Capitulo 5; Prueba de idiotez
El sol le dio directamente en la cara. Era un sol apagado, como si millones de nubes lo estuviesen cubriendo. Prim empezó a abrir los ojos poco a poco hasta tropezarse con un techo de madera. Entonces, Prim fue consciente de tres cosas;
La primera, que tenía un dolor de cabeza impresionante.
La segunda, que se encontraba en el cobertizo que estaba al lado de su casa.
Y la Tercera, que estaba completamente desnuda tapada únicamente por una fina manta.
Al darse cuenta de ese último detalle se incorporó bruscamente haciendo que la manta cayera hasta su cintura. Sin embargo, volvió a cubrirse a la velocidad de la luz. Sus ojos se clavaron en la pared de madera del cobertizo. Cuando todavía tenía los ojos cerrados pensó que había tenido uno de los sueños más extraños y eróticos de toda su vida. Sin embargo, al despertar ya no estuvo tan segura de que hubiese sido un sueño.
Escuchó un pequeño murmullo a su lado, no se atrevía a mirar a pesar de estar casi segura de saber de quién se trataba. No podía ser. No podía haber hecho lo que creía que había hecho. Era imposible. Finnick estaba enfadado con ella, la odiaba. Además, se había traído una novia a la fiesta de cumpleaños de Leo. No. Definitivamente no podía haber ocurrido lo que creía que había ocurrido.
Con valor e intentando convencerse de eso, se dio la vuelta con las manos cogidas a la fina manta. Sin embargo, las manos dejaron de sostener la manta para taparse la boca y reprimir un grito al descubrir a Finnick a su lado. Estaba tendido de espaldas, al parecer también estaba desnudo. La manta le cubría hasta el inicio de las nalgas y su cabello estaba revuelto.
― No… no puede ser… ―dijo en un susurro apenas audible mientras volvía a fijar la mirada al frente.
Con los ojos abiertos de par en par, volvió a girarse y le observó con atención. Sí, definitivamente todo apuntaba a que habían pasado la noche juntos. Prim cerró los ojos fuertemente intentando recordar como ocurrió exactamente. Sin embargo, no lograba recordar apenas nada. Sabía que habían salido de la fiesta porque Annie los había echado, también que se había enfadado con él y habían discutido… Recordaba, o al menos creía recordar, que la había besado. Después de eso… todo se volvía confuso. Como si se tratase de un sueño.
Volvió a mirar a Finnick y con una mano tiró un poco de la manta. Esta fue deslizándose poco a poco por el cuerpo de él hasta descubrir prácticamente todo su trasero. Prim se puso roja al instante y se volvió de nuevo para mirar la pared como si fuese lo más intrigante que hubiera visto jamás.
― Esto no puede estar pasándome a mí… ―murmuraba con las manos alrededor de su rostro.
Aunque era evidente. Había perdido la virginidad con Finnick en una noche confusa de la que no recordaba apenas nada. Borracha y furiosa.
Estupendo.
― Prim… ―murmuró Finnick desde donde estaba.
Prim se quedó blanca al caer en la cuenta de que su tregua había finalizado. Ya no podía seguir pensando, Finnick había despertado y tendrían que enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
Notó como se incorporaba y la observaba. Demasiado tarde para hacerse la dormida, pensó. De todos modos no habría funcionado, Finn siempre sabía cuándo dormía de verdad y cuándo fingía. Al recordar eso, la realidad volvió a golpearla. ¡Dios mío! ¡He hecho el amor con mi mejor amigo! ¿Qué puede ser peor?
― Prim... yo… ―empezó a decir Finnick.
¡Oh, no! ¡De eso ni hablar! Pensó Prim. Nada de decir esto ha sido un error o jamás debió ocurrir.
― Te… tenemos que irnos. Nos estarán buscando y… ―dijo Prim mientras se levantaba con la manta enrollada alrededor de su cuerpo―. Seguramente… se… se habrán preocu… preocupado…
Prim se dio la vuelta para buscar su ropa y se encontró con la visón de un Finnick completamente desnudo en el suelo.
― ¡Por dios Finnick! ¡Tapate! ―gritó mientras se daba la vuelta completamente roja y se tapaba la cara.
― Prim… Ni que fueras nueva en esto ―dijo despreocupadamente.
Prim cogió los pantalones que encontró en el suelo con la cara encendida.
― No… no quiero hablar de esto, ¿vale? Olvídalo ―dijo sin más.
― Prim, no podemos olvidarlo, tenemos que hablarlo ―dijo con calma mientras se ponía la ropa interior.
