y diría a gritos que soy una basura... Igual que mi esposo, pero no, jamás lo hizo. Quise llorar y salir corriendo pero alguien tocó mi hombro y me giró hacia su rostro. Era la mujer de cabellos negros ondulados y de bata blanca que había indicado a los estudiantes que se fueran a sus respectivas actividades.

—Creí decir que se fueran a clases o terapia Storm. —Riñó la mujer con amargura al jóven de cabellos blancos.

—Estaba hablando con la profesora. —Dijo él en un tono diferente, como si le incomodara la presencia de la mujer de ojos verdes esmeraldas.

—Largo. —Dijo la mujer con calma pero de forma autoritaria que hasta a mí me hizo temblar.

Sin protestas, ni resoplidos el muchacho de apellido Storm se fue después de echarme una última mirada.

—Venga conmigo, necesitamos hablar.  —Pidió la peliengra que es doctora, la doctora Charlotte Green. Lo leí en su placa de identificación.

—Yo... Lo lamento, tengo que ir a trabajar. —Dije con vergüenza, y con la cara ardiendo.

—La quiero en mi oficina a las doce, sin más ni menos Crownstone. —Sentenció Charlotte con esa voz autoritaria de ella, al parecer es típico recibir órdenes suyas aquí.

Después de que la doctora se fuera y el ruido de sus tacones negros dejase de escucharse me permití soltar un suspiro y calmarme. No podía entrar al aula con un ataque de nervios...

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Logré calmarme, iba díez minutos tarde al salón aunque ya estaba fresca. Nada que el agua no pueda aliviar. Entré en mi salón, todos estaban de pie conversando en voz alta y los pocos que estaban sentados se mantenían con la mirada fija en un sitio, menos Storm y una chica que parecía ser su hermana gemela. Ambos estaban sentados, susurrándose cosas y revisando una cámara fotográfica que se notaba a kilómetros lo vieja que era.

Aclaré mi garganta, pero nadie notó mi presencia y un muchacho gordito con la cara llena de pecas me señaló un silbato con tira roja. ¿Para qué diablos hay qué silbar? Ni que esto fuera una academia de perros.

—¡Buenos días! —Grité y todos me miraron con curiosidad. —¡Será mejor que tomen asiento!

Inmediatamente se sentaron pero los gemelos seguían susurrándose cosas y lo mismo hacía una parejita en el final del salón, la diferencia era que la parejita se estaba tocando y bueno... Cogí el maldito silbato y silbé. Al segundo dejaron lo que hacían y me miraban de forma apenada.

—Mi nombre es Amélie Crownstone, tengo veintiséis años y seré vuestra profesora de biología por este semestre. —Informé al caminar hacia el fondo del aula y regresar, mis manos detrás de mi espalda y la mirada fija en la pizarra. —¿Alguna pregunta qué deseen hacerme?

El muchacho gordito elevó la mano y asentí con la cabeza para cederle la palabra.

—Un gusto conocerla profesora, me preguntaba si usted se quedaría para siempre siendo nuestra guía. —Inquirió él con una mirada opaca y preocupada.

—Intentaré serlo. —Respondí de forma tajante para no crear una atmósfera sombría el día que yo me fuera. —¿Alguien más?

Una chica rubia, de ojos cafés brillantes y piernas largas levantó su mano.

—¿Sí? —Inquirí.

—¿Qué va a enseñarnos su clase? —Preguntó ella al explotar su chicle rosado fucsia.

—Muchas cosas, no quiero ser como los demás profesores. Mi asignatura viene más con los animales, no voy a estar enseñando cosas que ya deben saber de los minerales, calorías, células o ADN y ARN. —Contesté. —Quiero hacer de mi turno un momento divertido, les enseñaré todo lo que deseen de los animales... Por eso, quiero hacerles una propuesta.

Todos me miraron atentos, sonreí como lo hacen las profesoras de preescolar y dije al acercarme a mi mesa:

—¿Les gustan los animales? —Pregunté y todos asintieron. —En estas hojas que les entregaré, ustedes me pondrán su animal favorito y así decidiremos como vamos a estudiar.

Me acerqué mesa por mesa dejando las hojas, algunos suspiraron y dijeron que era patético y otros, estaban entusiasmados.

—También pondrán sus nombres con apellidos, así los conozco a todos. —Pedí con una sonrisa genuina adornando mis labios.

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Mis clases antes eran aburridas, bueno, las pocas que impartí. Porque poco después de graduarme y mudarme a Canadá, el mayor demonio regresó a mi vida y lo destruyó todo... Pero eso no viene al caso, lo que quiero decir es que cuando mi esposo estaba trabajando yo dedicaba horas a hacer investigaciones y pasar cursos de biología. Terminé aprendiendo muchísimas cosas y creando un plan de estudios más adecuado; a los muchachos les pareció agradable compartir un rato conmigo y más de uno me dijo que me adoraba como profe guía. Lo cual, me hizo eternamente felíz.

—¿Y para qué hicimos esto qué usted nos indicó profesora Crownstone? —Preguntó Jessica, la chica rubia de piernas largas.

—Esto señorita, es para seleccionar los animales que vamos a estudiar. Por ejemplo, el primero será el suyo... La ballena azul, biología marina será nuestro primer curso, así que todo aquél que tiene un animal marino como su favorito puede sentirse felíz, pues esos serán los que estudiaremos por ahora. —Expliqué de forma general y todos sonrieron de forma alegre.

Técnicamente me los he echado en el bolsillo por decirlo de esta forma; el resto de la clase estuvo tranquila. Hablando de cosas importantes de las ballenas, cómo evitar su extinción y demás asuntos de ellas. Ya yo sabía que con este tipo de clases, a parte de darles diversión a los estudiantes, ayudaría a los psicólogos. El timbre indicó que era hora de cambiar de clase, y todos recogieron sus mochilas.

—Adiós profe, espero con ansias el próximo turno. —Dijo el muchacho gordito llamado Uriel.

Todos se fueron con sonrisas, me quedé organizando todo y me dí un susto de muerte al ver a los gemelos de frente a mí.

—¿En qué puedo ayudarlos? —Pregunté intentando mantener mi postura.

La gemela, Katya Storm con sus cabellos blancos y ojos azules idénticos a los de su hermano me dejaron impactada, ambos eran el retrato del otro, con la única diferencia de sexos... Kailer y Katya, son perfectos a la hora de representar la palabra “gemelos” sin duda alguna.

—Yo solo quería decirle, gracias. —Dijo Katya y después se fue, no sin antes mirarme de forma curiosa con sus ojos hipnotizantes.

—¿Y usted qué desea? —Le pregunté a Kailer, quería que se fuera ya que aún sentía miedo de estar en su presencia.

—Yo no le hice una pregunta cuando comenzó la clase, profesora... Crownstone. —Dijo él al mirar directamente mis ojos color miel brillantes, relamerse sus labios al pronunciar mi apellido y con ambas manos apolladas en mi mesa.

—¿Qué... Qué desea preguntarme Storm? —Inquirí con un tartamudeo horrible, ¿qué me pasa? Yo soy la maestra, no puedo actuar así de infantil solo por mis miedos.

—¿Por qué hace un rato, en el desayuno, su cuerpo tembló y me dió a entender que tenía miedo cuando derramó el agua sobre mí?

Fin del capítulo.

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