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Capítulo 36: "Hasta pronto" no es una despedida

Peeta vio a su mujer apoyar las manos sobre la repisa de la ventana. Hacía tiempo que no la veía así, débil, impotente. Desde el final de la guerra, por la muerte de Prim, Katniss se había mostrado fuerte como recordaba que fue tiempo atrás. No dejó jamás que sus hijos vieran debilidad en sus ojos, aunque no pudo evitar el miedo. Las pesadillas siempre habían envuelto cada instante de sus vidas, más a él después del veneno de las rasteabíspulas. De todos modos, Katniss se enfrentaba a una batalla distinta cada día, y esa la había perdido. Lo supo por el modo en que se contraían sus hombros y el ligero temblor de sus manos sobre la madera.

Con una sonrisa comprensiva, apelando a todo su valor y ternura, apoyó una de sus manos callosas sobre las también maltrechas de su mujer. Katniss se arrebujó todavía más, evitando que él viera las lágrimas que sabía que estaba vertiendo.

― He llamado a Sofia ―anunció. Kantiss asintió con la cabeza.

― Dame un momento. Sé lo que debo decir ―apuntó con decisión temblorosa.

Peeta dudó solo un instante, pero sus manos ya habían sujetado los hombros de su esposa y la habían vuelto hacia él. Kantiss, que ya conocía el gesto tanto como los suyos propios, se dejó hacer y abrazó a su marido por la cintura, ocultando su rostro en su pecho.

― Existen cosas peores, más duras que esta. Hemos superado cosas peores ―se recordó, tanto para sí mismo como para ella. Kantiss asintió.

― Me cuesta... no protegerla. Me cuesta dejar que cometa sus propios errores.

― Tal vez no sean errores. Tú elegiste bien, hiciese siempre lo correcto. ―afirmó.

― Pero porque tú estabas a mi lado.

Peeta apartó unos centímetros a su esposa para mirarla a los ojos.

― Tal vez ella necesite también a alguien que la ayude a hacer lo correcto.

― Pero él... ¿Por qué tiene que ser él? ―se frustró. Peeta alzó su rostro.

― Tal vez es una señal. Tal vez es lo mejor.

― ¿Lo mejor para qué?

― Para, tal vez, reconciliarnos con el pasado. Y dejar que nuestro futuro, que nuestros hijos y futuros nietos, vivan una vida lejos de los juegos. Tú querías eso para tus hijos. Si no olvidamos los juegos, los juegos siempre estarán allí. Aunque físicamente no estén.

Kantiss apretó las manos con fuerza y con una débil sonrisa miró a su marido y lo besó en los labios. Siempre lo había necesitado. Siempre había visto lo mucho que él lo necesitaba a ella, en su mirada. Por eso estaba tan asustada. Pues veía la misma expresión en ese chico cuando miraba a su hija. Tal vez Luca fuera el diente de león de su pequeña...

Con decisión, se apartó de su marido y se dirigió al comedor de la casa, donde Sofia aguardaba acompañada de Prim y Finnick. Asombrosamente, no se había iniciado ninguna guerra en la sala.

Sofia se calló a media palabra al verla. Se incorporó, y con gesto culpable y avergonzado la miró.

― Señora Mellark, mi hermano...

― Está bien. Ha pasado una noche mala, pero parece que se recupera. Supongo que estará mejor en su casa, donde tendrá más comodidades y medicinas. Debería ver a un médico.

Sofía agachó la cabeza y asintió.

― Me lo llevaré enseguida. ¿Puede... caminar? ¿Está consciente? ―Kantiss asintió.

Prim acompañó a Sofia hacia el piso de arriba mientras Kantiss intentaba sonreír cruzándose de brazos, como protegiéndose de un frío que no existía.

― Puede quedarse hasta que se recupere un poco. No es necesario que partáis enseguida. No os vamos a echar ―puntualizó. Sofia se dio la vuelta un instante y sonrió con cierto asombro.

― Gracias.

Kantiss no se volvió, miró a su marido, el cual se había acercado y apoyaba una mano sobre su hombro. Como siempre.

***

― Te dije que no vinieras. Que no debías meterte más en sus vidas. ¿En qué narices estabas pensando, Luca? ―lo regañó Sofi en susurros. Luca intentó incorporarse mientras se vestía a duras penas. Sabía que debían irse cuanto antes, pero la despedida seguía doliendo.