― No hay nada de qué hablar.
Finnick se levantó y la cogió del codo para darle la vuelta. Prim, sin embargo, no lo miró.
― Esto es serio, Prim. No podemos ignorarlo ―Prim frunció el ceño y lo encaró.
― ¿Qué quieres que te diga, Finn? ¿Qué no debería tener vergüenza porque ayer ya te vi desnudo? ¿Qué esto no puede salir de aquí? ¿Qué ha sido un error?
― ¿Crees que ha sido un error? ―Prim se soltó y se puso la camisa.
― No lo sé, Finn. En realidad no sé nada. No sé qué hicimos ayer exactamente. No puedo decirte que no me avergüenza verte… porque no recuerdo nada de lo que vi ayer. Así que sí, sigo siendo nueva en esto.
Prim empezó a avanzar hacia la puerta de fuera. Según la luz debía ser temprano.
― ¿Quieres decir… que eras… eras… virgen? ―dijo Finnick con un leve tartamudeo. Prim se dio la vuelta y lo miró a los ojos.
― ¿Crees que no lo era? ―Finn lo pensó un instante, sin embargo, la furia que había experimentado en la noche lo volvió a cegar.
― Parecías… muy experimentada ―dijo sin más―. No parecías virgen. Más bien…
― ¿Una zorra como tus amiguitas? ―preguntó ofendida.
― Yo no he dicho eso.
― No es necesario ―Prim se dio la vuelta dispuesta a irse antes de que alguien se diera cuenta de que se encontraban allí.
― ¿Cómo puedo saberlo? ―dijo Finn a la defensiva―. Tus actos me dicen una cosa, y tú me dices ahora que eras virgen. ¿Cómo voy saberlo?
Prim se puso seria, las lágrimas amenazaban con salir. Sin embargo, se armó de valor y se volvió hacia él.
― No lo sé, Finn. Yo creía que después de tantos años podrías confiar en mí y en mi palabra. Al parecer me equivocaba. Así que, no lo sé ―y sin añadir nada más salió por la puerta.
Finnick se quedó quieto con los pantalones puestos y la camisa en una mano. Claro que confiaba en ella, pero había pasado mucho tiempo aguantando cómo todos sus amigos intentaban ligar con ella. Mucho tiempo temiendo que alguien pudiera tocarla. Y esa noche había parecido como si lo supiera todo, como si hubiera estado ya con otro hombre. No había parecido que le doliera cuando la penetró. Y llevaba la voz cantante como si fuera una amante experimentada. ¿Cómo no pensar que ya no era virgen?
Sin embargo, tenía razón. No debería haber dudado de ella, no cuando le había confesado que era virgen. Ni siquiera debería habérselo preguntado. Sin embargo… la duda estaba allí…
Examinó la habitación poco a poco, pensando que debería recogerlo todo antes de marcharse, cuando se detuvo mirando un punto concreto. Las sabanas. Las sabanas donde Prim había estado tumbada estaban manchadas de sangre…
¿No querías una prueba? Dijo su conciencia burlándose de él.
Finnick apretó los dientes. Cogió las mantas y las guardó dentro de un baúl que nadie abría nunca.
― Mierda ―dijo en un murmulló mientras lo cerraba con el candado para volver en otro momento y hacer desaparecer la manta―. ¡Idiota… idiota! ¡Soy un completo idiota!
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La mañana había pasado de ser solo nublada a un día completamente gris. Y por una vez Prim se sintió como el tiempo. Con paso rápido atravesó el prado que llevaba hacia la casa de Alison. Lo había pensado seriamente durante un buen rato, pero no se había atrevido a entrar en casa. Mucho menos con esas pintas. No es que se hubiese mirado en un espejo, claro, pero estaba segura de que como mucho tendría el pelo revuelto y la ropa mal puesta y arrugada. Si su padre la veía entrar así en casa… ¡o su madre! No. Definitivamente, no iría a casa hasta que no estuviera presentable. Tanto física como psicológicamente.
La luz de la casa confirmó que ya estaban despiertos. No obstante, seguramente serían o Leo o Alison. Katniss, habría ido con Peeta a la panadería. No es que supiera exactamente qué hacían todos los días de la semana, pero Alison le había dicho que los domingos siempre se marchaban los dos temprano, así que muchos domingos se quedaba a dormir en su casa. Los domingos solo se habría la tienda hacia el mediodía, así que no era difícil adivinar la razón por la que Katniss acompañaba a su marido tan temprano y que ese fuese el único día que lo hacía. Claro que no se lo había dicho a Alison. La pequeña adolescente si lo imaginaba no creía que le gustara que alguien se lo dijera.
