Epílogo
Escuchaba las risas cerca, como jamás pensó que las oiría. Sintió la hierba bajo sus palmas, extendidas en el suelo. La tranquilidad se respiraba, la paz, la felicidad. Era una sensación que jamás pensó que sentiría, que un día creyó que eso era simplemente una etérea fantasía. Hubo un tiempo que creyó que moriría.
Abrió los ojos. Prim reía mientras corría, perseguida por sus hermanas pequeñas, Leo y Finnick. Jugaban juntos a un juego extraño que se habían inventado los pequeños, pero terminó en cuanto Finnick, más rápido que ninguno, atrapó a Prim y empezó a hacerle cosquillas. Se divirtió viendo a los tres pequeños imitarlos, pasándolo en grande, y rió más cuando vio a Finnick besando a Prim y la mueca de desagrado de los pequeños, que lo habían visto todo.
Su mirada se desplazó hacia otro grupo. Madge enseñaba a Alison a hacer la rueda, que consistía en aguantarse con las manos mientras hacías girar el cuerpo, como si quisieras hacer el pino. Luca las miraba con una nota divertida en sus ojos. En ese instante, con esa sonrisa tierna mirando a su hija, no le pareció nada amenazante. Era una sensación extraña. Si olvidaba quién era el muchacho, bien podría ser un joven totalmente ajeno a todo. Alison probó por tercera vez de hacer la rueda, pero cayó de nuevo al suelo. Esta vez con una mueca de dolor. Madge suspiró mientras veía a Luca acercarse. La mueca de desagrado de la joven fue tal que volvió a reír. Pues Luca parecía decidido a robarle un beso.
― ¿Te parece bonito reírte de los chicos? ―la voz de Peeta le arrancó otra sonrisa. Alzó el rostro y esperó el beso que se había acostumbrado a recibir. Luego se sentó a su lado, en la hierba.
― Parece un sueño. Esta paz… ―murmuró.
― Parece lo que es. Nuestro futuro. El que necesitamos, el que nos merecemos. ―puntualizó.
Kantiss le sonrió de nuevo y apoyó la cabeza sobre su hombro. Observó de nuevo la escena delante de ella. Madge se había reunido con los gemelos y Leo, y los cuatro habían comenzado a jugar a ese juego extraño, ignorando a las dos parejas en el claro. Prim y Finnick se habían sentado, como ellos, hablando en intimidad. Le gustaba imaginarse a Primrose en esa escena. Allí, corriendo y divirtiéndose con ellos. Estaba segura de que en parte seguía allí. Que nunca la había abandonado. Y si así era, quería pensar que se sentiría orgullosa de la nueva generación que habían ayudado a crecer.
Se volvió hacia un lado y miró a Gale, que la miraba a su vez mientras acariciaba el abultado vientre de su esposa. No tardaría mucho en nacer el nuevo miembro de la gran familia que habían formado. Johanna estaba preciosa, y Gale la estrechaba con cariño. Le sonrió, como tiempos atrás, y a pesar de todo lo que había cambiado, algo no lo había hecho. Ellos seguían siendo los mejores amigos. Y como siempre, sin decir nada, supieron lo que estaban pensando. Gale sonrió una última vez, asintiendo con la cabeza, y se volvió hacia su mujer para besar su coronilla con cariño.
Kantiss se apartó un poco de su esposo y se puso en pie.
― ¡Chicos! ―gritó llamando la atención de todos los presentes―. Venid un momento. Me gustaría contaros una historia.
Todos se volvieron y, minutos más tarde, ya se encontraban formando un circulo a su alrededor. Miró a Gale de nuevo, su sonrisa y decisión la ayudaron a seguir. Luego miró a Peeta, que entendió al instante lo que pretendía, y apoyó una de sus manos sobre su hombro, como siempre.
― ¿Qué historia? ―preguntó su hijo menor, Leo, con curiosidad. Kantiss sonrió con ternura.
― Una que hace mucho debería haberos contado… ―puntualizó mirando significativamente a Luca. Este abrió los ojos de par en par, pero sonrió al comprender―. Tomad asiento. Esta historia… es larga.
Todos se sentaron cómodamente, mientras Kantiss se situaba en el centro y empezaba a relatar la historia que había formado su pasado, su presente y crearía su futuro. La historia de los Juegos del Hambre…
≪― Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la basta funda de lona del colchón. Seguro que ha tenido pesadillas y se ha metido en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha…
Fin
¡¡¡Y fin!!! Ahora sí que sí! :) Espero que os haya gustado este epílogo. Com veis, es un final cerrado. Empezando con el relato de los Juegos del Hambre. Podeis comprobarlo, he sacado el último párrafo del libro ^^
¡Besos a todos, feliz año, y que no se os atraganten las ubas! ^^
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