― Sofi... No ha pasado nada grave, no seas tan dura con...

― Cállate, Prim. He tenido suficiente de este tema. Nos vamos. Ya. ―Y sin añadir nada más, se dio media vuelta y salió por la puerta. Luca se dejó caer de nuevo en la cama, suspirando de pesar.

― Se le pasará... ―intentó animarlo.

― Prim ―dijo ignorando las palabras de la joven―. ¿Te importaría darle esto a Alis de mi parte? ―apuntó entregándole una pequeña nota doblada.

Prim la observó un instante, la mano tendida hacia ella. Los hombros caídos y la mirada agachada confirmaban algo que sabía con solo ver la nota; una despedida. Se le encogió el corazón solo de pensarlo.

―Luca...

― Gracias por todo. ―Y con esas tres palabras dejaba algo muy claro; la conversación no iba a seguir. Y nada podía decir ella para evitar que esa pequeña nota le rompiera el corazón tanto a él como a su amiga...



Alison entró en la habitación exaltada. Era la tercera que miraba, pero ya no quedaba nadie. Estaba sola. Observó la cama hecha y el recipiente de cristal encima de la mesita de noche, y en un arrebato lo tiró al suelo haciéndolo añicos.

Tan solo había pasado una hora fuera. Solo una maldita hora. ¿Qué narices había ocurrido en esa hora? Pero lo sabía. Lo supo en cuanto su madre entró esa mañana en la habitación donde estaba Luca.

Furiosa y frustrada, salió de la cabaña de nuevo, corriendo por la colina hacia su casa. Sabía que Luca debía marcharse, y seguramente no podría volver a verle más. Pero había querido despedirse. Al menos merecía eso, ¿no?

― ¡Mamá! ―gritó todavía furiosa.

La casa parecía estar también vacía, lo que le pareció realmente extraño. Escudriñó cada rincón de la casa, pero estaba sola. Se maldijo por lo bajo, pues su furia iba nimbando a cada segundo que pasaba, y odiaba que le ocurriera eso. Porque entonces se estropeaban todas las palabras que tenía pensadas y que lograrían darle la razón. Porque cuando ya no estuviera enfadada solo podría echarse a llorar.

Iba hacia la puerta decidida a ir hacia la casa de Prim ―tal vez se encontraban allí―, cuando Kantiss, junto a Peeta, entraron por la puerta. Alison se quedó quieta donde estaba, observándolos entrar. Kantiss la miró y abrió los ojos de par en par. Evidentemente, no la esperaban allí.

― ¿Alison? ¿Qué haces aquí? ―preguntó extrañada. Entonces la furia que había estado a punto de extinguirse, resurgió como las tablas de madera de un barco hundido.

― En la cabaña. Pero al parecer ya no hay nadie, ¿verdad? ¿Ya lo has echado? Seguramente lo has hecho con muchísimo gusto. Te morías por alejarlo de aquí para siempre. Como lo has curado y yo te he prometido que no volvería a verlo ―exclamó con pasión―. ¿Qué más quieres mamá? ¡Ya te he prometido que se acabó! ¿Acaso no podía siquiera despedirme? ¿Tanto iba a dolerte que me despidiera de él?

― Cariño... No lo he...

― ¡No me digas ahora que no lo has hecho con esa intención! ¡Estoy cansada de que me prohibáis cosas! ¡De que no me dejéis hacer según qué porque vosotros tenéis miedo! Siento lo que os pasó en los juegos, y siento que perdierais a tanta gente en la guerra. Pero la vida sigue. ¡No puedo vivir en la misma guerra que vosotros, quiero vivir mis propios problemas! Cometer mis propios errores. Lamentar mis propias acciones. Quiero que me dejes...

― Lo sé ―la interrumpió Kantiss―. Por eso no te prohibiré que lo veas.

―... decidir... ¿Cómo? ―preguntó abriendo los ojos con confusión.

― Lo he pensado mucho. Hay cosas que no pueden detenerse. Cosas que no voy a poder evitar. Las decisiones que tomes en tu vida no puedo decidirlas por ti. Tengo que empezar a asumir que no todas las consecuencias de decisiones que tomen los demás son responsabilidad mía... ―Luego miró hacia un lado, con los ojos en el pasado―. Como Primrose...

Alison sabía a quién se refería. No a Prim, su amiga, sino a Primrose, su hermana. La que habría sido su tía.