De todos modos, aunque estaba prácticamente segura de que ellos no estarían en casa, decidió ser precavida y entrar por la puerta trasera. Se paró delante y golpeó dos veces. Normalmente ni Katniss ni Peeta contestaban a esa puerta, pues su dormitorio estaba alejado de ella. Sin embargo, Alison lo escuchaba perfectamente.
Pudo oír como bajaba por las escaleras a paso tranquilo, pisando el suelo como si quisiera perforarlo con los pies. Sonrió para sí al recordar que padre e hija hacían exactamente el mismo ruido con los pies cuando andaban. Prim no lograba imaginar cómo Peeta había podido sobrevivir tanto tiempo en los Juegos del Hambre pisando tan fuerte el suelo.
La puerta se abrió y detrás de ella salió una Alison con pijama, el pelo revuelto y los ojos medio cerrados.
― ¿Qué ocurre…? ―dijo en apenas un murmullo. Prim contuvo la risa ante su pregunta.
― Creo que lo que quieres decir es; quién es. ―dijo Prim con una sonrisa. Alison la miró a la cara y ensanchó los ojos.
― ¡Oh, no, por una vez lo he dicho bien! ¿Qué ocurre? O más bien, ¿qué te ha pasado? ―al ver como gritaba, Prim se acercó a ella para hacerla callar.
― Por favor, Alison. No grites, intento que nadie sepa que estoy aquí ―dijo mirando hacia atrás como si alguien pudiera verla en ese mismo instante.
Alison balbuceó algo en la mano de Prim sin que esta pudiera entender absolutamente nada.
― ¿Qué? ―preguntó con una ceja enarcada. Alison la miró con cansancio y le apartó la mano de golpe.
― Que entres, te digo ―dijo en un susurro fuerte.
Prim sonrió con las mejillas sonrojadas y entró en la casa. Subieron las escaleras y entraron en su cuarto.
― Tus padres no están en casa, ¿no? ―preguntó con cautela.
― No, se fueron temprano.
― ¿Y Leo?
― Creo que se quedó a dormir en tu casa con tus hermanos ―dijo Alison mientras se sentaba encima de su cama. Prim, sin embargo se mantuvo de pie y empezó a andar con paso nervioso por todas partes―. ¿Vas a decirme qué te ha pasado?
Prim se giró y la miró a la cara. ¡Dios! ¿Qué podía hacer? Había ido a su casa porque no tenía otro lugar donde ir, pero no estaba preparada para las preguntas.
Al ver la duda teñida en la mirada de su amiga, Alison se levantó y se acercó a ella frenando su paso.
― Mira, hacemos una cosa, primero dúchate y cámbiate de ropa. Te dejaré algo mío. Luego si quieres, me lo cuentas. ¿Vale?
Prim sonrió y asintió con la cabeza algo más aliviada. Alison y ella, a pesar de llevarse seis años, compartían prácticamente la misma talla. Los pantalones le podían llegar a ir algo ajustados, pero las camisas, como Alison tenía muchas que eran más bien anchas, le iban perfectas.
Alison acompañó a Prim al baño, le dio una toalla y le dijo dónde estaba el jabón. Luego sonrió y la dejó sola.
Quedándose quieta mirando la puerta cerrada, Prim sonrió. Alison era un cielo, sabía cuándo debía preguntar y cuándo dejar espacio a las personas. Y si alguna vez le contabas algo sabía perfectamente qué decir en el momento preciso. Tal vez por eso se había convertido en su mejor amiga.
Se duchó intentando que sus preocupaciones se fueran con el agua, sin embargo, millones de preguntas aparecieron en su cabeza. Tenía sangre en los muslos, la cual se fue por las tuberías de la ducha. La sangre había confirmado algo que ya sabía. Ya no era virgen. Había mantenido relaciones con Finnick, y las cosas podían llegar a complicarse mucho por culpa de algo que había sucedido una noche que había bebido demasiado.
Las lágrimas se mezclaron con el agua y se deslizó hacia el suelo de la bañera hasta quedar sentada. Se tapó la cara con las manos y reprimió un sollozo. ¿Cómo había ocurrido? Finnick había sido siempre su mejor amigo. Era su confidente, su paño de lágrimas, su compañero de juegos. Y de la noche a la mañana empezaba a odiarla. A insultarla y a enfadarse con ella. Y un buen día parecía que todo ese odio desaparecía y la besaba como si no hubiese mañana.