― Espera... ¿Qué pasa con Luca, entonces? ¿Qué quieres decir? ―murmuró incrédula.

― Queremos decir, Colibrí, que puedes verle siempre que quieras. Y puede venir cuando quiera. Luca no es Snow. Y tenemos que empezar a verlo de este modo ―apuntó su padre con cariño. Alison abrió la boca un instante, sin poder creerlo.

― ¿Pero qué narices habéis bebido?

― Será mejor que vayas corriendo, todavía me puedo arrepentir ―contestó Kantiss con una mueca.

― ¿Correr?

― Están a punto de coger el tren. Tendrás que darte prisa.

Alison no tenía muy claro lo que acababa de ocurrir, pero no estaba dispuesta a perder el tiempo con preguntas. Sin añadir nada más, salió corriendo como alma que lleva al diablo. No tenía mucho tiempo si lo que decían sus padres era verdad.

― ¡Ali! ―escuchó una voz detrás de ella.

Alison se volvió a ver quién la llamaba con la prisa pintada en los ojos. Prim corría hacia ella dejando a Finnick a unos metros. Esperó con impaciencia a que llegara, y sin decir nada le tendió una pequeña nota.

― ¿Qué es esto? ―preguntó extrañada.

― Lo sabrás cuando la abras ―murmuró Prim

Alison miró la nota y la cogió con manos temblorosas. La abrió con cuidado y leyó.



― Luca... ―murmuró su hermana por tercera vez―. Todo irá bien, siempre nos las hemos apañado, ¿no?

Luca se volvió hacia ella. Sí. Siempre. Pero nunca había tenido nada que perder. Siempre habían sido ellos dos, solos. Enfrentándose al mundo.

Miró por tercera vez la vía del tren. Este no tardaría en llegar, entonces todo habría terminado definitivamente. Al menos había podido decirle lo que sentía por ella. Aunque jamás supiera si sentía lo mismo que él. No importaba demasiado tampoco.

― Luca... ―susurró su hermana de nuevo. La miró de soslayo, tenía una sonrisa triste en sus labios, y una mirada comprensiva. Entonces recordó que ella también había pasado por algo similar. La diferencia era que quien ella amaba estaba enamorado de otra persona.

Esbozó una sonrisa y abrazó a su hermana pegándola a su pecho con cariño. La joven lo abrazó rodeando su cintura con los brazos. Siempre se habían tenido el uno al otro, y no sería ahora distinto. Su hermana era todo lo que tenía, y si había podido seguir adelante era por ella.

― ¡Luca! ¡Luca! ―Al principio apenas escuchó la voz, pero cada vez se hacía más notoria. Y con ello la certeza de que no estaba imaginándolo.

Con el corazón en un puño, se dio la vuelta con Sofi todavía abrazada a él. Entonces la vio. Corría torpemente, con su melena oscura balanceándose de un lado a otro en completo desorden. Las manos cerradas en un puño, apretando el paso tanto como era capaz. Trastabilló en un par de ocasiones, casi besando el suelo. Luca apenas podía moverse, viendo como la joven llegaba hasta ellos y deteniéndose a un par de metros de donde estaban.

― Espera... No... no te vayas... ―intentó decir con apenas aliento.

Sofi se apartó de Luca un poco y decidió dejarles cierta intimidad.

― ¿Alis? ¿Se puede saber qué haces aquí? ―preguntó confundido.

― Cuando regresé no estabas... ―murmuró.

Luca agachó la mirada y asintió.

― Era lo mejor, ¿no? No me gustan las despedidas ―apuntó intentando darse la vuelta.

― A mí tampoco me gustan. Por eso estoy aquí. ―Luca se detuvo.

― Eso no tiene sentido ―espetó. Alison se acercó y tocó su hombro derecho con cariño.

― Lo tiene. Porque no he venido a despedirme. ―Luca se dio la vuelta con cierto temor. Los ojos azules de la joven lo dejaron perplejo. Casi había olvidado la facilidad que tenía de reducirlo a puré con solo una mirada.

― ¿A qué has venido entonces? ―Alison redujo la distancia en dos zancadas.

― A esto. ―Y antes de que Luca pudiera preguntar nada, Alison acortó la poca distancia que los separaba y lo besó.

Luca abrió los ojos de par en par un solo instante, solo para cerrarlos y estrecharla entre sus brazos mientras profundizaba el beso. Alison entrelazó los brazos en su cuello y lo abrazó con fuerza. Luca apenas podía pensar mientras recorría con ansia sus labios, en busca de un rincón donde esconderse y no alejarse jamás de su lado. Alison parecía entregarse a él en cuerpo y alma, como si quisiera fundirse para que nadie en el mundo pudiera separarlos. Rozó su cintura con las manos, pegándola a él, sintió los pequeños dedos entrelazándose en su cabello y deseó que ese instante no terminara nunca. No obstante, algo se interpuso. El sonido del tren que llegaba...

―Alis... ―murmuró sobre sus labios―. No deberías haber venido... esto... esto...

― Luca ―murmuró―. Esto es para ti ―afirmó dándole un pequeño papelito doblado. El mismo que él le había hecho entregar.

Luca la miró frunciendo el ceño. Pero la sonrisa en los labios de la joven lo obligó a callar y abrir la nota, aquella que ya sabía qué rezaba.

"Jamás estarás lejos de mí, aunque ahora deba decirte adiós. Siento todo el daño que os he causado. Tú eres mi única excusa. Te quiero."

La leyó solo una vez antes de ver algo escrito debajo. Una serie de números. Únicamente. Frunció el ceño.

― ¿Qué significa esto? ¿Es un código o algo así? ―preguntó confuso. Aliso sonrió y negó con la cabeza.

― No, tonto. Es el número de mi casa ―afirmó. Luca seguía confundido.

― ¿Para qué? ―Alison dejó escapar una pequeña carcajada.

― Pues para estar en contacto. ¿Cómo quieres que nos veamos sino?

Luca abrió los ojos de par en par. Ahora estaba no solo confundido, sino también aturdido.

― Tus padres...

― No van a oponerse más. No sé qué les habrás dicho, pero parece que has superado su prueba.

Luca no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban. Sofi lo llamó entonces, el tren acababa de llegar a la estación y no tardaría en marcharse.

― Tienes que irte ―apuntó.

― Volveré ―afirmó rozando su mano con cariño.

― Eso espero. Después de la que has liado... ―murmuró riendo. Luca acortó de nuevo la distancia y la besó. Alison se dejó llevar con una sonrisa que era incapaz de borrar.

― Te quiero. No sabes cuánto ―apuntó con pasión. Alison tocó su mejilla mientras sonreía de medio lado.

― Después de venir con estas pintas a verme... me hago una idea. Más o menos como yo cuando fui a verte al capitolio a pesar de las negativas de mi familia... ―Luca la miró con interés, y una sonrisa adornó sus labios.

― ¿Me quieres? ―preguntó dubitativo.

― ¡Luca por Dios! ¡Vamos a perder el tren! ―gritó su hermana desde la puerta.

― Tienes que irte ―murmuró Alison sonriente. Luca negó con la cabeza.

― No hasta que contestes.

― Eres imposible. Ya te lo dije una vez, ¿no?

― Pero fue sin querer.

― ¡Luca! ―volvió a gritar su hermana.

― ¡Ya voy!

― ¡Por Dios! ¡Ya os besuqueareis cuando volváis a veros! ¡Ahora tenemos que irnos y tú recuperarte, niño del demonio! ―gritó visiblemente enfadada. Luca no lo tomó en serio.

― ¿Alis? ―Ella sonrió y lo empujó hacia el tren.

― ¡Hasta pronto! ―gritó mientras se cerraban las puertas. Luca se asomó por una ventana a la vez que el tren empezaba a ponerse en marcha.

Alison lo miró y sonrió. No era una despedida, solo era un hasta pronto. Y por primera vez desde que lo conocía, verlo partir no le rompió el corazón.

Corrió un poco, persiguiendo el tren. Y en el último instante gritó.

― ¡Te quiero, idiota!

Y la sonrisa en los labios de Luca no desapareció en el resto de la semana.





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¡¡¡Bueno!!! ¡¡Este es el capítulo final!! Sí, sí. ¡El último! jajaja Espero que os haya gustado. Como ya dije, habrá epílogo. Lo intentaré subir en un rato si me da tiempo ^^ Aunque no aseguro nada.

Siento mucho la espera, pero he pensado que sería un buen modo de terminar el año, ¡terminando esta historia! :D Así que...

¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!

¡Os deseo lo mejor! ¡Besooos!

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