Sin embargo, todo había cambiado. Él no confiaba en ella. Ya no era… el amigo que fue antaño. Se había resignado a las peleas, pero… ¿Cómo podría superar lo que había ocurrido esa noche?
Aunque no recordaba demasiado, los besos y algunas palabras se habían grabado a fuego en su memoria. Ese “te deseo” había sido real. Los besos habían sido reales. La pasión había sido real. Lo que más temía era, sin embargo, que también ella lo había hecho de verdad. Aunque quisiera escudarse en el hecho de que había bebido demasiado no era del todo cierto. Jamás habría perdido la virginidad con nadie más. Por muy borracha que fuera. El vino lo único que había hecho era hacerla más atrevida e impedirle pensar en las desastrosas consecuencias.
¿Qué si deseaba a Finnick? ¡Dios, sí! Hacía tiempo que lo deseaba, que ya no lo veía solo como un amigo. Sin embargo, ella tenía la esperanza de que él también sintiera lo mismo y que el deseo acabara convirtiéndose… en algo más. Si no se hubiese apartado tan deprisa cuando el sentimiento de amistad empezó a cambiar dentro de ella, tal vez se habría enamorado perdidamente de él. Por el contrario, cuando ella empezaba a sentir algo más que simple amistad, él lo había aplastado con gritos e insultos. Y ahora… ahora…
Ahora se sentía perdida…
Salió de la ducha con los ánimos por el suelo. Se envolvió en la toalla y miró la ropa que Alison le había dejado encima del bidet. Unos pantalones elásticos y un jersey que llegaba hasta la mitad del muslo. Sencillo, cómodo y práctico. Típico de Alison.
Se vistió inconscientemente lento y salió del baño. Cuando entró en la habitación, Alison estaba leyendo un libro, levantó la mirada y sonrió.
― ¿Estás mejor? ―preguntó mientras daba una palmadita en la cama para que se sentara.
― Bueno, más limpia seguro ―dijo Prim sentándose a su lado.
Alison se quedó callada mirando el libro cerrado. Prim empezó a pensar en cómo abordar el tema. Seguramente no hacía falta que le contara nada. Alison no se lo estaba pidiendo y no se lo reclamaría si decidía no contárselo. De todos modos, sentía que necesitaba una segunda opinión, porque su mente había decidido irse de vacaciones y no parecía interesada en regresar. Así que, después de pensarlo mucho, decidió decirlo tal cual.
― La he cagado, Alison ―dijo resignada. Alison dejó de mirar el libro y le prestó toda la atención.
― Te has peleado en serio con Finn, ¿no? ―dijo preocupada. Prim suspiró irónicamente.
― Ojala ―Alison abrió los ojos a la vez que Prim escondía la cabeza entre sus manos―. Pelear con él habría sido mejor que lo que ocurrió anoche.
― ¿No… no será tan grave? ¿Te dijo algo malo? ¿Se marchó sin decir nada más? La indiferencia te ha dolido por su parte y…
Aunque agradecía que Alison la ayudara a decirlo, no podía soportar que hiciera unas conjeturas que deseaba tanto que fueran ciertas.
― Me he acostado con él ―dijo con rapidez cortando las palabras de Alison.
Alison se quedó muda un segundo para luego volver a mirar a Prim con los ojos extremadamente abiertos.
― ¿Qué… qué quieres decir con…? ―Prim alzó la cabeza y miró a su amiga.
― Quiero decir exactamente eso, Alison, que lo hicimos. Ayer…
Pasaron unos pocos minutos, Alison estaba con la boca abierta incapaz de decir nada. Y ver eso solo confirmo que el asunto era más grave de lo que quería que fuese. Y para terminar de complicar las cosas, por si no tuviera suficiente con lo sucedido horas antes, cuando Alison iba a decir algo la puerta se abrió un poco dando paso a la última persona que le apetecía ver en esos momentos.
― Alison, ¿te importa si…? ―pero la pregunta quedó suspendida en el aire cuando la joven que acababa de entrar por la puerta vio a Prim.
Los cabellos rubios, los ojos verdes fijos en ella. Una verdadera pesadilla para Prim en esos momentos.
Sofía.
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Bueno!!! Pues hasta aquí el capítulo! :D Espero que os haya gustado! ¿Qué pasará con Sofía? ¿Se habrá dado cuenta? ¿Habrá escuchado lo que Prim y Alison estaban hablando? ¿Y Finnick, qué va a hacer ahora?
Descubridlo en el siguiente capítulo; Reír por no llora
Vale. No sé si eso ha quedado muy cutre.. jajajaj
¡¡Besos!!!
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